Evangelio Según SAN LUCAS
INTRODUCCIÓN
Los manuscritos más antiguos de este Evangelio dicen sólo "Según Lucas"; pero en manuscritos posteriores se lee: "El Evangelio según San Lucas" o "El santo Evangelio según Lucas".
El consenso antiguo y unánime de la tradición cristiana señala a Lucas como el autor del Evangelio que lleva su nombre. El historiador eclesiástico Eusebio (m. c. 340) dice específicamente que Lucas es el autor de este Evangelio (Historia eclesiástica, iii. 4. 6). Un siglo antes Tertuliano (m. c. 230) se refirió a Pablo como el "iluminador" de Lucas, esto es, el que había animado a éste y le había dado mucha de la información que contienen sus escritos. Ireneo escribió alrededor del año 185 d. C.: "Lucas, el seguidor de Pablo, escribió en un libro el Evangelio predicado por éste". El famoso Fragmento Muratoriano, una parte de un documento escrito a fines del segundo siglo, concuerda con Ireneo, pues declara que el tercer Evangelio fue escrito por Lucas, un médico y compañero de Pablo. Las tradiciones más antiguas señalar, pues, unánimemente a Lucas como el autor del Evangelio que lleva su nombre.
El Evangelio de Lucas y los Hechos de los Apóstoles pueden considerarse como los tomos 1 y 2 de una obra que bien podría titularse Origen y desarrollo del cristianismo. La introducción del libro de los Hechos (cap. 1: 1) señala nítidamente a un solo autor para ambos libros, y el estilo literario y la dicción son evidentemente los mismos. Además, ambos libros son dedicados a una misma persona: a Teófilo (Luc. 1: 3; Hech. 1: 1). Las secciones de los Hechos donde el escritor utiliza el plural "nosotros" indican claramente que éste era un constante compañero de Pablo, especialmente durante los años finales del ministerio del apóstol. Parece que el autor se asoció con Pablo desde Troas -durante los primeros días de la predicación en Grecia (Hech. 16: 10-18)-, lo acompañó en su visita final a Palestina (cap. 20: 5 a 21: 18) y también durante su viaje a Roma (cap. 27: 1 a 28: 16). Lucas, como colaborador de Pablo, envía saludos (File. 23-24; Col. 4: 14) a aquellos a quienes se dirigen estas cartas. Casi al final de su último encarcelamiento en Roma, Pablo escribió a Timoteo: "Sólo Lucas está conmigo" (2 Tim. 4: 11). Los demás compañeros de Pablo, o habían sido enviados en misiones a otras iglesias o lo habían abandonado. Pablo tuvo que haber sentido, en medio de las angustias de sus últimos días, un profundo aprecio por el tierno y eficiente servicio de un hombre como "Lucas, el médico amado". Es, pues, 650 bastante claro que Lucas fue el autor del libro de los Hechos y del Evangelio que lleva su nombre.
El contexto de Col. 4: 11-14 parece sugerir que Lucas no era judío sino gentil, porque no es incluido en la lista de los de la circuncisión sino en la de otros conocidos como gentiles. El Evangelio de Lucas se considera generalmente como una de las mejores obras literarias del Nuevo Testamento, y en muchos aspectos es el más próximo al estilo de los grandes escritores griegos. Esto se evidencia en forma especial en el prólogo (Luc. 1: 1-4).
Eusebio (Ibíd.) describe así a Lucas: "por raza, de Antioquía; y de profesión, médico". Probablemente era originario de Antioquía, y algunos han pensado que fue en esta ciudad donde escribió; pero otros han sugerido que lo hizo en Roma. Lucas y Pablo son los escritores más prolíficos del Nuevo Testamento. Se desconocen el lugar y la manera de la muerte de Lucas, aunque la tradición afirma que fue martirizado en Grecia, y añade que fue clavado sobre un olivo verde.
Los eruditos más conservadores asignan la composición de este Evangelio a una fecha no posterior al año 63, por las siguientes razones: fue escrito aparentemente antes de los Hechos (Hech. 1: 1). La abrupta conclusión de los Hechos se considera generalmente como una evidencia de que este libro fue escrito durante el primer encarcelamiento de Pablo en Roma, alrededor de los años 61-63, probablemente poco después de su llegada a esa ciudad. La explicación más sencilla para esta abrupta conclusión es que Lucas no escribió más en los Hechos porque en ese momento no había nada que añadir. Sería extremadamente improbable que el juicio, liberación, nuevo arresto, sentencia y ejecución de Pablo hubieran sido omitidos del registro de los Hechos si estos eventos ya hubieran sucedido cuando se escribía este libro. Además, no hay evidencia de que dichos sucesos fueron parte del texto original de los Hechos y que más tarde se perdieron. A la luz de estas circunstancias es fácil suponer que los Hechos fueron escritos alrededor del año 63 y el Evangelio de Lucas en una fecha anterior (Hech. 1: 1), aunque no puede decirse cuántos años antes. Para un estudio más completo de la cronología de la redacción de los Evangelios ver pp. 173-174; y para estudiar las diferentes teorías en cuanto a los orígenes de los mismos, ver pp. 170-172.
Para una breve reseña histórica de la vida y obra de Jesús, ver p. 266; y para una presentación más completa ver pp. 42-69.
4. Tema.
Mateo presenta a Jesús como el gran Maestro y exponente de la verdad divina. Marcos lo presenta como el Hombre de acción, poniendo énfasis en sus milagros como una manifestación del poder divino que atestigua que es el Mesías. Lucas pone a Jesús en contacto íntimo con las necesidades de la gente, destacando el aspecto humano de su naturaleza y presentándolo como el Amigo de la humanidad; y Juan presenta a Jesús como el divino Hijo de Dios.
Como Mateo escribió en primer lugar para la gente de ascendencia judía, presenta la genealogía de Jesús a partir de Abrahán, el fundador de su nación; pero Lucas, que escribe para la gente de todas las razas, presenta la genealogía de Jesús partiendo de Adán, padre de la raza humana. Lucas, más que ningún otro evangelista, se refiere a los incidentes que destacan el interés y el ministerio de Jesús por los gentiles. Menciona también más que los otros evangelistas a los centuriones romanos, y lo hace siempre en forma favorable. La visión del mundo que tiene Lucas se hace evidente en sus escritos sobre las apelaciones de Pablo a los gentiles (Hech. 14: 15-17; 17: 22-31). En los escritos de Lucas apenas si se hallan rastros del exclusivismo Judío, pero sí puede descubrirse de vez en cuando en Mateo y Marcos.
Una evidencia más de que Lucas fue el escritor del Evangelio que lleva su nombre,651puede verse en los términos médicos que aparecen frecuentemente en su libro (Luc. 4: 38; 5: 12; 8: 43, etc.), los cuales podrían indicar que su autor era médico (Col. 4: 14).
Un bosquejo cronológico completo del Evangelio de Lucas aparece en las pp. 186-191; por esta razón, el que aquí se presenta se refiere únicamente a los aspectos más destacados de la vida y ministerio de Jesús:
I. Infancia, niñez y juventud, 1: 1 a 2: 52.
II. Preparación para el ministerio, hacia septiembre del año 27 d. C., 3: 1 a 4: 13.
III. Ministerio en Galilea, de pascua a pascua, 29-30 d. C., 4: 14 a 9: 17.
A. Comienzo del ministerio en Galilea, 4: 14-41.
B. Primera gira misionera por Galilea, 4: 12 a 5: 16.
C. Ministerio en Capernaúm y alrededores, 5: 17 a 6: 16.
D. El Sermón del Monte, 6: 17-49.
E. Segunda gira misionera por Galilea, 7: 1 a 8: 56.
F. Tercera gira misionera por Galilea, 9: 1-17.
IV. Retiro del ministerio público, primavera a otoño, año 30 d. C., 9: 18-50.
V. Ministerio en Perea, otoño a primavera, año 30-31 d. C., 9: 51 a 19: 27.
A. Ministerio en Samaria y Perea, 9: 51 a 10: 24.
B. Enseñanza mediante parábolas, 10: 25 a 18: 14.
C. El último viaje a Jerusalén, 18: 15 a 19: 27.
VI. Concluye el ministerio en Jerusalén, pascua, año 31 d. C., 19: 28 a 23: 56.
A. Enfrentamiento con los escribas y fariseos, 19: 28 a 21: 4.
B. Sermón en el monte de los Olivos, 21: 5-38.
C. Arresto y juicio de Jesús, 22: 1 a 23: 25.
D. Crucifixión y entierro de Jesús, 23: 26-56.
VII. Resurrección y apariciones posteriores a su resurrección, 24: 1-53.
LUCAS - CAPÍTULO 1 - AUDIO
1 Prefacio del Evangelio de Lucas. 5 Concepción de Juan el Bautista, 26 y de Cristo. 39 La profecía de Elisabet y de María concerniente a Cristo. 57 Nacimiento y circuncisión de Juan. 67 La profecía de Zacarías en cuanto a Cristo 76 y a Juan.
1 PUESTO que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,
2 tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra,
3 me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo,
4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.
5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet.
6 Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.
7 Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada.
8 Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase,
9 conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor.
10 Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso. 652
11 Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.
12 Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor.
13 Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.
14 Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento;
15 porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.
16 Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos.
17 E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
18 Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.
19 Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas.
20 Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.
21 Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él se demorase en el santuario.
22 Pero cuando salió, no les podía hablar; y comprendieron que había visto visión en el santuario. El les hablaba por señas, y permaneció mudo.
23 Y cumplidos los días de su ministerio, se fue a su casa.
24 Después de aquellos días concibió su mujer Elisabet, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo:
25 Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.
26 Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
27 a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.
28 Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
29 Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta.
30 Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESUS.
32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
34 Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón.
35 Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
36 Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril;
37 porque nada hay imposible para Dios.
38 Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.
39 En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá;
40 y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet.
41 Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo,
42 y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
43 ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?
44 Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
45 Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor.
46 Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor;
47 Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. 653
48 Porque ha mirado la bajeza de su sierva;
Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.
49 Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso;
Santo es su nombre,
50 Y su misericordia es de generación en generación
A los que le temen.
51 Hizo proezas con su brazo; Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
52 Quitó de los tronos a los poderosos, Y exaltó a los humildes.
53 A los hambrientos colmó de bienes, Y a los ricos envió vacíos.
54 Socorrió a Israel su siervo, Acordándose de la misericordia
55 De la cual habló a nuestros padres, Para con Abraham y su descendencia para siempre.
56 Y se quedó María con ella como tres meses; después se volvió a su casa.
57 Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo.
58 Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que Dios había engrandecido para con ella su misericordia, se regocijaron con ella.
59 Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías;
60 pero respondiendo su madre, dijo: No; se llamará Juan.
61 Le dijeron: ¿Por qué? no hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre.
62 Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo le quería llamar.
63 Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.
64 Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios.
65 Y se llenaron de temor todos sus vecinos; y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas estas cosas.
66 Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién, pues, será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.
67 Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo:
68 Bendito el Señor Dios de Israel,
Que ha visitado y redimido a su pueblo,
69 Y nos levantó un poderoso Salvador
En la casa de David su siervo,
70 Como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio;
71 Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron;
72 Para hacer misericordia con nuestros padres, Y acordarse de su santo pacto;
73 Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, Que nos había de conceder
74 Que, librados de nuestros enemigos,
Sin temor le serviríamos
75 En santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días.
76 Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado;
Porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos;
77 Para dar conocimiento de salvación a su pueblo,
Para perdón de sus pecados,
78 Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
Con que nos visitó desde lo alto la aurora,
79 Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte;
Para encaminar nuestros pies por camino de paz.
80 Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.
1.
Puesto que.
[Prólogo del Evangelio de Lucas, cap. 1:1-4.] Los vers. 1-4 contienen el prólogo y la dedicatoria de este Evangelio; están escritos en un magnífico griego koiné literario, el idioma "común" del mundo romano que hablaba griego. Esta introducción se ciñe al estilo de los mejores modelos literarios griegos. Su estilo es pulido, pero posee gracia y modestia. Con referencia al cambio de estilo, ver com. vers. 5.
El parecido que se nota entre esta introducción y la del libro de los Hechos (Hech. 1: 1-2), 654 y la circunstancia de que este libro continúa el relato en el mismo punto donde lo dejara el Evangelio de Lucas (cap. 24: 50-53), sugiere que Lucas tenía la intención de que estos dos libros formaran una historia en dos tomos de la iglesia cristiana primitiva.
Muchos.
No se sabe si Lucas incluye a Mateo y a Marcos entre estos "muchos", aunque por varias razones se cree que ya se había escrito, por lo menos, el Evangelio de Marcos, y posiblemente el de Mateo (ver p. 173). Sin embargo, la palabra "muchos" parece que se refiere a más de dos, y por lo tanto es probable que se aluda a algunas historias escritas fuera de los Evangelios canónicos. Es difícil que Lucas pueda referirse aquí a los evangelios apócrifos que se conocen hoy, pues no fueron escritos sino hasta muchos años más tarde. Parece que algunos de los otros autores habían sido testigos oculares, al menos, de lo que habían registrado, y es posible que se contaran entre los doce o quizá entre los setenta (ver com. vers. 2).
Han tratado.
Gr. epijeiréò, literalmente "poner la mano encima", "tratar", "intentar". Muchos autores habían consignado en diversos documentos diferentes incidentes y aspectos de la vida de Jesús. Lucas dice haber estudiado esos materiales antes de componer su Evangelio. En cuanto a la función de la Inspiración en la preparación de este Evangelio, ver p. 173.
Poner en orden.
Gr. anatássomai, "ordenar componer", "recopilar". No necesariamente se implica orden cronológico. Compárese con la palabra griega kathexés (ver com. vers. 3). Estos términos podrían sugerir que los relatos escritos por autores evangélicos anteriores habían sido incompletos, pero de ningún modo indicarían que esos relatos eran inexactos.
La historia.
Gr. diégèsis , "narración". Esta palabra deriva de dos palabras que significan literalmente "guiar a través".
Han sido ciertísimas.
Mejor "se han cumplido" o "se han verificado" (BJ).
2.
Enseñaron.
Gr. paradídòmi, "transmitir", "entregar", "confiar". Se refiere a la transmisión de informes de una generación o de un grupo de personas a otra generación u otro grupo (ver 1 Cor. 11: 23; 15: 3; 2 Tim. 2: 2). Quienes recibieron la verdad debían entregarla a otros. Pablo y Lucas fueron cristianos de segunda generación, pues habían recibido lo que luego entregaron a otros.
Desde el principio.
Es decir, desde el comienzo del ministerio público de Jesús, aunque es posible que algunos de estos testigos oculares también hubieran tenido conocimiento de acontecimientos relacionados con la infancia de Juan el Bautista y de Jesús.
Lo vieron con sus ojos.
Gr. autóptès, "el que ve con sus propios ojos", "testigos oculares" (BJ). Juan dijo que él era testigo ocular de lo ocurrido (Juan 1: 14; 21: 24; 1 Juan 1: 1-2). Los doce, los setenta y las mujeres que acompañaron a Jesús y a sus discípulos y les sirvieron, fueron testigos oculares más o menos "desde el principio". Y podría decirse, como contraste, que Lucas, Pablo y Timoteo fueron "testigos por referencias", pues su conocimiento de la vida del ministerio de Jesús fue recibido de otros. Sin embargo, esta aparente desventaja no disminuye en nada el valor de su testimonio porque habían recibido información por medio de la enseñanza de los testigos oculares y de la revelación divina (1 Cor. 15: 3-7; Gál. 1: 11-12).
La modestia que aquí manifiesta Lucas da un excelente testimonio en favor de que el Evangelio que lleva su nombre es fidedigno y válido. Lucas fue cuidadoso en decir la verdad exacta y no pretendió ser testigo ocular como podría haberlo hecho un impostor. Lucas afirma claramente que su conocimiento de los hechos relacionados con la vida y el ministerio de Cristo los había recibido por medio de los relatos de testigos oculares; por lo tanto, parece que en el caso de Lucas, el papel de la Inspiración no fue tanto impartir una información original sino garantizar la precisión de lo que él registró de acuerdo al testimonio de otros. Lucas fue un historiador que investigó las fuentes originales; pero fue más que esto: fue un historiador inspirado.
Por lo que sucedió con Lucas se deduce claramente que la Inspiración funciona en armonía con la operación natural de las facultades mentales sin prescindir de ellas. Aquí vemos a un autor inspirado, guiado por el Espíritu Santo para examinar en forma diligente los registros ya escritos y los orales que había sobre la vida de Cristo, y luego fuera impulsado a organizar la información recopilada en una narración. En cuanto a cómo opera la Inspiración, ver El conflicto de los siglos, pp. 7-10 y Mensajes selectos, t. 3, pp. 29-86. Con referencia específica a Lucas, ver George Rice, Luke, a Plagiarist? Pacific Press. 1983. 655
3.
Me ha parecido.
A Lucas le pareció apropiado redactar un relato completo, preciso y auténtico de la vida de Cristo, quizá con la idea de registrar algunos acontecimientos que pudieran haberse omitido en relatos anteriores escritos por "muchos" (ver com. vers. 1). Estas palabras revelan la manera en la cual, al menos algunos de los autores, fueron guiados por Dios para redactar el registro bíblico. La impresión del Espíritu Santo en la mente de Lucas hizo que a éste le pareciera apropiado y deseable una determinada manera de actuar. Cuando Lucas se refiere a lo que sucedió en el concilio de Jerusalén, donde se consideró la aceptación de los gentiles en la iglesia cristiana, cita a los apóstoles, diciendo que éstos habían escrito a los creyentes de Antioquía en cuanto a lo que les había "parecido bien" (Hech. 15: 25). Los hermanos se habían reunido en un concilio, pero sus deliberaciones habían sido dirigidas por el Espíritu Santo y por eso pudieron decir con confianza: "ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros" (vers. 28). Lo mismo le ocurrió a Lucas: el Espíritu Santo lo impulsó a escribir; pero cuando escribió lo hizo por su propia y libre voluntad, aunque guiado por Dios. En cuanto a la manera en que el Espíritu Santo guió a los diversos autores bíblicos, ver Material Suplementario de EGW referente a 2 Ped. 1: 21.
Después de haber investigado con diligencia.
La segunda razón por la cual Lucas escribe es su deseo de transmitir a otros los beneficios de su estudio cuidadoso de la vida y de las enseñanzas de Jesús. Parece que Lucas había comenzado por el principio e investigado todo. Presenta su relato evangélico como una narración precisa, completa y sistemática de la vida de Jesús. Estas son características de la verdadera erudición. Mateo destaca las enseñanzas de Jesús; Marcos, los hechos de su ministerio, pero Lucas combina ambos elementos de un modo más completo y sistemático que el de los otros evangelistas. La declaración de Lucas de que había "investigado todas las cosas" no es una vana presunción. Es evidente que Lucas investigó cabalmente. En el relato de los Evangelios sinópticos hay 179 secciones, de las cuales 43 sólo aparecen en Lucas (ver pp. 181-182).
Desde su origen.
O "desde el comienzo" de la vida de Jesús. Lucas, como un explorador, siguió muy de cerca el curso de los acontecimientos hasta llegar a su origen. Expone las circunstancias que rodearon el nacimiento y la niñez de Jesús en forma mucho más detallada que los otros evangelistas. Sólo Lucas registra cinco de los seis acontecimientos anteriores al nacimiento de Jesús (ver p. 186), que se mencionan en los Evangelios.
Por orden.
Gr. kathexés, "uno después del otro" o "en forma consecutiva" (ver com. vers. 1). El libro de Mateo está compuesto mayormente de discursos de Jesús ordenados en forma temática, mientras que Marcos trata los acontecimientos de la vida de Jesús agrupándolos según su clase. La distribución general, tanto en Mateo como en Marcos, es cronológica; pero la secuencia cronológica no era el propósito principal de los evangelistas. Modificaron el orden de varios hechos para que armonizaran con el propósito principal de sus libros. Por otra parte, Lucas sigue un orden cronológico bastante estricto que Mateo y Marcos no intentaron seguir (ver pp. 181-182).
Excelentísimo.
Este título se usaba con frecuencia para dirigirse a los altos funcionarios del gobierno. En cierto modo podría corresponder con el uso moderno de "su excelencia". Ese mismo término se utilizaba para referirse a los procuradores romanos de Judea (Hech. 23: 26; 24: 3; 26: 25). Es digno de tener en cuenta que un hombre que parece que tenía una elevada posición oficial aceptara el cristianismo en este período del comienzo de la iglesia.
Teófilo.
Literalmente "amigo de Dios". No hay una suficiente evidencia que apoye la idea popular de que Teófilo no era el nombre de una persona determinada sino que Lucas lo había usado para representar a los cristianos en general; pero el título "excelentísimo" parece indicar claramente que se trataba de una persona específica. El nombre es griego, por lo tanto, es probable que Teófilo fuera un converso gentil. ,
4.
Para que conozcas.
Gr. epiginóskò, "conocer cabalmente". Teófilo debía recibir aún más información, además de la que ya había recibido por "las cosas en las cuales has sido instruido".
La verdad.
Gr. asfáleia, "lo que no cae"; deriva de dos palabras: sfállo, "tambalear", "caer" y el prefijo a, alfa privativa o negación. La BJ traduce "solidez". Hay verdad y solidez en los hechos de la fe cristiana, y el que cree en ellos estará firme y seguro contra el error. 656
Has sido instruido.
Gr. katèjéo "instruir", "enseñar en forma oral". De este verbo deriva la palabra "catequizar". En Hech. 18: 25 se traduce "instruir", en Hech. 21: 21, 24, "informar" y en Gál. 6: 6, "enseñar". Este vocablo podría dar a entender que hasta este momento Teófilo sólo había recibido instrucción oral como la que bien podría preceder al bautismo. Es posible que fuera uno de los conversos de Lucas, a quien éste había "catequizado". También podría ser que Lucas escribiera estas cosas para hacer frente a falsos informes contra el cristianismo.
5.
Hubo en los días.
[Anuncio del nacimiento de Juan, Luc. 1: 5-25. Ver mapa p. 204 y diagrama p. 217.] En la literatura griega era común dar una fecha según los años de reinado de un rey. Hay ejemplos de esta costumbre para cada uno de los años del primer siglo de la era cristiana. Al iniciar su relato, Lucas deja el elegante estilo literario del koiné de los vers. 1-4, y comienza a usar un estilo a la manera hebrea, que recuerda narraciones del AT como la del nacimiento de Samuel. En verdad, estos pasajes (cap. 1: 5 a 2: 52) son los párrafos de forma más hebrea de todo lo que Lucas escribió; sin embargo, llevan la marca característica de Lucas como autor. El hecho de que la serie de narraciones registradas aquí fuera de una naturaleza tan personal como para que María guardara "todas estas cosas, meditándolas en su corazón" (cap. 2: 19), junto con el hecho de que los otros evangelistas poco hablan de estos acontecimientos, sugieren la posibilidad de que la información aquí registrada pudiera no haber sido de conocimiento general entre los creyentes cristianos de los primeros años de la iglesia apostólica.
Como Lucas hace referencia a muchas fuentes de información tanto orales como escritas (ver com. vers. 1-3), algunos sugieren que pudo haberse enterado de los acontecimientos de la infancia de Jesús directamente por María. Da la impresión de que la narración está presentada desde el punto de vista de María, así como Mateo presenta el relato del nacimiento de Jesús desde el punto de vista de José (Mat. 1).
La porción del Evangelio que trata del nacimiento de Jesús (cap. 1: 5 a 2: 52) consta de siete partes: (1) Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista (cap. 1: 5-25); (2) anuncio del nacimiento de Jesús (vers. 26-38); (3) visita de María a Elisabet (vers. 39-56); (4) nacimiento de Juan el Bautista (vers. 57-80); (5) nacimiento de Jesús (cap. 2: 1-20); (6) circuncisión y presentación de Jesús en el templo (vers. 21-38); (7) la niñez de Jesús (vers. 39-52).
Herodes.
Ver pp. 42-44 y los diagramas de las pp. 40, 224. Los días de Herodes fueron días de crueldad y opresión para el pueblo judío aun cuando el rey aparentaba practicar la religión judía. Su carácter disoluto, más o menos típico de los días en que vivió, se destaca en nítido contraste con el carácter de Zacarías.
Judea.
Parece que Lucas escribió para lectores no palestinos, y por eso emplea con frecuencia el término Judea para referirse a toda Palestina (Luc. 6: 17; 7: 17; Hech. 10: 37).
Zacarías.
Heb. Zekaryah, "Jehová ha recordado" o "Jehová recuerda". El hijo de Joiada (2 Crón. 24: 20), el profeta Zacarías y muchos otros personajes bíblicos llevaron este nombre.
La clase de Abías.
David dividió a los sacerdotes en 24 grupos (1 Crón. 24: 1-18; 2 Crón. 8: 14), de los cuales el de Abías era el octavo (1 Crón. 24: 10). Dieciséis de estos grupos estaban formados por los descendientes de Eleazar y ocho por los descendientes de Itamar, ambos hijos de Aarón. Entre los sacerdotes que regresaron de Babilonia después del cautiverio, sólo estaban representados cuatro grupos y el de Abías no estaba entre éstos (ver com. Esd. 2: 36). Pero los que regresaron se dividieron en 21 ó 22 grupos (aumentados después a 24 en tiempos del NT), y se les dio los nombres de los grupos originales (ver com. Neh. 12: 1). Según Josefo, se esperaba que cada grupo de sacerdotes sirviera por una semana, de sábado a sábado (Antigüedades, vii. 14. 7), dos veces al año. En la fiesta de los tabernáculos se esperaba que estuvieran presentes los 24 grupos. Los intentos de saber en qué momento del año correspondía el servicio al grupo de Abías, basándose en el dato de cuál grupo estaba sirviendo cuando los romanos destruyeron el templo en el año 70 d. C., parece que no han servido para fijar la fecha del relato de Lucas.
Elisabet.
Heb. 'Elisheba', que significa "mi Dios ha jurado" o "mi Dios es plenitud"; éste fue también el nombre de la esposa de Aarón (Exo. 6: 23).
6.
Justos.
Al parecer Zacarías y Elisabet pertenecían a ese pequeño grupo que estudiaba ansiosamente las profecías y esperaba la venida del Mesías (DTG 29, 31, 72). Según la literatura rabínica, la palabra "justo" se aplica a acciones específicas, tales como dar 657limosnas y cumplir con los reglamentos religiosos; sin embargo, es evidente que en el caso de Zacarías y de Elisabet, su justicia era mucho mayor que conformarse externamente con la ley. No eran simplemente legalistas, sino cuidadosos y dignos ejemplos en su firme propósito de adorar a Dios "en espíritu y en verdad" (Juan 4: 24). Otros miembros de este pequeño y selecto círculo que aguardaba la venida del Mesías eran José y María (ver com. Mat. 1: 16-19), y Simeón y Ana (ver com. Luc. 2: 25-26, 38).
Delante de Dios.
Antes de su conversión, Pablo creía que era, "en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible" (Fil. 3: 6; cf. Hech. 23: 1). Pero su conversión le hizo comprender que esta "justicia" de nada servía (Rom. 2: 24-25; 1 Tim. 1: 15). En el caso de Zacarías y de Elisabet, su justicia era mayor que la de los escribas y fariseos (Mat. 5: 20), quienes hacían buenas obras "para ser vistos de los hombres" (Mat. 6: 1, 5). Zacarías y Elisabet eran justos "delante de Dios"; eran los nobles sucesores de héroes de la fe, tales como Noé (Gén. 6: 9; 7: 1; Heb. 11: 7), Abrahán (Heb. 11: 8), Job (Job 1: 8; 2: 3) y Daniel (Dan. 5: 11-12; 10: 11), cuya justicia el cielo aprobaba (Eze. 14: 14).
Mandamientos y ordenanzas.
En el tiempo de Zacarías y Elisabet esto significaba vivir en armonía con la ley moral y la ley de Moisés.
Puesto que "todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Rom. 3: 23; cf. 1 Juan 3: 4), todos tienen necesidad de que alguien los libre de la muerte, el castigo por la desobediencia (Rom. 6: 23; 7: 24). El Libertador no es otro sino Cristo Jesús (cap. 7: 25 a 8: 4). Pero Dios ordenó un sistema de sacrificios (Heb. 9: 1) hasta que el Salvador viniera al mundo, impuesto "hasta el tiempo de reformar las cosas", es decir, hasta que Cristo comenzara su ministerio sacerdotal (vers. 10-11). En otras palabras, Zacarías y Elisabet tenían el propósito de obedecer a Dios, buscaban la salvación por los medios que Dios había dispuesto, y como resultado eran contados como "justos delante de Dios".
7.
No tenían hijo.
La gente del Cercano Oriente siempre ha considerado que el no tener hijos es una gran aflicción. Los judíos a menudo consideraban que era un castigo divino por el pecado (ver com. Lev. 20: 20). Como ocurre hoy con algunos pueblos orientales, entre los judíos se consideraba que el no tener hijos era una razón aceptable para la poligamia y el concubinato, y se aceptaba como una base legal para el divorcio.
Muchas personas que fueron escogidas antes de nacer para que cumplieran una gran tarea para Dios, nacieron a pesar de la edad o de la esterilidad de sus progenitores (Gén. 11: 30; 17: 17; 18: 11; 25: 21; 30: 22-24; 1 Sam. 1: 2, 8, 11). Para los hombres muchas cosas son imposibles, pero "nada hay imposible para Dios" (Luc. 1: 37). Muchas veces Dios induce a los hombres a que comprendan su propia debilidad para que cuando llegue la liberación puedan apreciar el poder divino por su experiencia personal. En el caso de Elisabet había una doble razón para no tener esperanza de hijos, pues a su esterilidad se sumaba la vejez.
8.
Aconteció.
Gr. egéneto, del verbo gínomai, "suceder", "acontecer". "llegar a ser", "ser". Esta forma verbal aparece con frecuencia al comienzo de un relato, y es el equivalente griego de la fórmula hebrea wayehi, tan común al comienzo de los relatos del AT. En algunas traducciones modernas (entre ellas Dios llega al hombre) se omite siempre la traducción de esta forma verbal pues el sentido es claro y el relato está completo sin ella.
Su clase.
Ver com. vers. 5.
9.
Le tocó en suerte.
Gr. lagjáno, "obtener por suerte". Como había muchos sacerdotes no todos podían oficiar en un determinado período. Por lo tanto, se echaban suertes para determinar quién serviría cada mañana y cada tarde. Según la tradición judía (Mishnah Yoma 2. 2, 4), los sacerdotes se colocaban en semicírculo, y cada uno levantaba uno o más dedos para ser contados. El "presidente" decía un número, como por ejemplo 70, y comenzaba a contar. Contaba hasta que al completar el recuento de dedos levantados uno era elegido. La primera suerte definía quién limpiaría el altar del holocausto y prepararía el sacrificio. La segunda decidía quién ofrecería el sacrificio y limpiaría el candelero y el altar del incienso. La tercera suerte señalaba quién debía ofrecer el incienso, lo cual se consideraba como el trabajo más importante. La cuarta suerte determinaba quién tenía que quemar las partes del sacrificio en el altar y debía hacer la parte final del servicio. Las suertes, que se echaban en la mañana, valían también para el servicio vespertino; pero se volvía a echar suertes para saber quién ofrecería el incienso.
Ofrecer el incienso.
Se consideraba que el ofrecimiento del incienso era la parte más sagrada 658 y más importante de los servicios diarios de la mañana y la tarde. Estas horas de culto, en las cuales se sacrificaba un cordero (Exo. 29: 38-42) como holocausto, eran las horas del sacrificio matutino y vespertino (2 Crón. 31: 3; Esd. 9: 4-5) o "la hora del incienso" (Luc. 1: 10 ; cf. Exo. 30: 7-8). Estas eran horas de oración para todos los israelitas, ya asistieran al servicio o estuvieran en su casa o aun en un país extranjero. Mientras subía el incienso del altar de oro, las oraciones de los israelitas ascendían con él hacia Dios (Apoc. 8: 3-4; ver com. Sal. 141: 2), rogando por sí mismos y por su nación en diaria consagración (PP 364-365). En este servicio el sacerdote oficiante imploraba el perdón de los pecados de Israel y rogaba por la venida del Mesías (DTG 73).
El privilegio de oficiar en el altar de oro en favor de Israel era considerado como un alto honor, y Zacarías era, en todo sentido, digno de él. Este privilegio solía corresponder a cada sacerdote sólo una vez en la vida, y era, por lo tanto, el momento culminante de su vida. Como regla general, ningún sacerdote podía oficiar en el altar más de una vez, y es posible que alguno de los sacerdotes nunca tuviera esta oportunidad.
El sacerdote sobre quien recaía la suerte de ofrecer el incienso -en este caso Zacarías- elegía a dos de sus compañeros en el sacerdocio para que le ayudaran. Uno debía quitar las brasas anteriores del altar, y el otro tenía que colocar las brasas nuevas tomadas del altar del holocausto. Estos dos sacerdotes se retiraban del lugar santo luego de haber concluido su tarea, y el sacerdote escogido por suerte colocaba entonces el incienso sobre las brasas mientras intercedía en favor de Israel. Cuando se levantaba la nube de incienso, llenaba el lugar santo y pasaba por encima del velo hasta el lugar santísimo. El altar del incienso estaba frente al velo y muy cerca de él, y aunque estaba en realidad en el lugar santo, parece que se consideraba como parte del lugar santísimo (ver com. Heb. 9: 4). El altar de oro era el altar "de intercesión perpetua" (PP 366), porque día y noche el sagrado incienso difundía su fragancia por el santo recinto del templo (PP 360).
10.
Multitud.
Gr. pléthos, "multitud", palabra preferida por Lucas pues la emplea 25 veces, mientras que todos los otros autores del NT la usan sólo 7 veces. Algunos comentadores han sugerido que Zacarías oficiaba en el servicio matutino; otros creen que lo hacía en el servicio vespertino. En los tiempos de Cristo el sacrificio matutino se ofrecía como a las 9 de la mañana, y el vespertino a eso de las 3 de la tarde (15 horas). En cualquiera de esos momentos, podía reunirse una multitud respetable (Hech. 2: 6, 15). Quizá el anciano Simeón y la piadosa Ana (ver com. Luc. 2: 25, 36) se unieron a la gente en este mismo servicio, sin ser notados, y elevaron su corazón en oración para que viniera el Mesías.
Fuera.
Fuera del santuario, pero dentro de los sagrados atrios del templo.
11.
Se le apareció.
Según el relato, parece que el ángel no fue visto sólo en visión, sino que se le presentó a Zacarías y fue visto en forma natural.
Un ángel del Señor.
Este era el ángel Gabriel (ver com. vers. 19), quien más de cinco siglos antes se había aparecido a Daniel para anunciarle el tiempo de la venida del Mesías (Dan. 9: 21, 25). Ahora, poco antes de llegar el Salvador, Gabriel aparece de nuevo para anunciar el nacimiento del profeta que prepararía al pueblo para la llegada del Prometido.
La derecha del altar.
El frente del altar estaba hacia el este, por lo tanto, la derecha del altar estaba hacia el sur del mismo. Se consideraba que el lado derecho era una posición de honor (Mat. 25: 33; Hech. 7: 55- 56; Heb. 1: 3; etc.), y Zacarías debería haber reconocido esta posición como una señal de deferencia, pero no lo hizo (DTG 72-73; cf. PP 363).
12.
Le sobrecogió temor.
La reacción del anciano sacerdote difícilmente podría considerarse inesperada o fingida (ver Juec. 6: 22; 13: 22; Luc. 2: 9; 9: 34; Hech. 19: 17).
13.
No temas.
Estas palabras eran con frecuencia las que primero dirigían los seres celestiales al comunicarse con los hombres (Gén. 15: 1; 21:17; Luc. 1: 30; 2: 10). Los seres celestiales trabajan constantemente para quitar el temor del corazón de hombres y mujeres consagrados (Heb. l: 14; 2:15), y para colocar en su lugar "la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento" (Fil. 4:7). La perfecta comprensión de Dios y el amor a él apartan todo temor del corazón humano (Mat. 6:30-34; 1 Juan 4:18).
Ha sido oída.
Algunos creen que la "oración" oída fue la de Zacarías que rogaba por la venida del Mesías. Al estudiar las profecías, especialmente las de Daniel, Zacarías se dio cuenta que el tiempo de la llegada del Mesías parecía estar muy próximo. Durante muchos años había orado para que se cumpliera la esperanza de Israel, y ahora Gabriel le aseguraba que el cumplimiento de esas profecías estaba muy cercano (DTG 73). Otros creen que la "oración" oída fue una oración anterior de Zacarías pidiendo un hijo. No hay duda de que en años pasados Zacarías había pedido un hijo en oración (ver Gén. 15: 1-2; 25: 21; 30: 22; 1 Sam. 1: 10-11, etc.). No es probable, como lo sugieren algunos comentadores, que Zacarías hubiera pedido un hijo en oración en esta oportunidad, pues su respuesta al ángel (Luc. 1: 18) demuestra que ya había renunciado a la esperanza de tener un hijo.
Juan.
Gr. Ioánnès, del Heb. Yojanan o Yehojanan, que significa "Jehová es favorable". Varios personajes bíblicos llevaron este nombre (ver 2 Rey. 25: 23; 1 Crón. 3: 15; 26: 3; 2 Crón. 17: 15; Esd. 10: 6, 28; Neh. 12: 13; Jer. 40: 8).
14.
Tendrás gozo.
Los vers. 14-18 tienen la forma métrica característica de la poesía hebrea, en la cual hay ritmo de palabras y repetición de ideas, y no medida de sílabas y repetición de sonidos. El hecho de que Elisabet diera a luz un hijo sería motivo de alegría personal para Zacarías, pero este gozo íntimo se convertiría en gozo para todos los que escucharan el mensaje de ese hijo y que por medio de él se prepararan para la venida del Señor (vers. 17; cap. 2: 32).
15.
Será grande.
El cielo no estima la riqueza, la posición, la alcurnia, ni las dotes intelectuales, las cuales no constituyen la grandeza. Dios da importancia al valor moral y aprecia las virtudes de amor y pureza. Juan era grande "delante del Señor" (cf. Mat. 11: 11) en contraste con Herodes que era grande ante quienes buscaban jerarquía, riqueza y poder. Juan fue un gran servidor de sus prójimos; Herodes fue un gran tirano. Juan vivió para servir a otros; Herodes vivió sólo para agradarse a sí mismo. Juan fue grande así como lo fue Elías, para hacer que "muchos de los hijos de Israel se convirtieran "al Señor Dios de ellos" (Luc. 1: 16). Herodes fue grande así como Nimrod (ver com. Gén. 10: 9-12): para inducir á muchos a dudar de Dios y oponerse a él (Gén. 10: 9-10; cf. cap. 11: 2-4; ver pp. 42-43; com. Mat. 11: 13-14).
Vino.
Gr. óinos (ver "sidra").
Sidra.
Gr. síkera, palabra derivada del arameo shikra' y del Heb. shekar (ver com. Núm. 28: 7). Shekar puede referirse al vino o a cualquier bebida embriagante, ya fuera hecha de cebada, de miel o de dátiles. La raíz del verbo hebreo significa "beber hasta hartarse", "beber hasta estar bullicioso", o "emborracharse". Algunos comentadores han sugerido que el hecho de que Lucas emplee las dos palabras, óinos, "vino", y síkera, "sidra" (o "licor", BJ), indica que la palabra síkera no incluye las bebidas embriagantes hechas de uva. Pero esta distinción no se justifica porque: (1) síkera es sencillamente la transliteración griega del Heb. shekar, palabra que comprende a todas las bebidas embriagantes; (2) la forma poética de los vers. 14-17 no justifica una distinción de clasificación entre "vino" y "sidra", como tampoco puede distinguirse entre "gozo" y "alegría" en el vers. 14. Lo que sucede es que Lucas, o mejor dicho, el ángel Gabriel, emplea las dos palabras para destacar la prohibición del consumo de cualquier bebida embriagante.
Juan el Bautista, como Sansón (Juec. 13: 4-5) y Samuel (ver com. 1 Sam. 1: 22), fue nazareo desde su nacimiento (DTG 76). El que había hecho los votos de ser nazareo (ver com. Gén. 49: 26; Núm. 6: 2) debía mantener siempre los apetitos y las pasiones en estricta sujeción a los principios (ver com. Juec. 13: 5). La importante misión que le fue asignada a Juan el Bautista exigiría vigor mental y percepción espiritual para que pudiera ser un ejemplo ante sus contemporáneos. Quienes participan de la misión de proclamar el segundo advenimiento de Cristo deben también purificar su vida "así como él es puro" (1 Juan 3: 3).
Lleno del Espíritu Santo.
Antes que de bebidas alcohólicas (Efe. 5: 18). En Pentecostés, cuando los apóstoles fueron "llenos del Espíritu Santo" (Hech. 2: 4, 15-17), se los acusó de estar "llenos de mosto" (vers. 13). En cuanto a aquellos a quienes Dios ha escogido para su servicio, no debe haber duda en relación con la clase de estímulo que los mueve a la acción. El estímulo de clase inferior excluye al de clase superior. Juan debía ser iluminado, santificado y guiado por la influencia del Espíritu Santo. Lucas menciona al Espíritu Santo más de 50 veces en su Evangelio y en el libro de Hechos, mientras que los otros tres evangelistas, en total, lo mencionan 13 veces.
Desde el vientre de su madre.
La existencia de Juan se debió a la voluntad y al poder de Dios, y no a la del hombre. Vino al mundo con la misión de su vida ya asignada y debía ser dedicado a Dios desde el mismo comienzo. El Espíritu Santo llenaría a Juan desde su nacimiento porque el Espíritu había podido llenar a Elisabet, la madre de Juan, dirigiendo y controlando su vida. Durante los primeros años de la vida, los padres deben ocupar el lugar de Dios con respecto a sus hijos (PP 316). "Felices... los padres cuya vida constituye un reflejo... fiel de lo divino" (PR 184-185). Mediante el Espíritu Santo María recibió la sabiduría necesaria para cooperar con los seres celestiales en el desarrollo y la enseñanza de Jesús (DTG 49). Las madres que escojan hoy vivir en comunión con Dios pueden esperar que el Espíritu divino modele a sus pequeños, "aún desde los primeros momentos" (DTG 473). De este modo nuestros niños, como Juan el Bautista, podrán gozar el feliz privilegio de ser "llenos del Espíritu Santo" (ver com. cap. 2:52).
16.
Se conviertan al Señor.
Mediante el arrepentimiento. El bautismo de Juan era un "bautismo de arrepentimiento" (Mar. 1: 4; Luc. 3: 3; Hech. 13: 24; 19: 4). El arrepentimiento, o sea apartarse del pecado, era la nota tónica de su mensaje. Los hombres deben arrepentirse si desean prepararse de acuerdo con lo que demanda el Señor (Luc. 1: 17) y si desean entrar en su reino (Mat. 3: 2; 4: 17; 10: 7). La obra de Juan era persuadir a los hombres a que abandonasen sus pecados e instarles a buscar al Señor su Dios. Esta fue la obra de Elías (ver com. 1 Rey 18: 37). El AT concluye (Mal. 3: 1; 4: 5-6) y el NT comienza con el tema de "los hijos de Israel" que se convierten al Señor (Luc. 1: 16).
17.
Irá delante de él.
Así lo habían predicho específicamente Isaías (ver com. Isa. 40: 3-5) y Malaquías (ver com. Mal. 3: 1). Esta es la misión que se le ha asignado a la iglesia remanente de hoy.
En los vers. 16-17 hay una inspirada gema de verdad que está medio oculta. En el vers. 16 Lucas afirma que Juan el Bautista haría que muchos de los hijos de Israel se convirtieran al "Señor Dios de ellos" y en seguida agrega: "[Juan] irá delante de él [evidentemente el Mesías]", pero también el "Señor Dios de ellos" del vers. 16. Lucas señala definidamente, aunque en forma velada, la divinidad de Cristo.
El espíritu y el poder de Elías.
El intrépido valor de Elías en tiempos de apostasía y de crisis (1 Rey. 17: 1; 18: 1-19, 36-40) convirtió al profeta en un símbolo de la reforma completa y de la lealtad a Dios. En ese momento era necesario hacer una obra similar para hacer volver el corazón de los hombres a la fe de sus padres (Juan 8: 56; 1 Ped. 1: 10-11). La obra de Juan el Bautista como precursor del Mesías había sido descrita por los profetas (Isa. 40: 1-11; Mal. 3: 1; 4: 5-6), como bien lo sabían quienes estudiaban las Escrituras. Aun los escribas reconocían que Elías debía venir antes de la venida del Mesías (Mat. 17: 10; Mar. 9: 11-12). El mensaje de Juan era un mensaje de reforma y de arrepentimiento (Mat. 3: 1-10). Juan se parecía a Elías no sólo en la obra que debía hacer y en la intrepidez con que habría de proclamar la verdad (1 Rey. 21: 17-24; Mat. 3: 7-10), sino también en su manera de vivir y en su apariencia física (Mat. 3: 4; ver com. 2 Rey 1: 8). Además, ambos profetas sufrieron persecución (1 Rey 18: 10; 19: 2; Mat. 14: 10).
Las profecías referentes al precursor del Mesías se cumplieron tan notablemente en Juan el Bautista, que tanto el pueblo como sus dirigentes reconocieron el parecido entre Juan y Elías (Juan 1: 19-21). Los sacerdotes, los escribas y los ancianos no se atrevieron a negar que Juan fuera profeta ni aun después de su muerte (Mat. 21: 24-27; Mar. 11: 29-33; Luc. 20: 3-7). Ni siquiera el despiadado Herodes se atrevió a quitar la vida a Juan hasta que las circunstancias aparentemente lo obligaron a hacerlo (Mat. 14: 3-11; Mar. 6: 17-28; DTG 193). Juan negó que era Elías en persona (Juan 1: 21), pero Jesús afirmó que Juan había venido en cumplimiento de las profecías que anunciaban a Elías (Mat. 11: 9-14; 17: 10-13). Este hecho fue plenamente comprendido por los discípulos de Jesús (Mat. 17: 13).
Hoy se debe hacer la misma obra que Elías y Juan el Bautista llevaron a cabo. En estos días de corrupción moral y ceguera espiritual se necesitan voces que intrépidamente proclamen a los pobladores de la tierra la venida del Señor. En esta hora se necesitan hombres y mujeres que ordenen sus vidas como lo hicieron antiguamente Juan y Elías, y que insten a otros a hacer lo mismo. Se necesita una obra de verdadera reforma, no sólo fuera de la iglesia sino también dentro de ella. Dios pide a todos los que le aman y le sirven que salgan a trabajar "con el espíritu y el poder de Elías" (3T 61-62).
Los corazones de los padres.
El contexto tanto aquí como en Mal. 4: 5-6 indica que el lenguaje es figurado. El mensaje de Gabriel fue dado en la forma literaria de la poesía hebrea, en la cual el ritmo y la repetición son 661más importantes que la rima (ver t. III, pp. 19-30). Los "hijos de Israel" deben convertirse al "Señor Dios de ellos", a su Padre celestial (Luc.1: 16); los "rebeldes a la prudencia de los justos" (vers. 17). La obra de Juan era la de convertir el corazón de los desobedientes hijos de Israel de su generación a la prudencia de su justo Padre celestial, llamando su atención a las experiencias de sus padres (1 Cor. 10: 11). Esta era la misma obra que Elías había hecho (1 Rey 18: 36-37). Como descendientes espirituales de nuestro padre Abrahán (Gál. 3: 29), debiéramos, como él, acudir con fe a Dios (Heb. 11: 8-13, 39-40) y recordar siempre el camino por el cual él ha guiado a los "padres" en tiempos pasados (NB 216).
La declaración de Malaquías, aquí citada por Lucas, se ha explicado también en forma literal, o sea, aplicada a la responsabilidad que tienen los padres de educar a sus hijos en "disciplina y amonestación del Señor" (Efe. 6: 4). Uno de los primeros resultados de la verdadera conversión es el fortalecimiento de los vínculos familiares. La reforma verdadera siempre logra esto. El hogar está incluido, sin duda, en la obra de reforma que aquí se describe como un importante aspecto de la preparación de "un pueblo bien dispuesto" para el Señor (ver com. vers. 15).
Prudencia.
Gr. frón'sis, "entendimiento", "intención". La "prudencia" o "sabiduría" (BJ) de la cual habla el ángel induce al hombre a convertirse de la desobediencia a la obediencia y de la injusticia a la justicia. Esta transformación no ocurre tanto como resultado del conocimiento intelectual como del cambio de forma de pensar (Rom. 12: 2), cambio que acompaña a la transformación del corazón (Eze. 11: 19; 18: 31; 36: 26). Una persona ama a Dios sólo cuando tiene la intención de obedecerle (Juan 14: 15; 15: 10). Cuando los afectos están puestos en "las cosas de arriba" (Col. 3: 2), la verdadera sabiduría o prudencia se posesiona del corazón y de la vida.
Un pueblo bien dispuesto.
La gente de los días de Noé no se preparó para el diluvio (Luc. 17: 27) ni tampoco los habitantes de Sodoma para la destrucción que les sobrevino. Los hijos de Israel que salieron de Egipto no se prepararon para entrar en la tierra prometida (Heb. 3: 19). La gente del tiempo de Cristo no estaba preparada para recibirlo y por eso "no le recibieron" (Juan 1: 11). Sin embargo, debido en gran medida al ministerio de Juan el Bautista, algunos estuvieron preparados para recibirle. Se nos aconseja a estar "preparados" (Mat. 24: 44) porque sólo aquellos que lo estén entrarán con Cristo a las bodas (Mat. 25: 10). El cristiano que mantiene viva en el corazón la llama de la esperanza del regreso de nuestro Señor estará preparado para cuando él aparezca (Heb. 9: 28; 2 Ped. 3: 11-12; 1 Juan 3: 3).
18.
¿En qué conoceré?
A Zacarías le resultaba difícil creer en una promesa tan buena. Sin duda había orado durante años para que Dios le diera un hijo (ver com. vers. 13), y ahora que su oración estaba a punto de ser contestada, su fe no era suficientemente grande para recibir la respuesta. Con mucha frecuencia los seres humanos ven las dificultades que impiden el cumplimiento de las promesas de Dios, y olvidan que "nada hay imposible para Dios" (vers. 37). Esto le ocurrió a Sara (Gén. 18: 11-12), a Moisés (Exo. 4: 1, 10, 13), a Gedeón (Juec. 6: 15-17, 36-40) y a los creyentes que oraban en casa de María para que Pedro fuera liberado (Hech. 12: 14-16). Aun Abrahán, quien no "dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios" (Rom. 4: 20), sintió la necesidad de tener alguna evidencia concreta sobre la cual apoyar su fe (Gén. 15: 8; 17: 17).
Soy viejo.
Los levitas se jubilaban a los 50 años (ver com. Núm. 8: 24); pero los sacerdotes se retiraban del servicio activo sólo cuando la edad o la enfermedad les imposibilitaba ministrar en el altar. De Abrahán y de Sara se dice que "eran viejos, de edad avanzada" cuando tenían 99 y 89 años respectivamente (Gén. 18: 11). Josué fue considerado "viejo, de edad avanzada" (Jos. 13: 1) cuando tenía 92 años, aunque vivió hasta los 110 años (Jos. 24: 29). De David se dice que era "viejo y avanzado en días" (1 Rey. 1: 1) a los 71 años, cuando murió (2 Sam. 5: 4-5). Es probable que Zacarías tuviera de 60 a 70 años, quizá más cerca de los 70.
De edad avanzada.
Ver com. vers. 7.
19.
Gabriel.
Gr. Gabri'l, del Heb. Gabri'el, que significa "varón de Dios". La palabra hebrea traducida como "varón" es géber, que significa "hombre fuerte".
Gabriel ocupa la posición de la cual cayó Lucifer (DTG 642; CS 547), y sigue a Cristo en categoría y honor (DTG 72-73, 201; Dan. 10: 21). Fue Gabriel quien se le apareció a Daniel (Dan. 8: 16; 9: 21) para anunciar la venida del "Mesías Príncipe" (Dan. 9: 25), y en los días del NT se le apareció a Zacarías (Luc. 1: 19) 662 y a María (vers. 26-27), y probablemente fue Gabriel quien se le apareció a José (ver com. Mat. 1: 20). Gabriel también fortaleció a Jesús en el Getsemaní (DTG 642); se interpuso entre Jesús y la multitud (DTG 643), y abrió la tumba y llamó a Jesús para que saliera (DTG 725-726). Gabriel fue, además, uno de los ángeles que acompañaron a Jesús durante su vida en la tierra (DTG 735), los cuales se les aparecieron a los discípulos en el monte de los Olivos cuando Jesús ascendió al cielo (DTG 771; cf. 725). Fue Gabriel quien se le apareció a Juan en la isla de Patmos (DTG 73; ver com. Apoc. 1: 1), y le dijo que era consiervo suyo y de los profetas (Apoc. 22: 9).
Estoy delante.
La expresión "estar delante de" se emplea en el AT para referirse a los altos funcionarios que actuaban en la corte real (1 Rey. 10: 8; 12: 6; Prov. 22: 29; Dan. 1: 19). Por medio de esta sencilla declaración que revela cuál es la elevada categoría de Gabriel en el cielo, se presenta ante Zacarías como representante de Dios. Jesús dijo que los ángeles guardianes "ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mat. 18: 10).
Podría decirse que Gabriel es el "primer ministro" del cielo, el caudillo de las huestes angélicas que son enviadas "para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación" (Heb. 1: 14). Es, en un sentido especial, el embajador del cielo en esta tierra (DTG 73). Gabriel no sólo ha acompañado a los justos en la tierra, sino que también se ha relacionado con otras personas. Fue él quien se apareció en la corte persa para influir sobre Ciro y Darío para que expidieran el decreto que autorizaba la reconstrucción del templo (Dan. 10: 13, 20; 11: 1). Es el ángel de la profecía, el comisionado por el cielo para que los asuntos humanos armonicen con la voluntad de Dios.
Según la tradición judía, Gabriel es el ángel del juicio y de la intercesión, y uno de los cuatro arcángeles, los únicos que tienen acceso a la presencia divina en todo momento.
Darte estas buenas nuevas.
Gr. euaggelízÇ, "proclamar buenas nuevas", "evangelizar" (ver com. cap. 2: 10).
20.
Quedarás mudo.
Zacarías había expresado dudas en cuanto al mensaje del ángel. Ahora recibe una señal que era a la vez un castigo por su incredulidad. Su falta de fe trajo castigo y también bendición. Su incredulidad fue curada inmediata y completamente. Y su aflicción fue, al mismo tiempo, el medio de atraer la atención de la gente al anuncio del nacimiento del precursor del Mesías. La condición de Zacarías no sólo atrajo la atención de la multitud reunida en los atrios del templo (vers. 22), sino que le dio la oportunidad de comunicarles lo que había visto y oído (DTG 74) de una manera que nunca lo olvidarían.
El caso de Zacarías se parece, en ciertos aspectos, al de Ezequiel, quien quedó mudo (Eze. 3: 26; 24:27) hasta que se cumplió su mensaje (cap. 33: 22).
No creíste.
Aunque Abrahán tuvo dificultades para captar la seguridad de la promesa de Dios de que su propio hijo sería su heredero (Gén. 15; 2-3; 17: 17-18), "creyó a Jehová" (Gén. 15: 6). "No se debilitó en la fe... Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios" (Rom. 4: 19-22). Parece que Zacarías, aunque justo e irreprensible delante de Dios (Luc. 1: 6), en el ejercicio de su fe no estuvo a la altura de Abrahán.
21.
Estaba esperando.
Zacarías permaneció solo en el lugar santo más tiempo que el acostumbrado. Según la costumbre, el sacerdote que ofrecía el incienso en la hora de los cultos matutino y vespertino no prolongaba su dilación en el lugar santo para que el pueblo no se inquietara. Además, la gente no debía alejarse de allí hasta que el sacerdote oficiante saliera a pronunciar la bendición aarónica (Núm. 6: 23-26). Según la Mishnah (Yoma 5. 1), la presentación del incienso en el altar de oro se hacía con relativa prisa.
22.
No les podía hablar.
Cuando el sacerdote oficiante salía del lugar santo después de ofrecer el incienso, debía levantar las manos y pronunciar una bendición sobre la multitud que esperaba.
Había visto visión.
Cuando Zacarías salió del lugar santo, su rostro brillaba con la gloria de Dios (DTG 74). Su apariencia era, en cierto sentido, una bendición silenciosa, pues la fórmula de la bendición comprendía estas palabras: "Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti" (Núm. 6: 25) y "Jehová alce sobre ti su rostro" (vers. 26). La primera frase representaba el favor de Dios, y la segunda su dádiva de paz. Sin duda muchos de los adoradores congregados se acordaron de Moisés cuando bajó del monte Sinaí (Exo. 34: 29-30, 35).
Les hablaba por señas.
Así intentaba explicar a la gente lo que le había ocurrido. Finalmente, quizá con un mensaje escrito, logró comunicarles lo que había visto y oído (DTG 74). 663
Mudo.
Gr. kÇfós, "sin filo", "embotado". Este adjetivo se empleaba para referirse tanto a los mudos como a los sordos. El relato parece insinuar que Zacarías quedó sordo y mudo (ver com. vers. 62).
23.
Su ministerio.
Gr. leitourgía, palabra común en griego para denotar "servicio público". En la LXX se la emplea para referirse al ministerio del sacerdote en favor de la congregación. Se usa, además, en Heb. 8: 6 y 9: 21 para referirse al "ministerio" de Cristo en el santuario celestial.
Cada grupo de sacerdotes permanecía en el templo de sábado a sábado. Según la tradición judía, los sacerdotes que se retiraban ofrecían el incienso del sábado de mañana, y los que llegaban ofrecían el incienso de la tarde. Si así era, entonces la "clase de Abías", a la cual pertenecía Zacarías (ver com. vers. 5), habría terminado su ministerio el sábado siguiente de su visión. Zacarías pudo haber pensado que lo que le había sucedido con el ángel justificaba que se retirara antes y volviera a su casa; pero prefirió permanecer en el puesto de servicio que le había sido designado hasta que le correspondiera salir. Según las palabras del vers. 23 es casi seguro que aún le faltaban varios días para cumplir su ministerio y que, por lo tanto, el ángel no se le había aparecido el último sábado de su período de servicio.
A su casa.
Zacarías y Elisabet vivían en la montaña de Judá (vers. 39). De las ocho aldeas de Judá asignadas por Josué a los sacerdotes (ver com. Jos. 21: 9; cf. 1 Crón. 6: 57-59), parece que Hebrón y Holón (Hilén) eran las únicas que estaban situadas en la montaña. No se sabe si Holón fue reconstruida después del cautiverio ni si las ciudades originales asignadas a los sacerdotes por Josué les pertenecían aún en el tiempo de Cristo (ver com. Luc. 1: 39).
24.
Se recluyó.
No es claro por qué razón Elisabet se recluyó durante los primeros meses de su embarazo. No se conoce ninguna costumbre judía que la hubiera obligado a hacerlo, y el contexto insinúa que lo hizo voluntariamente. Algunos comentadores han sugerido que permaneció en casa hasta que fuera evidente que su "afrenta" había sido quitada (ver com. vers. 25). Otros piensan que se menciona este período de cinco meses sólo para anticiparse a la visita de María en el sexto mes. Sin embargo, también es posible que Elisabet haya procurado alejarse de las relaciones habituales con la sociedad, para dedicarse al estudio y a la meditación acerca de la responsabilidad de criar a un niño que viviría como nazareo (ver com. vers. 15), que estaría enteramente consagrado a Dios y que tendría que cumplir una misión tan importante como la que le había sido encomendada a Juan, su hijo. Esta motivación parece estar en completa armonía con el carácter de Elisabet (cf vers. 6).
25.
Afrenta.
Es decir, la desgracia de no tener hijos, que entre los judíos se consideraba como la mayor calamidad que le podía acontecer a una mujer (Gén. 30: 1; 1 Sam.1: 5-8; ver com. Luc. 1: 7). Comúnmente se creía que la esterilidad era un castigo de Dios (Gén. 16: 2; 30: 1-2; 1 Sam. 1: 5-6), y en tales casos se oraba a Dios pidiéndole su intervención favorable (Gén. 25: 21; 1 Sam. 1: 10-12), y que se acordara de las personas así castigadas. Cuando la mujer concebía después de tales súplicas, se decía que Dios se había acordado de ella (Gén. 30: 22; 1 Sam. 1: 19). En toda la Escritura aparecen los hijos como una bendición concedida por Dios (Gén. 33: 5; 48: 4; Exo. 23: 26; Jos. 24: 3; Sal. 113: 9; 127: 3; 128: 3). Como un contraste, entre las naciones paganas era común ofrendar niños como holocausto a sus dioses.
26.
Al sexto mes.
[Anuncio del nacimiento de Jesús, Luc. 1: 26-38. Ver mapa p. 204; diagrama p. 217.] Es decir, el sexto mes después del anuncio de Gabriel a Zacarías (vers. 11) y de la concepción de Elisabet (vers. 24), como lo había declarado específicamente el ángel (vers. 36).
Gabriel.
Ver com. vers. 11, 19.
Nazaret.
Una pequeña aldea galilea que no menciona el AT, ni el Talmud, ni que incluye Josefo en una lista de 204 aldeas de Galilea (ver com. Mat. 2: 23). La niñez y la juventud de Jesús -período del cual poco hablan las Escrituras- transcurrieron en una localidad acerca de la cual los registros históricos dicen poco. Jesús estuvo libre allí, en una pequeña comunidad, de la influencia rabínica de los centros judíos más grandes, y también de la cultura pagana griega que se había difundido por la "Galilea de los gentiles" (Mat. 4: 15). El concepto que los judíos tenían de Nazaret se refleja en la respuesta de Natanael a Felipe: "¿De Nazaret puede salir algo de bueno?" (Juan 1: 46), y en la afirmación hecha por los fariseos a Nicodemo, "Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta" (Juan 7: 52). Ver la ilustración frente a la p. 480. 664 El hecho de que Lucas ubique a María y a José como residentes de Nazaret y diga específicamente que ésa era "su ciudad" (cap. 2: 39), es una prueba de la precisión de su relato evangélico. Si él u otras personas de quienes recibió esta información (vers. 1-3) hubieran inventado el relato, habrían procurado ubicar a María y a José en Belén en toda la narración desde la concepción y el nacimiento de Cristo, y no en una ciudad de Galilea, especialmente por la mala fama que tenían Galilea en general y Nazaret en particular. El hecho de que Mateo no mencione la ciudad de Nazaret en relación con los acontecimientos que precedieron al nacimiento de Jesús (Mat.1: 18-25) también da testimonio de que lo que se registra en cada uno de estos dos Evangelios es original. Si los evangelistas se hubieran confabulado con la intención de engañar, se habrían esforzado por dar a sus relatos, por lo menos en apariencia, una semejanza superficial, lo cual no ocurre. La explicación de Lucas de que Nazaret era "una ciudad de Galilea" podría ser una prueba, como suponen algunos, de que escribía a personas que no vivían en Palestina y no conocerían esa aldea tan pequeña.
27.
Una virgen.
Ver com. Mat. 1: 23. El hecho de que Lucas no mencione a los padres de María en este relato tan detallado de las circunstancias del nacimiento de Jesús, podría sugerir que ya hubieran muerto y que María quizá estuviera viviendo con algunos familiares (DTG 118-119). Casi sin excepción, los autores judíos identificaban a las personas acerca de las cuales escribían, como hijos o hijas de determinada persona.
Desposada.
Ver com. Mat. 1: 18. Es importante la secuencia de los acontecimientos aquí relatados. El ángel le anunció el nacimiento de Jesús después de que María se desposó. Si se le hubiera dicho que iba a tener un hijo cuando aún no había hecho planes para casarse, sin duda se habría afligido mucho. Por otra parte, si el anuncio hubiera ocurrido después del matrimonio, María y José hubieran podido considerar que Jesús era su propio hijo. Habría sido difícil, si no imposible, establecer la evidencia del nacimiento virginal. La secuencia de los acontecimientos testifica en favor del plan divino y de la providencia rectora de Dios. Si José pensó en divorciarse de María al enterarse de que "había concebido" (Mat. 1: 18-19) -y sólo una revelación directa de Dios le impidió que lo hiciera (vers. 20, 24)-, es probable que le hubiera resultado mucho más difícil aceptar la idea de comprometerse en matrimonio con María si ésta ya hubiera estado encinta (vers.19). La planificación divina hizo que la situación fuese lo más fácil posible tanto para María como para José. María era en verdad "virgen", pero estaba desposada. Dios ya le había proporcionado quien la ayudara y la protegiera antes de anunciarle el nacimiento de Jesús.
José.
Ver com. Mat. 1: 18. Poco se sabe acerca de José fuera de su descendencia davídica (Mat. 1:6-16), su pobreza (ver com. Luc. 2: 24), su oficio (Mat. 13: 55), que tenía cuatro hijos (Mat. 12: 46; 13: 55-56; DTG 66) y que evidentemente murió antes de que Jesús comenzara su ministerio (DTG 119). El último acontecimiento claramente registrado acerca de José ocurrió cuando Jesús tenía 12 años (Luc. 2: 51). El hecho de que no se mencione ni una vez más a José hace pensar que murió antes de que Jesús comenzara su ministerio (ver com. cap. 2: 51), y que Jesús a punto de morir encomendara el cuidado de su madre a Juan (Juan 19: 26-27), es una prueba bastante clara de que la muerte de José ocurrió antes de ese momento.
Casa de David.
Es decir, de la familia real (ver com. Mat. 1: 1, 20). Algunos opinan que José era el descendiente de la casa de David, pero otros dicen que era María. La repetición de la palabra "virgen" en la última parte del versículo parece indicar que era José y no María quien descendía de David. De todos modos, en Luc. 2: 4 se afirma claramente que José era descendiente de David; pero María también era de "la casa de David" (ver com. Mat. 1: 16; Luc. 1: 32; DTG 29). Por medio de María Jesús era literalmente "del linaje de David, según la carne" (Rom. 1: 3). En Luc. 1: 32, 69 parece darse por sentado que María era descendiente de David. Estas y otras declaraciones bíblicas perderían mucha fuerza y significado si María no podía afirmar que era descendiente de David. El hecho de que en el vers. 36 se diga que María era "parienta" de Elisabet no implica necesariamente que fuera de la tribu de Leví, como algunos lo han pensado (ver com. vers. 36). Tanto María como José eran de descendencia real, mientras que Zacarías y Elisabet eran del linaje sacerdotal (vers. 5).
María.
Ver com. Mat. 1: 16. Lucas presenta el relato del nacimiento de Jesús desde el punto de vista de María. hecho que ha inducido665 a algunos comentadores a pensar que Lucas había oído personalmente el relato de labios de ella o de alguien que había hablado con María (ver com. vers. 1-3). La abundancia de detalles y la exquisita hermosura del relato de Lucas sugieren un conocimiento íntimo de los hechos, ya fuera por relación directa con las personas que fueron testigos de lo acontecido (vers. 2) o por inspiración. Lucas menciona a los que "vieron con sus ojos", lo cual indicaría que existieron ambos factores: el relato de testigos oculares salvaguardado sin duda por la Inspiración.
28.
¡Salve!
Gr. jáire, saludo común en ese tiempo (Mat. 28: 9), que expresa estima y buena voluntad. Jáire es el imperativo del verbo jáirÇ, "gozarse", "alegrarse". Este saludo puede compararse con las palabras "paz a vosotros" (Luc. 24: 36; etc.), fórmula para saludar que se usa en el Cercano Oriente hasta el día de hoy.
Muy favorecida.
Literalmente "dotada de gracia". Esta expresión designa a María como recipiente de la gracia o el favor divino, pero no como dispensadora de esa gracia. Gratia plena, frase latina de la Vulgata, traducida como "llena de gracia" en la BJ y en otras versiones católicas, debe entenderse en el sentido de que María fue colmada de gracia y no como que era capaz de dispensar esa gracia. El relato bíblico no dice que Gabriel le concedió una gracia especial para que ella se la impartiera a otros. En Efe. 1: 6 se usa el mismo verbo para referirse a la acción de Dios para con nosotros: "nos hizo aceptos" (RVR); "nos agració" (BJ). La traducción literal podría ser: "nos concedió gracia"; pero esta gracia es concedida "en el Amado", lo cual sugiere que la concesión de gracia es algo que cualquier creyente en Cristo puede recibir. Según la explicación del ángel, María era "muy favorecida" porque el Señor estaba con ella y había "hallado gracia delante de Dios" (Luc. 1: 30).
Según el registro evangélico, sólo Elisabet (Luc. 1: 42) y una mujer cuyo nombre no se menciona (cap. 11: 27), llamaron "bendita" o "bienaventurada" a María; y Jesús rectificó lo que dijo esa mujer (vers. 28). El Salvador siempre trató con cortesía y consideración a su madre (ver com. Juan 2: 4), pero nunca la ensalzó por encima de otros que le oían y creían en él (Mat. 12: 48-49). En la cruz se dirigió a ella llamándola simplemente "mujer", título que denotaba respeto (ver com. Juan 19: 26). Ni Pablo ni ningún otro autor del NT atribuyeron a María méritos extraordinarios o influencia delante de Dios.
Según la declaración de Pío XII, no es "posible definir adecuadamente ni explicar correctamente la gran dignidad y la sublimidad de la bendita Virgen solamente teniendo como base las Sagradas Escrituras..., sin tomar en cuenta la tradición católica y el sagrado magisterio de la iglesia" (ApS 46 [1954], 678, citado en New Catholic Encyclopedia, 1967, s. v. "Mariology"). A partir del siglo II d. C. comenzó a hacerse un paralelo entre Eva y María similar al que trazó Pablo entre Adán y Cristo (Rom. 5: 12-15; 1 Cor. 15: 21-22). En el Concilio de Efeso (431 d. C.) se le dio a María el título de theotókos, "la que da a luz a Dios" o "madre de Dios". Su perpetua virginidad fue proclamada en el Concilio Lateranense en 649.
Pueden señalarse por lo menos tres factores que acompañaron este proceso evolutivo de la veneración de María. (1) En la cuenca del Mediterráneo había cultos populares a divinidades femeninas como Isis, madre de Horus; Cibeles, de Frigia y Artemisa o Diana de los efesios. Estas eran las diosas de la maternidad y la fertilidad. Pareciera que estos cultos han facilitado, en cierto modo, la aceptación de la veneración de María, y que algunos de sus rituales han sido adoptados como parte del culto a María. (2) En los primeros siglos de la era cristiana surgieron leyendas acerca de María, las cuales fueron incorporadas a evangelios apócrifos que tuvieron gran circulación entre los cristianos. (3) Las controversias cristológicas que dieron por resultado la definición de la divinidad de Jesús en el siglo IV hicieron impacto en el desarrollo de la veneración de María. Si Jesús había de ser considerado como divino, se tornaba más fácil explicar esa divinidad si se le atribuían a su madre características especiales, tales como la ausencia de pecado y la virginidad perpetua.
A las palabras del saludo del ángel se le han añadido otras palabras para formar el conocido "Ave María", plegaria dirigida a María para pedir su intercesión. Según la Catholic Encyclopedia, las cuatro partes del rezo tienen el siguiente origen: (1) Luc. 1: 28; (2) el saludo de Elisabet (Luc. 1: 42), (añadido antes de 1184); (3) la denominación de María como madre de Dios y el pedido de intercesión, añadido antes del año 1493; y finalmente (4) 666 la última frase, añadida antes del año 1495 e incluida en el Catecismo del Concilio de Trento. El rezo completo, que aparece en el Breviario Romano de 1568, es como sigue:
(1) "Dios te salve María, llena eres de gracia. El Señor es contigo; (2) "Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. (3) "Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros, los pecadores, (4)"Ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén".
Es contigo.
En griego sólo dice: "el Señor contigo". Puede añadírsela las formas verbales "es" o "sea". Este saludo era común en tiempos del AT (Juec. 6: 12; Rut 2: 4).
Bendita tú entre las mujeres.
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) la omisión de esta frase. Sin embargo, se encuentra claramente en el vers. 42 (ver com. vers. 42).
29.
Se turbó.
Gr. diatarássomai "agitarse muchísimo", "turbarse intensamente". María se sintió perpleja ante la repentina e inesperada aparición del ángel, pero su perplejidad fue aún mayor por el alto honor que le confirió el extraordinario saludo del ángel. Se "turbó", pero se mantuvo serena.
Pensaba.
A pesar de su turbación, María trató de pensar y razonar para descubrir la razón de esta experiencia tan extraordinaria. En tales circunstancias, muchas personas perderían momentáneamente la capacidad de razonar. Parece que María no sólo era una joven virtuosa y piadosa, sino también de admirable inteligencia; no sólo había adquirido un conocimiento poco común de las Escrituras, sino que también reflexionaba en el significado de las diversas experiencias que la vida le proporcionaba (cap. 2: 19, 51). A diferencia de Zacarías, quien tuvo miedo (cap. 1: 12), María parece haber conservado su presencia de ánimo.
30.
No temas.
Ver vers. 29 y com. vers. 13. Al dirigirse a ella por nombre, el ángel demostró que la conocía personalmente. Estas declaraciones tenían el propósito de inspirarle confianza.
Gracia.
Gr. járis, "gracia", "favor". Se emplea aquí el sustantivo relacionado con el verbo que se traduce "favorecida" en el vers. 28 (ver com. de este vers.). La palabra járis era utilizada con frecuencia por los primeros cristianos. Dios se complació por haber hallado en María a una mujer que se aproximaba tanto al ideal divino.
31.
Concebirás.
Las palabras del vers. 31 se parecen a las de Gén. 16: 11, cuando se le hizo a Agar una promesa similar. El ángel anunció a María el cumplimiento de la promesa hecha a Eva (ver com. Gén. 3: 15).
Es un misterío incomprensible e insondable que no nos ha sido explicado por la Inspiración, cómo pudo y quiso el Rey del universo hacerse "carne" (Juan 1: 14), nacer "de mujer" (Gál. 4: 4) y ser "semejante a los hombres" (Fil. 2: 7). ¡Cuál no habrá sido la reverencia con la cual el cielo contempló al Hijo de Dios que bajó "del trono del universo" (DTG 14), abandonó los atrios de gloria y condescendió en asumir la humanidad para ser hecho "en todo semejante a sus hermanos" (Heb. 2: 17), humillándose para hacerse "semejante a los hombres"! (ver Nota Adicional de Juan 1 y com. Fil. 2: 7-8).
Nosotros también deberíamos contemplar con gran reverencia el incomparable amor de Dios al darnos a su único Hijo para que tomara nuestra naturaleza (Juan 3: 16). Por medio de su humillación, Cristo se "unió con la humanidad por un vínculo que nunca se ha de romper" (DTG 17). El carácter de Dios se presenta con este maravilloso don en agudo contraste con el carácter del maligno, que aunque era un ser creado intentó ensalzarse para ser "semejante al Altísimo" (Isa. 14: 14).
Llamarás su nombre.
Ver com. Mat. 1: 21.
32.
Será grande.
Se observa un notable parecido entre los vers. 32-33 e Isa. 9: 6-7; el uno es claro reflejo del otro. Seis meses antes Gabriel le había dicho a Zacarías que Juan sería grande (Luc. 1: 15).
Será llamado.
Se emplean aquí estas palabras con el sentido de "será reconocido como", igual que en Mat. 21: 13. Dios anunció a los ángeles del cielo que Cristo era el divino Hijo de Dios (Heb. 1: 5-6), sus discípulos lo confesaron como tal (Mat. 16: 16; Juan 16: 30) y los autores del NT consignaron este hecho por escrito (Rom. 1: 4; Heb. 4: 14; 1 Juan 5: 5; etc.).
Hijo del Altísimo.
Cf. ver. 35. Cuando Jesús fue bautizado, el Padre declaró que era su Hijo (cap. 3: 22). Esta misma afirmación fue repetida pocos meses antes de su crucifixión (Mat. 17: 5). Todos los que hagan "lo que es agradable delante de él" (Heb. 13: 21), tienen el privilegio de ser llamados "hijos del Altísimo" (Luc. 6: 35; ver com. Juan 1: 1-3; Nota adicional de Juan 1). 667
El trono.
Según el profeta Isaias, el "Príncipe de paz" ocuparía el "trono de David" para gobernar "su reino" (Isa. 9: 6-7). Es evidente que en todo el NT este "trono" representa el reino eterno de Cristo, y no la restauración del reino literal de David en este mundo (Juan 18: 36; etc.; ver com. Luc. 4: 19).
David su padre.
Ver com. Mat. 1: 1, 16, 20; Luc. 1: 27. La descendencia literal de Jesús por el linaje de David se afirma claramente tanto en el AT como el NT (Sal. 132: 11; Hech. 2: 30; Rom. 1: 3). Hasta los más declarados enemigos de Cristo no se atrevían a negar que el Mesías sería "hijo de David" (Luc. 20: 41-44). El glorioso reinado de David se convirtió para los santos profetas en un símbolo especial de la venida del reino mesiánico (Isa. 9: 6-7; cf. 2 Sam. 7: 13; Sal. 2: 6-7; 132: 11; ver t. IV, p. 33).
La frase "David su padre" es significativa. Como hijo de José, como hijo de María o como hijo de ambos, Jesús podía haber sido hijo de David. Es obvio que María entendió que el ángel quería decirle que la concepción de Jesús sería sólo por obra del Espíritu Santo (vers. 34-35). Por lo tanto, la afirmación del ángel de que David era el "padre" de Jesús, puede ser entendida también en el sentido de que María era descendiente de David (ver com. Mat. 1: 16; cf. DTG 30).
33.
Reinará.
Debe destacarse que en los mensajes angélicos y en las declaraciones proféticas que se refieren al nacimiento de Cristo, poco es lo que se dice acerca del papel de Cristo como Aquel que sufriría. Por ejemplo, Gabriel se anticipa aquí a la gloriosa culminación del plan de salvación, pasando por alto toda referencia a la crucifixión. El gozo por el nacimiento del Salvador, que hubo tanto en el cielo como en la tierra entre los pocos que lo reconocieron y le recibieron, quizá hizo que pareciera inapropiado mencionar la cruz que precedería a la corona. Cristo, "autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz", es el mismo que se "sentó a la diestra del trono de Dios" (Heb. 12: 2). ¡Con cuánta frecuencia los profetas del AT se reconfortaron levantando la mirada, y, dejando a un lado la angustia ocasionada por el pecado, contemplaron la gloria final del universo purificado de todo rastro de pecado!
Casa de Jacob.
Es decir, la descendencia de Jacob. En sentido espiritual, están incluidos todos los que creen en Cristo, ya sean Judíos o gentiles (Rom. 2: 25-29; Gál. 3: 26-29; 1 Ped. 2: 9-10; etc.).
Para siempre.
Literalmente "para los siglos" (ver com. Mat. 13: 39). Los santos hombres de la antigüedad esperaron el momento cuando las cosas transitorias de esta tierra desaparecieran ante las realidades de la eternidad. Los reinos terrenales que, desde el punto de vista humano, muchas veces se levantan majestuosamente, uno tras otro se desvanecen como la bruma matinal ante los rayos del sol. Los hombres buscan estabilidad y seguridad, pero esto nunca se logrará hasta que Cristo establezca su reino, que "no será jamás destruido" (Dan. 2: 44), "que nunca pasará" (Dan. 7: 14), un "reino de todos los siglos" (Sal. 145: 13), que será "para siempre" (Miq. 4: 7). La promesa del Padre de que el reino de su Hijo sería "por el siglo del siglo" (Heb. 1: 8) no era desconocida entre los judíos del tiempo de Cristo (Sal. 45: 6-7; cf. Juan 12: 34).
34.
¿Cómo será esto?
El contexto implica que María creyó sin vacilar en lo que el ángel le había anunciado. Con fe sencilla preguntó cómo habría de hacerse el milagro.
No conozco.
Se refiere al conocimiento carnal de las relaciones conyugales. María podía afirmar su pureza y virginidad (ver com. Mat. 1: 23). Esta expresión es un modismo hebreo que denotaba castidad premarital (Gén. 19: 8; Juec. 11: 39, etc.). Dios -así como lo hace a menudo con nosotros- primero permitió que María estuviera plenamente convencida del hecho de que la naturaleza del evento que se le anunciaba estaba fuera del alcance del poder humano, que era imposible desde el punto de vista de los hombres, antes de presentarle los medios por los cuales se llevaría a cabo. Así es como Dios nos induce a apreciar su grandeza y su poder, y nos enseña a tener confianza en él y en sus promesas.
Quienes entienden que en esta afirmación de María hay un voto de perpetua virginidad, no tienen una base firme para esta posición (ver com. Mat. 1: 25). La idea de que María fue virgen antes, durante y después del parto surgió siglos más tarde, quizá fundándose en una creencia errónea de qué es lo que constituye la verdadera virtud. Cuando se le da tanta importancia a la virginidad, se insinúa que el hogar -institución divinamente ordenada- no representa el más alto ideal de la vida social. Ver com. Mat. 19: 3-12. 668
35.
El Espíritu Santo.
Ver com. Mat. 1: 18-20.
Vendrá sobre ti.
Esta expresión se emplea con frecuencia para describir la recepción del poder del Espíritu Santo (Juec. 6: 34; 1 Sam. 10: 6; 16: 13).
Poder.
Gr. dúnamis, "poder", "fuerza", "capacidad", en contraste con exousía, "poder" en el sentido de "autoridad". En los Evangelios se emplea con frecuencia la palabra dúnamis para referirse a los milagros de Cristo (Mat. 11: 20-23; Mar. 9: 39; etc.). Aquí el "poder del Altísimo" forma un paralelismo con "Espíritu Santo", pero no debe entenderse con esto que el Espíritu Santo es meramente la expresión del poder divino, sino que es el Ser por cuyo medio se ejerce el poder celestial. Las palabras del ángel fueron pronunciadas en estilo poético hebreo, en el cual se repiten las ideas y no rigen las reglas de rima y ritmo de la poesía castellana (ver Luc. 1: 32-33, 35; t. III, p. 25).
Hijo de Dios.
El ángel Gabriel afirma aquí la verdadera deidad de Jesucristo, pero vincula esta deidad en forma inseparable con su verdadera humanidad. El Hijo de María sería Hijo de Dios porque la concepción ocurriría cuando "el poder del Altísimo" la cubriera con su sombra.
Basándose en este y en otros pasajes, algunos han llegado a la conclusión de que el título "Hijo de Dios" le fue aplicado a Jesús por primera vez en la encarnación. Otros han pensado que este título describe la relación existente entre Cristo y el Padre antes de la encarnación. Y hay quienes consideran que dicho título se refiere adecuadamente a Cristo antes de que se encarnara, dándole un sentido de anticipación, o sea en relación con su papel en el plan de la salvación. Los autores y redactores de este Comentario no encuentran que en las Sagradas Escrituras se presente ninguna de estas posiciones en lenguaje claro e inconfundible. Por lo tanto, hablar en forma dogmática acerca de este asunto sería ir más allá de lo que la Inspiración ha revelado. Aquí el silencio es oro.
Los numerosos nombres y títulos que se le aplican a Cristo en las Escrituras, tienen el propósito de ayudarnos a comprender la relación que tiene él con nosotros en los diversos aspectos de su obra en favor de nuestra salvación. Hay quienes aplican sin vacilar nombres y títulos descriptivos de la obra de Cristo como Salvador de este mundo, a sus relaciones absolutas y eternas con los seres sin pecado del universo. Hacer esto podría llevar a la falacia de aceptar el lenguaje humano como completamente adecuado para expresar los misterios divinos.
Las Escrituras señalan que la resurrección fue un acontecimiento que confirmó en Jesús el título "Hijo de Dios". El salmista escribió: "Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy" (Sal. 2: 7). Pablo cita esta declaración como una "promesa hecha a nuestros padres, la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús" (Hech. 13: 32-33; cf. Mat 28: 18; Rom. 1: 4; Fil. 2: 8-10 ; Heb. 1: 5-8).
Jesús raramente se refirió a sí mismo con el título "Hijo de Dios" (Juan 9: 35-37; 10: 36), aunque muchas veces hizo alusión a la relación que existía entre él, como Hijo, y el Padre (Mat. 11: 27; Luc. 10: 21; Juan 5: 18-23; 10: 30; 14: 28; etc.). Cristo era "igual a Dios" (Fil. 2: 6), "uno con el Padre" (DTG 11; cf. Juan 10: 30), antes de bajar del trono del universo" (DTG 14; PP 49). Cristo se humilló voluntariamente en la encarnación, y aceptó una posición subordinada a la del Padre (Fil. 2: 7; Heb. 2: 9). Mientras Cristo estaba en la tierra hizo varias declaraciones que son un testimonio de su entrega voluntaria y transitoria de sus prerrogativas, pero no de su naturaleza y de su Deidad (Fil. 2: 6-8). Ejemplos de estas declaraciones son: "el Padre mayor es que yo" (Juan 14: 28) y "no puede el Hijo hacer nada por sí mismo" (Juan 5: 19; ver com. Luc. 2: 49).
El Padre dio testimonio de que Jesús era su Hijo, cuando nació (Luc. 1: 35; Heb. 1: 5-6), en su bautismo (Luc. 3: 22), en su transfiguración (Luc. 9: 35) y, una vez más, cuando resucitó (Sal. 2: 7; Hech. 13: 32-33; Rom. 1: 4). Juan el Bautista también dio testimonio de que Jesús era "Hijo de Dios" (Juan 1: 34), y los doce finalmente reconocieron la filiación divina de Jesús (Mat. 14: 33; 16: 16). Aun los espíritus inmundos confesaban que él era el Hijo de Dios (Mar. 3: 11; 5: 7). Después de dar la vista al que había nacido ciego, Jesús testificó ante los dirigentes judíos que era "Hijo de Dios" (Juan 10: 35-37). Su afirmación de que en verdad era el "Hijo de Dios" fue lo que finalmente le causó su condenación y su muerte (Luc. 22: 70-71).
Jesús se refirió a Dios llamándolo "mi Padre" (Mat. 16: 17), y él desea que aprendamos a conocer a Dios como "Padre nuestro" (Mat. 6: 9) y que comprendamos cómo nos considera Dios a nosotros (ver com. Mat. 6: 9).
"Cristo nos enseña a dirigirnos a él [Dios] con un nuevo nombre. . .Nos concede el privilegio de llamar al Dios infinito nuestro Padre, como "una señal de nuestro amor y confianza hacia él, y una prenda de la forma en que él nos considera y se relaciona con nosotros" (PVGM 107; cf. pp. 320- 321).
Dios dice de Cristo: "Yo seré a él Padre, y él me será a mí hijo" (Heb. 1: 5). Y también declara de aquel que por fe es adoptado en la familia celestial como hijo de nuestro Padre: "Yo seré su Dios, y él será mi hijo" (Apoc. 21: 7). El que verdaderamente "ha nacido de Dios" (1 Juan 5: 18) "vence al mundo" (vers. 4) como lo hizo Jesús y "no practica el pecado" (vers. 18). El gran propósito del plan de salvación es llevar a "muchos hijos a la gloria" (Heb. 2: 10; cf. 1 Juan 3: 1-2). Ver Nota Adicional de Juan 1; com. Mat. 16: 16-20; Mar. 2: 10; Luc. 2: 49.
36.
Parienta.
Gr. suggenís, "parienta". En esta palabra no hay nada que indique algún grado de parentesco. La ley permitía el matrimonio entre personas de diferentes tribus (ver com. Núm. 36: 6), y a menudo se casaban personas de la tribu de Leví con las de Judá. Elisabet era de la tribu de Leví (ver com. Luc. 1: 5), y María, de la tribu de Judá (ver com. vers. 27, 32). Como María era de esta tribu, es posible que su padre también perteneciera a ella. Por lo tanto, es probable que el parentesco de María con Elisabet fuera por parte de la madre de una de ellas. Algunos han conjeturado que debido a este parentesco Jesús sería descendiente tanto de Leví como de Judá; sin embargo, sólo se puede comprobar que María era descendiente directa de David (ver com. vers. 27).
En su vejez.
Ver com. vers. 18.
37.
Nada hay imposible.
La idea de este versículo se expresa repetidamente en todas las Sagradas Escrituras. A Abrahán se le preguntó: "¿Hay para Dios alguna cosa difícil?" (ver com. Gén. 18: 14); y por medio de Isaías, Dios proclamó: "Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía" (Isa. 55: 11).
38.
He aquí la sierva.
Esta exclamación muestra la aceptación de la voluntad de Dios. Todo quedó resuelto en el pensamiento de María tan pronto como comprendió cuál era la voluntad de Dios e inmediatamente después de que le fuese dada la suficiente información que la capacitara para realizar inteligentemente su parte.
Hágase conmigo.
María deja ver aquí otra vez su espíritu manso y sumiso. La dignidad, pureza, sencillez y delicadeza con las cuales Lucas relata esta historia, son muy apropiadas para la presentación de estos hechos históricos de tanta trascendencia para el creyente en Dios.
39.
En aquellos días
[Visita de María a Elisabet, Luc. 1: 39-56. Ver mapa p. 204.] Evidentemente María fue a ver a Elisabet poco después del anuncio del nacimiento de Jesús, pues se dice que "fue de prisa". El anuncio le fue hecho a María en el sexto mes del embarazo de Elisabet, y María permaneció con ella unos tres meses (cf. 1: 26, 56).
De prisa.
Esta expresión no parece referirse tanto a la velocidad con la cual fue María hacia Judá, como a su gran deseo de estar con Elisabet. María acababa de recibir uno de los secretos más grandes del tiempo y de la eternidad (Rom. 16: 25), y debe haber estado ansiosa de compartirlo con alguien que pudiera comprenderla. Y nadie mejor que Elisabet, porque ésta, según dijo el ángel, también estaba experimentando un milagro. Además, los años que Elisabet había dedicado a la voluntad revelada de Dios, le permitirían no sólo escuchar con simpatía sino también podía brindar valiosos consejos para orientar a María, una, joven que ahora se enfrentaba con un difícil problema y una gran responsabilidad (Luc. 1: 6). El ángel había presentado el caso de Elisabet como una señal del cumplimiento de las palabras que dirigió a María (ver com. vers. 7). La madre del Salvador no fue para descubrir si lo que el ángel le había dicho era cierto, sino porque ya había creído sus palabras.
La comunión con alguien que puede entender nuestros sentimientos más íntimos es uno de los preciosos tesoros que la vida nos depara. El valor de la comunión y del compañerismo cristiano supera todo cálculo. Los padres y las madres de Israel tienen la solemne obligación de compartir con los más jóvenes sus experiencias en la voluntad y en los caminos de Dios. Aquellos jóvenes que, como María, buscan el consejo de sus mayores, tienen una mayor posibilidad de encaminarse de tal manera que alcancen la felicidad y tengan buen éxito en sus esfuerzos. Ningún cristiano debiera estar demasiado ocupado como para no comunicarse con los que puedan necesitar la ayuda que él pueda proporcionarles. 670
La montaña.
Ver com. vers. 23. La región montañosa de Judá se extendía desde Jerusalén, por el norte, hasta Hebrón, por el sur (Jos. 21: 11).
Una ciudad de Judá.
Según la tradición, esta ciudad era Hebrón, la principal de las nueve ciudades de las tribus de Simeón y Judá asignadas a los sacerdotes (Jos. 21: 13-16; 1 Crón. 6: 57-59). Aquí se encontraba la primera tierra cananea que poseyó Abrahán (Gén. 23: 17-19), y aquí David fue ungido como rey (2 Sam. 2: 1, 4). Algunos han sugerido que "Judá" es una variante de "Juta" (Jos. 15: 55; 21: 16), otra ciudad sacerdotal, situada a unos 8 km al sur de Hebrón. Sin embargo, esta identificación no tiene apoyo bíblico, ni histórico ni arqueológico. Además, Lucas llama a Nazaret "una ciudad de Galilea" (cap. 1: 26), y sería lógico que la expresión paralela "ciudad de Judá" se refiriera a una ciudad en la provincia de Judea o "Judá".
40.
Saludó a Elisabet.
María y Elisabet de inmediato se sintieron ligadas por lazos de simpatía. María vio que la señal que le había dado el ángel (vers. 36) era cierta, y esto confirmó su fe; también Zacarías aún estaba mudo, y su mudez, que ya duraba seis meses, era un testimonio de que el ángel se le había aparecido, y le servía de reprensión continua por su anterior falta de fe.
41.
Saltó.
Gr. skirtáÇ, "saltar", generalmente como manifestación de alegría. Este mismo verbo se emplea en la LXX, en Gén. 25: 22, al referirse a Jacob y Esaú antes de su nacimiento. Los movimientos de un niño antes de nacer son normales, pero ahora, movida por la inspiración, Elisabet interpretó correctamente que este movimiento tenía un significado fuera de lo común (Luc. 1: 41-43). La suposición de algunos de que el feto reconoció por inspiración la presencia del Mesías, puede descartarse como una idea puramente imaginaria.
Elisabet fue llena.
En esta ocasión es Elisabet quien es "llena del Espíritu Santo". El ángel le había hablado a María de la situación de Elisabet (vers. 36), pero parece que hasta este momento Elisabet nada sabía del caso de María.
42.
Bendita.
Gr. eulogéÇ, "bendecir"; del prefijo eu, "bien" y de lógos, "palabra". Este saludo corresponde con una forma característica del AT (Juec. 5: 24; Rut 3: 10).
43.
Mi Señor.
El corazón de Elisabet no albergaba envidia hacia María, sino humildad y gozo. Más tarde Pedro hizo una confesión similar de fe (Mat. 16: 16), confesión que le fue revelada. Pablo declara que sólo "por el Espíritu Santo" un hombre puede "llamar a Jesús Señor" (1 Cor. 12: 3).
44.
De alegría.
Figura de lenguaje que atribuye esta emoción al niño que aún no ha nacido.
45.
Bienaventurada la que creyó.
Aquí se felicita a María por su fe y por el alto honor que le correspondía. Elisabet quizá pensaba en la incredulidad de su marido y en la evidencia del consiguiente desagrado divino. Dios se alegra y es honrado cuando sus, hijos terrenales aceptan sus promesas con fe humilde y plena. "Bienaventurados los que no vieron, y creyeron" (Juan 20: 29).
Porque.
La palabra griega hóti puede traducirse "que" o "porque". Ambas traducciones son razonables dentro del contexto.
46.
María dijo.
El don de la inspiración parece posarse ahora sobre María, quien se expresa pausada y majestuosamente. Cada idea y aun las mismas palabras reflejan lo que habían escrito los autores inspirados en tiempos pasados. El canto de María (vers. 46-55) es considerado como uno de los himnos más sublimes de toda la literatura sagrada, una poesía de exquisita hermosura, digna de David, antepasado de María. Está saturado de un espíritu de humilde adoración y gratitud. Este poema glorifica el poder, la santidad y la misericordia de Dios. María expresa en este canto su emoción personal y su experiencia al meditar en el mensaje del ángel Gabriel.
Este cántico de María con frecuencia se conoce con el nombre de Magnificat, "engrandece". Magnificat es la palabra latina con la cual comienza este versículo en la Vulgata. La primera mitad del cántico expresa la gratitud personal de María (vers. 46-50), y la segunda mitad se refiere a la acción de gracias de la nación (vers. 51-55). Este canto revela el carácter de Dios y destaca la gracia (vers. 48), la omnipotencia (vers. 49, 51), la santidad (vers. 49), la misericordia (vers. 50), la justicia (vers. 52-53) y la fidelidad (vers. 54-55) de Dios. El poema se divide en cuatro estrofas:
1. (Vers. 46-48.) María piensa primero en sí misma, en sus profundos sentimientos de adoración y de santo gozo. Ha sido escogida y honrada por encima de las otras mujeres, y se maravilla de que Dios la haya tomado en cuenta pasando por alto a otras. No ve ninguna razón para que haya sido escogida antes 671 que otras. No ve nada que la haga digna ante Dios.
2. (Vers. 49-50.) En esta estrofa María glorifica el poder, la santidad, y la misericordia de Dios.
3. (Vers. 51-53.) Aquí descuella el agudo contraste entre los valores del carácter que estima Dios y los que estima el hombre. El concepto divino de lo que constituye la verdadera grandeza es la antítesis de lo que el hombre considera grandeza.
4. (Vers. 54-55.) El canto de María concluye con una nota de gratitud por la eterna fidelidad de Dios para con su pueblo escogido.
El cántico de María con frecuencia se ha comparado con el de Ana (1 Sam. 2: 1-10), cántico éste que fue una oración de acción de gracias por el nacimiento de Samuel. Ambos poemas irradian fe, gozo y adoración; pero el de María refleja, quizá, un concepto más elevado de Dios. Las palabras parecen haber sido escogidas de lo mejor que habían escrito los profetas de los mil años transcurridos entre los dos poemas. El cántico de María también nos recuerda los cánticos de Moisés (Exo. 15), de Débora y de Barac (Juec. 5), y tiene una estructura similar a la de los Salmos 113 y 126. Algunos manuscritos atribuyen este cántico a Elisabet y no a María, pero la evidencia textual establece (cf. p. 147) el texto "María".
El cántico de María (Luc. 1: 46-55) refleja el pensamiento de los siguientes pasajes del AT: 1 Sam. 2: 1; Sal. 103: 1 (vers. 46); 1 Sam. 2: 1 (vers. 47); Gén. 30: 13 y 1 Sam. 1: 11 (vers. 48); Deut. 10: 21 y Sal. 111: 9 (vers. 49); Sal. 103: 17 (vers. 50); Sal. 89: 10 (vers. 51); 1 Sam. 2: 7-10, Job 5: 11 y 12: 19 (vers. 52); 1 Sam. 2: 5 y Sal. 107: 9 (vers. 53); Sal. 98: 3 e Isa. 41: 8 (vers. 54); 2 Sam. 22: 51 y Miq. 7: 20 (vers. 55).
Engrandece.
Gr. megalúnÇ, "ensalzar", "engrandecer". El hombre nada puede hacer para aumentar la grandeza y la majestad de Dios, pero cuando comprende con mayor claridad el carácter, la voluntad y los caminos de Dios, debería estar consciente, así como lo estuvo María, de esa revelación más gloriosa. Engrandecer al Señor significa proclamar su grandeza.
Mi alma.
En vista de que el gozoso cántico de María tiene forma poética, y puesto que la poesía hebrea consiste esencialmente en la repetición de la misma idea con diferentes palabras, tiene poca validez la afirmación hecha por algunos de que hay diferencia entre el "alma" del vers. 46 y el "espíritu" del vers. 47. En ambas expresiones María sencillamente se refiere a su estado mental, emotivo y espiritual debido al honor que se le ha conferido de ser madre del Mesías.
47.
Dios mi Salvador.
María, como todos los demás seres humanos, necesitaba la salvación. Nunca se le ocurrió que había nacido sin pecado, como algunos lo afirman sin base bíblica.
Los autores del AT hablan de la "Roca" de la salvación (Deut. 32: 15; Sal. 95: 1), del "Dios" de salvación (Sal. 24: 5), y con frecuencia se refieren a Dios como "Salvador" (Isa. 63: 8; etc.).
48.
Ha mirado.
Al corazón humilde le resulta inexplicable que Dios, quien guía los astros celestiales a través del espacio infinito, se digne habitar con los humildes y quebrantados "de espíritu" (Isa. 57: 15). Dios no sólo "ha mirado" nuestra bajeza en el pecado, sino que ha dedicado los recursos ilimitados del cielo para nuestra salvación.
Bajeza.
Gr. tapéinÇsis, "humillación", "bajeza". Esta palabra se refiere a la situación económica y social de María y no a su espíritu de humildad. Pero aun en su "bajeza" o pobreza, María había "hallado gracia delante de Dios", y esto era para ella de mucho más valor qué todos los tesoros, y todo el honor y el respeto que el mundo pudiera ofrecerle.
Me dirán bienaventurada.
O "me considerarán feliz" y digna de honor. Lea pronunció palabras similares cuando nació Aser (Gén. 30:13).
49.
Santo es su nombre.
María expresa aquí una idea que es independiente de las anteriores y de las que siguen. Esta afirmación refleja el temor y la reverencia que sentían los judíos por el sagrado nombre de Dios, Yahweh (ver com. Exo. 3: 14-15; cf. t. I, pp. 179-182). Más tarde, los cristianos estimaron el nombre de Jesús como digno de igual reverencia y respeto, pero no temieron emplearlo (Hech. 3: 6; 4: 10; etc.).
50.
Su misericordia.
Es decir, su amor y favor abundantes, concedidos, aun cuando no se los merece. Se ha dicho que la gracia quita la culpa del pecado, y la misericordia aparta la desgracia que causa el pecado.
Le temen.
Una expresión típicamente hebrea, común en todo el AT, que denota piedad. En el NT también se emplea la palabra temor con el sentido de santa reverencia (Hech. 10: 2, 22, 35; Col. 3: 22; Apoc. 14: 7; 15:4), 672 aunque se usa, además, para referirse al miedo o al espanto (Mat. 21: 46; Mar. 11: 32; Luc. 12: 4).
51.
Hizo proezas con su brazo.
Esta es otra expresión típicamente hebrea. Por medio de la figura de lenguaje llamada metonimia, el brazo es símbolo de poder (Exo. 6: 6; Sal. 10: 15; 136: 12). Una expresión similar -"mostrar fuerza" o "fortalecerse"- aparece en obras de autores griegos clásicos para indicar victoria sobre los enemigos.
Los soberbios.
Dios invalida a los soberbios como si fueran esparcidos y desbarata sus planes como con un torbellino. La soberbia es el núcleo del pecado. Fue la soberbia en el corazón de Lucifer lo que causó la rebelión en el cielo (Isa. 14: 12-14). La soberbia impide que Dios socorra a la persona que no siente necesidad de su ayuda. Para Dios no hay nada más ofensivo que la soberbia, la cual consiste básicamente en el ensalzamiento propio y el correspondiente desprecio por otros. No es de maravillarse que las Escrituras afirmen que "antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu" (Prov. 16:18). Jesús dijo: "Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido" (Luc. 14: 11). La humildad es diametralmente opuesta a la soberbia, es una característica preciosísima a la vista de Dios (ver com, vers. 48).
Pensamiento.
Gr. diáznoia, "mente", "entendimiento". Se refiere a la percepción moral o al entendimiento de lo moral.
52.
Poderosos.
Gr. dunást's, "príncipe", "poderoso", de donde deriva la palabra "dinastía". Dunást's deriva del verbo dúnamai, "ser capaz", "ser fuerte"; de esta misma raíz deriva la palabra "dinamita". Aquí se alude especialmente a los opresores. María quizá pensaba en el cruel tirano Herodes, quien hizo matar no sólo a miles de judíos sino también a sus parientes más cercanos (pp. 42-44). La literatura judía de esa época también revela que muchas personas del pueblo sufrían debido a una opresión económica.
Los humildes.
Gr. tapeinós, "humilde", "bajo", de la misma familia del sustantivo tapéinÇsis (ver com. vers. 48). Dios hace justicia, a su debido tiempo, a los que han sido oprimidos.
53.
Bienes.
Quizá se refiera tanto al alimento literal como al espiritual. Compárese con la promesa hecha por Cristo a los que "tienen hambre y sed de justicia" (ver com. Mat. 5:6).
Los ricos.
Los que habían acumulado una gran fortuna lo habían hecho, por lo general, oprimiendo a sus prójimos, y por eso los pobres los consideraban impíos. Las riquezas eran consideradas como una señal del favor divino -sin duda especialmente por quienes las poseían-; sin embargo, eran identificadas con la impiedad por quienes estaban oprimidos; pero el pobre, que generalmente no podía oprimir a nadie, se consideraba justo. Este concepto acerca de las riquezas y la pobreza se refleja en la parábola del rico y Lázaro. (cap. 16: 19-31).
54.
Su siervo.
Gr. páis, "niño" o "siervo". Israel, como pueblo escogido de Dios, es muchas veces llamado "siervo" de Dios por los autores del AT (ver com. Isa. 41: 8; t. IV, pp. 28-30).
55.
De la cual habló.
Aquí se hace referencia a las promesas de Dios, repetidas muchas veces (Gén. 22: 17-18; Deut. 7: 12-14; Miq. 7: 20; etc.). Se trata especialmente de la ayuda y la misericordia de Dios demostradas en favor de su pueblo escogido de generación en generación (Luc. 1: 54).
56.
Se quedó María.
María quizá se quedó con Elisabet hasta después del nacimiento de Juan, aunque el relato de Lucas parece insinuar que se fue antes de ese tiempo. No concuerda con el carácter de María que se haya ido en el momento preciso cuando Elisabet más necesitaría su simpatía y su tierno cuidado. Es probable que Lucas mencione aquí la partida de María para completar la porción del relato referente a la visita de María a Elisabet. Otro caso de este recurso literario, común en el AT y en el NT, aparece en el cap. 3: 20-21, donde se habla del encarcelamiento de Juan antes del bautismo de Jesús, aunque el segundo ocurrió antes. El hecho de que no se mencione a María por nombre en el cap. 1: 57-58 no indica que no hubiera participado en el episodio aquí narrado.
Se volvió.
Es probable que los acontecimientos registrados en Mat. 1: 18-25 -la aparición del ángel a José y el matrimonio de José con María- tuvieron lugar poco después de que María regresara de la casa de Elisabet a Nazaret.
57.
Se le cumplió el tiempo.
[Nacimiento de Juan el Bautista, Luc. 1: 57-80. ver mapa p. 204; diagrama p. 217.] Nada se sabe de la fecha del nacimiento de Juan. Se dice que la antigua iglesia de Alejandría celebraba este acontecimiento el 23 de abril. En vista de que 673esta fecha se basa en una antiquísima tradición, podría haber alguna razón para pensar que coincida al menos con la época aproximada del año cuando ocurrió tal nacimiento. La iglesia de Alejandría más tarde cambió la celebración al 24 de junio -fecha fijada en forma arbitraria seis meses antes del 25 de diciembre- para hacer que armonizara con la práctica de las iglesias latinas y griegas.
Si Juan el Bautista nació el 23 de abril, el nacimiento de Jesús habría ocurrido alrededor del 19 de octubre (ver pp. 231-233; com. Mat. 2: 1). Sin embargo, nótese que este cómputo se basa sólo en una antigua tradición cuyo valor se desconoce.
58.
Se regocijaron con ella.
Los vecinos de Elisabet se alegraron con ella. "Se congratularon con ella" (BJ). Sin duda sus parientes y amigos la felicitaron, pero la afirmación de Lucas en este pasaje no tiene tanto que ver con las felicitaciones como con el sentimiento genuino de comprensión de parte de los amigos de Elisabet (cf. Luc. 15: 6, 9; 1 Cor. 12: 26).
Un interés amable y genuino en los gozos y dolores de otros es una virtud cristiana fundamental. En realidad, es la base sobre la cual descansan todas las relaciones correctas con nuestros prójimos. Interesarse por el bienestar de otros es el resultado práctico de la ley de Dios en el corazón, de esa clase de amor que es el cumplimiento de la ley (Mat. 22: 39-40; Rom. 13: 10). No podemos ser seguidores del Maestro a menos que estemos listos y dispuestos a gozarnos "con los que se gozan" y a llorar "con los que lloran" (Rom. 12: 15). Ver com. Mat. 5: 43-48.
59.
Al octavo día.
Los judíos acostumbraban administrar el rito de la circuncisión al octavo día, es decir cuando el niño tenía siete días, según el cómputo occidental moderno (Gén. 17: 10-14; 21: 4; ver com. cap. 17: 10-11). La circuncisión representaba la admisión del niño en la relación con el pacto. El hecho de que se insistiera en la circuncisión y de que se la exigiera revela su importancia (Lev. 12: 3). Se la hacía inclusive en día sábado (Juan 7: 22-23; cf. Fil. 3: 5). En el tiempo de la teocracia, la circuncisión era una señal en los varones judíos que los identificaba como miembros del pueblo escogido. Dios escogió a Abrahán y a su descendencia, y el ser descendiente de Abrahán convertía automáticamente a la persona en súbdita de la teocracia. No tenía otra alternativa: era israelita e Israel era la nación escogida de Dios. Pero el ser descendiente de Abrahán no aseguraba la salvación, como se ve claramente por las declaraciones del NT (Luc. 3: 8; Juan 8: 33-39; Rom. 2: 25-29; 9: 4-8; Gál. 3: 7, 9, 16, 29); sin embargo, ningún judío podía entrar en la relación del pacto sin cumplir con este rito que Dios había ordenado para Israel.
Así como la circuncisión fue para el Israel literal la señal de su relación del pacto con Dios, así también el bautismo es para los cristianos (Col. 2: 10-12; ver com. Gén. 17: 10) -los descendientes espirituales de Abrahán (Gál. 3: 7, 9, 27-29)- la señal de su relación con Dios. El pueblo escogido de Dios no se convierte en heredero de la promesa debido a su linaje, sino por la fe personal en el poder de Cristo para salvar del poder del pecado y de su castigo (Hech. 2: 38; 3: 19; 8: 36-37).
Le llamaban.
El griego permite la traducción de la BJ: "Querían ponerle el nombre" de Zacarías su padre. Los amigos y parientes se reunieron para regocijarse con Zacarías y Elisabet y para compartir con ellos el gozo de esa ocasión. Aparentemente tomaron la iniciativa en los acontecimientos de ese día. Sin duda, algunos de ellos eran miembros de familias sacerdotales, y es probable que uno de estos parientes fuera quien realizó el rito de la circuncisión. Bien podemos imaginar que discutieron entre ellos el asunto del nombre, y concordaron en que el niño se llamaría Zacarías. En el AT existe un precedente según el cual los amigos y parientes participaron en dar nombre a un niño (Rut 4: 17). Los que se habían reunido en el hogar de Zacarías y Elisabet seguían el procedimiento acostumbrado al llamar al niño por el nombre de su padre, y sin duda creyeron que nadie objetaría que de ese modo se honrase a Zacarías y se le mostrase respeto. La probabilidad de que Zacarías estuviera sordo, además de estar mudo (ver com. Luc. 1: 62), parece haberlo excluido de toda discusión y decisión.
60.
Respondiendo su madre.
Evidentemente Zacarías había comunicado a Elisabet las instrucciones del ángel en cuanto al nombre de su hijo (vers. 13). No hay ninguna prueba de que Elisabet hubiera hablado aquí movida por la inspiración.
61.
Parentela.
Gr. suggéneia (ver com. vers. 36). En la familia no había ninguno que se llamara Juan. El hijo primogénito era el que habitualmente perpetuaba el nombre del padre, o, con mayor frecuencia, el del abuelo. Esta costumbre no sólo mostraba respeto por 674los antepasados, sino también servía para identificar a la persona que llevaba ese nombre con la familia a la cual pertenecía.
62.
Preguntaron por señas.
Mejor "preguntaban por señas" (BJ), pues el tiempo del verbo griego indica repetidos esfuerzos por comunicarse con Zacarías.
63.
Una tablilla.
Gr. pinakídion, "tablita", una "tablilla" de escribir. Si esta tablilla no era común en los hogares de Judea, es probable que la condición de Zacarías la haya hecho necesaria en su hogar durante el período de su aflicción (ver com. vers. 62).
Escribió, diciendo.
Esta expresión, típicamente hebrea, era empleada para introducir una cita (cf. 2 Rey. 10: 6).
Juan.
Ver com. vers. 13, 60. Según el griego, Zacarías escribió literalmente: "Juan es el nombre de él". No había nada que discutir.
Se maravillaron.
Quizá no se maravillaron tanto de la elección del nombre como de que Zacarías concordara con Elisabet en ponerle a su hijo ese preciso nombre (ver com. vers. 22, 60, 62). Algunos comentadores, y al menos un manuscrito antiguo -el Códice de Beza-, relacionan esta afirmación con lo que sigue, es decir, con el hecho de que Zacarías volviera a hablar (vers. 64), y no con lo que precede. Esto no tiene mayor importancia, pero lo que sí es cierto es que Zacarías comenzó a hablar "al momento" de haber escrito el nombre "Juan" (vers. 64). En ese mismo instante recuperó el habla y sin duda también pudo oír (ver com. vers. 62). El Códice de Beza y algunos manuscritos de la antigua versión latina cambian el orden en los vers. 63-64: "Al momento [fue] suelta su lengua, y todos se maravillaron, y fue abierta su boca".
64.
Suelta su lengua.
Zacarías fue librado de su impedimento físico. Este milagro, que ocurrió al ponerle el nombre al niño, sirvió para confirmar que el nacimiento de Juan era el cumplimiento de la visión que Zacarías había visto en el templo casi un año antes.
Bendiciendo a Dios.
Era apropiado que las primeras palabras de Zacarías fueran de alabanza a Dios. Sus últimas palabras habían expresado duda (vers. 18), pero en esta ocasión sus primeras palabras demostraron fe. Esto puede indicar que sus meses de silencio le habían sido de gran beneficio espiritual. Mientras que toda otra voz quedaba en silencio y aguardaba en quietud y humildad delante de Dios, Zacarías halló que "el silencio del alma" había hecho "más distinta la voz de Dios" (cf. DTG 331).
65.
Temor.
No era espanto, sino un profundo temor religioso y gran reverencia (ver com. vers. 30).
Las montañas de Judea.
O sea la región que rodeaba el hogar de Zacarías y Elisabet (ver com. vers. 23, 39).
Se divulgaron.
Esto significa que la gente conversó del asunto por algún tiempo.
66.
¿Quién, pues, será este niño?
O "Pues ¿qué será este niño?" (BJ).
La mano del Señor.
Aquí la mano representa la providencia divina. En el NT esta expresión es peculiar de Lucas (Hech. 11: 21; 13: 11), aunque comúnmente aparece en el AT Juec. 2:15; 1 Rey 18: 46, etc.). Sin embargo, otros autores del NT emplean la frase "mano de Dios" (cf 1 Ped. 5: 6; Rom. 10: 21).
67.
Lleno del Espíritu Santo.
Este inspirado "cántico de Zacarías" (vers. 68-79) algunas veces es llamado Benedictus ("Bendito"), pues esta es la primera palabra del cántico en el vers. 68 de la Vulgata latina. La declaración del vers. 64 de que Zacarías "habló bendiciendo a Dios" sin duda se anticipa a estas palabras. El cántico de Zacarías tiene un tono sacerdotal y es apropiado para un hijo de Aarón, así como el cántico de María es propio de la realeza y es adecuado para una hija de David. Sus frases sugieren que Zacarías, antes del nacimiento de Juan, había pasado el tiempo en diligente estudio de lo que decían los profetas en cuanto al Mesías y a la obra de su precursor.
Todo el himno es típicamente hebreo y mesiánico; es un cántico de alabanza a Dios por el pronto cumplimiento de las promesas referentes al Mesías y su reino. Se divide en dos secciones principales: la primera tiene tres estrofas (vers. 68-69; 70-72 y 73-75) que se refieren a la misión del Mesías; la segunda tiene dos estrofas (vers. 76-77 y 78-79) que presentan la obra del precursor del Mesías. El contenido y la redacción de este cántico muestran un conocimiento íntimo de las Escrituras del AT, especialmente de los profetas: vers. 68 (Sal. 41: 13; 72: 18; 106: 48); vers. 69 (1 Sam. 2: 10; Sal. 132: 17); vers. 71 (Sal. 23: 5); vers. 72 (Sal. 105: 8; 106: 45); vers. 73 (Exo. 2: 24; Sal. 105: 9; Jer. 11: 5; Miq. 7: 20); vers. 76 (Mal. 3: 1; cf. Isa. 40: 3); vers. 79 (Isa. 42: 7; Sal. 107: 10; cf. Isa. 9:1-2). Además de estas referencias más o menos directas, hay muchas alusiones al AT. 675
68.
Señor Dios de Israel.
Este es el título empleado por Dios al hacer el pacto, y su uso incluye el reconocimiento de todas las promesas incluidas en el pacto y el ferviente deseo de que se cumplan.
Ha visitado.
Gr. episképtomai, "inspeccionar", "examinar", con el sentido de ocuparse de algo con el propósito de ayudar. En Mat. 25: 36 se emplea el mismo verbo para referirse a la visita a una persona encarcelada, pero no tanto como un acto social sino para tratar de ayudar al preso. Zacarías contempla en este pasaje el cumplimiento de las promesas mesiánicas hechas a "su pueblo" de generación en generación. Esto era de muy especial importancia porque la voz de los profetas canónicos había dejado de oírse durante unos cuatro siglos. Es probable que una gran parte del pueblo se estuviera diciendo: "Se van prolongando los días, y desaparecerá toda visión" (Eze. 12: 22). Dios ahora visita a su pueblo, no para castigar, sino con misericordia, para librarlo y redimirlo.
Redimido a su pueblo.
Estas palabras anuncian que el Redentor pronto aparecerá en persona "para dar su vida en rescate por muchos" (Mat. 20: 28). Como ocurre muchas veces en las profecías del AT, Zacarías habla aquí de acontecimientos futuros como si ya se hubieran cumplido (ver t. I, pp. 31- 32). Las promesas de Dios son tan seguras, que Zacarías sin que aún se hubieran cumplido, podía hablar del plan de redención como de un hecho realizado.
Israel no era sólo un grupo de individuos que necesitaban que se los salvara del pecado (Luc. 1: 68, 77), sino también una nación, un "pueblo escogido" que tenía que ser libertado de sus enemigos (vers. 71). Dios muchas veces había liberado a los israelitas de anteriores generaciones de los enemigos de su nación: de Egipto, Madián, Filistea, Asiria y Babilonia. El establecimiento del reino mesiánico presentado por el profeta Daniel (Dan. 2: 44; 7: 14, 18; 12: 1) comprendía, en verdad, que quedaría liberado completa y permanentemente de todos sus enemigos; pero en el plan de Dios la liberación del pecado debía preceder a la liberación del yugo de las naciones vecinas. Sin embargo, el orgullo nacional había inducido a los Judíos a pensar -casi exclusivamente- que la salvación consistía en estar liberados de sus enemigos externos, olvidándose de la necesidad de ser liberados de los enemigos internos e invisibles.
El concepto popular de que el Mesías sería un salvador político no estaba totalmente errado, pues el AT está lleno de predicciones de glorias mesiánicas; el problema consistió, en parte, en que le dieron demasiado énfasis (DTG 22, 202). Los judíos olvidaron que si no eran librados individualmente del pecado nunca podrían estar liberados de los enemigos de la nación. Tanto se fijaron en las recompensas del bien hacer que se olvidaron de hacer el bien (ver t. IV, pp. 28-35).
69.
Poderoso Salvador.
Tanto el griego como la RVA dicen "cuerno de salvación", metáfora común en el AT para denotar fuerza y poder (1 Sam. 2: 10; ver com. 2 Sam. 22: 3), y que se basa en el hecho de que la fuerza para luchar de los animales cornudos -como los carneros y los toros- se halla en sus cuernos. También es posible que esta expresión se refiera a los cascos de los guerreros, los cuales muchas veces estaban adornados con cuernos. El "cuerno" llegó a representar el éxito personal (Sal. 92: 9-10), el poder de las naciones (ver com. Dan. 8: 21), y aun la fuerza divina (Sal. 18: 2). Dos maneras como se traduce este último pasaje son "fuerza de mi salvación" (RVR) y "cuerno de mi salud" (RVA). En el versículo que estamos comentando "cuerno" se refiere al Mesías mismo, y así lo traduce la RVR.
La casa.
Es decir, la familia de la dinastía. El Mesías, como se había prometido, sería descendiente de David (ver com. Mat. 1: 1).
Siervo.
Gr. páis, "niño" o "siervo" (ver com. vers. 54).
70.
Sus santos profetas.
Todos los profetas habían dado testimonio de Cristo (Luc. 24: 25, 27, 44; Juan 5: 39; Hech. 3: 21), e "inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos" (1 Ped. 1: 10-11).
Desde el principio.
Mejor "desde tiempos antiguos" (BJ). Esta expresión es característica de Lucas (Hech. 3: 21; 15: 18). La primera profecía sobre el Redentor fue presentada en el jardín del Edén cuando el hombre pecó (Gén. 3: 15). Enoc habló a los de su generación acerca del Mesías futuro (Jud. 14-15) y a cada generación sucesiva Dios le envió testigos inspirados para dar testimonio de la certeza de la salvación. Todos, sin excepción, fueron testigos de Cristo (Hech. 3: 21; 1 Ped. 1:10-12).
71.
Salvación de nuestros enemigos.
Como resultado de la transgresión, Israel había 676 servido a una nación extranjera tras otra: Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, Grecia y finalmente Roma. La esclavitud del opresivo yugo de Roma pesaba fuertemente sobre los judíos, y, sin duda, era necesario que fueran liberados de las naciones enemigas antes del establecimiento del eterno reino mesiánico (ver com. vers. 74). La obra del Mesías culminaría, en verdad, con el establecimiento de su reino (Dan. 2: 44; 12: 1; Mat. 25: 31-34; t. IV, pp. 30-31). Mientras tanto, "el reino de Dios" debía establecerse en el corazón (Luc. 17: 20-21). Primero debían ser liberados del poder del pecado (Mat. 1: 21), lo cual, a su vez, haría posible que fueran finalmente liberados de la paga del pecado: la muerte (Juan 3: 16; Rom. 6: 23). Sólo entonces los humanos podrían gozar del eterno reino que Cristo vino a establecer (ver com. Mat. 4:17; 5:3; t. IV, pp. 30-31).
72.
Misericordia.
La misericordia de Dios oculta, en cierto modo, "desde tiempos eternos", ahora debía manifestarse (Rom. 16: 25-26). Durante incontables generaciones, quienes habían habitado "en tinieblas y en sombra de muerte" habían esperado la encarnación de la Misericordia de Dios para que él encaminara sus "pies por camino de paz" (Luc. 1: 79).
Su santo pacto.
Se trata del "pacto perpetuo" que fue revelado a Adán y Eva en el huerto del Edén, a Noé después del diluvio, a Abrahán y a su descendencia y a los fieles de todas las edades (Gén. 9: 16; 17: 19; Lev. 24: 8; Heb. 13: 20). Aquí se hace principalmente referencia al pacto que fue hecho con Abrahán y sus descendientes (Gén. 15: 18; 17: 4-7).
73.
Juramento.
Este "juramento" fue el que Dios hizo al establecer su pacto con Abrahán (Gén. 22: 16-18; Heb. 6: 13-18). Es una de las "dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta" (Heb. 6: 18); la otra es la promesa que el juramento confirma. Cuando Dios ratificó el pacto con un juramento, usó una costumbre humana para asegurar a Abrahán que la promesa divina era segura. El pacto eterno, el plan de salvación, nos da hoy un "fortísimo consuelo" y "segura y firme ancla del alma" (Heb. 6: 18-19).
74.
Sin temor le serviríamos.
En el contexto se ve que este "temor" es principalmente el temor a "nuestros enemigos", o sea la tiranía de los conquistadores paganos cuya crueldad y gobierno arbitrario estorbó muchas veces el culto y el servicio de Dios. Cuando nacieron Juan y Jesús, César y Herodes eran los principales "enemigos" del pueblo Judío (ver com. Luc. 1: 5; Mat. 2: 1). Es probable que Zacarías también se refiera al temor obsesivo que llena el corazón e impregna la vida de quienes no conocen "la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento" (Fil. 4: 7). Este es el temor a las fuerzas misteriosas y desconocidas que controlan el destino de la vida humana, y el temor al gran día del juicio.
75.
En santidad y en justicia.
Ver Efe. 4: 24. Puede decirse que en estos dos términos está comprendido todo el deber del hombre (Ecl. 12: 13) y todo lo que Dios requiere de él (Miq. 6: 8).
Todos nuestros días.
Quienes sirven a Dios "en santidad y en justicia" pueden vivir teniendo confianza en el futuro. A pesar de las incertidumbres y de las vicisitudes de la vida, pueden gozar de paz mental y de seguridad de ánimo y de corazón. Viven en medio de las contiendas y de la inquietud como si estuvieran en la misma presencia de Dios, respirando la atmósfera pura y vigorizante del cielo.
76.
Profeta del Altísimo.
Aquí comienza la parte principal del cántico profético de Zacarías. Después de hablar en la primera sección del favor de Dios, Zacarías se dirige específicamente a Juan, su hijo recién nacido que sería el precursor del Mesías, el prometido mensajero del Señor. Con toda corrección llama a Jesús "Hijo del Altísimo" (vers. 32), y a Juan "profeta del Altísimo". Cristo testificó que Juan era más que profeta (Mat. 11: 9). En verdad fue, en cierto sentido, el mayor de todos los profetas (ver com. Luc. 1: 15, 17).
Delante de la presencia del Señor.
Juan más tarde afirmó que las predicciones específicas de Isa. 40:3 y de Mal. 3: 1 se aplicaban a él mismo (Juan 1: 23; cf. Mat. 11: 10; Luc. 3: 4). El "Señor" es aquí evidentemente el Mesías, y por lo tanto se identifica a Cristo, al menos en este caso, con Jehová, el Señor del AT (ver t. I pp. 180-182; Isa. 40: 3).
Preparar sus caminos.
Esta fue la misión de Juan el Bautista. Debía preparar el corazón y la mente de las personas para que recibieran al Mesías, fomentando el interés en las profecías referentes a él, afirmando que el tiempo del cumplimiento de estas profecías había llegado, e instando al arrepentimiento, mediante el cual los hombres pudieran llegar a ser ciudadanos del reino del Mesías.
77.
Conocimiento de salvación.
Lo más natural es que el conocimiento preceda a la 677 creencia, de otro modo "¿cómo creerán en aquel de quien no han oído?" (Rom. 10: 14). Para tener fe en Jesús se necesita primero una comprensión racional de los hechos fundamentales y de los principios del plan de la salvación. El hombre para poder creer debe tener algo en qué creer, y el principal propósito del ministerio de Juan era colocar un firme fundamento para la creencia de que Jesús de Nazaret era ciertamente el Mesías prometido, el "Cordero de Dios", el "Hijo de Dios" (Juan 1: 36, 34). El Mesías es quien perdona los pecados (Mat. 1: 21; 26: 28), y su precursor fue quien proporcionó el conocimiento del pecado. Lucas dice aquí claramente que la salvación de la cual habla es la "salvación" personal de cada individuo y no la salvación política de la nación. El hombre es "destruido" por falta del conocimiento que salva; no por no haberlo oído, sino por haberlo rechazado (Ose. 4: 6).
78.
La entrañable misericordia.
Literalmente, "las entrañas de misericordia" (BJ). Ver Fil. 2: 1; Col. 3: 12. Los griegos pensaban que en las entrañas estaba la sede de las emociones tales como la ira, la ansiedad, la compasión y el amor.
Nos visitó.
La evidencia textual se inclina (cf. p. 147) por el texto "nos visitará" (ver com. vers. 68).
La aurora.
Gr. anatol', "orto", "salida [de astros]", lugar donde salen los astros, o sea el oriente. En el NT se emplea comúnmente la palabra anatol' con este sentido de dirección cardinal (Mat. 2: 1; 8: 11; 24: 27; Apoc. 7: 2; 16: 12; etc.). Por su relación con la salida del sol y de los astros, el oriente quizá era considerado por los antiguos como el más importante de los puntos cardinales; la influencia de esto se ve en el uso del verbo "orientar" u "orientarse".
Luc. 1: 78 es el único pasaje del NT en el cual la traducción normal de anatol' no es adecuada. La traducción literal de la frase en cuestión es "aurora de lo alto"; la VM interpreta "nos visitará el Sol naciente, descendiendo de las alturas"; la BJ traduce "una Luz de la altura"; la RVA traduce literalmente "nos visitó de lo alto el Oriente". Cabe señalar que en la LXX se emplea la palabra anatol' para traducir la palabra hebrea tsémaj, "renuevo", "brote", que en Zac. 3: 8 y Jer. 23: 5 se aplica al Mesías. Si bien en el contexto de Luc. 1: 78 no se habla del crecimiento de una planta, es relativamente fácil ver el sentido mesiánico de la frase "aurora de lo alto". Mal. 4: 2 designa a Cristo como "Sol de justicia" (ver DTG 13, 428-429).
79.
Para dar luz.
La terminología de este versículo se basa claramente en la profecía mesiánica de Isa. 9: 2. La luz siempre ha sido el símbolo de la presencia divina (DTG 429), de Aquel que "habita en luz inaccesible" (1 Tim. 6: 16; ver com. Gén. 3: 24; Luc. 1: 78). Jesús dijo: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8: 12; cf. cap. 12: 36). Nuestro Salvador es "aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre" (Juan 1: 9). Mateo aplica las palabras de Isa. 9: 1-2 a Cristo (Mat. 4: 14-16). El gozo de la salvación es para quienes andan "en luz" (1 Juan 1: 7), porque entonces su senda "es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto" (Prov. 4: 18; ver com. Juan 1: 4-9).
Habitan en tinieblas.
Quienes "habitan en tinieblas" o "se hallan sentados" (NC) en ellas, parecen hacerlo porque no pueden ver por dónde caminar. Necesitan la "luz" que encamine sus "pies por camino de paz". Los hombres esperaban desconsolados, con ojos anhelantes, la venida de la Luz de la vida, cuya llegada disiparía las tinieblas y explicaría el misterio del futuro (DTG 24). Durante unos 4.000 años la atmósfera de la tierra había estado cargada de oscuras y siniestras nubes de pecado y de muerte. Por siglos no había aparecido en la oscuridad ninguna estrella profética para guiar en las tinieblas a los que caminaban por los desiertos del tiempo buscando al Príncipe de paz (DTG 23). Nosotros también nos hallaremos sentados en tinieblas, desconsolados, sintiendo que nuestra vida está vacía e incompleta, a menos que nazca en nuestro corazón el lucero de la mañana e inunde nuestra vida con la luz del día eterno. (2 Ped. 1: 19).
Sombra de muerte.
Ver com. Sal. 23: 4. Todos los hombres han caído bajo sentencia de muerte como resultado del pecado (Rom. 6: 23). Pero "así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados" (1 Cor. 15: 22). "Los redimidos de Jehová, los que ha redimido del poder del enemigo, . . . anduvieron perdidos por el desierto, por la soledad sin camino; . . . moraban en tinieblas y sombra de muerte" hasta que el Salvador "los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte" y "los dirigió por camino derecho" (Sal. 107: 2, 4, 10, 14, 7). 678
Encaminar nuestros pies.
Zacarías se incluyó a sí mismo entre aquellos cuyos pies el Mesías debía encaminar "por camino de paz".
Camino de paz.
Es decir, el camino de la salvación, la senda que deben recorrer aquellos a quienes el pecado ha enemistado con Dios para que puedan una vez más estar en paz con él (Rom. 5: 1,10; 2 Cor. 5: 18; Efe. 2: 16). Cristo, el "Príncipe de paz", logró esto al "expiar los pecados del pueblo" (Heb. 2: 17). "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo" (2 Cor. 5: 19). "Mucha paz tienen los que aman tu ley" (Sal. 119: 165). Cristo vino para darnos una paz que el mundo no conoce ni puede ofrecer (Juan 14: 27). Esta "paz de Dios, la cual sobrepasa todo entendimiento" guardará nuestros corazones y pensamientos "en Cristo Jesús" (Fil. 4: 7). Cuando Cristo entra en el corazón, siempre pronuncia las palabras "paz a vosotros" (Luc. 24: 36). Con esta verdad tan apropiada concluye el cántico de Zacarías (ver com. Juan 14: 27).
80.
Y el niño crecía.
Esto se refiere en primer lugar al crecimiento físico (cf. cap. 2: 40, 52). Se hizo una declaración similar respecto al niño Samuel (1 Sam. 2: 26).
Se fortalecía en espíritu.
Es decir, en inteligencia y percepción moral (cf. 1 Sam. 2: 26; Luc. 2: 40, 52). El desarrollo simétrico de las facultades físicas, mentales y morales está bien ilustrado en la vida de Juan, porque sus padres lo criaron en "disciplina y amonestación del Señor" (Efe. 6: 4). Hoy también tenemos el privilegio de vivir en comunión con Dios, de tal modo que podamos "esperar que el Espíritu divino amoldará a nuestros pequeñuelos, aun desde los primeros momentos" (DTG 473; ver com. Luc. 1: 15, 24; 2: 52).
Lugares desiertos.
Los lugares "desiertos" donde Juan pasó la mayor parte de su tiempo "hasta el día de su manifestación", posiblemente se encontraban en el "desierto de Judea" (Mat. 3: 1). Esta región despoblada, semiárida, agreste y montañosa se encuentra entre el mar Muerto y la cumbre de las montañas del sur de Palestina, o sea la ladera oriental de esa cordillera. Es probable que esta fuera la región donde más tarde, durante 40 días, Jesús ayunó y meditó en la misión de su vida. El desierto de Judá se hallaba cerca de Hebrón, posible hogar de Zacarías y Elisabet (ver com. Luc. 1: 23, 39). Los esenios, una secta estricta y ascética del judaísmo, tenían colonias aisladas en esta zona del desierto, pero no hay ninguna evidencia histórica de que Juan hubiera sido esenio (ver com. Mat. 3: 4). El profeta Amós vivió en las cercanías de Tecoa, pequeña aldea situada cerca de los límites de esta zona desértica (ver com. Amós 1:1).
En años posteriores Juan hizo el voto de ser nazareo, de acuerdo a la dedicación que sus padres habían hecho de él antes que naciera (DTG 76-77). Los padres de Juan, que ya eran de edad avanzada cuando él nació (ver com. vers. 18), al parecer murieron cuando todavía era joven. Es posible que poco después de esto Juan se hubiera retirado a los lugares solitarios del desierto. La soledad fue para Juan un maestro superior al mejor rabino que Jerusalén pudiera ofrecer, y el desierto fue un aula mejor dotada que el palacio de Herodes o los atrios del templo. Las escuelas rabínicas habrían preparado mal a Juan para su misión (DTG 76). Únicamente las aguas tranquilas pueden reflejar el cielo estrellado, y, de igual manera, sólo el corazón que no está turbado por las ondas y los remolinos de este mundo puede reflejar perfectamente la luz de la "estrella de Jacob" (Núm. 24: 17). Juan eligió como domicilio suyo un lugar donde sólo se escuchaba la voz de Dios, donde en quietud podía aguardar delante del Señor. Allí, en la soledad del desierto, el silencio de su alma hacía más clara la voz de Dios (DTG 330-331). Allí transcurrió su vida, relativamente recluida, hasta que llegó el momento cuando debía iniciar su ministerio público.
Así como el desierto fue la gran aula de Dios para educar a líderes como Moisés, Amós y Juan el Bautista, así también las vicisitudes del desierto de la vida pueden proporcionar excelentes oportunidades para poner el alma en armonía con el cielo. Los que Dios escoge hoy para preparar el camino para la venida de Jesús, necesitan la ecuanimidad de espíritu que se adquiere con la percepción de lo invisible. La vida moderna no es propicia para la meditación acerca de la voluntad y de los caminos de Dios, revelados en su Palabra y en su trato providencial con los hombres. A menos que encontremos tiempo para escapar del bullicio del mundo y nos encerremos con Dios, aguardando en silencio ante él, posiblemente nunca escuchemos el "silbo apacible y delicado" que habla a nuestra alma (DTG 330-331; cf. 1 Rey. 19: 12). Deberíamos proponernos pasar cada vez menos tiempo en las cosas terrenas y dedicar 679 cada vez más tiempo a caminar con Dios como lo hizo el Enoc de antaño. Como Juan, necesitamos poner nuestra "mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Col. 3: 2).
Manifestación.
Gr. anádeixis, "señalamiento", "manifestación pública". Los autores clásicos muchas veces emplean la palabra anádeixis para referirse a la iniciación de quienes han sido designados para ejercer puestos públicos y también para referirse a la dedicación de templos. Lucas emplea el verbo de la misma raíz, anadéiknumi al referirse a la elección de los setenta (cap. 10: 1). Juan era de familia sacerdotal, y el sacerdote, como lo estipula la ley de Moisés, debía iniciar su ministerio alrededor de los 30 años de edad (ver com. Núm. 4: 3). Es probable que la "manifestación" de Juan ocurrió cuando tenía aproximadamente 30 años, como fue también el caso de Jesús cuando comenzó su ministerio (ver com. Luc. 3: 23).
LUCAS - CAPÍTULO 2 - AUDIO
1 Censo de Augusto en todo el Imperio Romano. 6 El nacimiento de Cristo. 8 Un ángel lo anuncia a los pastores. 13 Multitud de ángeles alaban a Dios por esto. 21 Cristo es circuncidado. 22 María se purifica. 28 Simeón y Ana profetizan sobre Cristo. 40 El niño crece en gracia y sabiduría, 46 habla en el templo con los doctores de la ley, 51 y obedece a sus padres.
1 ACONTECIO en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado.
2 Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria.
3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.
4 Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David;
5 para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta.
6 Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento.
7 Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
8 Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.
10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:
11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.
12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. 680
13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
14 ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
15 Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.
16 Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
17 Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño.
18 Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.
19 Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
20 Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.
21 Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESUS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido.
22 Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor
23 (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor),
24 y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.
25 Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
26 Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.
27 Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley,
28 él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:
29 Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra;
30 Porque han visto mis ojos tu salvación,
31 La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;
32 Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel.
33 Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él.
34 Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha
35 (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
36 Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad,
37 y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.
38 Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.
39 Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
40 Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.
41 Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua;
42 y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.
43 Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre.
44 Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos;
45 pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.
46 Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles.
47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.
48 Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? 681¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?
50 Mas ellos no entendieron las palabras que les habló.
51 Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
52 Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.
1.
Aconteció en aquellos días.
[Nacimiento de Jesús, Luc. 2:1-7. Ver mapa p. 204; diagramas pp. 217, 224.] Esto es, poco después del nacimiento de Juan el Bautista. Jesús nació unos seis meses después de Juan (cap. 1: 26, 56-57).
Edicto.
Este edicto se originó en la Roma imperial (DTG 30). Ningún historiador secular de esa época menciona este edicto, y por lo tanto los críticos argumentaron durante mucho tiempo que Lucas se había equivocado. Pero últimamente han aparecido papiros e inscripciones que apoyan el relato de Lucas en todos los hechos esenciales mencionados en los vers. 1-3. Según los anales oficiales de Augusto (Res Gestae Divi Augusti i. 8) se sabe que este emperador ordenó que se hicieran, por lo menos, tres censos generales del Imperio Romano durante su reinado: en los años 28 a. C., 8 a. C. y 14 d. C. Ninguna de estas tres fechas parece coincidir con el censo al cual se refiere Lucas, pero es muy posible que la tensa situación política en Palestina y la encarnizada resistencia de los judíos a las imposiciones romanas retrasaran la ejecución del edicto imperial en esa parte del imperio. Se sabe con seguridad que hubo otros censos en otras partes del imperio que no se hicieron en las tres fechas indicadas, como por ejemplo el censo del año 12 a. C. en las Galias. Debe tenerse en cuenta que ni los críticos paganos ni los judíos, como Celso Porfirio, pusieron en tela de juicio la precisión del relato de Lucas en este asunto. Aun los que no aceptan a Lucas como autor inspirado reconocen que fue un hábil historiador, digno de confianza (ver com. cap. 1: 1-4). Es difícil que un escritor tan esmerado como Lucas pudiera exponerse descuidadamente a la crítica presentando datos erróneos en cuanto a hechos bien conocidos en ese momento (ver pp. 231-232; diagramas pp. 217-218, 224).
Augusto César.
Emperador de Roma desde el año 27 a. C. hasta 14 d. C. (ver pp. 39, 228; diagramas pp. 218, 224). Augusto, antes llamado Octavio, era sobrino e hijo adoptivo de Julio César, quien fue asesinado en el año 44 a. C. Un decreto promulgado bajo su gobierno tendría su sanción aun cuando él mismo no lo hubiera promulgado personalmente.
Mundo.
Gr. oikoumén', "mundo habitado". Aquí sin duda se refiere al mundo civilizado, que debe distinguirse del mundo bárbaro que no era romano. Autores clásicos, tales como Polibio y Plutarco, emplean la palabra oikoumén' con este sentido.
Fuese empadronado.
Gr. apográfÇ, "registrar", "inscribir", "empadronar". El verbo apográfÇ se refiere a lo que hoy se llama censo. El empadronamiento antiguo incluía la inscripción de las propiedades y de los nombres, y servía comúnmente como base para los impuestos a la propiedad.
2.
Primer.
Gr. prÇtos, empleado algunas veces donde podría esperarse el uso de próteros, "anterior" (Juan 1: 15, 30; 15:18; 1 Juan 4: 19; etc.). Es posible, aunque gramaticalmente un poco difícil, que aquí se emplee prÇtos con ese sentido. Lucas usa la forma adverbial prÇton para indicar que una cosa pasó antes que otra (cap. 6: 42; 9: 59; 21: 9; etc.). Si bien podría entenderse que este fue un censo anterior al que se hizo por orden de Cirenio, el texto griego parece favorecer la interpretación de que este fue el primer censo, entendiéndose que después hubo otros.
Sea como fuere, no es posible dudar de que Lucas tuviera razón al afirmar que hubo un empadronamiento de todo el Imperio Romano por orden de Augusto. De este modo Lucas queda vindicado como historiador fiel. La Enciclopedia de la Biblia, de la Editorial Garriga, sugiere que en Lucas y Hechos la forma de relatar los acontecimientos, la documentación y el uso de las fuentes "honran a Lucas" y "todo ello es motivo de confianza" (S. V. "Hechos", col. 1156-1157).
Cirenio.
Sentio Saturnino fue gobernador de la provincia romana de Siria desde el año 9 a. C. hasta el año 6 a. C.; lo sucedió Quintilio Varo, quien ocupó el cargo hasta algún tiempo después de la muerte de Herodes en abril de 4 a. C. Cirenio (Quirinio) ocupaba ese puesto en el año 6 d. C. (Josefo, Antigüedades xviii. 1.1), aunque no se sabe por cuánto tiempo, ya había desempeñado ese cargo en Siria. Ver p. 231. 682
3.
Cada uno a su ciudad.
Entre los romanos podría haber bastado que cada hombre se empadronara en la ciudad donde estuviera residiendo y no en la ciudad de sus antepasados. Se sabe que el empadronamiento romano habitual no siempre se hacía en la misma forma en las provincias. Por ejemplo, los galos eran empadronados por tribus. Un edicto que se ha conservado autorizando que se hiciera un censo romano en Egipto, exigía que la gente se empadronara en su lugar de origen. En vista de que la genealogía de las tribus era tan importante para los judíos, es posible que Herodes el Grande hubiera decidido que el empadronamiento por tribus era el mejor procedimiento para su territorio. Sea como fuere, la mención de esta forma de empadronamiento es un testimonio indirecto que muestra que Herodes fue el instrumento para que se llevara a cabo el decreto romano en Judea, y también establece la confiabilidad en el relato de Lucas.
4.
Y José subió.
La inspiración no nos dice si José y María se daban cuenta de que la profecía indicaba que el Mesías debía nacer en Belén (ver com. vers. 5). Lucas sencillamente señala que el cumplimiento del edicto de Augusto motivó el viaje.
Ciudad de David.
Así llamada porque era la ciudad de los antepasados de David (1 Sam. 17: 12, 58), y éste fue su ciudadano más ilustre.
Belén.
Ver com. Gén. 35: 19; Mat. 2: 1. Este pueblo se encuentra a unos 8 km al sur de Jerusalén y, como Nazaret, está habitada hoy mayormente por árabes cristianos.
De la casa y familia.
Aunque esta afirmación se aplica aquí exclusivamente a José, es claro que María también era de la casa y de la familia de David (ver com. Mat. 1: 16, 18; Luc. 1: 27; cf. DTG 30).
5.
Con María.
No se dice por qué razón María acompañó a José. Ni la ley romana ni la ley judía exigían que ella viajara. Según la ley romana, las mujeres debían pagar la tasa de empadronamiento, pero no necesitaban presentarse en persona. Es posible que ella, que sabía que el nacimiento de su hijo estaba próximo, supiera también que la profecía señalaba que habría de nacer en Belén (Miq. 5: 2), e intencionalmente viajó con José. Quizá tenían también la intención de quedarse en Belén (DTG 47). Por otra parte, el Espíritu Santo podría haberle indicado que debía ir. El que no pudieran encontrar lugar donde alojarse podría indicar que no tenían ninguna propiedad allí. Nazaret era "su ciudad" (Luc. 2: 39). Los dos eran forasteros en Belén; no tenían hogar, y "no fueron reconocidos ni honrados" (DTG 30).
Su mujer.
"Con María su desposada", según lo establece la evidencia textual (p. 147); sin embargo, es probable que María no hubiera viajado con José si no hubieran estado casados. Mateo sugiere que José tomó a María por esposa inmediatamente después de que el ángel le dijo que lo hiciera (cap. 1: 24), antes del viaje a Belén (ver com. cap. 2: 1).
6.
Se cumplieron los días.
Es decir, según la promesa del ángel a María (cap. 1: 31). Ocurrió unos seis meses después del nacimiento de Juan el Bautista (cap. 1: 36, 39, 56-57; ver com. cap.1: 39). Se desconoce el año exacto y la estación del año del nacimiento de Jesús. Con referencia al año de su nacimiento, ver pp. 231-233, y con relación a la fecha dentro del año, ver com. cap. 1:57; 2: 8.
7.
Su hijo primogénito.
Gr. prÇtótokos (ver com. Mat. 1: 18, 25; cf. com. Luc. 1: 35). No hay una evidencia directa de que María tuviera otros hijos después de Jesús (ver com. Mat. 1: 25). El hecho de que Jesús entregara a su madre al cuidado de Juan mientras estaba en la cruz, sugiere que en ese momento ella no tenía hijos vivos (ver com. Juan 19: 26).
Lo envolvió en pañales.
El verbo griego puede también traducirse como "fajar". La modalidad de vestir a los niños recién nacidos evidentemente era diferente a la que se usa hoy en Occidente. Los niños eran envueltos en pañales y luego fajados con una especie de venda para sostener los pañales. Los niños hebreos recién nacidos eran lavados con agua, frotados con sal, y luego envueltos y fajados (ver com. Eze. 16: 4).
Pesebre.
No podría haberse hallado un lugar más humilde donde acostar al niño Jesús. Nadie puede decir que haya tenido un comienzo más desfavorable en su vida. José y María eran pobres en las cosas de este mundo (ver com. vers. 24), pero eran ricos en fe. Una tradición que se remonta a Justino Mártir (148 d. C.) sitúa el nacimiento de Jesús en una gruta, sobre la cual Constantino el Grande construyó la iglesia de la Natividad. Según Elena de White, Jesús nació en un "tosco edificio" donde se daba "albergue a las bestias" (DTG 30). Se piensa que los artistas presentan un buey y un asno en los cuadros de la Natividad inspirados en Isa. 1: 3.
No había lugar.
Sencillamente por una razón: 683 la posada estaba llena de huéspedes. No se insinúa que el mesonero fuera poco hospitalario. En esta época la gran mayoría de los judíos que vivían en Palestina quizá eran descendientes de Judá, Benjamín o Leví; por esto es fácil entender por qué las posadas de Judea estaban colmadas.
Mesón.
Gr. katáluma, "posada"; "lugar donde alojarse" (BJ). Es probable que se tratara de una pequeña posada para caravanas. Estas consistían generalmente en un patio abierto rodeado de un corredor o pórtico al cual daban las habitaciones. Los huéspedes llevaban consigo todo lo que les hacía falta y se instalaban en las habitaciones o en algún rincón del pórtico. Los animales y el equipaje permanecían en el patio.
8.
Había pastores.
[Los ángeles y los pastores, Luc.2: 8-20. Ver mapa p. 204.] Estos hombres sencillos y piadosos pasaban las silenciosas horas de la noche hablando del Mesías prometido y rogando por su venida (DTG 31). Parece que eran del pequeño pero fiel grupo que aguardaba la "consolación de Israel" (vers. 25) y esperaba "la redención en Jerusalén" (Luc. 2: 38; ver com. Mat. 1: 18; Luc. 2: 25-26, 38). El cielo siempre imparte luz y verdad a tales personas.
Sólo los que "tienen hambre y sed de justicia" pueden esperar que serán saciados (Mat. 5: 6). Sólo hallarán luz y verdad quienes las buscan (Mat. 7: 7; Heb. 9: 28). No importa cuán humilde sea nuestra condición en la vida, lo más importante es albergar en el corazón la "esperanza bienaventurada" (Tito 2: 13).
Los dirigentes de Israel fueron dejados a un lado porque fueron desleales a la tarea que se les había encomendado, y su lugar le fue dado a un grupo de humildes y piadosos pastores. Aun cuando los sacerdotes y los rabinos de Jerusalén oyeron el informe de la visita de los ángeles a los pastores, se negaron a creerlo. A diferencia de los pastores, no quisieron ir a Belén a averiguar lo ocurrido, y tildaron como cuento el informe recibido (DTG 45).
Si se seguía la costumbre de ese lugar, los pastores permanecían en los campos de día y de noche. Eso sugiere que ya habían pasado las lluvias de abril, y aún no habían llegado las de noviembre (ver t. II, pp. 112-113), pues entre abril y noviembre era cuando las ovejas estaban en los campos. Los inviernos suelen ser fríos y húmedos en las montañas de Judea, y si hubiera sido invierno los pastores habrían buscado sin duda una mayor protección contra la inclemencia del tiempo, tanto para ellos como para sus rebaños. Si se consideran en conjunto todas las evidencias acerca de la fecha del nacimiento de Jesús, parece que lo mejor es ubicarla en el otoño, pues así correspondería mejor con la cronología del contexto. Sin embargo, esto no excluye la posibilidad de que el nacimiento hubiera tenido lugar en otra estación (ver com. cap. 1: 57).
No fue sino hasta el siglo IV cuando comenzó a observarse el 25 de diciembre como el día del nacimiento de Jesús. Según el calendario juliano, ésta era la fecha del solsticio de invierno, cuando los días comenzaban a alargarse. Este acontecimiento se festejaba entre los paganos con grandes celebraciones conocidas entre los romanos como saturnalias, en honor del renacimiento de diversos dioses solares. En la iglesia occidental fue donde por primera vez se asoció el nacimiento de Cristo con esta fiesta pagana.
Guardaban las vigilias.
Es probable que esto indique que se turnaban, como lo sugieren la BJ y la BC: "vigilaban por turno". Estos campos eran los mismos donde David había cuidado los rebaños de su padre (DTG 31).
9.
Se les presentó.
El ángel quizá permaneció en el aire, sobre los pastores. Posiblemente se les apareció de repente, sin previo aviso.
Un ángel.
Esta misión trascendental pudo habérsele confiado muy apropiadamente a Gabriel, el líder de las huestes angélicas (ver DTG 725; com. cap. 1: 19).
La gloria.
Gr. dóxa, cuya primera acepción es "esplendor". Quizá pueda compararse con la gloria que más tarde se manifestó en el momento de la transfiguración (cap. 9: 31-32; ver com. Rom. 3: 23).
Tuvieron gran temor.
La reacción de los pastores es la que normalmente experimentan aquellos delante de quienes se descorre el velo que separa a los hombres del mundo invisible. En los días del AT, personas que vieron ángeles algunas veces pensaron que éstos eran presagio de muerte (Juec. 6: 22; 13: 21-22). Este ángel vino para anunciar liberación y gozo (Luc. 2: 10).
10.
No temáis.
Ver com. cap. 1: 13.
Os doy nuevas.
Gr. euaggelízÇ, "proclamar buenas nuevas", "anunciar buenas noticias". Las palabras "Evangelio", "evangelizar" y "evangelismo" derivan de esta raíz. Los que 684 escribieron los relatos de la vida de Jesús fueron, pues, "evangelistas". El cristianismo ha anunciado desde su mismo comienzo las buenas nuevas, el Evangelio del amor redentor, de la salvación.
Para todo el pueblo.
De acuerdo con la comisión apostólica, los discípulos debían enseñar "a todas las naciones" el Evangelio de salvación(Mat. 28: 19).
11.
La ciudad de David.
Ver com. vers. 4. Cristo nació en el momento preanunciado (Gál. 4: 4) y en el lugar preciso (ver com. Miq. 5: 2).
Salvador.
Gr. sÇt'r, título que implica la misma idea que el nombre propio "Jesús" (ver com. Mat.1: 1, 21).
Cristo el Señor.
Aunque ya no estaba cubierto con la gloria del cielo sino con "pañales" (vers. 7, 12), el hijo de María seguía siendo "Cristo el Señor" (cf. Heb. 1: 6). El uso del título "Señor" identifica a Cristo con el "Señor" de los días del AT (ver PP 381; DTG 35-36; com. Luc. 1: 76), término que equivale a la expresión Mesías Jehová (ver com. Mat. 1: 1; t. I, p. 180-181).
12.
Os servirá de señal.
El texto griego dice: "Y esto [será] para vosotros la señal". Una señal no es en las Escrituras necesariamente milagrosa (ver com. Isa. 7: 14). La "señal" dada a los pastores fue el medio para identificar al niño. El nacimiento del niño de Belén sería muy diferente de lo que esperaban los pastores de acuerdo a sus elevadas ideas acerca del Mesías.
Pañales.
Ver com. vers. 7.
13.
Repentinamente apareció.
Una innumerable hueste de ángeles se había reunido sobre las colinas de Belén, esperando el anuncio angélico del nacimiento del Salvador.
Huestes.
Gr. stratiá, "ejército", "hueste", "banda", término común para referirse a un ejército. Aquí se refiere a las filas de la hueste angélica (ver com. Sal. 24: 10; Jos. 5: 14).
14.
Gloria a Dios.
El plan de Dios se originó con Dios y es apropiado que tanto los ángeles como los hombres le atribuyan gloria y loor. En este cántico de los ángeles hay un equilibrio poético entre "gloria" y "paz", entre "Dios" y "hombres", entre "alturas" y "tierra". El plan de salvación reconcilia a Dios con los hombres dando paz a los hombres y gloria a Dios. Sólo puede haber paz cuando la voluntad de Dios se hace tanto en la tierra como en el cielo (Mat. 6: 10).
Paz, buena voluntad para con los hombres.
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto "en la tierra paz a los hombres de buena voluntad", es decir, los que tengan buena disposición para con Dios y para con sus prójimos (ver com. Miq. 6: 8; Mat. 22: 36-40). Algunos manuscritos dicen: "buena voluntad para los hombres". Una nota de la BJ sugiere la traducción "paz a los hombres objeto de la benevolencia (divina)".
Cristo es la encarnada "buena voluntad" de Dios, es el "Príncipe de paz" (Isa. 9: 6), Aquel que proclamó: "La paz os dejo, mi paz os doy... No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo" (Juan 14: 27). Como resultado de la venida de Jesús tenemos el privilegio de tener "paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Rom. 5: 1). "El es nuestra paz" (Efe. 2: 14). "La paz de Dios" es la que guarda nuestro corazón y nuestros "pensamientos en Cristo Jesús" (Fil. 4: 7).
15.
Sucedió.
Ver com. cap. 1: 8.
Pasemos, pues.
Los pastores ya no dudaban nada en cuanto a la verdad del mensaje de Gabriel. Actuaron inmediatamente. Nótese cómo contrasta esta actitud con la vacilación de Zacarías (ver com. cap. 1: 18, 20).
16.
Apresuradamente.
Los pastores no podían quedar conformes hasta que pudieran ver ellos mismos la "señal" prometida que confirmara las palabras del ángel.
17.
Dieron a conocer.
Así como el sol no puede dejar de brillar, los pastores tampoco podían ocultar la luz que había iluminado sus corazones. Las buenas nuevas eran demasiado extraordinarias para que se las ocultara. El informe de la visita de los ángeles a los pastores finalmente llegó a oídos de los sacerdotes, los ancianos y los rabinos de Jerusalén, pero lo recibieron como si no mereciera ser considerado (DTG 44). Estos dirigentes estaban seguros de que Dios no podía haberlos pasado a ellos por alto, pues eran los maestros religiosos de la nación, para dar ese mensaje a un inculto grupo de humildes pastores (ver com. Mat. 2: 4). Pero todos aquellos en cuyo corazón Cristo nazca de nuevo hoy, impartirán como los pastores de Belén, las buenas nuevas a otros.
19.
Guardaba.
María conservaba vívidamente todos estos hechos en su memoria; pero a diferencia de los pastores, no iba por todas partes contándole a todos los que veía las maravillas que habían ocurrido.
Meditándolas en su corazón.
María meditaba en los diversos hechos relacionados con el nacimiento de Cristo. comparándolos unos 685 con otros para entender mejor el significado de todo lo ocurrido. No sólo recordaba claramente las palabras de Gabriel, sino que las comparaba con el informe de los pastores.
21.
Cumplidos los ocho días.
[Circuncisión de Jesús, Luc. 2: 21.] Es decir, al octavo día, el primero de los cuales era el del nacimiento (ver com. cap. 1: 59).
Circuncidar al niño.
La circuncisión fue una señal para Abrahán, un "sello de la justicia de la fe" (Rom. 4: 11). La circuncisión significaba que se recibían los privilegios y las responsabilidades de la relación del pacto; era una promesa de obediencia. En esta ocasión Cristo, Autor del pacto y de su señal visible -el rito de la circuncisión (PP 390, 418)-, fue circuncidado, y así quedó sometido a las demandas del pacto representado por él. Nació "bajo la ley" (Gál. 4: 4) y se sometió a sus requerimientos.
Le pusieron por nombre Jesús.
Ver com. Mat. 1: 1. A los varones se les ponía nombre en el momento de circuncidarlos (Luc. 1: 59-66). El ángel Gabriel había informado a María ya José que el niño debía llamarse Jesús (Mat.1: 21; Luc. 1: 31).
22.
La purificación de ellos.
[Presentación de Jesús en el templo, Luc. 2: 22-38. Ver mapa p. 205.] La evidencia textual se inclina (cf. p.147) por el texto como aparece en la RVR y no por "la purificación de ella" (RVA). La frase "de ellos" gramaticalmente podría referirse a María y a Jesús, o a María y a José. Si se refiere a madre e hijo, probablemente deba entenderse que la dedicación del niño en el templo estaba estrechamente ligada con la purificación de la madre. Si la palabra "ellos" comprende a José y a María, es posible entender que José, como cabeza de familia, era el responsable de que María cumpliera con los requerimientos rituales. La ley levítica estipulaba que la madre debía purificarse después de 40 días si había tenido un varón, y después de 80 días si había tenido una niña (ver com. Lev. 12). Durante ese tiempo debía permanecer en su casa sin participar en los servicios religiosos públicos. La madre debía ser purificada; el niño no. Tanto la madre como su hijo debían presentarse al sacerdote para la purificación de ella y la presentación del niño. Por lo tanto, fue doble el propósito que llevó a María, a José y al niño a Jerusalén, a unos 8 km de Belén. Es evidente que José y María hicieron este viaje antes de la visita de los magos, porque difícilmente se habrían atrevido a ir a Jerusalén después de dicha visita. Además, abandonaron Belén y se encaminaron a Egipto inmediatamente después de la visita de los magos (Mat. 2: 12-15).
Conforme a la ley.
Cristo nació "bajo la ley" (Gál. 4: 4), y por lo tanto obedeció las leyes que él mismo había dado a Moisés 1.500 años antes (PP 381, 390; ver com. Luc. 2: 21). Jesús, como sustituto del hombre, tenía que someterse "a la ley en todo detalle" (DTG 34). Es interesante notar que la palabra "ley" aparece cinco veces en este capítulo (vers. 22-24, 27, 39) y sólo cuatro veces en el resto del libro de Lucas.
Para presentarle.
Todo primogénito varón debía ser consagrado al Señor. Esto se hacía en reconocimiento de la promesa de Dios de que daría a su Primogénito para redimir al hombre (cf. DTG 34), y para recordar y agradecer la liberación de los primogénitos durante el éxodo (ver com. Exo. 13: 2, 12; Núm. 3: 12-13). El primogénito debía ser redimido o rescatado con dinero; la cantidad era 5 siclos (Núm. 18:15-16). Esto representaba aproximadamente 20 denarios romanos, equivalentes a 20 días de trabajo de un jornalero (ver p. 51).
23.
Como está escrito.
Ver Exo. 13: 2, 12, 15.
Todo varón.
Ver com. vers. 22.
24.
Ofrecer.. un par de tórtolas.
Esta ofrenda era para la purificación de María (ver com. vers. 22). Si José y María hubieran estado en condición económica más holgada habrían ofrecido un cordero como holocausto (Lev. 12: 6). Por esta razón presentaron la ofrenda de los pobres: una tórtola para holocausto y otra como ofrenda por el pecado (Lev. 12: 8; ver com. Lev. 1: 14; 5: 7).
25.
Simeón.
La tradición que identifica a este piadoso anciano con el rabí Simeón, hijo de Hillel y padre de Gamaliel, no tiene base histórica. El rabí Simeón llegó a ser presidente del sanedrín en el año 13 d. C., unos 17 ó 18 años después del nacimiento de Jesús. El Simeón de Luc. 2 era evidentemente ya anciano (vers. 26, 29) cuando nació Jesús, como lo prueba el hecho de que se le había asegurado que viviría hasta ver al Mesías.
Justo y piadoso.
Simeón era "justo" en su conducta para con sus prójimos y "piadoso" de corazón respecto a sus deberes para con Dios (ver com. Miq. 6: 8; Mat. 22: 36-40).
Esperaba.
Parece que Simeón pertenecía al grupo de humildes y piadosos investigadores de las Escrituras, tales como Zacarías y 686 Elisabet (cap. 1: 6, 67), José (Mat. 1: 19), María (Luc. 1: 28), los pastores (DTG 31), Ana (Luc. 2: 37), los magos (Mat. 2: 11; DTG 41), José de Arimatea (Mar. 15: 43) y unos pocos más (Luc. 2: 38). El cielo anunció la llegada del Mesías a aquellos fieles que lo esperaban (cf. Heb. 9: 28). Hoy también tenemos el privilegio de aguardar la "esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo" (Tito 2: 13).
La consolación de Israel.
Esta expresión era parte de una oración judía común: "Vea yo la consolación de Israel", lo cual equivalía a "viva yo para ver al Mesías". La expresión "consolación de Israel" refleja diversas profecías mesiánicas del AT en donde se habla del consuelo de la esperanza mesiánica (ver Isa. 12: 1; 40: 1; 49: 13; 51: 3; 61: 2; 66: 13; etc.).
26.
No vería la muerte.
Los piadosos de todas las épocas han atesorado la esperanza de vivir para ver el cumplimiento de la esperanza mesiánica. Dios ha querido que esta esperanza arda vivamente en el corazón de sus fieles, porque, más que ninguna otra cosa, esta esperanza impulsa a los hombres a santificar su vida (1 Juan 3: 2-3). Sin embargo, los piadosos del tiempo de Simeón tenían en las profecías la seguridad de que su generación vería al Mesías.
Ungido del Señor.
O sea, el "Mesías de Jehová". La frase "Ungido del Señor" (ver com. Mat. 1: 1) era un título judío precristiano referente al Mesías.
27.
Movido por el Espíritu, vino.
Como Simeón era "justo y piadoso" (vers. 25), había andado en la luz con la cual el cielo había iluminado su camino hasta ese momento, y sus ojos estaban abiertos a la posibilidad de recibir mayor luz. Cuán diferente fue la situación del sacerdote que por un momento tuvo en sus brazos al niño Jesús (DTG 36). Como muchos de sus colegas sacerdotes, había estudiado en vano las Escrituras (DTG 22), debido, en primer lugar, a que no estaba dispuesto a vivir según los principios allí revelados (ver Ose. 4: 6). El resultado fue que sus ojos espirituales estaban completamente ciegos cuando se encontró cara a cara con la luz de la vida (Juan 1: 7-11). Como no aprovechó la luz que ya había sido revelada, no estuvo preparado para recibir mayor luz.
28.
Bendijo a Dios.
En este verbo está implícita la idea de alabar (cf. cap. 1: 64). Con referencia al significado en el AT de la expresión "bendecir a Dios", ver com. Sal. 63: 4.
29.
Señor.
Gr. despót's, "señor", "amo", "dueño". Para nosotros la palabra "déspota" tiene una connotación negativa, pero en el original griego sólo indicaba que tal personaje era dueño o amo de una cosa o de una situación. Debido a la tendencia de la naturaleza humana, es común e indudable que quien tenga poder absoluto abuse de este poder y se convierta en un tirano; de aquí el actual significado de la palabra "déspota". Pero en relación con Dios, despót's no puede nunca tener el sentido que le da el contexto pecaminoso y humano. Dios, como despót's del universo, es soberano, dueño de todo y absolutamente perfecto. Despót's aparece diez veces en el NT, y seis veces se refiere a Dios (Luc. 2: 29; Hech. 4: 24; 2 Tim. 2: 21; 2 Ped. 2: 1; Jud. 4; Apoc. 6: 10); las otras cuatro veces se refiere al dueño o amo de esclavos (1 Tim. 6: 1-2; Tito 2: 9; 1 Ped. 2: 18). Por otra parte, es apropiado señalar que la palabra que comúnmente se emplea en el NT para referirse al Señor es kúrios, vocablo que sencillamente denota a un superior, sin precisar el grado de superioridad. Muchas veces la palabra kúrios sólo aparece como título respetuoso, así como usamos hoy el título "señor" para dirigirnos a alguien. En cuanto al uso de kúrios en relación con Cristo, ver com. Juan 13: 13; 20: 28.
En los vers. 29-30, Simeón habla de lo que significa para él el Mesías; en los vers. 31-32, de lo que significa para la humanidad.
Despides a tu siervo.
"Puedes... dejar que tu siervo se vaya" (BJ). Simeón ha logrado su propósito: vivir hasta ver a Aquel a quien había esperado. No desea ni pide nada más; está listo para que la muerte lo libere del servicio. Ver com. vers. 26.
En paz.
El deseo del corazón de Simeón se cumplió cuando, por la fe, vio en el niño Jesús el cumplimiento de las promesas mesiánicas del AT. En el corazón de todos los hombres hay un vacío que no puede llenarse, un anhelo que no puede satisfacerse, excepto con Jesús. No debiéramos descansar hasta que, como Simeón, también hayamos visto por la fe al "Ungido del Señor".
30.
Salvación.
Gr. sÇt'rion, "salvación" (ver com. vers. 11). En la LXX se emplea la palabra sÇt'rion para traducir la palabra hebrea shélem, "sacrificio de paz" (ver t. 1, p. 712).
31.
Todos los pueblos.
Lucas de nuevo hace referencia a la universalidad de la invitación evangélica (ver t. IV, pp. 30- 31). 687
32.
Luz.
Ver com. cap. 1: 78-79.
Para revelación.
"El velo que envuelve a todas las naciones" (Isa. 25: 7) sería quitado (Isa. 60: 1-3).
Los gentiles.
El pueblo hebreo fue instruido desde sus mismos comienzos en cuanto al papel que les había sido asignado como representantes del verdadero Dios ante las naciones de la tierra. Este hecho fundamental fue claramente enunciado en la primera promesa hecha a Abrahán (Gén. 12: 3), y más tarde repetido a Isaac (Gén. 26: 4) y a Jacob (Gén. 28: 14). Esta misma verdad fue anunciada con mayor claridad a Israel cuando el pueblo salió de Egipto y se preparaba para entrar en la tierra prometida (Deut. 4: 6- 8; 28: 10; etc.). Los profetas siempre mostraron al pueblo, de generación en generación, el alcance mundial de su sagrado cometido (Sal. 98: 3; Isa. 42: 6; 49: 6; 53: 10; 56: 6- 7; 60: 1- 3; 61: 9; 62: 2; Zac. 2: 11; 8: 22; etc.). Cristo destacó repetidas veces que su ministerio incluía tanto a los gentiles como a los judíos (Mat. 12: 18, 21; Juan 12: 32, etc.). Ver t. IV, pp. 28-32.
Gloria.
A los judíos les fueron concedidos privilegios mucho mayores que los que recibieron otros pueblos, para que pudieran ser representantes capaces del verdadero Dios ante las naciones de la tierra (t. IV, pp. 30-31). El ciclo no los escogió porque fueran más sabios o mejores que los otros pueblos, sino porque Dios vio conveniente hacer de ellos sus embajadores especiales de luz y de verdad (Deut. 7: 7- 8). Su progenitor, Abrahán, fue un ferviente investigador de la verdad y, como tal, se sometió a la dirección de Dios. El Señor está siempre dispuesto a trabajar con los que estén dispuestos a dejarse guiar por él. La ventaja especial que tuvieron los judíos como nación consistió mayormente en que se los escogió como recipientes, custodios y heraldos de la verdad (Rom. 3: 1-2; 9: 4-5).
Pueblo.
Gr. laós, "pueblo", término que los autores del NT aplican generalmente a los judíos o a la comunidad de creyentes cristianos. La palabra "gentiles" se traduce del griego éthnos, "una multitud que vive junta", o sea "nación". En el NT éthnos suele emplearse en relación con los pueblos no judíos.
33.
José y su madre.
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto "Su padre y su madre" (BJ), lo cual no necesariamente implica una negación del nacimiento virginal, que Lucas afirma clara y categóricamente (Luc. 1: 26-35; cf. Mat. 1: 18-25). Lucas habla aquí de José desde el punto de vista legal y popular, pero de ningún modo en el sentido literal o biológico (ver com. Mat. 1: 21, 24). Como esposo de María, José fue, para los efectos prácticos, el padre de Jesús desde el momento en que éste nació; y de allí en adelante, o por lo menos desde la presentación en el templo, José fue considerado como padre de Jesús según el lenguaje de esa época (Luc. 3: 23; 4: 22; Juan 6: 42). El primero de los deberes legales de José como padre de Jesús fue el de ponerle nombre (Mat. 1: 21). Más tarde, y por instrucción divina, José hizo las veces de padre del niño (Mat. 2: 13, 19-22). Siendo que María misma emplea el término "padre" para referirse a la relación de José con Jesús (Luc. 2: 48), es evidente que es apropiado llamarlo "padre" de Jesús. En el vers. 27 Lucas incluye también a José al referirse a los "padres" de Jesús; pero es evidente que no lo hace en el sentido literal, sino de acuerdo con una forma popular de expresarse enteramente apropiada (DTG 61-62).
Estaban maravillados.
No sorprendidos, porque el ángel se le había aparecido ya a José (Mat. 1: 20) y a María (Luc. 1: 26-27) para darles un mensaje similar. Además, Elisabet se había dirigido a María usando frases evidentemente inspiradas (vers. 41-45). José y María también habían escuchado el relato de los pastores (cap. 2: 20). Su admiración aumentaba con cada nueva evidencia de que el niño Jesús era el Mesías, a medida que el Espíritu les hacía comprender cada vez más claramente cuál era la tarea que su Padre celestial les había asignado. Es también posible que se hubieran sorprendido de que un extraño reconociera el gran secreto.
34.
Dijo a su madre.
Parece que Simeón, iluminado por el Espíritu Santo, comprendió el hecho del nacimiento virginal de Jesús. No consta aquí que le haya prestado atención alguna a José.
Para caída y para levantamiento.
Cristo dijo que él era "la piedra que desecharon los edificadores" (Mat. 21: 42; ver com. Sal. 118: 22). "Debemos caer sobre la Roca y ser quebrantados antes que podamos ser levantados en Cristo" (DTG 39).
Cristo es el gran Imán de todas las edades: atrae hacia él a los que son humildes y contritos de corazón. Algunos, como Mateo, Zaqueo y María Magdalena -generalmente considerados como "publicanos y pecadores"- se sintieron poderosamente atraídos 688 por el Médico que podía restaurar su vida quebrantada. Otros, como los fariseos y escribas -que creían no tener necesidad del Médico celestial-, fueron alejados del Salvador por la perversidad de su propio espíritu.
Señal.
Gr. s'méion, "señal", "prenda". Cristo es, como representante del cielo, el símbolo de la salvación; es la prenda viviente o testigo del amor del Padre, cuya misión en la tierra proporciona una evidencia irrefutable (Juan 3: 16; DTG 11).
35.
Espada.
Gr. romfáia, palabra que se emplea para designar una espada grande como la típica espada de Tracia. Debe distinguirse entre romfáia, la espada larga, y májaira, la espada corta romana, que aparece comúnmente en el NT. La espada de Goliat se describe como romfáia en la LXX. Se supone que la romfáia era un arma más formidable que la májaira, y se emplea aquí en forma figurada para describir el dolor que traspasó el corazón de María al pie de la cruz (Juan 19: 25; DTG 693, 700). Esta es en el NT la primera vislumbre de la pasión de Cristo reflejada en las profecías de Isa. 52: 14; 53: 12. Estas misteriosas palabras de Simeón tuvieron que haber penetrado en la mente de María como un sombrío y estremecedor presagio de lo que sucedería. Además, el hecho de que Simeón se dirigiera sólo a María parece indicar que José no sería testigo ocular de la escena del Calvario.
Tu misma alma.
María sin duda esperaba, como todos los otros judíos, que Jesús reinaría en gloria sobre el trono terrenal de David (cf. cap. 1: 32). Esta esperanza, que compartían aun los discípulos de Cristo, sólo serviría para que la frustración por el desenlace en la cruz fuera más amarga. Pero Dios en su misericordia le dio este indicio de lo que debía esperar.
Revelados.
Literalmente "descubiertos", "quitado el velo".
36.
Ana.
Gr. Hánna, del Heb. Jannah (ver com. 1 Sam. 1: 2). Esta venerable anciana llevaba el mismo nombre de Ana, madre de Samuel, fundador de las escuelas de los profetas. Según una tradición que aparece en un evangelio apócrifo (Protoevangelio de Santiago, cap. 1-10), María fue criada en el templo por Ana quien, según la tradición, era su madre. Esta es simplemente una ficción. No se puede comprobar esta tradición y en el relato evangélico no hay nada que insinúe que las dos mujeres mencionadas ya se conocían. La continua presencia de Ana en el templo habla elocuentemente del amor con que servía al Señor. El hecho de que Lucas mencione por nombre a una persona tan desconocida en el relato bíblico como lo fue Ana, es otro detalle que testifica en favor de la calidad de su registro evangélico.
Profetisa.
El don de la profecía fue concedido de vez en cuando a mujeres piadosas, así como a los hombres. Entre las profetisas estuvieron María (Exo. 15: 20), Débora (Juec. 4: 4), la esposa de Isaías (Isa. 8: 3), Hulda (2 Rey. 22: 14) y también las cuatro hijas vírgenes de Felipe (Hech. 21: 9).
De edad muy avanzada.
Literalmente "avanzada en muchos días". Ana tenía por lo menos 84 años (ver com. vers. 37), y es probable que ya pasara de los 100 años.
37.
Ochenta y cuatro años.
El original griego no permite saber con certeza si Ana era una viuda de 84 años de edad, o si era viuda desde hacía 84 años, y los comentadores tampoco concuerdan en cuanto a esto. La BJ da a entender que tenía 84 años de edad, y la RVR, que había sido viuda durante 84 años. Sin embargo, los detalles que se dan y las palabras que se emplean parecen indicar que los 84 años se refieren al tiempo durante el cual Ana había estado viuda. Si Ana se hubiera casado muy joven, a los 15 años, y estado casada por 7 años, y luego hubiera permanecido viuda durante 84 años, entonces habría tenido 106 años de edad, lo cual no sería imposible. Pero si hubiera tenido 84 años, también se la podría haber considerado como "de edad muy avanzada".
No se apartaba.
Algunos han entendido por esto, que Ana, como pensionista jubilada del templo, tenía una habitación dentro del recinto del templo, quizá junto con otras viudas, y que en pago de su alojamiento se dedicaba a la enseñanza de las jóvenes que venían al templo para recibir instrucción religiosa. No se sabe si en los tiempos de Jesús existía una disposición tal. Otros piensan que la afirmación "no se apartaba del templo" debe entenderse en el mismo sentido en que los discípulos, después de la ascensión, "estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios" (Luc. 24: 53; Hech. 2: 46). Es evidente que en este caso no se afirma que los discípulos residían en el templo, sino que asistían allí regularmente a los servicios religiosos y daban testimonio delante de la gente que allí se reunía (Hech. 3: 1; 5:12, 20-21, 25, 42, etc.). 689
De noche y de día.
Probablemente se aluda a los servicios de culto matutinos y vespertinos. No importa dónde hubiera vivido Ana (ver com. "No se apartaba"), es evidente que asistía fielmente a los cultos de mañana y de tarde. Su vida estaba consagrada al servicio de Dios. No tenía otros intereses que distrajeran su atención. Pablo elogia una vida tal como muy apropiada para la que "en verdad es viuda" (1 Tim. 5: 5).
38.
En la misma hora.
Es decir, cuando Simeón hablaba. Al oír el testimonio inspirado de Simeón acerca de Jesús, el corazón de Ana fue tocado por una percepción inspirada para que pudiera ver en el niño Jesús al Mesías prometido (DTG 37; cf. Mat. 16: 17). Dos testigos inspirados confirmaron de este modo, en la dedicación de Jesús, lo que María y José ya sabían acerca del niño.
Daba gracias.
El verbo griego que se emplea aquí connota la gratitud o alabanza que se da en aprecio de una dádiva o un favor recibido. Es, pues, evidente que Lucas se refiere a la alabanza de Ana sencillamente como una expresión de gozo al ver al Mesías.
Hablaba.
De acuerdo a la fuerza que expresa el tiempo del verbo griego, Ana "hablaba continuamente". Antes había hablado de las profecías que anticipaban la venida del Mesías, pero ahora podía hablar por experiencia personal que el Mesías ya había venido.
Los que esperaban.
Esta expresión revela que había un pequeño y ferviente grupo de personas que estudiaban las profecías y sabían que había llegado "el cumplimiento del tiempo" (Gal. 4: 4; cf. Dan. 9: 24-27; DTG 25-26; ver com. Luc. 2: 25).
En Jerusalén.
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) la omisión de la preposición "en"; por lo tanto también podría leerse "de Jerusalén", como lo traduce la BJ. Se ha sugerido que "la redendción de Jerusalén" sería entonces paralela con la "consolación de Israel" (vers. 25).
39.
Después de haber cumplido con todo.
[El regreso a Nazaret, Luc. 2: 39-40 = Mat. 2: 19-23. Comentario principal: Mateo y Lucas. Ver mapa p. 205.] Jesús, como judío que era, nació "bajo la ley" (Gál. 4: 4) y, por lo tanto, cumplió todos los requerimientos de "la ley del Señor", como Lucas llama aquí a las leyes levíticas relacionadas con la purificación y la presentación (Luc. 2: 22-24). Esas leyes habían sido dadas al pueblo de Israel por mano de Moisés, pero su Autor era Dios (Deut. 5: 31-33). Los Diez Mandamientos fueron los únicos que Dios dio directamente al pueblo (Deut. 5: 22), en el sentido de que los escribió él mismo y no por medio de Moisés.
Volvieron.
Lucas no menciona la visita de los magos ni la huida a Egipto, acontecimientos que sucedieron antes del regreso a Galilea (Mat. 2: 1-23). Una omisión similar de una parte de la narración aparece en Hech. 9: 26, donde Lucas insinúa que Saulo fue inmediatamente de Damasco a Jerusalén; sin embargo, es evidente por Gál. 1: 17-18 que hubo un intervalo de tres años antes de que Pablo regresara a Jerusalén; y es también evidente que la visita de los magos siguió a la dedicación en el templo, porque hubiera sido increíble que José llevara a María y a Jesús a Jerusalén después de haberle advertido un ángel que debía huir a Egipto para escapar de Herodes (Mat. 2: 13). Cuando la familia regresó a Nazaret, Herodes ya había muerto y su hijo Arquelao reinaba en su lugar (Mat. 2: 19-23). Arquelao reinó desde el año 4 a. C. hasta el año 6 d. C. Por lo tanto, el regreso a Nazaret tuvo que haber ocurrido en este período, quizá poco después de haberse iniciado el reinado de Arquelao.
Nazaret.
Ver com. Mat. 2: 23.
40.
El niño crecía.
Este pasaje describe la niñez de Jesús, hasta que tuvo 12 años (vers. 42), así como los vers. 51-52 describen su adolescencia y juventud. El desarrollo de la naturaleza humana y de la personalidad de Jesucristo siguió en forma normal, salvo que nunca cedió al pecado. Vivió dentro á el círculo familiar como lo haría cualquier niño y como cualquier joven normal. Pasó a través de los años que atañen al desarrollo físico, mental, espiritual y social como lo hace todo ser humano (ver com. vers. 52), con la salvedad de que ninguna falla estropeó el proceso de su crecimiento integral. Este desarrollo es un testimonio de la verdadera humanidad de Jesús, así como su perfección atestigua de su divinidad.
Se fortalecía.
Se emplean las mismas expresiones con referencia al desarrollo de Juan el Bautista (cap. 1: 80): "crecer" y "fortalecerse". Tanto Juan como Jesús fueron sanos y vigorosos.
Se llenaba de sabiduría.
El proceso del crecimiento mental corría paralelo con el crecimiento físico. Esta expresión sintetiza el crecimiento intelectual, moral y espiritual del niño Jesús (ver com. vers. 52). 690
La gracia.
O "favor", es decir la aprobación de Dios (ver com. vers. 52). Compárese con el testimonio directo del Padre cuando Jesús fue bautizado (cap. 3: 22).
41.
Sus padres.
[El niño Jesús en el templo, Luc. 2: 41-50. Ver mapa, p. 205; diagrama, p. 217.] La referencia que aquí se hace a José como uno de los "padres" de Jesús, no contradice en nada su nacimiento virginal, registrado explícitamente por Lucas (cap. 1: 31-35). Jesús aceptó durante su niñez el cuidado y la protección paternal de José (ver com. Mat.1: 24), se benefició con ese cuidado, y siendo ya joven estaba "sujeto" a José, así como todo joven debe someterse a su padre (Luc. 2: 51). Cuando María se dirige a Jesús (vers. 48) llama a José, "tu padre".
Iban... a Jerusalén.
El tiempo del verbo indica una acción repetida, lo cual muestra que José y María acostumbraban ir a Jerusalén para asistir a las fiestas religiosas anuales que allí se celebraban (ver com. Lev. 23: 2). En el caso de José, su asistencia a las tres grandes fiestas era requerida por la ley (ver com. Exo. 23: 14-17; Deut. 16: 16), y el hecho de que María acostumbrara acompañarle da testimonio de su dedicación a las cosas espirituales, porque la participación de las mujeres en las fiestas, a pesar de ser recomendada, no era obligatoria.
La pascua.
Esta es la primera de las tres grandes fiestas anuales, las otras eran Pentecostés y la fiesta de los tabernáculos (ver com. Exo, 23: 14-17; Lev. 23: 2). La pascua conmemoraba la liberación de los hebreos de la opresión de Egipto, y por lo tanto era un impresionante recordativo de la serie de dramáticos episodios mediante los cuales Dios había convertido a Israel en una nación independiente. La importancia que tenía la pascua para los judíos era tan grande, que siempre asistían a ella aunque les resultara imposible ir a Jerusalén para las otras fiestas. Era el punto culminante del año religioso, porque sin los acontecimientos que en esta fiesta se conmemoraban habrían permanecido como esclavos de los egipcios. Y no sólo esto, sino que, además, la pascua simbolizaba al Mesías (1 Cor. 5: 7), la esperanza de cuya venida mantenía unida a la nación y la sostenía de una a otra generación.
42.
Doce años.
Entonces, como ahora, cuando el niño judío cumplía doce años de vida, era confirmado como "hijo de la ley" y quedaba obligado a observar personalmente las diversas ceremonias religiosas. El 12.º año señalaba la transición de la niñez a la juventud. A los tres años de edad, se daba a los niños judíos la vestimenta con flecos prescrita por la ley de Moisés (ver com. Núm. 15: 38-41; Deut. 22: 12), y a la edad de cinco años debían aprender de memoria partes de la ley. Cuando cumplían el 12.º año debían llevar las filacterias o tefillin (ver com. Exo. 13: 9) en las horas de la oración, como lo exigía la tradición rabínica pero no la ley de Moisés (Mat. 23: 5). Jesús nunca aceptó como de origen divino las exigencias de estas tradiciones humanas (DTG 64). Según la Mishnah (Aboth 5. 21), los varones hebreos eran responsables de la observancia de los mandamientos al comenzar su 13er año, es decir, al cumplir su 12.º año. Si Jesús nació en el otoño (septiembre-noviembre) del año 5 a. C., lo que parece probable (ver p. 231), entonces cumplió 12 años en el otoño del año 8 d. C., y la primera pascua de la que pudo haber participado habría sido la del año 9 d. C., en la primavera.
Subieron.
Ver com. vers. 41. Los judíos que viajaban de Galilea a Judá en los días de Jesús, evitaban, si les era posible, tomar la ruta más corta que pasaba por Samaria, debido a la hostilidad entre judíos y samaritanos (DTG 451); por lo tanto, es probable que Jesús y sus padres hubieran hecho el viaje por otra ruta, quizá por el camino del valle del Jordán. Jesús ya había cumplido 12 años, y asistió a la fiesta de la pascua por primera vez; y es probable que esta fuera su primera visita a Jerusalén desde su dedicación, y que, por lo tanto, viera ahora por primera vez el templo (DTG 57-58).
Conforme a la costumbre.
El cumplimiento fiel de todos los requerimientos de la ley era algo característico en José y María (ver com. Mat. 1: 19; Luc. 2: 21-24).
43.
Acabada la fiesta.
Era costumbre degollar el cordero pascual a última hora en la tarde del día 14 de Nisán, y se lo comían esa misma noche después de la puesta del sol, en el día 15 (ver la primera Nota Adicional de Mat. 26). El día 15 de Nisán era también el primer día de la fiesta de los panes sin levadura, la cual continuaba hasta el 21. Estas fechas, del 15 al 21, se celebraban como reposo, sin importar el día de la semana en que cayeran (ver com. Exo. 12: 16; Lev. 23: 67). El día 16 se presentaba la ofrenda mecida delante del Señor. Se consideraba que las ceremonias 691 de los días 14 al 16 eran las más importantes; y el día 17, quienes habían visitado a Jerusalén para asistir a la Fiesta, podían regresar a su casa si así preferían. Una circunstancia señalada por Lucas (ver com. vers. 46) ha inducido a muchos comentadores a pensar que María y José partieron en este momento; sin embargo, la devoción con que observaban los requisitos de la ley ritual (ver com. vers. 41-42) bien podría haberlos inducido a permanecer en Jerusalén durante toda la fiesta y no únicamente durante el menor tiempo permitido por los rabinos. Ver diagramas p. 223.
Se quedó.
El espíritu obediente de Jesús, siendo aún niño, le daba a José y a María toda la razón para confiar en él. Su mentalidad "viva y aguda" caracterizada por "una reflexión y una sabiduría que superaban a sus años" (DIG 49), hacía que su obediencia no fuera ciega sino inteligente. Jesús, aun cuando era un niño, siempre estaba atento a los deseos (le sus padres y se anticipaba a satisfacerlos (DTG 60). Siempre parecía saber lo que tenía que hacer, y era fiel en hacerlo. En esta ocasión María y José dieron por sentado que se comportaría como lo había hecho en el pasado.
En esta visita a Jerusalén, Jesús comprendió por primera vez, en un sentido especial, que era el Hijo de Dios (DTG 57-58), y comenzó a percibir lo que significaba su misión terrenal. Anhelaba sinceramente comprender en forma más clara la naturaleza de la misión que le había sido encomendada y se quedó en el templo, la casa terreno] de su Padre celestial (Juan 2: 16), para disfrutar de una mayor comunión con él.
Los primeros años de la vida han sido ordenados por Dios como el tiempo cuando los niños deben aprender a pensar y a actuar por sí mismos y aceptar la responsabilidad de sus elecciones. Cuando son pequeños es necesario que dependan en buena medida de sus padres en estos asuntos, pero cuando concluye la adolescencia, se espera que hayan asumido el papel de personas maduras. Desde el mismo comienzo, los padres deberían procurar que sus hijos desarrollen la capacidad de elegir con inteligencia y de percibir su responsabilidad personal; pero cuando la niñez se transforma en adolescencia, el propósito de los padres debería ser fomentar el progreso en este sentido tan rápidamente como el niño pueda aceptar las responsabilidades de la madurez. Debe permitirse a los niños que hagan sus propias elecciones y actúen con independencia de sus padres tan pronto como demuestren la capacidad de hacerlo en forma inteligente. Hay pocos espectáculos que sean más tristes que ver a un joven que ya entra en la madurez y que, sin embargo, aún está atado a sus padres por sus limitaciones, propias de la niñez, de elegir y actuar. Nadie está menos preparado que tal joven para asumir las responsabilidades propias de la madurez. A los, jóvenes se les debe enseñar al mismo tiempo a apreciar y a considerar seriamente el consejo y la amonestación de sus padres y, a través de la vida, a procurar beneficiarse con la sabiduría y la experiencia de otros (ver com. vers. 51).
Niño.
Gr. páis, "niño" o "muchacho". En el vers. 40 la palabra traducida como "niño" es paidíon, diminutivo de páis.
José y su madre.
La evidencia textual establece (cf. p. 147) el texto "sus padres". Así lo traducen la BJ, BC y NC. (Ver com. vers. 41.)
44.
Pensando.
Jesús nunca había dado a sus padres cita razón válida para que se inquietaran. Pensaron que él conocía los planes de ellos de regresar con "la compañía" y que sabía cuándo debían partir.
Compañía.
Gr. sunodía , "grupo de viajeros" o "caravana", de sun, "juntamente con", y hodós, "camino". Los que asistían a las diferentes fiestas anuales en Jerusalén, solían viajar era grandes grupos para acompañarse y protegerse mutuamente. Todos los que iban de una aldea o pueblo, con frecuencia hacían planes para viajar, juntos en caravana. El bullicio de la partida de un grupo grande le habría dificultado a José y a María comprobar con todos los parientes y amigos dónde estaba Jesús. Si, como algunos suponen, las mujeres iban juntas delante de los hombres, no sería difícil que José y María se separaran poco después de emprender la marcha y que cada uno de ellos pensaba que, Jesús estaba con el otro.
Camino de un día.
El viaje de regreso a Nazaret llevaría varios días, si todo marchaba bien (ver com. vers. 42). Si regresaron por la ruta del Jordán, en el primer día de viaje probablemente habrían llegado sólo hasta Jericó, a unos 27 km de Jerusalén.
Le buscaban.
Buscaron persistente y minuciosamente. Ya podemos imaginarnos cuál no sería la creciente preocupación de José y de María mientras buscaban, ya tarde 692 ese día, después del "camino de un día", y siguieron buscando de pariente en pariente y de amigo en amigo por todo el lugar donde había acampado su caravana. Esta búsqueda debieron haberla hecho hasta bien entrada la noche; pero sus esfuerzos fueron en vano. Jesús no se encontraba en ninguna parte.
46.
Tres días después.
Es decir, tres días después del momento cuando por primera vez se dieron cuenta de que Jesús no estaba en el grupo. Sin duda José y María se levantaron temprano a la mañana siguiente para regresar a Jerusalén. Su corazón estaba lleno de terribles presentimientos, pues recordaban bien los desesperados intentos de Herodes para matar al niño. Si habían llegado hasta Jericó (ver com. vers. 44), ahora tenían que ascender más de 900 m por el escarpado camino hacia Jerusalén. Llegaron a la ciudad, y pasaron las pocas horas que les quedaban en este segundo día buscando a su hijo; pero todo fue en vano. La búsqueda de este día fue tan inútil como la de las últimas horas del día anterior. Al tercer día continuaron buscando. Su tristeza y angustia se convirtieron en gozo y alegría cuando en este día escucharon la voz de Jesús entre los que adoraban en el templo. Este tercer día fue, según el cómputo judío, el día cuando hallaron a Jesús en el templo (DTG 60). Según este sistema de cómputo inclusivo, el primer día y también el último día de un determinado período se incluyen aunque no hayan transcurrido completos al computar el número de días transcurridos (ver pp. 239-242).
El templo.
Gr. hierón, palabra que se refiere a todo el templo, incluyendo los atrios y los aposentos del sagrado recinto que rodeaban el templo. El edificio propiamente del templo solía llamarse naós. En uno de los patios o de los aposentos dentro del predio del templo funcionaba una escuela rabínica, especialmente en épocas de fiesta.
Sentado.
La posición característica del que aprende (cf. Hech. 22: 3).
Doctores.
Literalmente "maestros", es decir los rabinos o escribas versados en las Sagradas Escrituras y en la tradición oral (ver p. 57). Uno de los que más se había destacado en la anterior generación de maestros había sido Hillel el mayor, fundador de una influyente escuela del pensamiento judío. Shammai, maestro de la ley judía y más conservador, se distinguió un poco menos. Los "doctores" destacados en tiempos de Cristo eran Gamaliel, maestro de Saulo (Hech. 22: 3); Simeón, hijo y sucesor de Hillel; Nicodemo (ver com. Juan 3: 1,10), y posiblemente José de Arimatea (ver com. Mat. 27:57). Quizá uno o más de éstos estuvieron presentes en esta ocasión, pues se sabe que eran maestros activos en esa época. Era común encontrar a estos rabinos sentados entre sus alumnos en alguno de los salones o patios del templo, especialmente en día sábado o de fiesta. Algunos comentadores han sugerido que la mención de los "doctores" indica aquí que la fiesta de los panes sin levadura no había concluido, Y que José y María se habían retirado antes, como lo permitía la costumbre (ver com. Luc. 2: 43). Otros estudiosos suponen que era habitual que los maestros de la ley enseñaran a los que llegaban al templo en cualquier momento u ocasión.
Oyéndoles.
Es decir, escuchaba la exposición que hacían de las Escrituras y de la tradición, sus preguntas y sus respuestas a las preguntas que les hacían. El método habitual de instrucción rabínica era el de preguntas, respuestas y debate.
Preguntándoles.
Es decir, como un estudiante sincero y respetuoso. María y José habían esperado que Jesús se relacionara en esta visita a Jerusalén con los rabinos, respetados y sabios, y que los llegaría a respetar prestando mayor atención a sus enseñanzas (DTG 58). Sin embargo, pronto se hizo evidente que la comprensión que tenía, Jesús de las profecías era más clara que la de los rabinos. Sus penetrantes preguntas les abrían los ojos a verdades que ellos habían pasado por alto acerca de la misión del Mesías y del cumplimiento en ese tiempo de profecías que indicaban que el Mesías estaba por aparecer (DTG 58-59; cf. 22, 37, 182-183, 201, 222).
Entre esos acontecimientos estaba, sin duda, el del año 6 d. C., cuando el gobernante local, Arquelao, fue depuesto, y Judea fue organizada por primera vez como una provincia gobernada directamente por un procurador romano dependiente del gobernador de Siria. Judea se había considerado como un Estado vasallo bajo sucesivos imperios extranjeros; pero siempre había tenido un gobierno local administrado por príncipes o sacerdotes judíos (Zorobabel, Esdras, Nehemías y posteriormente los sumos sacerdotes), por sacerdotes-reyes macabeos, y aun en tiempo de Roma con el rey Herodes, natural de la región. Este nuevo acto tuvo que 693 haber hecho que muchos creyeran, debido a la segara palabra profético, que el Mesías debía aparecer pronto. Años antes el profeta había escrito: "No será quitado el cetro de Juda, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh" (ver com. Gén. 49: 10; DTG 25, 78-79).
47.
Se maravillaban.
Estos dirigentes religiosos no podían explicarse cómo un niño que, bien lo sabían, no había aprendido en las escuelas de los rabinos (DTG 59; ver com. Juan 7: 15), tuviera la profunda comprensión de las profecías que Jesús evidentemente tenía. Dios había sido su maestro por medio de los preceptos de María, mediante el estudio que Jesús mismo había hecho de los rollos de los profetas y, ahora, por las impresiones directas de verdad, mientras meditaba en los atrios del templo (DTG 51, 58). La enseñanza de los rabinos tendía, como contraste, a oscurecer antes que a aclarar la verdad; fomentaba la ignorancia en vez de impartir conocimiento (DTG 49).
Su inteligencia.
Se maravillaban de su comprensión de las Escrituras, especialmente de las profecías que señalaban la venida del Mesías, la misión de Israel entre las naciones y el establecimiento del reino mesiánico. Su comprensión de la Palabra de Dios no estaba opacada por las explicaciones torcidas y engañosas que solían dar los rabinos y los ancianos. Jesús no sólo conocía la letra de las Escrituras sino también el espíritu de ellas. No hacía caso de la interpretación rabínica. Su pensamiento no estaba confundido por los errores.
Sus respuestas.
Estos venerables maestros hicieron un sinnúmero de preguntas a Jesús tratando de sondear la profundidad de su conocimiento de las Escrituras, y quedaron maravillados por sus respuestas claras y lógicas, todas basadas en las Escrituras. Esos maestros de Israel pensaban: Si Jesús, un niño sin instrucción, posee una comprensión tan profunda de la ley y de los profetas, cuál no sería su capacidad si ellos pudieran proveerle de una educación completa. Así como un profesor de canto se da cuenta del potencial latente en una voz naturalmente hermosa, pero que no ha sido educada, ellos, sin duda, vislumbraban en Jesús el mayor maestro que Israel jamás hubiera tenido.
48.
Cuando le vieron.
María y José estaban maravillados de lo que habían podido oír de la conversación de Jesús con los doctores de la ley. Pero más que eso, quedaron atónitos por la apariencia de Jesús: "En su rostro había tina luz que los admiraba. La divinidad fulguraba a través de la humanidad" (DTG 60) por primera vez, como testimonio de la verdad de que el Hijo del hombre no era otro que el Hijo de Dios (ver com. Mat. 1: 11, Nota Adicional de Juan 1).
Tu padre y yo.
José aparece por última vez en todo el relato evangélico como "padre" de Jesús. Como Jesús había comprendido su relación con su Padre celestial, era apropiado que su "padre" terrenal desapareciera del cuadro evangélico (ver com. vers. 51). El silencio de las Escrituras acerca de, José desde este momento indica que no vivió para el comienzo del ministerio público de Cristo (DTG 119). Con referencia a José como "padre" de Jesús, ver com. vers. 33.
49.
¿Por qué?
Las palabras de Jesús no reflejan resentimiento porque sus padres estuvieran afligidos por él, sino una inocente sorpresa de que hubieran experimentado dificultades y preocupación hasta encontrarlo. ¿Por qué les había resultado tan difícil hallar a su Hijo? ¿En qué otra parte de Jerusalén podían esperar encontrarlo sino en el templo? Ellos conocían su interés y dedicación a las cosas religiosas. ¿Por qué lo habían "buscado con angustia? ¿Acaso alguna vez les había dado motivo de preocupación? Sencillamente, se había quedado en el templo cuando ellos partieron. Allí lo habían dejado (DTG 58) y allí podían esperar encontrarlo de nuevo. Además, no se les había escapado; se habían ido dejándolo atrás. La culpa era de sus padres y no debían haberlo censurado. Sin embargo, el hecho de que, Jesús comprendiera cuál era la relación con su Padre celestial no disminuía el sentido de su deber para con sus padres terrenales (cf. vers. 51).
En los negocios de mi Padre.
Literalmente "en lo de mi Padre". María acababa de referirse a José como "padre" de Jesús (vers. 48). Jesús no negó directamente esa relación, pero afirmó claramente que el Dios del cielo era su Padre. Jesús comprendió y proclamó por primera vez en su vida que era el divino Hijo de Dios. Es digno de notar que Jesús afirmó su deidad con estas palabras suyas, que son las primeras que se registran de él en el Evangelio. La comprensión del misterio de la obra que debía cumplir en la tierra nació en su propio corazón (DTG 61); pero sus padres "no entendieron las palabras que les habló" (vers. 50).694
El plan de la vida de Cristo "estuvo delante de él, perfecto en todos sus detalles" (DTG 121), antes de que viniera a esta tierra. Así como hubo un momento preestablecido para la encarnación (Gál. 4: 4; DTG 23), "cada acontecimiento de su obra tenía su hora señalada" (DTG 415). Sin embargo, cuando Jesús vicio a la tierra y mientras andaba entre los hombres, fue guiado paso a paso por la voluntad de su Padre, que le era manifestada día tras día (DTG 120-121). Con referencia a la vida de oración de Jesús, el medio por el cual la conducción divina se, hacía realidad en su vida, ver com. Mar. 1: 35; 3: 13.
Jesús expresó vez tras vez la idea de que su "tiempo aún" no había "llegado" (Juan 7: 6, 8), pero durante la última pascua dijo: "mi tiempo está cerca" (Mat. 26: 18). Tenemos el privilegio de vivir una vida consagrada diariamente al Padre así como lo hizo Cristo, y de ser guiados en el cumplimiento de la parte que nos ha asignado en su gran plan (DTG 179; Juan 15: 10).
El Señor Jesús había sido igual al Padre durante toda la eternidad (ver com. Juan 1: 1-3), pero en el momento de la encarnación aceptó un papel subordinado al Padre (ver Nota Adicional de Juan 1; com. Luc. 1: 31, 35; Juan 1: 14). Jesús comprendió por primera vez en este momento -a los 12 años de edad- que era el Hijo del Padre celestial, y se dio cuenta de su papel de hombre entre los hombres.
Me es necesario estar.
Jesús siempre había sido leal al deber, siempre había cumplido fielmente todas las tareas que se le habían asignado. Aún siendo niño, Jesús ya comprendía que no debía hacer su propia voluntad, sino la voluntad de su Padre celestial (Mat. 7: 21; 26: 39; Juan 4: 34).
50.
No entendieron.
Jesús había preguntado a sus padres: "¿No sabíais ... ?"; pero ellos "no entendieron" que les quería decir que su padre no era José, sino Dios. María sabía que Jesús "había negado que fuera hijo de José y se había declarado Hijo de Dios" (DTG 61), pero no captó el significado pleno de sus palabras, especialmente en su aplicación a la obra de la vida de Cristo. Desde este momento la conducta de, Jesús fue un ministerio para sus padres (DTG 69). El pronombre "ellos" sin duda se refiere a María y a José. Si aun "ellos" no pudieron entender, lo mismo tuvo seguramente que haberle ocurrido a los doctores de la ley y a las otras personas presentes.
51.
Estaba sujeto.
[Adolescencia y juventud de Cristo, Luc. 2: 51-52. Ver mapa, p. 205: diagrama p. 217.] Es decir, les obedecía. Aunque Jesús claramente afirmaba que no era hijo de José, se sometió respetuosamente a él, como se espera que un hijo se someta a su padre mientras permanezca bajo el techo paterno. Durante 18 años antes de irse de su hogar, Jesús comprendió que era Hijo de Dios; sin embargo, durante esos 18 años obedeció siempre a quienes eran sus tutores terrenales. Como Hijo de Dios podría haber considerado que no estaba sujeto a la jurisdicción paterna, pero como ejemplo para todos los, jóvenes, fue obediente a sus padres humanos. Por eso es evidente que la respuesta de Jesús (vers. 49) de ningún modo significa que repudiara la autoridad de José y de María.
Durante aquellos 18 años Jesús fue conocido por los vecinos como "el carpintero" de Nazaret (Mar. 6: 3) y el "hijo del carpintero" (Mat. 13: 55). José murió en algún momento de los 18 años mencionados, pues al terminar ese tiempo se habla de la "carpintería que había sido de José" (DTG 84; cf. 118-119). La última referencia bíblica indirecta a José en el relato de la vida de Cristo, se halla en Luc. 2: 51 (ver com. vers. 48).
Guardaba.
Gr. diat'réo, "guardar cuidadosamente". María se aferraba a estas "cosas" y las atesoraba fielmente en su recuerdo (ver com. vers. 19).
52.
Jesús crecía.
Los años de la niñez, adolescencia y juventud de Cristo fueron años de un desarrollo armonioso de sus facultades físicas, mentales y espirituales (Ed 11). La meta a la cual aspiraba era la de reflejar perfectamente el carácter de su Padre celestial. En él estaba ahora la humanidad perfecta, restaurada a la imagen de Dios. El breve ministerio de tres años y medio fue precedido por treinta años de constante preparación. La declaración del vers. 40 se refiere en primer lugar a la niñez de Jesús, mientras que la del vers. 52 se refiere particularmente a su adolescencia y juventud. Se hacen afirmaciones similares acerca de la juventud de Samuel (1 Sam. 2: 26) y de Juan el Bautista (Luc. 1: 80).
Las leyendas acerca de la niñez y de la juventud de Jesús que aparecen en los evangelios apócrifos, escritos en los primeros siglos de la era cristiana, son diametralmente opuestos a la sencilla dignidad, la hermosura y la fuerza del relato bíblico. Algunas de estas 695 leyendas aparecen en la obra apócrifa, 1 Infancia 7: 1-35; 13: 1-13; 15: 1-7; 16: 1-16; 18: 1-19. Parece que Jesús no hizo ningún milagro antes de comenzar su ministerio público (cf. DTG 53, 55, 71).
Sabiduría.
Gr. sofía, "sabiduría", "entendimiento", "prudencia"; en esta palabra están comprendidas las capacidades mentales más elevadas. Aquí se habla de la excelencia mental en su sentido más elevado y más amplio (ver com. cap. 1: 17). Sofía no sólo comprende el conocimiento sino también la capacidad y el juicio para implicar ese conocimiento a las circunstancias y a las situaciones de la vida. Para entender debidamente como Cristo hizo frente a los problemas de la vida, es importante reconocer que no nació con conocimiento, entendimiento y sabiduría, ni fue dotado de esas cualidades en forma sobrenatural, sino que aumentó o creció en sabiduría. "Todo niño puede aprender como Jesús" (DTG 51).
Estatura.
Jesús participó del mejor tipo de ejercicio, el ejercicio útil, que tiene la virtud de impartir verdadera fuerza física y desarrollar plenamente las facultades. Estas actividades en la carpintería lo prepararon para llevar su porción de las cargas de la vida; así se benefició Y fue una bendición para otros (DTG 52-53).
Gracia para con Dios.
Desde que comenzó a razonar, Jesús creció constantemente en gracia espiritual y en conocimiento de la verdad. Crecía en fuerza moral y entendimiento por las horas que pasó solo en medio de la naturaleza -especialmente durante las primeras horas del día- meditando, escudriñando las Escrituras y buscando a su Padre en oración (DTG 69). En Nazaret, conocida por su maldad aun en esa generación perversa, Jesús estuvo siempre expuesto a la tentación y estaba constantemente en guardia para conservar la pureza de su carácter (DTG 52, 90).
Al terminar sus años de preparación para el servicio, el Padre dio testimonio de él: "Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia" (cap. 3: 22). Era un ejemplo viviente de lo que significa ser perfecto, como nuestro "Padre que está en los cielos es perfecto" (Mat. 5:48; DTG 52-53).
En cuanto a la manera en que Jesús hizo frente a las tentaciones y las venció, ver com. Mat. 4: 1-11; 26: 38-41; Luc. 2: 40; Heb. 2: 17; Material Suplementario de EGW sobre Luc. 2: 40.
Los hombres.
En lo concerniente a su personalidad, Jesús se distinguía por su carácter especialmente amable (DTG 49, 219), una paciencia imperturbable (DTG 49-50), la gracia de la cortesía desinteresada (DTG 49), la alegría y el tacto (DTG 54, 66), la simpatía y la ternura (DTG 54-55) y la gracia y modestia juveniles (DTG 59). Desde la niñez el único propósito de su vida fue bendecir a otros (DTG 51, 69, 71), y sus manos voluntarias siempre estuvieron dispuestas a servirlos (DTG 65). Cumplía fielmente los deberes de hijo, hermano, amigo y ciudadano (DTG 52, 61 ).
El perfecto desarrollo del carácter sin pecado de Jesús, desde la niñez hasta la juventud, es quizá el hecho más admirable de toda su vida. Asombra a la imaginación. Y como se afirma que Jesús no tuvo oportunidades que Dios no esté dispuesto a proporcionar a nuestros hijos (DTG 50), bien podríamos preguntarnos: "¿Cómo puede hacerse esto" (Juan 3: 9).
En primer lugar, "Jesús aceptó la humanidad cuando la especie [humana] se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado. Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia" (DTG 32). Se le permitió "arrostrar los peligros de la vida en común con toda alma humana, pelear la batalla como la debe pelear cada hijo de la familia humana, aun a riesgo de sufrir la derrota v la pérdida eterna" (DTG 33). En segundo lugar, el niño Jesús no fue dotado en forma sobrenatural con sabiduría superior a la de otros niños normales. Pensaba, hablaba y actuaba con la sabiduría de un niño (DTG 50-52; PVGM 61). "Pero en cada etapa de su desarrollo era perfecto, con la sencilla y natural gracia de una vida exenta de pecado" (PVGM 61). En tercer lugar, el ambiente en el cual se crió Jesús -la proverbial maldad de Nazaret- lo sometió a "todos los conflictos que nosotros tenemos que arrostrar" (DTG 52; cf. 91), y sin embargo, en su niñez y en su juventud su vida no fue mancillada ni aun por un solo mal pensamiento ni una mala acción (DTG 67).
El carácter de los hijos es determinado en gran medida por el precepto y el ejemplo de los padres. Cuando los niños tienen el privilegio de ver en la vida de sus padres el reflejo de la ternura, la justicia y la paciencia de Dios, llegan a conocerle como él es (PP 316). El cultivo del amor a los padres terrenales, la confianza en ellos y el obedecerles, prepara 696 los hijos para amar a su Padre celestial, confiar en él y obedecerle (ver PR 184-185; 4T 337; com. Mat. 1: 16). Si los padres se acercan humildemente al Salvador, dispuestos a dejarse guiar por él en la educación de sus hijos, se les promete que recibirán suficiente gracia para modelar el carácter de sus hijos, así como lo hizo María con el del niño Jesús (DTG 49; cf. 473).
Los padres que quieren ver el carácter de Jesús reflejado en sus hijos, deberán valerse del caudal de consejos inspirados que existen sobre este importante tema y aplicarlos con diligencia y paciencia dentro del círculo familiar (ver PVGM 58-67, 261-300; DTG 49-55, 64-71; MC 269-306). A semejanza de Abrahán, mandarán "a sus hijos y a su casa después de sí" (ver com. Gén. 18: 19) con bondad, paciencia y comprensión (Efe. 6: 4: Col. 3: 21), pero siempre con firmeza (ver com. Prov. 13: 24; 19: 18).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-3, 7 DTG 30
1-20 DTG 29-33
7-11 DTG 31
8-9 MC 379
10 Ev 284
10-11 DTG 198; Fe 252
10-14 CS 360; MeM 374
12-14 PE 153
14 CS 50: DTG 31, 274, 744; HAp 462; OE 300, 484; PP 51; 6T 421; 8T 139; Te 252
18-20 DTG 32
21-38 DTG 34-40
22,24 DTG 34
25 CS 361
25-26 DTG 37
29-32 CM 342; DTG 37; FE 448
32 CS 361; DTG 430
34 DTG 198
34-35 DTG 37, 39; 4T 55
35 DTG 119
36, 38 DTG 37, 198
39-40 PP 643
40 CM 108, 113, 137; CN 173, 190, 323; DTG 49; Ed 73; FE 392, 418, 438, 443; HAd 262, 460; MC 311; MeM 307; MJ 76; PVGM 61; 8T 223
41-42 DTG 56
41-51 DTG 56-63
42-47 6T 75
43-45 DTG 59
46-47 Ev 107; FE 400
46-49 DTG 60
48-49 MC 12; OE 116
49 DTG 120, 450; FE 392; PVGM 225
51 FE 142, 393; 3T 566; 5T 42
51-52 FE 438; MeM 308
52 CM 109, 199, 342; CN 173, 190; DTG 49, 54; FE 392, 400, 448; HAd 262, 269; 1JT 115; MC 269; MeM 307; PVGM 61
LUCAS - CAPÍTULO 3 - AUDIO
1 Predicación y bautismo de Juan, 15 y su testimonio en cuanto a Cristo. 20 Herodes encarcela a Juan. 21 Cristo es bautizado y recibe la aprobación del cielo. 23 Edad y genealogía de Cristo a partir de su padre José.
1 EN EL año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia
2 y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
3 Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados,
4 como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice:
Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas.
5 Todo valle se rellenará, se bajará todo monte y collado Los caminos torcidos serán enderezados, Y los caminos ásperos allanados;
6 Y verá toda carne la salvación de Dios. 7 Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
9 Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego.
10 Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos?
11 Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.
12 Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?
13 El les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado.
14 También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario.
15 Como el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo,
16 respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
17 Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.
18 Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo.
19 Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho,
20 sobre todas ellas, añadió además esta: encerró a Juan en la cárcel.
21 Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió,
22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.
23 Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años, hijo, según se creía, de José, hijo de Elí,
24 hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José,
25 hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahúm, hijo de Esli, hijo de Nagai,
26 hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá,
27 hijo de Joana, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri,
28 hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er,
29 hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat,
30 hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,
31 hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán,
32 hijo de David, hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salmón, hijo de Naasón,
33 hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá,
34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abrahán, hijo de Taré, hijo de Nacor,
35 hijo de Serug, hijo de Regau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala,
36 hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,
37 hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán,
38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.
1.
En el año decimoquinto.
[Predicación de Juan el Bautista, Luc. 3:1-18 = Mat. 3:1- 12 = Mar. 1.-1-8. Comentario principal: Mateo y Lucas. Ver diagrama p. 218.] En la antigüedad se computaban las fechas de los acontecimientos según los años del reinado de los reyes o citando los nombres de los funcionarios bajo cuya jurisdicción ocurrían los sucesos. No había una cronología universal que se pueda comparar con la que usamos hoy. Los seis detalles históricos que Lucas presenta aquí ocasionan, en algunos aspectos, ciertos problemas cronológicos a los estudiosos 698 de la Biblia; sin embargo, esos mismos detalles señalan con certeza que Lucas era un historiador preciso y exacto (ver com. cap. 1: 1-4), lo cual testifica que su Evangelio es digno de confianza. La principal dificultad cronológica que hay en este pasaje es hacer coincidir "el año decimoquinto del imperio de Tiberio César" con otros datos cronológicos que existen de la vida de Cristo y con el sistema de fechas de la era cristiana. Con referencia a este problema, ver pp. 234-238.
Aunque suele considerarse que Lucas era gentil, es posible que aquí empleara la forma de cómputo cronológico común entre los Judíos. Si se calculan los años del reinado computando el año de otoño a otoño, sin contar como año de ascensión al trono la parte del año entre la entronización y el año nuevo (ver t. II, pp. 139-143) el primer año de Tiberio habría terminado en el otoño (septiembre-noviembre) del año 14 d. C. Por lo tanto, su decimoquinto año habría comenzado en el otoño del año 27 d. C. y habría terminado en el otoño del año 28 d. C. El bautismo de Jesús ocurrió en el otoño del año 27 (DTG 200), a comienzos del año quince de Tiberio. Esta fecha y su relación con la profecía de las 70 semanas se discute en com. Dan. 9: 25, 27. Ver también DTG 84-88.
Otro procedimiento utilizado por algunos para determinar la fecha del comienzo del ministerio de Cristo, se basa en Juan 2:13, 20, donde se sitúa la primera pascua del ministerio público de Jesús en el año 46 del templo (Juan 2:20). Este problema se trata en las pp. 233-234. Con referencia a la expresión "como de treinta años", ver com. Luc. 3:23.
Tiberio.
Ver p. 237. Excepto la mención de Augusto en Luc. 2:1, todas las referencias que se hacen al "César" en los Evangelios se aplican a Tiberio César. Tiberio se destacó por sus triunfos en diversas campañas militares antes de que fuera nombrado gobernador militar de las provincias, siendo aclamado como el "primer soldado del imperio". Fue reconocido por su estricta disciplina, por haber sido considerado en el cobro de impuestos y por su estricta economía en la administración. Fomentó el comercio y las comunicaciones. En su honor, el mar de Galilea recibió el nombre de mar de Tiberias (Juan 6: 1; etc.). Ver diagramas 3, 11, pp. 218, 224.
Gobernador.
El gobernador o procurador era un administrador de orden ecuestre nombrado por el emperador como gobernante de una subdivisión de una provincia. En ese tiempo Judea era una subdivisión de la provincia romana de Siria. (ver p. 67; com. Mat. 27:2).
Poncio Pilato.
Fue el quinto en la serie de procuradores nombrados por Roma después de la deposición y del destierro de Arquelao en el año 6 d. C. (ver com. Mat. 2: 22). Pilato sucedió a Valerio Grato aproximadamente en el año 26 d. C., y fue destituido por Tiberio en el año 36 d. C. por su conducta indebida mientras ejercía el mando. Ver pp. 69-70; diagramas 3, 11, pp. 218, 224.
Herodes.
Herodes Antipas (ver com. Mat. 2:22), fue designado por su padre, Herodes el Grande, como tetrarca de Galilea y Perea. Este nombramiento fue confirmado más tarde por Augusto. La madre de Herodes era samaritana. Este Herodes se casó con su sobrina Herodías, esposa de su medio hermano (ver diagrama p. 40), matrimonio objetado por los Judíos y por el cual Herodes Antipas fue reprendido por Juan el Bautista (Luc. 3:19-20). Jesús con toda propiedad lo llamó "zorra" (cap. 13:31-32), y se refirió a su mala influencia utilizando la figura "levadura de Herodes" (Mar. 8: 15). Pilato envió a Jesús a Herodes Antipas durante el transcurso del juicio del Salvador (Luc. 23:7-15). El nombre Antipas es una forma contracta de Antípater, abuelo de Herodes Antipas. Aunque sólo era tetrarca, gobernó prácticamente como rey desde la muerte de su padre Herodes el Grande hasta que fue destituido alrededor del año 39 d. C. (Josefo, Antigüedades xvii. 11. 4; Guerra ii. 6. 3). Parece que por simple cortesía se le permitió ostentar el título de rey (Mar. 6:14; ver pp. 65-66; diagramas 3, 11, pp. 218, 224 y mapa frente a la p. 353).
Tetrarca de Galilea.
Antipas hizo acuñar monedas en las que aparecía con el título de "tetrarca". Al principio "tetrarca" era, estrictamente hablando, el gobernador de la cuarta parte de una provincia, pero posteriormente el término se comenzó a usar para designar a cualquier gobernante que tuviera menos jerarquía que un rey.
Felipe.
Hijo de Herodes el Grande (ver diagrama, p. 40) y probablemente el más justo y juicioso de todos los hijos de Herodes el Grande (Josefo, Antigüedades xviii. 4. 6). Se casó con Salomé, hija de Herodías y de Herodes Felipe I, poco después del episodio registradoen Mar. 6:22-25 (Josefo, Antigüedades xviii. 5. 4). Felipe fue el primero de la familia de los herodiaiios que hizo grabar la efigie de 699 Augusto y de Tiberio en las monedas que ordenó acuñar. Los judíos consideraron que eso era idolatría, pero afortunadamente para Felipe sus súbditos eran casi todos paganos. Reconstruyó la ciudad de Cesarea de Filipo al pie del monte Hermóti, poniéndole ese nombre en homenaje a Tiberio César y a sí mismo (Josefo, Antigüedades xviii. 2. 1; Guerra ii. 9. 1). Reconstruyó la ciudad de Betsaida Julias, a la que puso el nombre de la hija de Augusto. En esta ciudad, en el extremo norte del mar de Galilea, vivieron Pedro, Andrés y Felipe (Juan 1:44; 12:21). Felipe gobernó durante 37 años, desde el año 4 a. C. hasta 34 d.C. (ver diagramas 3, 11, pp. 218, 224).
lturea.
Región situada al noreste del mar de Galilea y al este de Cesarea de Filipo. Algunos han pensado que el nombre deriva de Jetur, hijo de Ismael (Gén. 25:15). Ver mapa frente a la p. 353.
Traconite.
Región al este de Iturea. El nombre evidentemente deriva del Gr. trajús, que significa áspero o pedregoso, adjetivos que describen bien esa región. Sus soldados se destacaron como hábiles arqueros.
Lisanias.
Los críticos de la Biblia afirmaron durante largo tiempo que el hecho de que Lucas mencionara a Lisanias como tetrarca de Abilinia era un grave error cronológico. Señalaban que el único gobernante conocido por ese nombre en ese lugar fue un hijo de Tolomeo, que había sido rey y no tetrarca, que su capital estuvo en Chalcis en Celesiria y no en Abilene, y que reinó desde el 40 hasta el 36 a. C. Aunque debe admitirse que no se tienen mayores datos acerca de Lisanias para confirmar la aseveración de Lucas, existen hoy suficientes evidencias en cuanto a este tetrarca, hasta el punto de que en la Enciclopedia de la Biblia (Barcelona: Editorial Garriga, 1964) se afirma que "se le ha dado la razón al evangelista" (ver "Lisanias"). Josefo habla de "Abila de Lisanias" (Antigüedades xix. 5. 1.) y de la tetrarquía de Lisanias (Antigüedades xx. 7. 1; Guerra ii. 11. 5). Se encontró una medalla en la cual se nombra a un tal Lisanias como "tetrarca y sumo sacerdote". Se sabe que durante el reinado de Tiberio la región de Abilinia fue gobernada por un tetrarca Lisanias; y finalmente se ha encontrado en Abilene una inscripción que data del período comprendido entre los años 14-29 d. C., en la cual aparece Lisanias como tetrarca.
Abilinia.
Distrito situado entre Damasco y las montañas del Antilíbano.
Sumos sacerdotes.
Caifás era oficialmente el sumo sacerdote, pero Anás, destituido por los romanos, era respetado por el pueblo como sumo sacerdote (Juan 18: 13, 24; Hech. 4:6). El oficio de sumo sacerdote originalmente era hereditario y vitalicio; pero durante el gobierno herodiano y el romano se nombraba y se destituía a los sumos sacerdotes en rápida sucesión. Uno de ellos ejerció sólo durante un día. Desde la entronización de Herodes el Grande en el año 37 a. C. hasta la caída de Jerusalén en el año 70 d. C., 28 personas ocuparon ese sagrado puesto, con un promedio de unos cuatro años cada uno.
2.
Anás.
Nombrado sumo sacerdote por Quirinio, gobernador de Siria alrededor del año 6 ó 7 d. C., Y destituido en el año 14 ó 15 d.C. por Valerio Grato (Josefo, Antigüedades xviii. 2. 2), quien precedió a Pilato como procurador de Judea. Anás tuvo cinco hijos; todos ellos fueron sumos sacerdotes como también lo fue su yerno Caifás. Este cargo fue ocupado intermitentemente por miembros de su familia durante unos 50 años después que Anás fue destituido. Aunque éste ya no ejercía el sumo sacerdocio durante el ministerio de Jesús, aún seguía siendo considerado como legítimo sumo sacerdote por un buen número de sus compatriotas (Hech. 4:6).
Caifás.
Yerno de Anás. Nombrado sumo sacerdote por Valerio Grato alrededor del año 18 ó 19 d. C. Ocupó el puesto aproximadamente hasta el año 36 d. C.; por lo tanto, fue oficialmente sumo sacerdote durante todo el ministerio de Jesús. Era saduceo, orgulloso y cruel, prepotente e intolerante; pero su carácter era débil y vacilante (Juan 11:49-50; DTG 497-498, 651). Ver diagramas 1, 3, pp. 217-218.
Juan.
Ver com. Mat. 3: 1. Sólo Lucas llama a Juan hijo de Zacarías (Luc. 1:67). Parece que los datos cronológicos de Mat. 3:1 se aplican al momento cuando fue "palabra de Dios a Juan", es decir, cuando Dios lo llamó a cumplir la misión que se le había asignado y le dio la "palabra", o mensaje específico que debía proclamar. Tal vez Juan comenzó su ministerio cerca de la pascua del 27 d. C. (ver diagrama p. 220).
El desierto.
Ver com. Mat. 3: 1. Los tres Evangelios sinópticos afirman que Juan estuvo "en el desierto" para hacer destacar que se apartaba de los lugares donde la gente solía congregarse. Es probable que la "palabra de Dios" le fuera dada a Juan en el desierto de 700 judea, pues allí había transcurrido una gran parte de su adolescencia y los primeros años de su juventud (ver com. Luc. 1:80); pero, en realidad, comenzó a predicar y a bautizar en Perea, frente a Jericó (Juan 10:40; DTG106; ver com. Luc. 1:80; Juan 1:28).
3.
Región.
Gr. períjÇros, "región circundante", "región vecina" (ver com. Mat. 3:1, 5). Juan comenzó a predicar y a bautizar en "Betábara, al otro lado del Jordán" (ver com. Juan 1:28). Más tarde, Juan aparece "junto a Salim" (ver com. Juan 3:23); pero la mayor parte de su ministerio se desarrolló en el desierto (DTG 191).
Predicando.
Gr. k'rússÇ, "proclamar". Juan proclamó el valor y la necesidad de bautizarse y de abandonar el pecado (ver com. Mat. 3:2, 6) como una preparación indispensable para la venida del Mesías y de su reino.
El bautismo del arrepentimiento.
Ver com. Mat. 3: 2, 6; cf. Isa. 1: 16. El "arrepentimiento" predicado por Juan abarcaba mucho más que la confesión de los pecados pasados (Sal. 32: 1). Como lo demuestran sus palabras de admonición (Luc. 3:9-14), el "arrepentimiento" debía ser seguido inmediatamente por una nueva vida en la cual debían ponerse en práctica los principios de justicia ya revelados en las Escrituras (cf. Miq. 6:8).
Perdón.
Gr. áfesis, "remisión", "perdón", o literalmente, "un despido". El arrepentimiento y la confesión, y por lo tanto también el perdón, debían preceder al bautismo, y eran los primeros pasos que debían darse en la preparación del "camino del Señor" para enderezar "sus sendas", para rellenar los valles y bajar los montes del carácter (Luc. 3: 4-5; cf. Mat. 3: 6). Lucas emplea más la palabra áfesis que todos los otros autores del NT juntos.
4.
Sendas.
La palabra griega se refiere a sendas muy transitadas.
5.
Todo valle.
Es decir, toda barranca o cañada, todo lugar áspero del camino. Sólo Lucas añade los detalles de los vers. 5-6, tomados de Isa. 40: 4-5. La obra que aquí se describe es una ilustración apropiada de la transformación de carácter que acompaña a la genuina conversión. Las alturas del orgullo y del poder humanos debían ser abatidas (DTG 186; ver com. Mat. 3: 3).
6.
Verá toda carne la salvación.
En Isa. 40: 5, de donde cita Lucas, se lee: "Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne, juntamente la verá". Cuando Simeón contempló al niño Jesús en el templo, exclamó: "Han visto mis ojos tu salvación" (Luc. 2: 30). Jesús vino a la tierra a revelar la gloria del carácter de Dios, y nosotros, al contemplar "la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen" (2 Cor. 3: 18).
7.
Decía.
El empleo del tiempo verbal imperfecto indica que Juan habló muchas veces, recalcando, sin duda, el mismo tema. Por lo tanto, no debe entenderse que Lucas se refiere aquí a un sermón específico, predicado por Juan en una determinada ocasión, sino que más bien presenta un resumen, de varios sermones, de los puntos especiales que impresionaban a los oyentes (ver com. vers. 18).
Multitudes.
Gr. ójlos, "muchedumbre", "gentío".
Salían.
Ver com. Mat. 3: 5.
Para ser bautizadas.
Ver com. Mat. 3: 6.
Generación.
Gr. génn'ma, "descendencia", prole". Estas palabras fueron dirigidas específicamente a los fariseos y a los saduceos (ver com. Mat. 3: 7). Las ilustraciones concretas que usa Juan en su predicación, poniendo énfasis en las escenas comunes y cotidianas del campo, nos recuerdan los mensajes de profetas del AT tales como Joel y Amós, y las parábolas de Cristo. Nótese la rápida sucesión de figuras literarias: los obreros que reparan un camino, generación de víboras, frutos, el hacha puesta al tronco de un árbol, el siervo que desata el calzado de su amo. un bautismo de fuego, la era con un aventador, su montón de grano v el tamo llevado por el viento.
¿Quién os enseñó?
El profeta del desierto puso en duda con esta penetrante pregunta los motivos de los fariseos y de los saduceos. Sus motivos y sus ideales eran ajenos a los principios del reino de los cielos. En esa condición presente no recibirían una mejor bienvenida en este reino que la que se hubiera dado a una camada de víboras en la era en época de cosecha (ver Luc. 3: 17; cf. com. Mat. 3: 7).
Ira venidera.
Ver com. Mat. 3: 7; cf. Luc. 3: 18.
8.
Haced.
Ver com. Mat. 3: 8.
Por padre.
En griego, la palabra traducida como "padre" está en posición enfática.
9.
El hacha está puesta.
Ver com. Mat. 3: 10.
10.
La gente.
Literalmente, "las multitudes".
Preguntaba.
La gente preguntaba después de cada discurso cómo podría aplicar esos principios a los problemas de su propia vida. 701 A cada uno Juan le daba el consejo apropiado (vers. 10-14).
¿Que haremos?
Las palabras de Juan el Bautista, inspiradas por el Espíritu Santo, conmovieron los corazones hasta que la gente sintió anhelo de hacer algo inmediatamente para prepararse para la "ira venidera" (vers, 7) y el reino de Dios (vers. 4). Un sermón que no conmueve a los oyentes y produce una respuesta positiva, no ha alcanzado su propósito. Juan era un poderoso evangelista. Después de exhortar a la gente a prepararse para la venida del Señor, le pidieron que les explicara cómo hacerlo. Juan respondió señalando a cada persona o grupo los pecados que los acosaban, indicando así a cada uno por dónde debía comenzar. Josefo escribió que Juan "era un hombre bueno, y mandaba a los judíos a que practicaran la virtud, tanto en su justicia mutua como en su piedad para con Dios, y que luego procedieran a bautizarse" (Antigüedades xviii. 5. 2).
11.
Túnicas.
Gr. jitÇn, la vestimenta interior que llevaba junto a la piel, y no himátion, manto exterior que se ponía sobre el jitÇn.
Dé.
De un verbo griego que significa "compartir".
12.
Publicanos.
Gr. telÇn's, recaudador de impuestos", llamados publicani por los romanos. La palabra telÇn's deriva de télos, "impuesto", y Çnéomai, "comprar", literalmente "comprador de impuestos". Los romanos no tenían empleados en el gobierno para cobrar los impuestos, sino que vendían al que pagara más el derecho de recaudarlos dentro de una determinada ciudad o provincia. Sólo los ricos podían comprar ese derecho, porque se exigía que el comprador pagara cierta suma al tesoro real, sin importar la cantidad que fuera finalmente recaudada, y debía depositar cierta fianza hasta que la suma fuera pagada. Los telÇnai (plural de telÇn's) solían subdividir entre subcontratistas la zona que les había sido asignada, o pagaban a otros para que hicieran el trabajo de recaudar los impuestos. Los "publicanos" que menciona el NT eran los funcionarios que recaudaban los impuestos, y, con raras excepciones, probablemente eran judíos.
Los recaudadores de impuestos eran representantes de un conquistador pagano, Y por eso evocaban en el pueblo un recuerdo sumamente triste del bajo nivel al cual había descendido la nación judía. Un hecho que aumentaba la vergüenza de los publicanos delante de los judíos, era la inescrupulosa práctica que seguían la mayor parte de esos despiadados parásitos de despojar a la gente de toda moneda, por pequeña que fuera, que pudieran quitarles autorizados por la ley o la constante presencia de los soldados romanos. Al judío que era "publicano" lo consideraban traidor de Israel y lacayo de los odiados romanos. Si desde el punto de vista de los Judíos era incorrecto pagar impuestos, ¡cuánto peor no sería entonces recaudarlos! Por lo tanto, el publicano era excluido de la sociedad y excomulgado de la sinagoga. Era considerado como un perro pagano y tratado como tal. Se lo toleraba únicamente porque estaba respaldado por el poder romano (ver com. Mar. 2: 14; p. 68).
Maestro.
Juan no sólo predicaba como Cristo, sino que además enseñaba.
13.
No exijáis más.
Ni Juan ni Cristo condenaron la ocupación de recaudador de impuestos. Jesús fue "amigo" de los publicanos (Mat. 11: 19) y se juntaba con ellos en reuniones sociales (Mat. 9: 10-13). Pero tanto Jesús como Juan exigían justicia, honradez y bondad de los miembros de este grupo que desearan ser ciudadanos del reino del cielo.
Ordenado.
Debían recaudar sólo lo que la ley les permitía, y ganar una suma razonable para mantenerse, porque no había -ni hay- lugar en el reino de los cielos para los extorsionadores ni para los que son como lobos implacables.
14.
Soldados.
Literalmente "que servían como soldados", quizá porque estaban de guardia en ese momento. Juan quizá estaba predicando en Perea (ver com. Juan 1: 28), dentro de la jurisdicción de Herodes Antipas (ver com. Luc. 3: 1), y los soldados que se dirigieron a él probablemente eran judíos al servicio de Herodes. Posiblemente fueron enviados por Herodes para vigilar a Juan, para prevenir una revuelta popular, o tal vez eran policías que ayudaban a los recaudadores de impuestos ya mencionados. La palabra que se usa para nombrarlos podría indicar que los "soldados" habían sido destacados allí y no eran sólo unos curiosos. Probablemente preguntaron con toda sinceridad: como soldados que eran, ¿podían entrar en el reino de los cielos, Juan les respondió afirmativamente: podrían entrar si cumplían con los requisitos de la ciudadanía del reino de los cielos. Si los soldados hubiesen sido romanos, probablemente, Juan les hubiera dicho que 702 creyeran en el verdadero Dios y se convirtieran a la fe judía.
¿Qué haremos?
En griego, la construcción es enfática, como si los soldados hubieran preguntado: "y nosotros, ¿qué haremos nosotros?" Este énfasis podría sugerir que los soldados estaban junto con los recaudadores de impuestos que acababa de hablar con Juan (vers. 12-13).
No hagáis extorsión.
Es decir "no exijáis dinero de nadie con violencia o intimidación". El abuso del poder que practicaban los soldados era el pecado dominante sobre el cual debían obtener la victoria a fin de estar listos para recibir al Príncipe que iba a venir. Juan no condenó a los soldados por ser soldados, sino destacó que debían ejercer su autoridad con justicia y misericordia.
Salario.
Gr. opsÇnion, "salario", "soldada". Pablo utiliza la palabra opsÇnion en Rom. 6: 23 al hablar de la "paga del pecado"; y pregunta a los creyentes de la iglesia de Corinto: "¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas [Gr. opsÇnion]"? (1 Cor. 9: 7). Evidentemente los soldados que se acercaron a Juan eran mercenarios y no conscriptos.
15.
Estaba en expectativa.
Gr. prosdokáÇ, "aguardar", "buscar" o "esperar". Se usa el mismo vocablo griego al hablar del cojo que estaba sentado a la puerta la Hermosa, quien miró a Pedro y a Juan "esperando recibir de ellos algo" (Hech. 3: 2-5). La imaginación de las multitudes que escuchaban a Juan ardía con la ansiosa expectativa de que estuvieran a punto de cumplirse las profecías mesiánicas a las cuales él se refería. Así como sucedió con los dos discípulos a quienes Cristo se les apareció en el camino a Emaús, cuyos corazones ardían en ellos (Luc. 24: 32), la gente anhelaba con vehemencia la pronta aparición del Libertador de Israel. El mensaje de Juan captó la imaginación popular en una forma tal que conmovió a la nación y llegó hasta la más remota aldea y el más apartado caserío.
Preguntándose todos.
Literalinente "estaban razonando" o "estaban deliberando" (ver com. cap. 1: 29). "Andaban todos pensando en sus corazones" (BJ). La conmoción general había llegado a su máximo grado. La gente se preguntaba cuál sería el resultado de toda esa excitación. Josefo dice que las multitudes que se reunían para escuchar a Juan "se conmovían grandemente al escuchar sus palabras", y que Herodes Antipas "temía que la gran influencia que Juan tenía sobre el pueblo pudiera proporcionarle el poder y la inclinación para producir una rebelión (pues parecían estar listos a hacer cualquier cosa que él les aconsejara)" (Antigüedades xviii. 5. 2). La misión que se le había señalado a Juan era la de despertar la mente de los hombres de su sueño de siglos, de encender en su corazón la esperanza de que un nuevo día estaba por amanecer y de impulsarlos a prepararse para Aquel que vendría: el Deseado de todas las gentes. Tuvo un éxito tan grande en esta obra que, sin duda, aun pudo interesar a los dirigentes judíos para que investigaran su mensaje (Juan 1: 19-25). Todos sabían de Juan, y todos los que podían hacerlo, venían a escucharlo.
Si acaso Juan sería el Cristo.
Los dirigentes judíos muchas veces exigieron a Jesús que hiciera milagros como evidencia de que era el Mesías (ver com. Mat, 12: 38, 16: 1; etc.); sin embargo, Juan "ninguna señal hizo" (Juan 10: 41). Su burda vestimenta no tenía ningún parecido con la de la realeza. Era, sin dada, de la tribu de Leví (Luc. 1: 5), no de la tribu de Judá como habían dicho los profetas que lo sería el Cristo (ver com. Mat. 1: 1); sin embargo, el pueblo estaba listo para aceptarlo como al Mesías si afirmaba serlo, y aun los representantes del sanedrín se preguntaban si no podría acaso ser el Prometido (Juan 1: 19-21). La nación judía no podría haberle hecho mayor elogio ni haber dado un testimonio más elocuente acerca del poder de su mensaje. Ciertamente, su proclamación de la venida del Mesías fue tan efectiva, que el pueblo creyó que él era el Mesías.
16.
Bautizo en agua.
Ver com. Mat. 3: 11.
No soy digno de desatar.
Ver com. Mar. 1: 7.
La correa.
Ver com. Mar. 1: 7.
Calzado.
Ver com. Mat. 3: 11.
Os bautizará.
Ver com. Mat. 3: 11.
17.
Su aventador.
Ver com. Mat. 3: 12.
18.
Otras muchas exhortaciones.
Esto indica que lo que se ha presentado constituye un resumen de la predicación de Juan el Bautista, y no un informe al pie de la letra de un sermón determinado (ver com. vers. 7).
19.
Herodes el tetrarca.
[Encarcelamiento de Juan, Luc. 3.-19-20 = Mat. 14:3-5. Comentario principal: Lucas. Ver mapa, p. 207; diagrama, p. 220]. Lucas relata aquí el encarcelamiento y la muerte de Juan el Bautista para completar su narración acerca de éste antes de ocuparse del ministerio de Cristo. Parece que Juan no fue encarcelado sino hasta varios 703 meses, quizá un año o más, después del bautismo de Jesús (DTG 185; cf. p. 203), cerca de la pascua del año 29 d. C. Permaneció encarcelado hasta la primavera (marzo-mayo) del año 30, y fue decapitado unas pocas semanas antes de la pascua de ese año (DTG 327-328, 332; ver p. 66; diagramas 6 y 7, pp. 219-221; Nota Adicional de Lucas. 4).
Reprendido.
Según Josefo, los judíos en general desaprobaron este matrimonio (Antigüedades xviii. 5. 4).
Herodías.
Hija de Aristóbulo y nieta, de Herodes el Grande. Herodes Antipas se divorció de su esposa, hija del rey Aretas de Arabia, para casarse con Herodías (Josefo, Antigüedades xviii. 5. 1). Ver com. vers. 1.
De Felipe.
Este Herodes (ver diagrama p. 40) era medio hermano de Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande y Mariamna (II), y no Felipe el tetrarca (ver com. vers. 1), hijo de Herodes el Grande y de Cleopatra. Salomé era hija del primer Felipe y de Herodías. Felipe fue desheredado por su padre Herodes el Grande, y vivió como un ciudadano cualquiera, primero en Jerusalén y después en Roma.
20.
Añadió además.
Esta fue una maldad muy grande que Herodes añadió a todas sus otras "maldades" que había cometido (vers. 19).
Encerró a Juan.
Juan fue encarcelado a comienzos de la primavera el año 29, quizá en marzo o abril, después de un ministerio de unos dos años (ver diagramas pp. 218-220; com. Mat. 3: 1). El hecho de que fuera encarcelado por Herodes Antipas significa que Juan fue detenido cuando estaba predicando en la parte oriental del jordán, es decir en Perea (ver com. Luc. 3: 3).
A Herodes le pareció que el pueblo estaba dispuesto a hacer cualquier cosa que Juan le dijera, y temió que esto produjera una revuelta popular (Antigüedades xviii. 5. 2; DTG 327). Josefo no menciona el asunto de Herodías en relación con el encarcelamiento de Juan, aunque sí lo menciona en otro lugar (Antigüedades xviii. 5. 4). Josefo quizá registre la razón que dio Herodes públicamente para encarcelar a Juan. Difícilmente Herodes habría anunciado que encarcelaba a Juan por causa del asunto privado de Herodías, el cual los judíos en general desaprobaban (ver DTG 185).
Cárcel.
Según Josefo (Antigüedades xviii. 5. 2), Juan fue encarcelado en la fortaleza de Machaeros, en Perea, al este del mar Muerto. El lugar de Machaeros fue descubierto en 1807; aún pueden verse las ruinas de los calabozos. Sin embargo, en vista de la secuencia de los acontecimientos narrados en Mar. 6:17-30 (cf. DTG 193-194), algunos eruditos creen que el cumpleaños de Herodes pudo haberse celebrado en Tiberias, v por lo tanto ponen en duda la exactitud de la afirmación de Josefo.
21.
Todo el pueblo.
[El bautismo de Jesús, Luc. 3: 21-23ª = Mat. 3: 13-17 = Mar. 1: 9-11. Comentario principal: Mateo.] Una hipérbole común judía, que quizá signifique que una gran mayoría de los que escuchaban, se bautizaban. Pero, por lo menos, ciertos fariseos y saduceos rechazaron el bautismo (Luc. 7: 30, 33; Mat. 21: 25, 32).
Orando.
Sólo Lucas registra que Jesús oró cuando salió del agua. Es apropiado que Lucas, quien con tanta frecuencia menciona a Jesús orando, señalase aquí este detalle.
22.
En forma corporal.
Unicamente Lucas describe el Espíritu Santo descendiendo en forma de paloma.
Mi Hijo amado.
Ver com. Mat. 3: 17. El Códice de Beza y algunos otros antiguos autores y versiones añaden "hoy te he engendrado". Lucas afirma aquí la verdadera deidad de Jesús, pero inmediatamente procede a su verdadera humanidad (vers. 23-38). Mateo comienza su narración del Evangelio con la presentación de la genealogía de Jesús (ver com. Mat. 1: 1); Lucas, en cambio, reserva su genealogía para el momento cuando Jesús emprende la misión de su vida. Moisés también presenta su propia genealogía después de registrar su primera actuación pública como portavoz de Dios y dirigente de Israel (Exo. 6: 16-20)
23.
Al comenzar.
Gr. árjomai, "comenzar" (Mat. 4: 17; Mar. 4: 1; Luc. 3: 8; Hech. 1: 1, 22; 10: 37; etc.). El problema no está tanto en el sentido del verbo sino en la forma verbal que se emplea, arjomenos, "comenzando", sin que haya referencia exacta a lo que está comenzando. La palabra "ministerio" no está en el griego; fue añadida por los revisores de la RVR. En la RVA se había traducido: "Jesús comenzaba a ser como de treinta años". La BJ traduce: "Tenía Jesús, al comenzar, unos treinta años". De acuerdo al contexto (vers. 1-22), que concluye con el bautismo de Jesús, parece lógico suponer que el pasaje se refiere al comienzo de su ministerio Y no al comienzo de su trigésimo año.
Como de treinta años.
Lucas no da la edad precisa de Jesús cuando fue bautizado, sino 704 que hace notar que era "como de treinta años". La declaración de Lucas podría significar o uno o dos años más o menos que treinta. Entre los Judíos se consideraba que a los 30 años de edad un hombre llegaba a la plena madurez, y por lo tanto podía asumir las responsabilidades de la vida pública. Ver diagramas 1, 3, pp. 217-218.
Si Jesús nació en el otoño (septiembre-noviembre) del año 5 a. C., lo cual parece razonable (ver com. cap. 2: 6, 8), su trigésimo año según el cómputo judío (ver com. cap. 2: 42) habría comenzado en el otoño del año 25 y concluido en el otoño del año 26 (ver com. vers. 1). Esto armoniza plenamente con la declaración más o menos general de Lucas en el sentido de que Jesús "era como de treinta años" y con todos los datos cronológicos que se tienen de la vida de Jesús. Por lo tanto, parece que Lucas no hace aquí una declaración cronológica precisa, sino sencillamente indica que Jesús había llegado a la edad madura cuando fue bautizado y dio comienzo a su ministerio público.
Según se creía.
[Genealogía de Jesús, Luc. 3: 23b-38 = Mat. 1: 1-17. Comentario principal: Mateo y Lucas.] Desde el punto de vista legal y según la creencia popular, Jesús era hijo de José (Juan 8: 41). En los registros oficiales del templo de Jerusalén, Jesús estaba registrado como primogénito de José y de María (Luc. 2: 21; DTG 36). El rápido proceder de José cuando el ángel le dijo que tomara a María por esposa, sin duda protegió el buen nombre de María y del niño (ver com. Mat. 1: 24). Según los registros oficiales y ante la ley, Jesús era hijo de José.
Hijo.
En cuanto a la importancia y al valor del registro de los antepasados de Jesús para la gente de los tiempos del NT, ver com. Mat. 1: 1. La genealogía que presenta Lucas es diferente en varios puntos importantes de la que presenta Mateo, y esas diferencias significan para los modernos lectores de la Biblia un asunto bastante difícil de resolver. El problema consiste, en esencia, en el hecho de que aunque ambas listas genealógicas se proponen presentar a los antepasados de José, sin embargo, difieren entre sí no sólo en cuanto al número de antepasados enumerados dentro de determinado período, sino también en lo referente a la identidad de la mayoría de los mismos. Los principales puntos de diferencia entre las dos listas son los siguientes:
1. Lucas enumera 41 descendientes de David, antepasados de Jesús; Mateo 26.
2. Con la excepción de Salatiel, Zorobabel, y José, esposo de María, la lista de descendientes de David es totalmente diferente.
3. Las dos genealogías convergen brevemente -con Salatiel y Zorobabel-, pero Mateo identifica a Salatiel como hijo de Jeconías, en tanto que Lucas lo cataloga como hijo de Neri.
4. Mateo identifica a José como hijo de Jacob; Lucas, como hijo de Elí.
Estas diferencias parecen ser, a primera vista, discrepancias mayúsculas entre las listas dadas por Mateo y Lucas. El problema se complica más porque no se sabe absolutamente nada en cuanto a 60 de las 64 personas nombradas en ambas listas, y porque la información que se tiene acerca de los otros cuatro es escasa. Esta falta de información hace que sea prácticamente imposible reconciliar las diferencias entre las dos listas. Sin embargo, y por fortuna, se sabe lo suficiente acerca de las antiguas costumbres judías y la manera de pensar y de expresarse de esos tiempos como para proporcionar una explicación enteramente razonable de cada punto de diferencia, y para demostrar así que las discrepancias bien pueden considerarse aparentes y no reales. Se consideran a continuación, en orden, los diversos puntos de diferencia:
1. Según ya vimos, Mateo asigna 26 generaciones, con un promedio de 37 años cada una, al período transcurrido entre la muerte de David y el nacimiento de Jesús. Lucas da 41 generaciones, lo que daría un promedio de unos 24 años a cada una. Según la cronología adoptada por este Comentario, David murió en el año 971 a. C. (t. II, pp. 79, 146-148), y Cristo nació en el año 5 a. C. (p. 233) lo que significa un intervalo de unos 966 años. Es posible explicar en parte la gran diferencia entre 26 y 41 generaciones, suponiendo que cada antepasado de Jesús en el linaje trazado por Lucas, era, por término medio, unos 13 años menor cuando nació su descendiente que el antepasado promedio de la lista de Mateo. Pero la diferencia es demasiado grande para que pueda explicarse sólo con este argumento. En vista de que Mateo claramente ha omitido, al menos, cuatro eslabones genealógicos en esos 966 años, en donde puede hacerse una comparación con las listas del AT (ver com. Mat. 1: 8, 11, 17), es enteramente posible que pudiera haber omitido al 705 menos 11 del período intertestamentario (los 400 años entre Malaquías y el nacimiento de Cristo), del cual se sabe muy poco. También podría señalarse que un período promedio de 24 años entre el nacimiento de un hombre y el de su descendiente es mucho más probable que un período de 37 años. Esta observación tiende a confirmar las 41 generaciones de Lucas y la probabilidad de que Mateo llegó al número de 26, mediante la omisión intencional de unos 15 nombres en su lista (ver com. Mat. 1: 8, 11, 17).
2. Con excepción de Salatiel, Zorobabel y José, esposo de María, las listas genealógicas presentadas por Mateo y por Lucas evidentemente dan los antepasados de Jesús hasta David siguiendo dos líneas totalmente diferentes. Mateo sigue la sucesión de los monarcas de la familia real desde David hasta el cautiverio, y puede suponerse que lo mismo ocurre desde el cautiverio en adelante (ver com. Mat. 1: 17). Lucas parece seguir otra rama de la familia, no la que reinó, pero siempre de la familia real, remontándose a Natán, otro hijo de David y de Betsabé (1 Crón. 3: 5, donde se lee "Natán... hijo de Bet-súa"; en cuanto a la diferencia de grafía entre "Betsabé" y "Bet-súa". ver com. 2 Sam. 5: 14; com. Luc. 3: 31). El matrimonio entre miembros de la familia real explica fácilmente que la ascendencia de Cristo pueda remontarse hasta David por dos ramas familiares casi totalmente diferentes. Sin embargo, esto no explica por qué se presentan las dos ramas (ver N.º 4).
3. Con referencia al problema presentado por la convergencia de las dos listas en Salatiel y Zorobabel, después de los cuales otra vez se separan, ver com. vers. 27.
4. Ver com. "de José" y com. "hijo de Elí".
De José.
Lucas, como Mateo (ver com. Mat. 1: 16), evita cuidadosamente decir que Jesús era hijo de José. La expresión "según se creía", que constituye un paréntesis, indica que no había una relación sanguínea directa, y también sugiere que tanto la ley como la gente consideraban a Jesús como hijo de José.
Los términos "padre" e "hijo", "madre" e "hija", "hermano" y "hermana", etc., se empleaban comúnmente entre los hebreos para incluir relaciones (le parentesco más distantes que las que estas palabras representan actualmente (ver com. Gén. 29: 12; Núm. 10: 29; Deut. 15: 2; 1 Crón. 2: 7). Por lo tanto la palabra "hijo", tal como se emplea en la Biblia, puede denotar relación por nacimierito (inmediata o remota), por adopción, por matrimonio en caso de levirato (ver com. Deut. 25: 5-9), o sencillamente hijo espiritual (2 Tim. 1: 2).
Hijo de Elí.
José, cónyuge de María, evidentemente no podía ser el hijo literal de Elí y de Jacob, según Mat. 1: 16. Se han propuesto dos explicaciones razonables y ambas armonizan plenamente con lo que se conoce de las costumbres judías. Según una explicación, ambas listas dan los antepasados de José, una por ascendencia sanguínea, y la otra por adopción o matrimonio según el levirato. Según la otra explicación, Mateo da los antepasados de José, y Lucas los de María, por el linaje del padre de ésta.
Quienes consideran que ambas listas se refieren al linaje de José, explican que una lista presenta sus verdaderos antepasados consanguíneos, mientras que la otra da sus antepasados por adopción en un linaje familiar emparentado. Si José fue literalmente hijo de Jacob, como lo dice Mateo, tuvo que llegar a ser hijo de Elí de algún otro modo, no en un sentido literal. Si Elí no tuvo herederos, pudo haber adoptado a José, por medio de quien, segun la costumbre, judía, ambos linajes podían haberse preservado. Según la segunda explicación, María era hija única de Elí, y cuando José se casó con ella se convirtió en hijo y heredero legal de Elí en armonía con las estipulaciones de las leyes del matrimonio en caso de levirato, dadas en tiempos de Moisés (ver com. Deut. 25: 5-9; Mat. 22: 24).
24.
Matat.
Ver com. Mat. 1: 15. Nada más se sabe acerca de las personas nombradas en Luc. 3: 24-27, desde Matat hasta Resa, excepto que fueron antepasados de Jesús. No se mencionan en la Biblia, ya que el canon del AT apenas se extiende hasta el retorno de los judíos del cautiverio babilónico.
27.
Zorobabel.
Lucas dice que Zorobabel era hijo de Salatiel, y Salatiel hijo de Neri. Mateo dice que Zorobabel era hijo de Salatiel, pero que Salatiel era hijo de Jeconías (ver com. Mat. 1: 12). Bien pudo haber otro Zorobabel en este período (el nombre significa "retoño de Babilonia" o "engendrado en Babilonia") cuyo padre se llamaba Salatiel, pero esta posibilidad queda casi totalmente descartada, Por lo tanto, el problema que se presenta aquí es común a las dos teorías generales que se dan para explicar las diferencias entre las dos listas genealógicas (ver com. Luc. 3: 23).
Se han propuesto varias soluciones al problema 706 de la ascendencia de Salatiel. Algunos han sugerido que Salatiel era el hijo literal de Neri, pero hijo de Jeconías (Joaquín; ver com. 1 Crón. 3: 16) por adopción. Otros han sugerido qué Salatiel, aunque hijo de Neri, llegó a ser el sucesor legal de Jeconías, quizá debido a la extinción de la familia de éste (ver com. Jer. 22: 30) o por alguna otra razón. También otros sugieren que una hija de Jeconías se casó con Neri, y que por lo tanto Salatiel era hijo de Neri y nieto de Jeconías; pero que, según la costumbre judía, fue conocido como hijo de Jeconías. En cuanto a los ascendientes de Zorobabel, tanto Lucas como Mateo lo llaman hijo de Salatiel de acuerdo con Esd. 3: 2; 5: 2; Neh. 12: 1; y Hag. 1: 1, aunque el texto masorético de 1 Crón. 3: 19 dice que Zorobabel era hijo de Pedaías (ver com. 1 Crón. 3: 19; Esd. 2: 2); sin embargo, la LXX dice en 1 Crón. 3: 19 que Salatiel era padre de Zorobabel, y es evidente que Lucas aquí sigue a la LXX era todos los casos en que le proporciona información pertinente a su lista genealógica (ver com. Luc. 3: 36).
Neri.
Las personas nombradas desde Neri en el vers. 27 hasta Matata en el vers. 31 no aparecen en ninguna otra referencia bíblica. El período comprendido entre estas generaciones se extiende hacia atrás desde el cautiverio babilónico hasta la división del reino de Salomón.
31.
Natán.
Natán fue hijo de David y de Betsabé, nació en Jerusalén (ver com. 2 Sam. 5: 14).
32.
David.
Ver com. Mat. 1: 1, 6. Con referencia a los nombres desde David hasta Abrahán, que se registran en Luc. 3: 31-34, ver com, Mat. 1: 2-6-
34.
Taré.
Padre de Abrahán (ver com. Gén. 11: 26-32).
Nacor.
Abuelo de Abrahán (ver com. Gén. 11: 22).
35.
Serug.
Bisabuelo de Abrahán (ver com. Gén. 11: 20).
Ragau.
Es decir, Reu (ver com. Gén. 11: 18).
Peleg.
Ver com. Gén. 11: 16.
Heber.
Ver com. Gén. 10: 21; 11: 14.
Sala.
Ver com. Gén. 11: 13.
36.
Cainán.
El nombre de Cainán aparece aquí y en la LXX, en Gén. 11: 12-13 y 1 Crón. 1: 1 8, pelo no en el texto masorético. El hecho de que la transliteración griega de estos nombres hebreos en Luc. 3: 34-38 sea idéntica a la de la LXX en Gén. 5: 5-32; 11: 10-24, sugiere que Lucas siguió la LXX en esta parte de su genealogía. Esta posibilidad es confirmada por el hecho adicional de que Lucas incluye a Cainán en este punto, entre Sala y Arfaxad.
Arfaxad.
Ver com. Gén. 10: 22; 11: 12.
Sem.
Segundo hijo de Noé (ver com. Gén. 5: 32; 11: 10-11).
Noé.
Ver com. Gén. 5: 29.
Lamec.
Ver com. Gén. 5: 25.
37.
Matusalén.
Ver com. Gén. 4: 18; 5: 25.
Enoc.
Ver com. Gén. 5: 22, 24.
Jared.
Ver com. Gén. 4: 18.
Mahalaleel.
Ver com. Gén. 4: 18.
Cainán.
Ver com. Gén. 5: 9. Este patriarca, hijo de Enós, no debe confundirse con el Cainán de Luc. 3: 36, que no aparece en el texto masorético del AT (ver com. vers. 36).
38.
Enós.
Ver com. Gén. 4: 26.
Set.
Tercer hijo de Adán y Eva (ver com. Gen. 4: 25).
Adán.
Con referencia al significado del nombre, ver com. Gén. 1: 26; 3: 17; Núm. 24: 3. Lucas comienza su genealogía con el nacimiento sobrenatural del segundo o "postrer" Adán (1 Cor. 15: 45), y la concluye con la referencia a la creación del primer Adán.
Hijo de Dios.
Lucas afirma aquí su fe en Dios como Creador del hombre y Autor de la vida, Aquel que "da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres" (Hech. 17:25-26). El hombre fue creado al principio a la imagen de Dios. Y por la fe en Jesucristo tenemos el privilegio de ser creados de nuevo a su semejanza (2 Cor. 5: 17).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-18 DTG 72-83
7 PR 103
10-11 DTG 82
13 DTG 507
19 PE 154
21-22 DTG 84-88
22 PE 153, 155
23 4T 109
38 Ed 31, 126; PP 25 707
LUCAS - CAPÍTULO 4 - AUDIO
1Tentación y ayuno de Cristo. 13 Derrota a Satanás 14 y comienza a predicar. 16 El pueblo de Nazaret se maravilla de sus palabras de gracia. 33 Sana a un endemoniado, 38 a la suegra de Pedro 40 y a muchos otros enfermos. 41 Los demonios confiesan a Cristo, pero él los reprende. 43 Predica en otras ciudades.
1 JESUS, lleno del Espíritu Santo, volvió del jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto
2 por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre.
3 Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.
4 Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios.
5 Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra.
6 Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy.
7 Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos.
8 Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.
9 Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo;
10 porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden;
11 y, En las manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra.
12 Respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.
13 Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo.
14 Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor.
15 Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos.
16 Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo* entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.
17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
18 El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos;
19 A predicar el año agradable del Señor.
20 Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.
22 Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca y decían: ¿No es éste el hijo de José?
23 El les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra.
24 Y añadió: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra.
25 Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra;
26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.
27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio.
28 Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira;
29 y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. 708
30 Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue.
31 Descendió Jesús a Capernaúm, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días de reposo.*
32 Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.
33 Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz,
34 diciendo: Déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios.
35 Y Jesús le reprendió diciendo: Cállate, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, Y no le hizo daño alguno.
36 Y estaban todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?
37 Y su fama se difundía por todos los lugares de los contornos.
38 Entonces Jesús se levantó y salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón. La suegra de Simón tenía una gran fiebre; y le rogaron por ella.
39 E inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les servía.
40 Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba.
41 También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.
42 Cuando ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían para que no se fuera de ellos.
43 Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado.
44 Y predicaba en las sinagogas de Galilp
COMENTARIO BIBLCO ADVENTISTAS
1.
Lleno del Espíritu Santo.
[Tentación de Jesús, Luc. 4: 1-13 = Mat. 4: 1-11 = Mar. 1: 12-13. Comentario principal: Mateo.] Aquí se refiere a la recepción del Espíritu Santo en el momento del bautismo (cf. cap. 3: 21-22).
Fue llevado.
Mejor "era llevado", lo cual implica que la conducción del Espíritu Santo, a que se hace referencia aquí, no se limitó al viaje al desierto sitio que continuó durante su permanencia allí.
2.
Cuarenta días.
Mateo dice claramente que las tres principales tentaciones ocurrieron hacia el fin de los 40 días (ver com. cap. 4: 2-3), hecho que también se sefiala en la última parte de Luc. 4: 2. Cuando Jesús entró en el desierto, estuvo encerrado, por así decirlo, en la gloria del Padre; y cuando la gloria se retiró, quedó solo para luchar contra la tentación (DTG 93). Las tentaciones de Satanás continuaron durante todos los 40 días del ayuno de Jesús. Las tres tentaciones mencionadas en los vers. 3-13 representan la culminación de las mismas, y tuvieron lugar hacia el final de ese período (ver 2SP 90).
3.
Esta piedra.
Satanás quizá señaló una determinada piedra cuya forma era semejante al pan redondo y chato, parecido sin duda al que hoy se conoce como pan árabe (ver com. Mat. 4: 3).
5.
Un momento.
Gr. stigm', derivado del verbo stízÇ, que significa "pinchar", "marcar con hierro candente". Significa, por lo tanto, "pinchazo" o como "un abrir y cerrar de ojos", un momento o un "instante" (BJ).
6.
Me ha sido entregada.
Satanás sugería en esta forma que Adán, debido a su pecado, le había entregado el dominio y que los hombres lo habían escogido como su "soberano" (DTG 89); por eso se presentó como "príncipe de este mundo" (DTG 89). En cierto modo eso era verdad, pero Satanás olvidaba a propósito que Adán había sido sólo el mayordomo del Creador, y que, por lo tanto, no podía entregarle el dominio del mundo (DTG 89). En el griego los pronombres están en forma enfática, como si el texto dijera: "A ti te daré... porque a mí me ha sido entregada... tú, si tú me adoras a mí, etc. Es fácil, pues, imaginarse los gestos enfáticos de Satanás mientras hace a Jesús esta propuesta.
10.
Que te guarden.
Gr. diafulássÇ, "guardar con cuidado" (ver com. Mat. 4: 6).
13.
Toda tentación.
Ver com. Mat. 4: 11.
Por un tiempo.
Es decir, hasta que se le presentara otra oportunidad conveniente. Cristo fue continuamente acechado por el tentador desde sus primeros años (DTG 52, 91). 709
14.
En el poder.
Jesús comienza su ministerio en Galilea, Luc. 4: 14-15 = Mat. 4: 12 = Mar. 1:14-15. Comentario principal: Mateo.] La palabra traducida "poder" deriva del griego dúnamis, de donde también derivamos la palabra "dunamita" (ver com. cap. 1: 35). El Espíritu Santo es el agente activo tanto en la creación (Gén. 1: 2) como en la nueva creación (Juan 3: 5). El reino de Dios debía venir "con poder" (Mar. 9: 1). El poder del Espíritu Santo cubrió con su "sombra" a María en el momento de la encarnación (Luc. 1: 35). Por medio del Espíritu Santo ella recibió la sabiduría necesaria para cooperar con el cielo en cl desarrollo del carácter de Jesús (DTG 49). Pero en ocasión del bautismo (le Cristo, el Espíritu Santo descendió sobre él de un modo extraordinario y lo llenó de poder divino para llevar a cabo su misión (ver com. Juan 3: 34). Más tarde, se les prometió a los discípulos que recibirían el poder del Espíritu Santo, poder que los capacitaría para dar testimonio del glorioso mensaje de un Salvador crucificado y resucitado (Hech. 1: 8; cf. cap. 2: 1-4).
Fama.
Gr. f'm' "informe", "fama", "renombre", del verbo f'mí "hablar". La fama de una persona se extiende por lo que se dice de ella. La fama de Jesús crecía a medida que las noticias acerca de él se repetían de boca en boca "por toda la tierra de alrededor".
15.
Enseñaba.
Para impartir la verdad, Jesús usaba más el medio de la enseñanza que el de la predicación. Según se la define hoy, en la predicación se hace una presentación más formal de la verdad que en la enseñanza. Aquélla proclama la verdad mientras que ésta trata de explicarla. La enseñanza tiende a ser más efectiva que la predicación porque los oyentes también participan, mientras que en la predicación son mayormente oidores pasivos. De vez en cuando, Jesús presentaba algún discurso más formal, como el Sermón del Monte (Mat. 5 al 7) y el sermón acerca del pan de vida (Juan 6: 25-59). Pero aun en relación con el Sermón del Monte, el Evangelio dice que "abriendo su boca les enseñaba, diciendo" (Mat. 5: 2). Feliz el predicador que puede dar a su predicación la cualidad adicional de la enseñanza.
Las sinagogas de ellos.
Es decir, las sinagogas de Galilea. En las pp. 57-59 se presenta una descripción de la sinagoga y de su servicio. Es probable que Lucas haya mencionado que Jesús enseñaba en la sinagoga anticipándose así al episodio que está por narrar (vers. 16-30). Inmediatamente después de relatar el incidente ocurrido en la sinagoga de Nazaret, narra otro que sucedió en la sinagoga de Capernaúm (vers. 31-37), y señalando de nuevo que Jesús "predicaba en las sinagogas de Galilea" (vers. 44).
Era glorificado.
Es decir, era "alabado" (BJ) u "honrado". Galilea era un campo más propicio que Judea para la obra del Salvador (DTG 199). Dondequiera que Jesús iba "gran multitud del pueblo le oía de buena gana" (Mar. 12: 37).
16.
A Nazaret.
[Primer rechazo en Nazaret, Luc. 4:16-30. Ver mapa p. 208; diagramas pp. 219-221. ver Nota Adicional al fin del capítulo.] Esta fue la primera visita de Cristo a Nazaret después de haber dejado el taller de carpintero en el otoño (septiembre-noviembre) del año 27 d. C., cuando inició su ministerio público (DTG 203). Es probable que para entonces estuviera terminando la primavera del año 29 (mayo) que ya hubiera transcurrido cerca de la mitad de su ministerio público. Un año más tarde, probablemente a comienzos de la primavera del año 30 d. C., Jesús volvió a visitar, y ahora por última vez, esta ciudad (DTG 207-208). La primera visita sólo se registra en Luc. 4: 16-30; con referencia a la segunda, ver com. Mar. 6: 1-6. La madre, los hermanos y las hermanas de Jesús vivían todavía en Nazaret (DTG 203), y sin duda se encontraban entre los adoradores en la sinagoga en ese día sábado.
Se había criado.
Ver com. Mat. 2: 23; Luc. 2: 51-52.
En el día de reposo.
La sencilla declaración de Lucas de que Jesús habitualmente asistía a los sagrados servicios en la sinagoga en el día sábado, día que identifica específicamente como el séptimo de la semana (cap. 23: 56 a 24: 1), señala claramente cuál es el deber del cristiano que ama a su Maestro y quiere seguir en sus pisadas (Juan 14: 15; 1 Ped. 2: 21). El hecho de que Cristo guardara cuando estuvo en la tierra el mismo día que observaban los Judíos, muestra también que no se había perdido el orden de los días desde que se dio la ley en el Sinaí, ni desde la creación. Cristo es "Señor aun del día de reposo" (Mar. 2: 28); es decir, él lo hizo (Gén. 2: 1-3; cf. Mar. 2: 27) lo reclama como suyo por lo tanto, su ejemplo al guardarlo es el modelo perfecto para el cristiano, no sólo en cuanto al tiempo sino también en cuanto a la manera de guardarlo. 710 Además, no puede haber duda de que la semana, como la tenemos ahora, nos ha sido transmitida en forma ininterrumpida desde los tiempos de Cristo, y que al guardar hoy el séptimo día de la semana se guarda el día sábado en que Cristo reposó. Desde ese tiempo hasta ahora ha habido millones de judíos esparcidos en todo el mundo civilizado, y habría sido imposible que todos ellos simultáneamente cometieran un error idéntico en el cómputo del séptimo día de la semana.
La sinagoga.
La antigua sinagoga y sus servicios se describen en las pp. 57-59. Con referencia a las ruinas de una sinagoga en Capernaúm, ver com. Juan 6: 59.
Conforme a su costumbre.
Cristo tenía el hábito de asistir a los servicios regulares de la sinagoga el día sábado. A menudo, aun cuando era muy joven, en esta misma sinagoga de Nazaret se le pedía que leyera un pasa e de los profetas, y de su conocimiento íntimo de las Escrituras extraía lecciones que conmovían el corazón de los adoradores (DTG 54-55; cf. 51). Al parecer, Jesús muchas veces aprovechó la oportunidad que le proporcionaba la reunión de la gente en las sinagogas de Judea y de Galilea para enseñarles (Mat. 4: 23; 12: 9 13: 54; Mar. 1: 21; 6: 2; etc.; ver com. Luc. 4: 15), así como lo hizo Pablo más tarde en el extranjero (Hech. 13: 14-15, 42).
Se levantó.
La reverencia hacia la Palabra escrita exigía que permaneciera de pie el que la leía públicamente. Así se leían la "ley y los profetas" (ver t. I, p. 40; t. V, pp. 58-59).
A leer.
Gr. anaginóskÇ, "leer", la palabra que se emplea en el NT para referirse a la lectura pública de las Escrituras (Hech. 13: 27; 15: 21; Col. 4: 16; 1 Tes. 5: 27) y a la lectura privada (Mat. 24: 15; Luc. 10: 26; Hech. 8: 28). Era de esperarse que se le pidiera a Jesús que leyera las Escrituras y que predicara un sermón al regresar a Nazaret, pues esto se podía pedir a cualquier israelita mayor de 12 años. Jesús lo había hecho siendo aún niño (DTG 54-55), y su fama como predicador en Judea (Juan 3: 26, DTG 153) hizo que sus coterráneos de Nazaret sintieran anhelo de escuchar lo que tenía que decir. Era costumbre que el que leía el pasaje escogido de los profetas también presentara el sermón.
17.
Se le dio.
Esto lo hacía el funcionariode la sinagoga, conocido como jazzan, quien tenía el deber de sacar los sagrados rollos del arca y entregárselos al lector, y luego debía colocarlos nuevamente en el arca al concluir la lectura (ver p. 58). En armonía con el ritual de la sinagoga, el jazzan tomó del arca el rollo de los profetas, le quitó la cobertura, y, sin abrirlo, lo entregó a Jesús. Es evidente que Jesús no sólo hablaba el arameo, el idioma común del pueblo, sino que también sabía bien el hebreo, idioma que para ese tiempo ya estaba más o menos muerto y se usaba solamente para fines religiosos. El pasaje escogido cada día siempre se leía en hebreo.
Isaías.
Se cree que en tiempos de Jesús aquel a quien se le pedía que leyera la porción de los profetas y predicara el sermón, podía escoger la sección que debía leerse. Jesús pidió específicamente el rollo del profeta Isaías (2SP 110). Ver Nota Adicional al fin de este capítulo.
Habiendo abierto.
La crítica textual se inclina (cf p. 147) por el texto "habiendo desenrollado".
Libro.
Gr. biblíon, "libro" o "rollo". La palabra Biblia deriva del griego biblíon. En este caso, el "libro" era un rollo. Ver p. 113.
Halló el lugar.
Para encontrar en sin rollo la lectura que se deseaba, era necesario desenrollar con una mano y al mismo tiempo enrollar con la otra (ver foto del rollo de Isaías del mar Muerto, t. I, p. 37). Isaías 61: 1-2 estaba casi al final del rollo.
Donde estaba escrito.
La cita de Lucas concuerda básicamente con la LXX en Isa. 61: 1-2ª, con la añadidura de una paráfrasis de una parte de Isa. 58: 6. Es posible que Lucas tuviera consigo la LXX mientras escribía (ver com. cap. 3: 36). Entre los judíos era práctica común unir de este modo varios pasajes bíblicos (ver com. Mar. 1: 2).
18.
El Espíritu del Señor.
Con referencia al papel del Espíritu Santo en el ministerio terrenal de Jesús, ver com. Mat. 3: 16; 4: 1.
Está sobre mí.
Jesús recibió el Espíritu Santo citando fue bautizado, para que le fuera conferido el poder necesario para llevar a cabo su ministerio terrenal (ver Luc. 3: 21-22; Juan 1: 32; Hech. 10: 38).
Me ha ungido.
Gr. jríÇ, "ungir", de donde también deriva el título "Cristo", es decir el Ungido o "Mesías", que tiene el mismo sentido (ver com. Mat. 1: 1). Dentro de su contexto mesiánico, este texto podría traducirse: "Me ha hecho el Cristo", o "me ha hecho el Mesías" (ver com. Isa. 61: 1).
Buenas nuevas.
Ver com. Mar. 1: 1.
Los pobres.
Los pobres solían estar a merced de los inescrupulosos funcionarios, 711 comerciantes y vecinos. Por otra parte, se suponía generalmente que el sufrimiento por ser pobre se debía a la maldición de Dios, que la desgracia del pobre era por su propia culpa. Eran pocos los que simpatizaban con la triste situación del pobre. El supremo amor de Jesús por los pobres fue una de las grandes evidencias de que era el Mesías, y cuando Juan languidecía en la cárcel, Jesús le hizo notar este hecho (Mat. 11: 5). Los que padecen escasez de los bienes de este mundo, muchas veces están conscientes de sus necesidades y de su dependencia de Dios, y por lo tanto frecuentemente son susceptibles a la predicación del Evangelio. El Evangelio de Jesús significa alivio para los pobres, luz para los ignorantes, curación para los dolientes y libertad para los esclavos del pecado.
La gente creía que todo aquel que se interesara en aliviar las necesidades del pobre, era especialmente justo; y el dar limosnas llegó a ser casi sinónimo de ser justo (ver com. Hech. 10: 2-4; etc.). Pero muchas veces sucedía que se daban limosnas no por simpatía ni inclinación a ayudar a los pobres, sino por el deseo de ganar méritos (ver com. Mat. 6: 1-4; Juan 12: 5). Sin embargo, la preocupación cordial y genuina por los sentimientos y las necesidades de nuestros prójimos es una de las mejores evidencias de la "religión pura" (Sant. 1: 27), de conversión sincera (1 Juan 3: 10, 14), de amor a Dios (1 Juan 3: 17-19; 4: 21) y de ser apto para entrar en el reino de los cielos (Mat. 25: 34-46).
Jesús quizá también estaba pensando en los "pobres en espíritu" (ver com. Mat. 5: 3), los que tenían necesidades espirituales y no materiales. Cristo prometió los recursos infinitos del reino de los cielos a los "pobres en espíritu", a los que sienten su necesidad espiritual. Hay quienes sólo sienten la necesidad de lo que este mundo puede ofrecer; y cuando se les predica el Evangelio debe despertarse en ellos su interés por las cosas espirituales (cf. Apoc. 3: 17-18). Los ricos en fe son aquellos que oyen y aceptan el mensaje evangélico (ver com. Mat. 7: 24), y serán "herederos del reino" (Sant. 2: 5). Lo que vale es el tesoro en los cielos (Luc. 12: 21, 33; 18: 22).
A sanar a los quebrantados de corazón.
Esta frase aparece en la LXX en Isa. 61: 1, pero la evidencia textual establece su omisión en el texto del NT. La BJ, que sigue los más antiguos manuscritos griegos, la omite. Sin embargo, esta declaración describe correctamente el ministerio de Jesús en favor de quienes sufren amargos chascos, pero sobre todo de los que, "quebrantados de corazón", están arrepentidos de sus pecados. Los "quebrantados" de este pasaje bien pueden compararse con los que lloran por sus pecados, es decir, los contritos de corazón (ver com. Mat. 5: 4; cf. Rom. 7: 24). Jesús vino a sanar "a los quebrantados de corazón".
Cautivos.
Estos "cautivos" no son los presos comunes sino los que han estado en el cautiverio de Satanás en cuerpo, mente y espíritu (Rom. 6: 16). Jesús no liberó a Juan el Bautista de la cárcel. Estos "cautivos" son los que languidecen en la cárcel de Satanás (1 Ped. 3: 19), los que han sido atrapados en el "lazo del diablo" y han sido puestos "cautivos a voluntad de él" (2 Tim. 2: 26).
Ciegos.
No sólo los que están ciegos físicamente sino, además, los ciegos espirituales (Mat. 15: 14; 23: 16-19, 26; Juan 9: 39-41).
A poner en libertad.
Esta es una paráfrasis de Isa. 58: 6 (ver com. Luc. 4: 17). Cuando se leía en el libro de los profetas era permitido escoger porciones de diferentes pasajes; pero estaba prohibido hacerlo cuando se leía de la ley.
Los oprimidos.
El verbo griego empleado en este pasaje significa "quebrar", "oprimir". Jesús vino a libertar a los hombres de la pesada carga del pecado y de la opresión que significa el intento de lograr la salvación mediante la observancia de leyes y reglas. Jesús liberaría a los judíos de las opresivas restricciones rabínicas (Mat. 23: 4; cf. cap. 11: 28-30).
19.
Año agradable.
"Un año de gracia" (BJ), o sea la era evangélica, cuando los que sienten su necesidad espiritual (los pobres en espíritu), los de contrito corazón (los quebrantados de corazón), los que han sido cautivos del pecado y han estado ciegos a las cosas espirituales, y los que han sido heridos y oprimidos por el maligno, pueden esperar la liberación del pecado. El "año agradable del Señor" recuerda el año del jubileo, cuando los esclavos eran libertados, las deudas eran canceladas, y las tierras eran devueltas a sus dueños originales por herencia (ver com. Lev. 25: 10, 15, 24).
Jesús concluyó aquí su lectura de Isa. 61: 1-2. Pero no leyó la frase siguiente que era para los patriotas judíos la culminación de todo el pasaje: "el día de venganza del Dios nuestro". Los judíos acariciaban la convicción de que la salvación era para ellos y el castigo 712 para los gentiles (Sal. 79: 6). La idea judía de que la salvación dependía de la nacionalidad y no de la entrega personal a Dios, cegó al pueblo hasta tal punto que no pudo comprender la verdadera naturaleza de la misión de Cristo y lo indujo a rechazarlo. Esperaban que el Mesías aparecería como un poderoso príncipe a la cabeza de un gran ejército para vencer a todos los opresores de los judíos y para someter a todo el mundo a la autoridad de Israel (DTG 22, 203).
Este error fundamental surgió porque los judíos deliberadamente pasaban por alto las profecías que hablaban de un Mesías que sufriría, y aplicaban mal aquellas que destacaban la gloria de su segunda venida (DTG 22). El orgullo, el prejuicio y la opinión preconcebida indujeron a los judíos a este estado de ceguera espiritual (DTG 46, 183, 209). Estaban ciegos ante el hecho de que lo que vale no es la cantidad de luz que brilla sobre una persona, sino el uso que le da a esa luz. Se deleitaban en la idea de que el castigo de Dios estaba reservado para otros, y hasta pudieron haberse sorprendido de que Jesús ni siquiera lo mencionara. Cuando Jesús ensalzó en su sermón la fe de los paganos, insinuando así la falta de fe de los judíos, los oyentes quedaron resentidos y con ira (vers. 25-29).
Para más comentarios acerca de los falsos conceptos que tenían los judíos en cuanto al reino mesiánico, ver com. Mat. 3: 7; 4: 9; 5: 2-3; Luc. 1: 68. Con referencia a la verdadera naturaleza del reino, ver com. Mat. 3: 2-3; 4: 17; 5: 2-3; Mar. 3: 14.
20.
Enrollando el libro.
Una acción contraria a la que se describe en el vers. 17: "habiendo abierto" (ver com.)
Ministro.
Gr. hup'rét's, "ayudante", "siervo", el que sirve a un amo o a un superior. Lucas se refiere sin duda al jazzan, o acólito, encargado de colocar el rollo de nuevo en el arca (ver com. vers. 17).
Se sentó.
La costumbre exigía que el lector estuviera de pie para leer la ley y los profetas; pero para presentar el sermón que seguía a la lectura, el predicador se sentaba en una silla especial, algunas veces llamada "silla de Moisés". Esa silla estaba sobre una plataforma, cerca del púlpito desde el cual se leía. Cuando Jesús predicaba y enseñaba, con frecuencia, y quizá en forma habitual, se sentaba (Mat. 5: 1; Mar. 4: 1; Luc. 5: 3; Juan 8: 2), costumbre que, al menos en ciertas ocasiones, siguieron sus discípulos (Hech. 16: 13; ver p. 59).
Fijos.
Sin duda había una atmósfera de suspenso causada por la extremada atención (cf. Hech. 6: 15; 10: 4; etc.) y por la seria expresión del rostro de Jesús. Se produjo un efecto similar en las dos ocasiones cuando Jesús purificó el templo (DTG 130-131, 542; ver com. Luc. 2: 48). Aun el aire parecía vibrar de expectativa.
21.
Comenzó a decirles.
El pueblo consideraba a Jesús como rabino o maestro (Juan 1: 38, 49; 3: 2; 6: 25). Era, pues, de esperarse que se le pidiera a un rabino visitante que predicara el sermón, especialmente porque Nazaret era su ciudad y porque siendo aún jovencito había leído las Escrituras en esta misma sinagoga (ver com. Luc. 4: 16). Es evidente que Lucas sólo presenta una brevísima síntesis de lo que dijo Cristo en esta ocasión, seleccionando quizá los comentarios que produjeron el efecto descrito en el vers. 22 y la violenta reacción de los vers. 28-29.
Hoy.
Este anuncio hizo comprender sin duda a los presentes que Jesús los consideraba pobres, quebrantados, cautivos, ciegos y oprimidos (DTG 204). Durante su ministerio Jesús citó vez tras vez a los profetas del AT, y afirmaba: "Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros" (DTG 209).
Esta Escritura.
Quienes afirman que Jesús nunca se consideró a sí mismo como el Mesías de las profecías del AT, harían bien en considerar este pasaje. Los judíos de tiempos de Cristo entendían que Isa. 61: 1-2 era evidentemente una profecía mesiánica.
22.
Todos daban buen testimonio.
La gente de Nazaret había oído informes acerca del poder que acompañaba a la predicación de Jesús durante su ministerio en Judea (ver com. Mat. 4: 12). Ahora esa misma gente tuvo la oportunidad de sentirse subyugada por el encanto de esa predicación. Se dieron cuenta de que los informes no habían sido exagerados.
Las palabras de gracia.
Tuvo que haberse dicho mucho más que lo que aquí se registra. La gente quedó fascinada y encantada con las palabras de Jesús, llenas de gracia y encanto.
¿No es éste?
La forma de la pregunta griega indica que se esperaba una respuesta afirmativa. Esta pregunta no expresa incertidumbre, sino admiración. Habían conocido a Jesús a través de los años, pero llegaron a considerarlo como a un hombre común, semejante a cualquiera, quizá con menos faltas que ellos. Se negaron a creer que Aquel a quien conocían 713 tan bien pudiera ser el Prometido, y su falta de fe los dejó turbados.
Hijo de José.
Jesús era considerado comúnmente como "hijo de José" (ver com. cap. 2: 33, 41; 3: 23). La madre de Jesús, sus hermanos y hermanas, aún vivían en Nazaret (Mat. 13: 54-56; DTG 203), y sin duda estaban presentes entre el público. Es probable que mientras la gente se preguntaba "¿no es éste el hijo de José?", sus miradas se dirigieran espontáneamente hacia esos miembros de la familia de Jesús. Sólo puede especularse en cuanto a los pensamientos de María en una ocasión como ésta (Luc. 2: 34-35, 51).
23.
Sin duda.
Gr. pántÇs, "totalmente", "por todos los medios", "sin duda", o "seguramente" (BJ). El adverbio pántos se usa para destacar una afirmación o una negación (Hech. 18: 21; Rom. 3: 9). Jesús contempló los rostros de los que allí estaban reunidos, y conoció en el acto cuáles eran los pensamientos que los perturbaban. Su esfuerzo por dar a conocer a sus oidores la verdadera actitud y condición de ellos (Luc. 3: 23-27) los enfureció aún más, y los indujo a que intentaran quitarle la vida. Jesús demostró muchas veces que sabía leer los pensamientos de los hombres, y de esa manera probó su divinidad (ver com. cap. 2: 48).
Médico, cúrate a ti mismo.
Parece que este era un dicho popular. La forma hebrea de este proverbio, dice: "Médico, cura tu propia cojera". Esta idea fue expresada sarcásticamente de varias maneras tanto por los griegos como por otros pueblos de la antigüedad cuando algún tratamiento era ineficaz. Esta parte del discurso (vers. 23-27) fue la que demostró que Jesús conocía los pensamientos secretos de sus oyentes (DTG 205). Compárese con una afrenta similar de la cual fue objeto en la cruz (Mat. 27: 42).
Los comentadores no concuerdan en cuanto al sentido preciso que Jesús quiso dar a este proverbio ante sus oyentes. Algunos han sugerido que estaba dando a los pensamientos de ellos el siguiente significado: "Has realizado muchos milagros de curación y has hecho otras señales ante otros [es decir, a los de Capernaúm], ahora muestra una señal en tu favor [ante los de Nazaret]. Afirmas que eres el Mesías de la profecía; déjanos ver algunos milagros tuyos". Muchas veces se intentó que Jesús mostrara alguna señal, pero él nunca satisfizo esta exigencia (Mat. 12: 38-39; Mar. 8: 11-12; Juan 6: 30-32).
Esta petición silenciosa permite entender que Jesús no había hecho ningún milagro ni en su niñez ni en su juventud, como lo afirman los evangelios apócrifos (ver com. Luc. 2: 52). Los habitantes de Nazaret le estaban pidiendo que defendiera su reputación delante de ellos; es como si le hubieran dicho: "Demuestra aquí lo que eres".
Hecho en Capernaúm.
Muchos comentadores han considerado que esta referencia a milagros hechos en Capernaúm prueba que este episodio ocurrió en la última parte del ministerio de Cristo en Galilea, y que el relato de Lucas acerca de la visita a Nazaret corresponde con el mismo hecho que se registra en Mat. 13: 54-58 y Mar. 6: 1-6. Sin embargo, esta conclusión no se justifica porque el hijo del noble acababa de ser sanado en Capernaúm (aunque Jesús estaba en Caná en ese momento), y, además, la ciudad se había conmovido por ese suceso (DTG 170). La curación del hijo del noble se había hecho varios meses antes de esta visita a Nazaret (ver com. Juan 4: 53; diagramas pp. 220-221). Además, es indudable que la gente de Galilea hubiera oído informes de los milagros realizados en Judea (Juan 4: 44-45; DTG 167). Queda claro que el ministerio metódico y amplio de Capernaúm aún no se había iniciado (ver com. Mat. 4: 12-13), aunque Jesús ya había visitado la ciudad brevemente (Luc. 4: 14-15; Juan 2: 12; ver Nota Adicional de Luc. 4).
24.
De cierto.
Gr. am'n, "seguramente", "verdaderamente" (ver com. Gén. 15: 6; Deut. 7: 9; Mat. 5: 18).
Ningún profeta.
Jesús vino a sus propios conciudadanos y no le recibieron (Juan 1: 11). El orgullo les impidió reconocer la presencia del Prometido en el carpintero que habían conocido desde su tierna infancia (DTG 204).
25.
Tres años y seis meses.
Con referencia a la duración de esa hambre, ver com. 1 Rey. 18: 1 (cf. Sant. 5: 17).
26.
A ninguna de ellas.
Dios no puede hacer nada en favor de los que son duros de corazón e incrédulos, que no sienten su necesidad espiritual (ver com. Mat. 5: 3). Nuestra posición delante de Dios se determina no por la abundancia de luz que hayamos recibido, sino por el uso que le hayamos dado (DTG 206). Es interesante notar que Lucas, que escribió principalmente para lectores gentiles, es el único que registra estas palabras de Jesús en las cuales elogia a los gentiles creyentes y condena a los israelitas incrédulos. 714
Una mujer viuda.
Ver 1 Rey. 17: 8-24.
Sarepta.
Ciudad fenicia, situada a unos 24 km al norte de Tiro; se conoce hoy como Sarafán. Cristo relató este episodio como su primera ilustración de la verdad que deseaba transmitir con el dicho que había citado en el vers. 23. La falta de fe de los habitantes de Nazaret fue lo que impidió que Jesús hiciera milagros allí (Mar. 6: 5-6). No fue porque no pudiera hacerlos, sino porque ellos no estaban preparados para recibir las bendiciones que él deseaba darles.
27.
Muchos leprosos.
Jesús presenta una segunda ilustración para el dicho del vers. 23. El relato de la curación de Naamán se encuentra en 2 Rey 5: 1-19. Algunos de los "muchos leprosos... en Israel" a los cuales Jesús aludió, aparecen en 2 Rey 7: 3.
28.
Al oír.
Los habitantes de Nazaret no fueron lentos en entender la aplicación de las palabras que Jesús había pronunciado. Comprendieron claramente lo que quería decirles. Quizá recordaron algunos hechos de la niñez, la adolescencia y la juventud del Salvador, cuando su lealtad ante lo correcto había condenado tácitamente la conducta errada de ellos (DTG 68). La reprensión implícita de Jesús en esta ocasión cayó duramente sobre sus corazones maldispuestos. Su corazón impío se rebeló (cf. Rom. 8: 7), aunque por un momento se dieron cuenta de los defectos de su propio carácter y de su necesidad de verdadero arrepentimiento y conversión. El orgullo y el prejuicio oscurecieron su mente maldispuesta ante la luz de la verdad que por un instante había penetrado la oscuridad de su alma.
Se llenaron de ira.
Comprendieron que las palabras de Jesús los describían perfectamente, y no quisieron escuchar más. Si lo aceptaban, tenían que admitir que no eran mejores que los paganos, a quienes consideraban como a perros, y esto no podían admitirlo. Se negaron a humillar su corazón. ¡Cuán diferentes eran las palabras de Jesús de las "cosas halagüeñas" que estaban acostumbrados a oír! (ver com. Isa. 30: 10). Parece que los habitantes de Nazaret preferían permanecer pobres, ciegos y esclavizados (cf. Luc. 4: 18). Aunque fueron tocados en lo más íntimo de su ser, su mala conciencia reaccionó prestamente para silenciar las penetrantes palabras de verdad. El violento orgullo nacional se sintió agraviado ante la idea de que las bendiciones del Evangelio pudieran ser concedidas también a los paganos, y debido a su fanática intolerancia estuvieron dispuestos a matar al Príncipe de la vida (cf. Hech. 3: 15).
29.
Levantándose.
La gente de Nazaret terminó de escuchar antes de que Jesús terminara de hablar. "No le recibieron" (Juan 1: 11). Sus corazones abrigaban intenciones homicidas, aun en día sábado, y estuvieron listos para aniquilar a Jesús.
Cumbre del monte.
Literalmente, "la ceja del monte", o sea "cresta del monte". El monte de la Precipitación, lugar tradicional de este acontecimiento, está a unos 3 km de Nazaret, mucho más distante que el camino o distancia que era permitido andar en día sábado. Es mucho más probable que la gente lo hubiera llevado hasta un promontorio de piedra calcárea de unos 9 a 12 m de altura en la parte sudoeste de la aldea, y todavía visible hoy, detrás del convento maronita.
30.
Pasó por en medio.
Los ángeles lo cobijaron y lo llevaron a un lugar seguro como lo hicieron en otra ocasión (cf. Juan 8: 59), y así como muchas veces han protegido a los testigos del cielo en todas las edades (DTG 207). Algo semejante ocurrió en los casos de Lot (Gén. 19: 10-11) y de Eliseo (2 Rey. 6: 17-18), y también en los tiempos modernos. Jesús "pasó por en medio" de la multitud bajo la protección de santos ángeles (DTG 207). Los que estuvieron decididos a matar a Jesús, fueron impedidos en varias ocasiones de llevar a cabo sus impías intenciones (Juan 7: 44-46; 10: 31-39), porque la obra de Cristo aún no había terminado, "porque aún no había llegado su hora" (Juan 7: 30).
Se fue.
Como ya se hizo notar, esta visita a Nazaret, la primera desde el bautismo de Jesús, quizá ocurrió hacia fines de la primavera o comienzos del verano del año 29 d. C. (ver com. vers. 16). Su próxima y última visita la hizo casi un año más tarde, a comienzos de la primavera del año 30 d. C., poco antes de la pascua(ver com. Mar. 6: 1-6).
31.
Descendió.
[Viaje a Capernaúm, Luc. 4: 31a = Mat. 4: 13-17 = Mar. 1: 14-15. Comentario principal: Mateo.] Desde la aldea de Nazaret situada en las montañas, hasta Capernaúm, a orillas del mar de Galilea, a 32 km de distancia, se desciende de 349 m sobre el nivel del mar a unos 209 m por debajo de este nivel. Es posible que María y otros miembros de la familia hayan acompañado a Cristo a Capernaúm.
Ciudad de Galilea.
Quizá Lucas añadió 715 esta explicación en beneficio de sus lectores, pues no todos conocían la geografía de Palestina (ver p. 650).
Les enseñaba.
[El endemoniado en la sinagoga, Luc. 4:31b -37 = Mar. 1:21-28. Comentario principal: Marcos.] El pretérito imperfecto del verbo indica que Jesús enseñó repetidas veces durante cierto tiempo. Jesús comenzó a enseñar en la sinagoga de Capernaúm y probablemente estableció allí el centro de su ministerio.
En los días de reposo.
Esta era la costumbre del Señor Jesús (ver com. vers. 16).
32.
Se admiraban.
La admiración y el asombro eran la reacción habitual ante la enseñanza de Jesús (Mat. 7: 28-29; 13: 54; Mar. 6: 2).
Autoridad.
Gr. exousía, "poder", "autoridad" (ver com. cap. 1: 35). Con referencia a la forma impresionante en que Jesús hablaba, ver DTG 204, 218-220.
33.
En la sinagoga.
Esta era quizá la sinagoga construida por un centurión romano para la gente de Capernaúm (cap. 7: 5).
Demonio.
Ver Nota Adicional de Marcos 1.
34.
Déjanos.
Gr. éa, considerado por algunos como imperativo del verbo eáÇ, "dejar", "permitir"; pero con mayor probabilidad es como interjección, exclamación de sorpresa, desagrado, ira o consternación. La BJ y BC traducen: "¡Ah!"
35.
No le hizo daño.
Como bien podría haberse esperado (ver com. Mar. 1: 26). Sólo Lucas, el médico, registra este importante detalle.
38.
Tenía una gran fiebre.
[Jesús sana a la suegra de Pedro, Luc. 4: 38-39 = Mat. 8: 14-15 = Mar. 1: 29-31. Comentario principal: Marcos.] Es posible que la frase griega que expresa esta idea fuera un término médico. Según algunas fuentes, la medicina griega dividía las fiebres en dos clases, "grandes" y "pequeñas", o sea, "altas" y "bajas".
39.
Inclinándose hacia ella.
Como lo hubiera hecho un médico.
40.
Al ponerse el sol.
[Muchos son sanados al ponerse el sol, Luc. 4: 40-41 = Mat. 8: 16-17 = Mar. 1: 32-34. Comentario principal: Marcos.]
41.
Demonios.
Ver la Nota Adicional de Mar. 1.
No les dejaba hablar.
Jesús obligó inmediatamente a los demonios a guardar silencio, quizá porque ese testimonio podría dar a entender que él estaba aliado con ellos (ver com. Mar. 3: 11).
El Cristo.
Es decir, el Mesías. El artículo definido antepuesto a "Cristo" hace que este nombre sea un título y no sólo un nombre propio (ver com. Mat. 1: 1).
42.
Cuando ya era de día.
[Jesús recorre Galilea predicando, Luc. 4: 42-44 = Mat. 4: 23-25 = Mar. 1: 35-39. Comentario principal: Marcos.]
Lugar desierto.
Gr. éremos (ver com. cap. 1: 80).
Le detenían.
Es decir, deseaban impedir que Cristo los dejara, y hacían cuanto podían para evitar que se fuera.
44.
De Galilea.
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto "de Judea". Lucas parece haber utilizado la palabra "Judea" en un sentido muy amplio, para referirse a toda Palestina. Como Lucas escribió, en primer lugar, para gentiles que no eran palestinos, quizá consideró que la palabra "Judea" les sería más comprensible y, de todos modos, suficientemente precisa para lograr lo que él se proponía (ver p. 650).
NOTA ADICIONAL DE LUCAS 4
Hay diferencias de opinión en cuanto a si el primer rechazo de Cristo en Nazaret ocurrió antes o después de la pascua del 29 d. C. Según una posición, esta visita a Nazaret y los otros acontecimientos transcurridos hasta completar el primer viaje por Galilea ocurrieron antes de la pascua. Se llega a esta conclusión haciendo concordar el viaje de Jesús de Judea a Galilea, mencionado en Mat. 4: 12 y Mar.1: 14 (por causa del encarcelamiento de Juan el Bautista), con el viaje de Juan 4: 1-3 (debido a las contiendas entre los discípulos de Jesús y los de Juan).
Para apoyar esta posición se hace referencia a los siguientes hechos: (1) A. T. Olmstead (Jesus in the Light of History, p. 281) afirma que Jesús leyó Isa. 61: 1-3 "el 18 de diciembre del año 28 d. C., y que esta lectura corresponde con el Séder 62.º del ciclo trienal de lecturas de la ley y los profetas para la sinagoga. (2) De no ser así, habría un extraño silencio de los evangelistas sinópticos en cuanto a los acontecimientos transcurridos entre la pascua del año 28 y la del 29, en comparación con el relato detallado de lo acontecido entre la pascua del año 29 y la del 30. (3) Lucas 716 nada dice en cuanto a la presencia de los discípulos con Jesús durante esta visita a Nazaret. Se argumenta que después de la entrevista con el noble en Caná, Jesús fue solo a Nazaret, después de enviar a sus discípulos a Capernaúm para que no fueran testigos del rechazo en Nazaret. Ver diagramas pp. 219-221.
Esta posición presenta las siguientes dificultades:
l. La afirmación de Olmstead de que Jesús leyó en Isa. 61: 1-3 porque esa era la lectura que, según el ciclo trienal, debía leerse ese sábado, se basa en una lista de lecturas de ciclos trienales que data aproximadamente del año 600 d. C., lista que se encontró en la geniza (depósito de rollos desgastados) de la sinagoga Fustat, en El Cairo. Se sabe que en un tiempo se usó un ciclo trienal en Palestina, pero no hay evidencia alguna de que hubiera lecturas específicas de los profetas asignadas para el sábado en la sinagoga, antes de la destrucción del templo en el año 70 d. C. Además, Olmstead cita a Jacobo Mann (The Bible as Read and Preached in the Old Synagogue, pp. 481, 569, 573) para apoyar la idea de que el pasaje de Isa. 61: 1-3 correspondía con el Séder 62.º, cuando, en verdad, Mann llega a la conclusión de que la lectura de Isa. 61: 1-3 no llegó a ser el pasaje de los profetas, correspondiente al Séder 62.º del ciclo trienal, sino hasta mucho después de los tiempos del NT (pp. 481-487). Por lo tanto, la idea de que el Séder 62.º del ciclo trienal proporciona una base válida para ubicar el primer rechazo de Nazaret, carece de fundamento. Por otra parte, según Elena de White (2SP 110), "al final del culto", después de la lectura habitual de los profetas (ver p. 59) y de la exhortación del anciano, "Jesús se levantó con tranquila dignidad y pidió que se le entregase el libro del profeta Isaías". Parece que él mismo escogió el pasaje que iba a leer (ver t. V, pp. 59-60; datos bibliográficos de la obra de Olmstead en la p. 259).
2. La idea de que el silencio de los autores sinópticos requiere que se sitúen los hechos del ministerio en Galilea entre el primer rechazo de Nazaret y el fin del primer viaje por Galilea, y que esto corresponda con el año transcurrido entre la pascua del año 28 y la del 29, es, en el mejor de los casos, un argumento basado en el silencio, y por lo tanto no es convincente. Juan guarda tanto silencio acerca del ministerio de Jesús en Galilea como lo hacen los evangelistas sinópticos acerca de su ministerio en Judea. Hasta donde sepamos, ninguno de los autores de los sinópticos fue testigo ocular del ministerio en Judea. El hecho de que el ministerio en Judea produjera poco fruto en comparación con el ministerio en Galilea (DTG 165, 199), posiblemente indujo a los autores de los sinópticos a ver poca razón para relatar ampliamente este ministerio (ver com. cap. 4: 23).
3. La tercera hipótesis se basa en un argumento de silencio; por lo tanto, tampoco es decisiva. Esta primera posición carece, pues, de una evidencia positiva.
Las razones que pueden darse para ubicar el primer rechazo en Nazaret en la primavera (marzo- mayo) del año 29 d. C., después de la pascua, son las siguientes:
1. Juan dice claramente que el retiro de Judea a Galilea (cap. 4: 1-3) ocurrió como resultado de la contienda entre los discípulos de Juan el Bautista y los de Jesús (cap. 3: 25-36; 4: 1-2), e insinúa con bastante claridad que Juan no estaba en la cárcel cuando ocurrió esa querella (cap. 3: 23-26). Si Juan hubiera estado en la cárcel y su obra ya hubiera concluido, no habría razón alguna para que hubiera una disputa, porque Jesús hacía y bautizaba "más discípulos que Juan" (Juan 4: 1). Juan ya no habría estado bautizando si hubiera estado encarcelado, y difícilmente sus discípulos habrían comenzado a discutir quién era el mayor (Juan 3: 23, 26, 30; cf. cap. 4: 1). Cuando "los discípulos de Juan vinieron a él con sus motivos de queja.... la misión de Juan parecía estar a punto de terminar"; pero si hubiera querido hacerlo, "le era todavía posible estorbar la obra de Cristo", pues aún estaba predicando y bautizando. Pero en la cárcel poco podría hacer para "estorbar la obra de Cristo" (DTG 150-151). Por estas razones, parece difícil suponer que el retiro narrado en los sinópticos (Mat. 4: 12; Mar. 1: 14) corresponda con el de Juan 4: 1-3. El primer retiro se ha relacionado exclusivamente con el encarcelamiento de Juan, mientras que el segundo está relacionado con la contienda entre los dos grupos de discípulos.
2. El retiro de Jesús narrado en los sinópticos (Mat. 4: 12; Mar. 1: 14) y el comienzo de su ministerio en Galilea, son ubicados específicamente (DTG 198-199 y DMJ 8-10) después de los acontecimientos de Juan 5, que ocurrieron en la pascua del año 29 d. C. Según estas referencias, el retiro mencionado por los evangelistas sinópticos puede hacerse corresponder 717 con el de Juan 4: 1-3 únicamente si el primer rechazo de Nazaret, el comienzo del ministerio en Capernaúm, el llamamiento junto al mar y el primer viaje por Galilea, no son considerados como parte del ministerio en Galilea.
3.Jesús volvió a referirse al mensaje de Isa. 61: 1-3 pocas semanas más tarde en la sinagoga de Capernaúm (DTG 220), y parece haber empleado palabras similares a las que pronunciara en Nazaret en diversas ocasiones posteriores (DTG 203-204; cf. 209). Por lo tanto, parece que la lectura de Isa. 61: 1-3 en Nazaret y el sermón basado en ese pasaje fueron escogidos por Jesús (ver p. 59; 2SP 1 10), y que comúnmente predicaba acerca de este texto con el fin de exponer la naturaleza y los propósitos de su ministerio.
Por lo tanto, parece preferible ubicar el primer rechazo de Nazaret en la última parte de la primavera (abril-mayo) del año 29 d. C. (ver pp. 183, 238; diagrama p. 219).
LUCAS - CAPÍTULO 5 - AUDIO
1 Cristo enseña a la gente desde la barca de Pedro. 4 Una pesca milagrosa enseña a Pedro que él y sus compañeros serán pescadores de hombres. 12 Cristo sana a un leproso; 16 ora en un lugar desierto; 18 sana a un paralítico; 27 llama a Mateo el publicano; 29 come con los pecadores, pues es el Médico de las almas; 34 predice los ayunos y aflicciones de los apóstoles después de su ascensión, 36 y compara a los discípulos temerosos y débiles con envases viejos y vestidos rotos.
1 ACONTECIO que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.
2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.
3 Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5 Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.
6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.
7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen 718 a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
8 Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.
9 Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él,
10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.
11 Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.
12 Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
13 Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.
14 Y él le mandó que no lo dijese a nadie; sino ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés, para testimonio a ellos.
15 Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades.
16 Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba.
17 Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar.
18 Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él.
19 Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús.
20 Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?
22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones?
23 ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
25 Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios.
26 Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas.
27 Después de estas cosas salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme.
28 Y dejándolo todo, se levantó y le siguió.
29 Y Leví le hizo gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos.
30 Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?
31 Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
33 Entonces ellos le dijeron: ¿Porqué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben?
34 El les dijo: ¿Podéis acaso hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos?
35 Mas vendrán días cuando el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán.
36 Les dijo también una parábola: Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo.
37 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán.
38 Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan.
39 Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor.
COMENTARIO BIBLICO ADVENTISTA
1.
Aconteció.
[La pesca milagrosa, Luc. 5: 1-11 = Mat. 4: 18-22 = Mar. 1: 16-20. Comentario principal: Lucas. Ver mapa p. 208; diagrama p. 221; con referencia a los milagros, pp. 198-203.] Lucas registra fuera de orden cronológico el llamamiento de Pedro, Andrés, Jacobo y Juan a orillas del mar de Galilea. Este relato (vers. 1-11) debería aparecer entre los vers. 32 y 33 del cap. 4 (ver com. Mat. 4: 23). Parece que Lucas distribuye de este modo los relatos para presentar juntos dos episodios relacionados con la predicación en las sinagogas -el primero en Nazaret (Luc. 4: 16-30), y el segundo en Capernaúm (vers. 31-37)- y para unir el llamamiento de los discípulos (cap. 5: 1-11) con su relato del primer viaje de predicación por Galilea (vers. 12-15).
Lago.
Gr. límn', "lago", "laguna", "estanque". Lucas había conocido en sus viajes más de cerca el mar Mediterráneo, y por eso nunca llama "mar" (Gr. thálassa) al mar de Galilea, sino límn'. Los otros evangelistas siempre lo llaman thálassa, "mar".
Genesaret.
Cerca de allí estaba la fértil llanura de Genesaret que probablemente dio nombre al lago (Mat. 14: 34; Mar. 6: 53). La llanura, situada entre los cerros y el lago, con Capernaúm al norte y Magdala por el sur, mide unos 5 km de largo y unos 3 de ancho. Por causa de su clima semitropical produce nueces, higos, aceitunas, frutas cítricas y uvas. En tiempos del AT el lago de Genesaret era comúnmente llamado mar de Cineret (Núm. 34: 11; Jos. 12: 3; etc.). En la época de Jesús el mar de Galilea o lago de Genesaret, lindaba con la zona más rica y poblada de toda Palestina. Aunque la mayor parte de la población de Galilea era judía, la zona estaba a bastante distancia de Jerusalén, punto central del judaísmo (ver com. Luc. 2: 42, 44); y estaba, en cierto modo, un poco alejada de los prejuicios y los antagonismos del judaísmo. En muchos sentidos era el lugar ideal para que Cristo realizara su obra.
Se agolpaba.
En vista del parecido aparente entre el suceso narrado aquí y el de Juan 21: 1-17, algunos comentadores han llegado a la conclusión de que los dos relatos son diferentes versiones de un mismo acontecimiento; sin embargo, el estudio cuidadoso del contexto muestra que esto no es posible (cf. DTG 749-756).
Era temprano por la mañana cuando Jesús caminó junto al mar, sin embargo la gente ya se reunía alrededor de él. Esto testifica de su fama o de su popularidad ya antes de los milagrosos acontecimientos en un sábado todavía futuro (cap. 4: 31-41).
Palabra de Dios.
Es decir, según la presentaba Jesús en su predicación y enseñanza. Sus palabras eran llenas de gracia (cap. 4: 22), estaban henchidas de poder vivificador (Juan 6: 63, 68), y la gente tenía hambre de escucharlas. ¡Cómo deben haberse emocionado sus corazones al escuchar a Aquel que era la Palabra de Dios encarnada! (ver com. Juan 1: 1-3).
2.
Barcas.
Una de las barcas mencionadas aquí era la de Pedro y Andrés; la otra era de Jacobo y de Juan.
Los pescadores.
Los cuatro pescadores que pronto se convertirían en pescadores de hombres, junto con Zebedeo y dos o más "jornaleros" (Mar. 1: 20), acababan de volver de una noche de pesca (Luc. 5: 5).
Lavaban sus redes.
Antes de colgarlas para que se secaran. La expresión "echar la red" (Mat. 4: 18; Mar. 1: 16) podría referirse a cualquier fase del trabajo de la pesca. Sólo significa que eran pescadores. El cuidado de las redes era tan importante como su uso para pescar. Otros del grupo estaban remendando las redes (Mat. 4: 21; Mar. 1: 19), preparándolas para la siguiente salida. Si se considera que los verbos "echar" y "remendar" son más bien actividades generales, no hay discrepancia alguna entre los diversos relatos (ver segunda Nota Adicional de Mat. 3; cf. com. Mar. 5: 2; 10: 46; Luc. 7: 3; Nota Adicional de Luc. 7).
3.
De Simón.
De Simón Pedro (vers. 8). Para más datos acerca de Pedro y su relación con los otros miembros del grupo que aquí aparecen ocupados remendando sus redes, ver com. Mar. 3: 16.
Sentándose.
Los maestros acostumbraban sentarse al dirigirse a sus alumnos, tanto en las escuelas rabínicas como cuando los rabinos impartían instrucción pública en los atrios del templo de Jerusalén. Los que enseñaban en las sinagogas también acostumbraban sentarse para hacerlo (ver com. vers. 4: 20).
4.
Echad.
Del verbo griego jaláÇ, que se usa para referirse a bajar cargas o botes. En Hech. 27: 17 se traduce "arriaron las velas"; en el vers. 30, "echando el esquife". Con este mismo verbo se describe el descenso de Pablo por el muro de Damasco en una canasta (Hech. 9: 25; 2 Cor. 11: 33). 720
5.
Maestro.
Gr. epistát's, literalmente "el que está sobre", un superintendente, un capataz. Lucas es el único evangelista sinóptico que emplea esta palabra para aplicarla a Jesús. La palabra más común, usada frecuentemente por Lucas y los otros autores del Evangelio, es didáskalos, "el que enseña" (ver com. Juan 1: 32). En realidad, Pedro era el epistát's o jefe de la empresa pesquera de las dos parejas de hermanos y sus jornaleros (ver com. Mar. 3: 16).
Toda la noche.
Los peces podían ver en el día las redes tendidas en las claras aguas del mar de Galilea. El único momento favorable para la pesca era la noche.
Nada hemos pescado.
Las aguas del mar de Galilea abundaban en peces, y la pesca era un trabajo común en esa región. Es posible que hubiera sido un caso poco común regresar sin haber pescado nada. Quizá podría suponerse que el poder que unos minutos más tarde proveyó tal abundancia de peces, era el mismo que había hecho infructuosos los constantes esfuerzos de la noche. A veces, la diligencia que desplegamos usando sólo nuestras propias fuerzas no dan ningún fruto, porque los resultados que se anhelan pueden obtenerse sólo mediante la cooperación con un poder superior. Sin embargo, como parece que ocurrió en este caso, Dios puede intervenir en nuestros planes y esfuerzos para que nos sea más evidente y significativa la necesidad de cooperar con él.
Mas.
Pedro había sido pescador quizá desde su niñez. Probablemente le había ido bastante bien en su empresa pues disponía de un grupo de colaboradores. Como pescador experimentado, Pedro quizá pensaba que su conocimiento de la pesca era superior al de Cristo, que había sido carpintero. Sin embargo, por amor a su Maestro, y con una confianza basada en lo que ya habíale visto hacer a éste, Pedro y sus compañeros accedieron al pedido de Jesús. De todos modos, no podría irles peor que en la noche pasada.
Pedro y sus compañeros estaban, sin duda, desanimados, recordando sus esfuerzos infructuosos de la noche anterior. Pedro y quizá también sus compañeros, habían reflexionado durante las largas horas de la noche en el destino de Juan el Bautista, preso ahora por seis largos meses (ver com. cap. 3: 20). Posiblemente también pensaron en que Jesús no había podido ganarse la confianza y el apoyo de los dirigentes judíos durante el año que había transcurrido, cuando había dedicado la mayor parte de sus esfuerzos a Judea. Quizá también recordaron el caso reciente de Nazaret, cuando los propios vecinos de Jesús habían intentado matarle. Cansados por el infructuoso trabajo y con el corazón torturado y tentado por el demonio de la incredulidad, Pedro y sus compañeros, como Jacob siglos antes, sin duda estaban listos para exclamar: "Contra mí son todas estas cosas" (Gén. 42: 36). Sin embargo, el desanimador episodio de la noche estaba a punto de ser seguido por un hecho que sería para Pedro el pescador la evidencia convincente de la divinidad de Cristo. Los desanimadores episodios de Judea y de Nazaret estaban asimismo a punto de ceder ante los gloriosos éxitos de Galilea. Pronto las multitudes se agolparían junto a Jesús hasta el punto de que a veces necesitaría esconderse de la gente para poder comer y dormir.
La red.
Mejor "las redes".
6.
Habiéndolo hecho.
Puede suponerse que aquí el sujeto tácito es Pedro y Andrés. Es posible que Juan y Jacobo estuvieran en la otra barca o todavía se hallaran arreglando sus redes en la playa (vers. 7).
Gran cantidad de peces.
Más temprano no habían podido pescar nada, ahora estaban cooperando con Jesús y el éxito que lograban sobrepasaba sus más acariciadas esperanzas. Así como Cristo no hizo nada por sí mismo (Juan 5: 19, 30; 8: 28) cuando vivió como hombre entre los hombres, así también quienes quieren seguirle para ser pescadores de hombres deben aprender que sin él nada pueden hacer (Juan 15: 5). Los esfuerzos pueden ser efectivos y permanentes, especialmente en la obra de pescar hombres, únicamente cuando el poder divino se combina con el esfuerzo humano. Compárese este incidente con la pesca milagrosa en circunstancias similares aproximadamente un año y medio más tarde (Juan 21: 11).
Se rompía.
Pedro y Andrés estaban a punto de perder su gran pesca. El hecho de que la red comenzara a romperse es señal de que esta pesca era algo extraordinario bajo cualquier circunstancia y especialmente de día. Aquí se manifestaba un poder divino que no podía ponerse en duda, poder que impresionaría también a los otros pescadores en la orilla.
7.
Hicieron señas.
Posiblemente Pedro y Andrés estaban demasiado lejos de sus compañeros 721 para que los oyeran, pero no para que los vieran.
Compañeros.
Gr. métojos, "el que comparte". Es probable que los compañeros fueran Santiago y Juan (vers. 10). En Heb. 3: 1, 14; 12: 8, la palabra métojos se traduce como "participante"; en este caso, con referencia a que somos participantes con Cristo.
8.
Viendo esto Simón Pedro.
Pedro, que era un buen pescador y había pasado quizá la mayor parte de su vida pescando en esas aguas, se dio cuenta inmediatamente que había ocurrido un milagro. Pedro pensaba que conocía los hábitos de los peces de Galilea, pero aun los peces de su propio lago parecían estar sometidos a Jesús. Ahora él también estaba dispuesto a obedecer las órdenes del gran Pescador de hombres. Ver com. vers. 6, 9.
Cayó de rodillas.
Esto sucedió mientras las barcas estaban todavía en medio del lago y los otros aún estaban asegurando el contenido de las redes. Probablemente Cristo aún estaba en la barca de Simón (vers. 3).
Apártate de mí.
Sobre la conciencia de Pedro pesó sobremanera el reconocimiento de su propia indignidad para estar asociado con Jesús. Sin embargo, se aferró de Cristo, testificando silenciosamente que sus palabras reflejaban un sentimiento de completa indignidad y no el deseo de separarse de Jesús (DTG 213).
Señor.
Gr. kúrios, "señor", título aplicado con frecuencia a Jesús, tanto por Lucas como por los otros evangelistas (ver com. cap. 2: 29; cf. com. Juan 13: 13; 20: 28).
Hombre pecador.
Un ladrón no puede menos que sentirse inquieto en presencia de un policía, aunque el policía no sepa nada de sus actos criminales. ¡Con cuánta razón no debería el pecador sentirse avergonzado e indigno en la presencia de un Salvador perfecto! Este sentimiento de indignidad es la primera reacción del corazón humano cuando Dios, por medio de su Espíritu, comienza a transformar la vida y el carácter. Así le ocurrió a Isaías cuando, en visión, estuvo en la presencia divina (Isa. 6: 5). Dios no puede hacer nada en favor del que no siente primero su necesidad de salvación. Sólo los que tienen hambre y sed de justicia serán saciados (ver com. Mat. 5: 3, 6). Pedro comprendió profundamente, quizá por primera vez, su propia necesidad espiritual.
9.
El temor se había apoderado de él.
"El asombro se había apoderado de él" (BJ). La alegría por la gran pesca se desvanecía a medida que Pedro y sus compañeros pudieron, con una visión más clara, ver más allá de la evidencia material del poder divino, la verdad invisible de la cual el milagro daba un mudo testimonio.
10.
Y asimismo de Jacobo y Juan.
Se nombran específicamente a dos de los compañeros de Pedro, y es de suponerse que Andrés, su hermano, también estaba allí. En el vers. 9 aparecen como "todos los que estaban con él". Lucas destaca que los cuatro respondieron del mismo modo ante el milagro y apreciaron su importancia. El hecho de que aquí, como también en otros pasajes, se nombre primero a Jacobo, podría sugerir que él era el mayor de los dos (DTG 259).
Zebedeo.
Ver com. Mat. 4: 21.
Compañeros.
Gr. koinonós, "asociado", "socio". Koinonós indica una relación más estrecha que métojos (ver com. vers. 7).
A Simón.
Cf. Mat. 4: 18-22; ver com. Mar. 3: 16. Aunque Jesús se había dirigido principalmente a Simón, quien había sido el primero en captar el significado del milagro y también en responder al mismo, los otros sabían que ellos también estaban incluidos (Luc. 5: 11).
Pescador.
Gr. zÇgréÇ, de zÇós, "vivo" y agreúÇ, "tomar": "tomar vivo", "apresar". En ese mismo momento el gran Pescador estaba "pescando" a Pedro, Andrés, Jacobo y Juan. El milagro radicaba en su "red". Su propósito al "pescar" vivos a estos cuatro era que ellos, a su vez, "pescaran" a otros aún vivos. La figura no era tan enteramente nueva, porque mucho antes el profeta Jeremías había empleado un lenguaje similar (Jer. 16: 16). Pedro, Andrés, Jacobo y Juan habían sido prendidos en la red del Evangelio. No podían escapar; en verdad, no tenían ningún deseo de escapar (ver com. Luc. 5: 8-9).
¡Qué contraste! Los peces que ellos habían pescado durante toda su vida, morían al ser sacados del agua. Pero desde ahora en adelante serían pescadores de hombres "para que" tuvieran "vida, y para que la" tuvieran "en abundancia" (Juan 10: 10; cf. Luc. 19: 10).
11.
Dejándolo todo.
Aquí estaban los cuatro socios, dueños de la pesca más abundante que jamás hubieran traído a tierra; pero en el momento de su mayor éxito material, abandonaron la empresa (DTG 239). A pesar del alto significado del milagro, debe haberles demandado una verdadera medida de722 fe el dejar su ocupación para llevar una vida incierta como seguidores de un maestro itinerante, que hasta ese momento no parecía haber logrado mucho éxito (DTG 211- 212). Pero Jesús, al proporcionarles abundantes pescados, demostró su poder para hacer frente a las necesidades de sus seguidores, y creyeron con humilde fe.
Los discípulos no vacilaron en lo más mínimo. La decisión de disolver su exitosa sociedad pesquera para participar de una sociedad mucho más elevada con Jesús como pescadores de hombres, fue hecha en forma instantánea y sabiendo bien lo que hacían. No necesitaron tiempo para cavilar ni para hacer provisión para las necesidades de sus familias (cf. Mat. 8: 19-22). Habían lanzado sus barcas a la mar como simples pescadores; pero cuando regresaron a tierra se lanzaron por fe "mar adentro", tal como Cristo los llamaba, para pescar hombres. Toda la noche habían buscado en vano lo que necesitaban para sustentar su vida; ahora, por amor a Cristo, estuvieron dispuestos a perder todo lo que la vida tenía para ofrecerles, y al hacerlo comenzaron una vida más rica, más abundante (cf. Mat. 10: 39). Tomaron la cruz del servicio, y siguieron en las pisadas de Jesús (ver com. Mar. 3: 14).
Como Pablo algunos años más tarde, estuvieron listos a considerar como pérdida todas sus posesiones terrenales, porque consideraron que "la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús" era de un valor infinitamente mayor. Las cosas que antes les habían parecido valiosas, ahora les parecían despreciables. Desde ahora en adelante su suerte sería aprender de Jesús, tener comunión con él en sus sufrimientos y compartir con todos los hombres el conocimiento del poder de la resurrección del Salvador (Fil. 3: 8-10). Hallaron la perla de gran precio; se deshicieron de todos sus intereses y posesiones terrenales, e invirtieron todo su capital material e intelectual en la causa del reino de los cielos (Mat. 13: 45-46).
Le siguieron.
Hasta este momento, por lo menos tres de los cuatro -Pedro, Andrés y Juan- habían acompañado a Jesús en forma intermitente. El llamamiento que habían recibido dos otoños atrás en el Jordán era una invitación a reconocer a Jesús como el Mesías, el Cordero de Dios que había venido a quitar el pecado del mundo (ver com. Juan 1: 35-50). Ahora se los llamaba a unir su vida y su fortuna con la de él, no sólo como creyentes sino también como aprendices y obreros. Antes de esto, ninguno del grupo se había unido a Jesús plena y permanentemente (DTG 213). No habían sido discípulos permanentes, pues su interés estaba dividido entre esta vida y la celestial. Pero a partir de ahora su tiempo y sus talentos serían consagrados a un servicio de dedicación exclusiva. Los cuatro siguieron a Jesús, no porque fueran demasiado haraganes para trabajar con las manos para ganarse la vida, ni porque sus trabajos físicos no hubieran tenido éxito, sino debido a sus profundas convicciones. Como los otros a quienes Cristo llamó, fueron activos en su oficio hasta que se les pidió que dejaran todo y siguieran a Jesús.
Ninguno de los cuatro habría sido considerado por los sabios de la nación poseedor de suficientes cualidades como para ser maestro. Eran humildes y les faltaba conocimiento, pero esas características eran los requisitos previos para ser discípulos de Jesús. El hecho de que no habían sido educados en los falsos conceptos de los rabinos, les facilitaría más aprender las lecciones necesarias para convertirlos en hábiles obreros en el establecimiento del reino de los cielos (ver com. Mar. 3: 15). Aunque a veces eran lentos en aprender las lecciones que Jesús procuraba enseñarles, estaban enteramente consagrados a él. El amor de Jesús gradualmente transformó su corazón y su mente en proporción a la entrega que cada uno hizo de sí mismo. Cuando terminaron el período de instrucción, ya no eran incultos ni faltos de preparación, sino que eran hombres de discernimiento penetrante y sano juicio. Se parecían tanto a Jesús, que otros se daban cuenta de que habían estado con él (Hech. 4: 13).
La utilidad del obrero en la causa de Dios no depende tanto de un intelecto brillante, como de la consagración a Cristo y a la tarea que le corresponde efectuar. La influencia de una persona de grandes capacidades e inteligencia superior generalmente se hará sentir, sin duda alguna, en un círculo más amplio, siempre que esas capacidades estén consagradas a Dios (PVGM 268). Sin embargo, Dios puede prescindir de esas capacidades con más facilidad que de un corazón amante, una mente sumisa y manos bien dispuestas. Lo más importante de todo en el servicio de Dios, es que el yo sea puesto 723 de lado y se dé lugar a la acción del Espíritu Santo sobre el corazón (DTG 215).
12.
Sucedió que estando él.
[Jesús sana a un leproso, Luc. 5: 12-16 = Mat. 8: 2-4 = Mar. 1: 40-45. Comentario principal: Marcos.]
Lleno de lepra.
Lucas, como médico, es el único evangelista que muestra el avanzado estado de la enfermedad. Esta condición hizo que la curación fuera aún más notable.
17.
Aconteció un día.
[Jesús sana a un paralítico, Luc. 5: 17-26 = Mat. 9: 2-8 = Mar. 2: 1-12. Comentario principal: Marcos.] Literalmente "en uno de los días".
Fariseos.
Lucas menciona ahora por primera vez en su Evangelio esta secta religiosa. Con referencia a los fariseos, ver pp. 53-54.
Doctores de la ley.
Mejor "maestros de la ley" (ver pp. 53-54; com. Mar. 1: 22). Cabe recordar que una de las acepciones de la palabra "doctor" es "el que enseña públicamente", y que esta palabra está relacionada con la palabra "doctrina", que significa "enseñanza". Deriva del latín doctor, "el que enseña", "maestro". Los "doctores de la ley" son, en los Evangelios, generalmente llamados "escribas" (ver pp. 53, 57). Esos maestros se ocupaban especialmente de la exposición de las leyes escritas y orales de la nación, y de la aplicación de esas leyes a la vida. La mayoría de ellos eran fariseos, porque éstos eran los que se interesaban especialmente en los detalles de la ley.
Todas las aldeas.
Según Josefo había más de 200 ciudades y aldeas en Galilea (Vida, 45). Por lo tanto, es probable que Lucas esté utilizando una hipérbole que se refiere específicamente a las aldeas visitadas por Cristo en su reciente gira por Galilea. No hay duda de que estos supuestos maestros de la ley procuraban estorbar a Jesús por dondequiera iba, pues su exposición de la ley se oponía a la de ellos. Parece que se reunieron en Capernaúm para consultar con los dirigentes que habían venido de Judea y de Jerusalén, para decidir el curso de acción que debían seguir respecto al sentimiento popular en favor de Cristo. Habían venido con el propósito de encontrar errores en él para poder acusarlo (ver com. Mar. 2: 6).
Jerusalén.
El hecho de que Lucas mencione específicamente a Jerusalén además de Judea, demuestra que conocía la práctica judía de considerar a Jerusalén como un distrito separado de Judea (cf. Hech. 1: 8; 10: 39). La ciudad era un área metropolitana, y no estaba bajo la jurisdicción política de Judea. Cf. com. Luc. 4: 44.
Poder del Señor.
Es decir, el poder del Espíritu Santo (ver DTG 117, 233-234).
Estaba con él para sanar.
La mención específica de la presencia del Espíritu Santo en esta ocasión no significa que Cristo sólo tenía poder para sanar en forma intermitente. Lucas sencillamente indica esto como una introducción al milagro que está a punto de relatar.
24.
Potestad.
Literalmente "autoridad".
26.
Maravillas.
Gr. parádoxa, de pará, en este caso, "contrario a" y dóxa, "opinión". Es decir, lo que es contrario a lo que se cree o se espera. "Paradoja" tiene un idéntico significado: "lo que va en contra de la opinión común". De los tres autores de los sinópticos, sólo Lucas registra los tres aspectos de la reacción de la gente a este milagro: asombro, temor y gratitud a Dios. Ver p. 198.
27.
Después de estas cosas.
[Llamamiento de Leví Mateo, Luc. 5: 27-28 = Mat. 9: 9 = Mar. 2: 13-14. Comentario principal: Marcos.]
Vio.
Gr. theáomai, "contemplar", "mirar con atención". Cristo observó intensamente a Mateo como si estuviera estudiando su carácter.
28.
Dejándolo todo.
Sólo Lucas registra este detalle de la narración. Mateo no volvió a su negocio, pues no podía hacerlo ni siquiera transitoriamente como lo habían hecho Pedro, Andrés y Juan durante el primer año y medio después de conocer a Cristo en el Jordán (ver com. Juan 1: 35-45).
29.
Gran banquete.
[El banquete de Mateo, Luc. 5: 29-32 = Mat. 9: 10-13 = Mar. 2: 15-17. Comentario Principal: Marcos.] O "gran recepción". Lucas usa la misma palabra griega en el cap. 14: 13. Este vocablo sólo aparece estas dos veces en el NT.
30.
Murmuraban.
Gr. goggúzÇ, palabra onomatopéyica que, según algunos, imita el sonido de las palomas que parecen estar continuamente murmurando o discutiendo por alguna cosa.
Publicanos y pecadores.
En griego se emplea un solo artículo definido para estos dos sustantivos, colocando así a los dos en una misma categoría. Según los fariseos, entre estos dos grupos no había ninguna diferencia. El "publicano" era automáticamente "pecador", sencillamente por ser recaudador de impuestos (ver com. cap. 3: 12). 724
33.
Ayunan muchas veces.
[La pregunta sobre el ayuno, Luc. 5: 33-39 = Mat. 9: 14-17 = Mar. 2: 18-22. Comentario principal: Marcos.]
36.
No armoniza.
Sólo Lucas explica que el parche es de una tela diferente a la del vestido viejo, y que el aspecto del vestido con parche es poco estético. Toda esta labor no resulta, pues el vestido nuevo queda arruinado por habérsele sacado un pedazo, y el viejo no queda mejor a pesar del remiendo.
39.
Ninguno.
Sólo Lucas añade este comentario adicional de Cristo. Aunque el versículo no aparece en algunos manuscritos antiguos, la evidencia textual favorece su inclusión.
Es mejor.
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto "el viejo es bueno", es decir agradable. El que está acostumbrado al vino viejo lo encuentra bueno en comparación con el nuevo, y por lo tanto más agradable. Cristo dice que el que está acostumbrado al vino viejo lo encuentra agradable, le cae bien, y eso le basta. No quiere modificar sus hábitos. Esta parábola ilustra los arraigados prejuicios de los fariseos.
LUCAS - CAPÍTULO 6 - AUDIO
1 Por medio de las Escrituras, de la razón y de un milagro, Cristo reprocha a los fariseos su ceguedad en cuanto a la observancia del sábado. 13 Escoge a los doce apóstoles, 17 sana a los enfermos, 20 y, frente a la multitud, presenta a sus discípulos bienaventuranzas y maldiciones, 27 enseña cómo debemos amar a nuestros enemigos, 46 y cómo unir la obediencia -las buenas obras- con la recepción de la Palabra, para que en el día de la prueba final no caigamos como la casa edificada sobre la arena, sin fundamento.
1 ACONTECIO en un día de reposo,* que pasando Jesús por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y comían, restregándolas con las manos.
2 Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los días de reposo?*
3 Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él estaban;
4 cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él?
5 Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.*
6 Aconteció también en otro día de reposo,* que él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un hombre que tenía seca la mano derecha.
7 Y le acechaban los escribas y los fariseos, para ver si en el día de reposo* lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarle.
8 Mas él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie.
9 Entonces Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en día de reposo* hacer bien, o hacer mal? ¿salvar la vida, o quitarla? 725
10 Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada.
11 Y ellos se llenaron de furor, y hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús.
12 En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.
13 Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles:
14 a Simón, a quien también llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé,
15 Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote,
16 Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor.
17 Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades;
18 y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos eran sanados.
19 Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos.
20 Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
21 Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
23 Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas.
24 Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo.
25 ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis.
26 ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas.
27 Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;
28 bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.
29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues.
30 A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.
31 Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.
32 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman.
33 Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo.
34 Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.
35 Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos.
36 Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.
37 No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.
38 Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.
39 Y les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?
40 El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro.
41 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
42 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.
43 No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto.
44 Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas.
45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.
46 ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
47 Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante.
48 Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.
49 Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.
COMENTARIO BIBLICO ADVENTISTA
1.
En un día de reposo.
[Los discípulos recogen espigas en el día de reposo, Luc. 6: 1-5 = Mat. 12: 1-8 = Mar. 2: 23-28. Comentario principal: Marcos.] La RVA dice: "en un sábado segundo del primero". Esta expresión aparece en muchos manuscritos antiguos como sabbaton deuteróprÇton, que literalmente significa "un sábado segundo-primero". No se puede saber qué significaba esta expresión, pues no es del todo lógica ni tampoco aparece en ningún otro pasaje, ni bíblico ni secular. Algunos han conjeturado que podría ser el segundo sábado después de la pascua; otros, que era el primer sábado del segundo año de una serie de siete años; otros sugieren que se trataría de una simple distinción de los otros sábados mencionados en el cap. 4: 16, 31. Ninguna de estas explicaciones tiene gran valor, por lo tanto, debe admitirse que no se sabe lo que es un sábado "segundo-primero". Por otra parte, la evidencia textual se inclina (cf. p. 147) por la variante corta: "en un sábado", tal como está en la RVR.
5.
Y les decía.
El Códice de Beza (siglo V-VI) coloca el vers. 5 inmediatamente después del vers. 10, y en su lugar coloca un curioso versículo que carece de apoyo textual: "El mismo día, viendo trabajar a uno en día de sábado, le dijo: 'Amigo, si sabes lo que haces, eres dichoso; pero si no lo sabes, eres maldito y transgresor de la Ley' ". Esta interpolación, aunque interesante, no tiene valor alguno para la exégesis bíblica. Parece que fue redactada para darle una base bíblica a la observancia del domingo.
6.
En otro día de reposo.
[El hombre de la mano seca, Luc. 6: 6-11 = Mat. 12: 9-14 = Mar 3: 1-6. Comentario principal: Marcos y Lucas. Ver mapa p. 208; con referencia a milagros, pp. 198-203.] Las Escrituras no dan ningún indicio para situar cronológicamente el episodio relatado en los vers. 6-11. Si se coteja sólo con Mat. 12: 9, podría concluirse que la curación de la mano seca ocurrió el mismo día del acontecimiento en el sembrado de trigo; pero Lucas aclara que sucedió "en otro día de reposo". Además, Jesús y sus discípulos volvían a casa, después del culto en la sinagoga, cuando pasaron por el sembrado (DTG 251), mientras que en esta ocasión estaban en la sinagoga (Mat. 12: 9). Parece que en los tres Evangelios sinópticos se han agrupado ciertos pasajes de conflictos entre Jesús y los dirigentes judíos teniendo en cuenta el tema y no el orden cronológico, para destacar la creciente oposición de los escribas y de los fariseos hacia Jesús y su obra. Ver pp. 181-182, 268.
Enseñaba.
Lucas es el único que registra que Cristo presentó lo que hoy llamaríamos el sermón (ver com. cap. 4: 16-17, 20-21).
Mano derecha.
Sólo Lucas, con el ojo profesional del médico, anota este detalle. No se sabe si sólo la mano estaba paralizada o atrofiada, o si lo estaban la mano y el antebrazo. La palabra griega que se traduce "mano" puede también incluir el antebrazo, y así la usaban los autores griegos. Este fue el quinto encuentro que se registra entre Jesús y los fariseos después del comienzo de su ministerio en Galilea (ver com. Mar. 2: 24).
7.
Acechaban.
Los que observaban a Jesús tan cuidadosamente quizá habían venido con ese propósito específico. Los espías siguieron muy de cerca a Cristo en todo el resto de su ministerio en Galilea.
Los escribas y los fariseos.
Con referencia a estos grupos, ver pp. 53-54, 57. Es probable que en cualquier sinagoga grande y en cualquier sábado, hubiera escribas y fariseos; sin embargo, es probable que por lo menos algunos de los presentes estuvieran allí como espías con el propósito específico de observar a Jesús e informar de todo lo que hacía y decía (ver com. Mar. 2: 6). 727
Si en el día de reposo lo sanaría.
Compárese con las curaciones del endemoniado en la sinagoga de Capernaúm (Mar. 1: 21-28), la del paralítico en el estanque de Betesda (Juan 5: 1-16), la del ciego en el estanque de Siloé (Juan 9: 1-7), la de la mujer que había estado enferma durante 18 años (Luc. 13: 10-17) y la del hidrópico (cap. 14: 1-6). Además de estos milagros hechos públicamente en día sábado, Cristo también sanó a la suegra de Pedro en su casa (Mar. 1: 29-31). Se registran siete curaciones milagrosas en día sábado, incluyendo la curación del hombre de la mano seca; por lo tanto, de unos 20 casos específicos de curación registrados en los Evangelios, la tercera parte corresponde a milagros hechos en día sábado (ver pp. 200-203; com. Juan 5: 16).
A fin de hallar.
Los escribas y los fariseos estaban decididos a encontrar la manera de poner fin al ministerio de Jesús. Estaban empeñados en acusarlo de algo.
8.
El conocía los pensamientos de ellos.
Ver com. Mar. 2: 8. Como los espías seguían a Jesús, no tenía ninguna dificultad en conocer la tendencia del pensamiento de ellos en relación con cualquier cosa que él pudiera hacer. Su misma presencia los delataba, y, como si eso no fuera suficiente, la expresión de su rostro los desenmascaraba. Pero esto no significa, como lo afirman algunos críticos, que Jesús no tenía un poder sobrenatural para leer los pensamientos de los hombres. Hay varios casos en los cuales indudablemente demostró una comprensión sobrenatural del proceso del pensamiento de diversas personas (Juan 8: 6-9; 13: 21-30; DTG 425, 611).
Levántate, y ponte en medio.
El hombre no sólo debía ponerse de pie, sino situarse en otro lugar para que todos los que estuvieran en la sinagoga pudieran verlo fácilmente. Probablemente se paró al fondo, o en un rincón, o quizá cerca de una columna. Por otra parte, Jesús tal vez estaba al frente de la sinagoga en ese momento, y sin duda lo invitó a acercarse al lugar donde él estaba de pie o sentado. Hay un notable contraste entre el candor, la franqueza y la sinceridad de Jesús y los torcidos e intrigantes intentos de los escribas y de los fariseos para espiar lo que él hacía y para ponerle trampas.
9.
Os preguntaré.
Según el relato de Mateo, parece que los fariseos ya habían hecho la pregunta en cuanto a la autoridad para curar en día sábado (Mat. 12: 10).
¿Es lícito?
Ver com. Mar. 2: 24. Se demostró otra vez que las leyes rabínicas estaban en pugna con las necesidades de la humanidad. Los que afirman hoy que Jesús no dio importancia a la ley de Dios, es decir, que por precepto y por ejemplo se apartó de los requisitos del cuarto mandamiento, se unen a los escribas y a los fariseos y comparten su mismo espíritu. Cuando Jesús concluyó su vida terrenal, afirmó: "he guardado los mandamientos de mi Padre" (Juan 15: 10).
Hacer bien, o hacer mal.
O sea, beneficiar o perjudicar. Según Mateo, los escribas y los fariseos ya le habían preguntado a Jesús si era lícito sanar en día sábado (Mat. 12: 10). Los reglamentos rabínicos distinguían cuidadosamente entre los casos de enfermedad crónica y aquellos en los cuales había peligro inmediato de muerte. Ciertas enfermedades se consideraban más graves que otras, y quienes las padecían podían recibir la ayuda que necesitaban. Se había hecho muy poca provisión para aliviar en sábado el dolor que fuera causado por una enfermedad crónica, o para atender a quienes habían sufrido por largo tiempo, como era el caso del hombre que Jesús estaba por sanar. Es probable que la ley se interpretara en una forma más o menos liberal, y que las personas que sufrían de muchas otras enfermedades recibieran atención en día sábado. Para mayor información acerca de los preceptos rabínicos para el cuidado de los enfermos en sábado, ver Mishnah Shabbath 14. 4; 22. 6.
Salvar la vida.
Según otra máxima judía, no hacer el bien equivalía a lastimar; descuidar la vida era quitarla. Pero la vida de este hombre no estaba en peligro, y su curación podría postergarse hasta después del sábado. Sin embargo, Jesús afirmó que no podía ser malo hacer el bien en día sábado. Según el punto de vista de Jesús, no aprovechar la oportunidad de aliviar al que sufría equivalía a hacer lo malo. Los escribas y los fariseos estaban pensando en su insignificante regla que sería violada; Jesús estaba dirigiendo su atención al principio fundamental implicado. No salvar una vida sería quitarla; no hacer lo que mejorara la vida, sería disminuirla (Sant. 4: 17). Esta era una ampliación del principio del sexto mandamiento, explicado por Cristo en el Sermón del Monte (ver com. Mat. 5: 21-24), y el sexto mandamiento no contradecía en nada al cuarto. El sábado, dijo Jesús, fue hecho para el hombre (Mar. 2: 27); 728 y los actos de misericordia y de necesidad estaban enteramente a tono con sus propósitos .
Los fariseos y escribas tenían intentos homicidas en el corazón. Su acusación era parte de su plan para quitar la vida a Jesús (ver com. Luc. 6: 11; cf. Hech. 3: 15), y Jesús, sabiendo lo que pensaban, conocía también lo que estaban tramando para destruirlo (Luc. 6: 8). Jesús pensaba quizá en esto cuando habló de quitar la vida, y procuró dirigir la atención al hecho de que su maldad hacía que ellos fueran quienes en verdad quebrantaban el sábado.
Mateo añade la importante ilustración mediante la cual Cristo les hizo notar lo que estaban dispuestos a hacer por un animal, pero no en favor de un ser humano (Mat. 12: 11-12). Algunos de ellos estaban dispuestos a dejar sufrir a un hombre, pero evitaban el sufrimiento de un animal. Por supuesto, lo hacían para que el dueño del animal no se perjudicara económicamente. Sólo un falso concepto acerca de Dios podría inducir a dictar reglamentos sabáticos que le atribuyen menor valor a la vida humana que a la animal.
10.
Mirándolos a todos alrededor.
Después de afirmar claramente cuál era el principio fundamental que estaba en juego, Jesús hizo una pausa para dar tiempo a que sus palabras surtieran efecto. Su mirada penetrante recorrió lentamente el público expectante, quizá para reforzar la lección y afirmarla en el corazón tanto de sus amigos como de sus enemigos. Como había ocurrido cuando Jesús limpió el templo, su mirada abrumó a los que estaban allí reunidos con una sensación de pavor, como si hubieran estado ante el tribunal de injusticia divina, en la presencia de Aquel que había hecho el sábado y que había de juzgarlos en el día postrero (DTG 131; cf. 541). Todos los ojos estaban fijos en Jesús y en el hombre que estaba a su lado. El principio en juego había sido claramente enunciado; ahora Jesús estaba a punto de romper el impresionante silencio al actuar en armonía con ese principio.
Extiende tu mano.
Jesús pidió al hombre que hiciera lo que hasta ese momento había sido completamente incapaz de hacer, y el hombre lo hizo. Así demostró su fe en el poder de Jesús. Obedeció el mandato de Aquel que también había dispuesto la observancia del sábado, y físicamente quedó sano. La cooperación del esfuerzo humano con el poder divino es esencial para el hombre, tanto en la vida física como en la espiritual. Si no existe esa cooperación, no puede haber salud física ni espiritual.
11.
Furor.
Gr. ánoia, literalmente "sin razón", de la partícula a, alfa privativa, "sin" y nóus, "mente", "razón". Era una furia irrazonable. Esos hombres estaban fuera de sí. De acuerdo a los fariseos, ésta era, por lo menos, la quinta transgresión de Jesús contra las leyes rabínicas desde el comienzo de su ministerio en Galilea (ver com. Mar. 2: 24). Sus enemigos se enfurecieron, su ofuscamiento rayaba en demencia. El mismo espíritu que poseyó al endemoniado (ver Nota Adicional de Mar. 1) estaba endureciendo el corazón de ellos.
Hablaban entre sí.
No pudieron contenerse; su ira se desbordó, y comenzaron a discutir qué harían frente a esta situación. Pero estaban frente a un dilema: Jesús había enunciado claramente un principio que ellos no podían negar, y el pueblo estaba de parte de Jesús. Según el relato de Marcos, parece que ni siquiera pudieron esperar hasta el fin del culto, sino que salieron antes de que se dispersara la congregación para discutir el asunto (ver com. cap. 3: 6).
Qué podrían hacer.
El sanedrín había decidido antes, en la primavera (marzo-mayo) del año 29 d. C., matar a Jesús, y había enviado espías para que lo siguieran e informaran todo lo que decía y hacía (DTG 184; Juan 5: 18; ver com. Mar. 2: 6). La decisión ya se había tomado, y sólo quedaba ver cómo se podría llevar a cabo ese acto con cierto aspecto de legalidad. Las reacciones del pueblo y de sus dirigentes eran notablemente opuestas. La envidia, la malicia y el odio de los escribas y de los fariseos aumentaban en proporción directa con la creciente marea de popularidad que rodeaba el ministerio de Jesús en Galilea. La madre y los hermanos de Jesús comprendieron más tarde el inminente peligro que corría, y le aconsejaron que dejara su ministerio debido a la oposición que causaba (ver com. Mat. 12: 46).
12.
En aquellos días.
[Elección de los doce apóstoles, Luc. 6: 12-16 = Mar. 3: 13-19. Comentario principal: Marcos.] Es decir, poco después del episodio registrado en los vers. 6-11.
A orar.
Lucas parece haberse impresionado especialmente por la vida de oración de Jesús. Se refiere a ella más que los otros evangelistas. En cuanto a la vida de oración de Jesús, ver com. Mar. 3: 13. 729
14.
Simón.
Hasta ahora Lucas se ha referido a Pedro como Simón (cap. 4: 38; 5: 3-5, 10), menos una vez, cuando lo llama Simón Pedro (cap. 5: 8). Desde entonces suele llamarlo Pedro (cap. 8: 45, 51; 9: 20, 28, 32-33; 12: 41; etc.).
16.
Llegó a ser el traidor.
Hasta este momento Judas es traidor sólo en potencia. Cuando fue elegido no manifestaba tendencia hacia la traición. Sin duda, él mismo no comprendía que ciertos rasgos de su carácter, latentes y malos, si eran fomentados, lo llevarían a una culminación tan infame de su vida (ver com. Mar. 3: 19).
17.
Y descendió.
[Sermón del Monte, Luc. 6: 17-49 = Mat. 5: 1 a 8: 1. Comentario principal: Mateo.] Bajó del monte donde había pasado la noche en oración antes de elegir y ordenar a los doce (ver com. Mar. 3: 13).
Un lugar llano.
Ver DTG 265; com. Mat. 5: 1.
19.
Procuraba tocarle.
Ver com. Mar. 3: 10.
Poder.
Gr. dúnamis, "poder" (ver com. cap. 1: 35). Las formas verbales "salía" y "sanaba", que corresponden exactamente con el texto griego, indican que el "poder" divino salía continuamente de Jesús. El poder divino irradiaba de Jesús siempre que fuera necesario. "El mismo aire estaba como electrizado de poder espiritual" (A. T. Robertson, Word Pictures in the New Testament, t. 2, p. 86). Este mismo poder está hoy al alcance de los representantes de Cristo.
20.
Alzando los ojos.
Ver com. Mat. 5: 2.
Bienaventurados.
Lucas registra cuatro de las ocho bienaventuranzas dadas por Mateo. Para establecer la comparación de las dos series de bienaventuranzas, ver com. Mat. 5: 3. Lucas presenta con las cuatro bienaventuranzas cuatro ayes (Luc. 6: 24-26).
Vosotros los pobres.
Lucas parece darle a las bienaventuranzas una aplicación más literal o material que Mateo (ver com. Mat. 5: 3). Esta interpretación literal se hace aún más evidente en los ayes que registra (ver com. Luc. 6: 24). Sin embargo, este relato breve y literal de las bienaventuranzas debería leerse a la luz de la exposición más completa y detallada del Sermón del Monte tal como lo registra Mateo. El agudo contraste entre la pobreza, el hambre y la persecución que se sufren "ahora" y la bienaventuranza futura (vers. 21, etc.), a primera vista podría parecer que le da un sesgo materialista a las palabras de Cristo. Pero dentro del contexto de todo el Sermón del Monte (ver com. Mat. 5: 2), es claro que no es así. Cristo sencillamente hace notar el contraste entre la situación actual de quienes buscan el reino y su condición después de entrar en el reino.
22.
Os aparten de sí.
Posiblemente sea una referencia a la exclusión de la sinagoga (Juan 9: 22, 34; 12: 42; 16: 2). En el Talmud se describen con muchos detalles las razones por las cuales se excluía a una persona de la sinagoga y la manera en que se llevaba a cabo esa excomunión (Mo'ed Qatan 15a, 16a, 16b, 17a). Las proscripciones iban desde un mínimo de treinta días hasta la excomunión permanente. El que había sido excomulgado debía andar como si hubiera estado de duelo, y la demás gente no debía acercarse a menos de cuatro codos (1,80 m) de él. Se trataba de un castigo social y religioso. Si bien los documentos que describen estos castigos son posteriores a la época de Jesús, es posible que reflejen costumbres conocidas ya en el siglo I d. C.
Desechen vuestro nombre.
Es decir, lo desprecien. Se refiere a la circulación de informes falsos y maliciosos (1 Ped. 4: 14).
Hijo del Hombre.
Ver com. Mar. 2: 10.
24.
¡Ay de vosotros!
El contraste entre la bendición y el ay parece haber sido característico de la literatura judía. Es probable que se originara con las bendiciones y las maldiciones de Deuteronomio (cap. 27 y 28). Compárese también con los ayes pronunciados por Cristo sobre los escribas y fariseos (Mat. 23).
Ricos.
La poca importancia que Jesús le daba a las cosas materiales de la vida (ver com. Mat. 5: 3) le hacía perder el afecto de la clase social que consideraba que la riqueza y el prestigio eran los principales propósitos de la vida (Mat. 6: 1-6; etc.), aunque el Salvador procuraba presentar la salvación a todas las clases sociales, tanto ricos como pobres. Fueron relativamente pocos los ricos que se hicieron amigos de Jesús, entre éstos son notables excepciones Nicodemo y José de Arimatea. Jesús procuraba persuadir a los hombres a que acumularan tesoros en el cielo y no en la tierra (Mat. 6: 33-34; Luc. 12: 13-33), para que su corazón pudiera estar más estrechamente ligado al cielo. Las riquezas resultaron ser en demasiados casos, para quienes las poseían, una barrera insuperable para entrar en el cielo (Mar. 10: 23, 25; Luc. 18: 24-25).
Tenéis.
Gr. apéjÇ, "recibir", "tener". Como lo ilustran los papiros, en un contexto como 730 éste, este término puede indicar la cancelación de una cuenta.
Consuelo.
Gr. parákl'sis, "consuelo". Aquí se refiere a la felicidad o al bienestar que se tiene cuando las cosas andan bien (ver com. Mat. 5: 4).
25.
Saciados.
Los que se han saciado de las buenas cosas de esta vida (cf. cap. 16: 19-31).
26.
Hablen bien de vosotros.
Esto es todo lo contrario de "os vituperaren" (vers. 22). Aquí aparece otra de las paradojas que pone de manifiesto la gran diferencia entre el cristianismo y el mundo, entre sus ideales y los ideales del mundo. Los hombres suelen hablar bien de quienes poseen riquezas o poder y pueden responder a las lisonjas en tal forma que beneficien al lisonjero.
Así hacían sus padres.
Compárese con el duro trato que sus antepasados habían dado a los profetas del Señor (vers. 23).
27.
Os digo.
Ver com. Mat. 5: 22.
Amad a vuestros enemigos.
Ver com. Mat. 5: 43-44.
28.
Bendecid a los que os maldicen.
Ver com. Mat. 5: 43.
Os calumnian.
"Os maltratan" (BJ). Ver com. Mat. 5: 43-44.
29.
Al que te hiera.
Ver com. Mat. 5: 39.
30.
A cualquiera que te pida, dale.
Los cuatro verbos principales de este versículo están en tiempo presente, que en el griego no se aplica a acciones que se hacen sólo una vez, sino a lo que se hace en forma repetida o habitual. Por lo tanto, aquí se habla de "dar" continuamente, idea que concuerda perfectamente con el tenor del Sermón del Monte. La instrucción de dar "a cualquiera que te pida" no quiere decir que el cristiano deba dar todo lo que se le pida indiscriminadamente o sin tener en cuenta la necesidad. En armonía con la forma verbal y la sustancia del Sermón del Monte, Cristo quiso decir que deberíamos dar en forma habitual. El cristiano debe tener un propósito generoso que esté listo a dar y feliz de hacerlo, según la necesidad que involucro el pedido y su propia capacidad para hacer frente a esa necesidad (ver com. Mat. 5: 42). El cristiano responderá favorablemente, por lo general, a los pedidos de ayuda que se le hagan. No dará de mala gana ni se negará a hacerlo, como lo hacen los de duro corazón. Estará dispuesto a cooperar con otros y no a oponerse a ellos.
31.
Como queréis.
Ver com. Mat. 7: 12.
32.
Amáis a los que os aman.
Ver com. Mat 5: 43-47.
Pecadores.
Para la mentalidad judía, "pecador" era el que no conocía la ley, o la conocía pero no la guardaba. Por lo tanto, todos los gentiles eran pecadores, y también los judíos recaudadores de impuestos, las rameras, etc.
33.
Hacéis bien.
Ver com. Mat. 5: 44-46.
34.
Si prestáis.
Mateo no registra este pasaje acerca de los préstamos. El préstamo del cual se habla aquí es el de una transacción comercial en la cual se da dinero a interés.
Recibir otro tanto.
Es decir, recibir de vuelta el capital y junto con él, por supuesto, el interés estipulado.
35.
Amad, pues, a vuestros enemigos.
Ver com. Mat. 5: 44-46.
No esperando.
Gr. apelpízÇ, palabra que sólo aparece aquí en el NT. En la literatura griega clásica siempre significa "desesperarse", o "perder la esperanza". Sin embargo, dentro de este contexto, parece que requiere una traducción similar a la de la RVR y la BJ ("sin esperar nada"). La crítica textual se inclina (cf. p. 147) por el texto "no desesperando de nada" o "no desesperando de nadie". "Nada" aparece en más MSS que "nadie".
El texto de la RVR y el de la BJ parecen basarse más en la traducción de la Vulgata: "no esperando de ello nada", más que en el griego mismo. Basándose en la Vulgata, la Iglesia Católica prohibió durante siglos el préstamo de dinero a interés, y como resultado los judíos se convirtieron en los grandes prestamistas y banqueros de Europa. Con referencia a los principios bíblicos que rigen el préstamo de dinero a interés, ver com. Exo. 22: 25.
El contexto de Luc. 6: 30-35 indica claramente que Cristo no se refiere al interés en los préstamos, sino al gran principio de que los cristianos deberían dar a otros (vers. 30), tratar a otros en forma equitativa (vers. 31), hacer el bien a otros (vers. 31, 35), y amar a otros (vers. 32), sin calcular previamente la probabilidad de recibir de nuevo lo que se dio o aun más de lo que se dio. Los cristianos deben ayudar hasta en casos aparentemente desesperados (en la literatura griega se emplea el verbo apelpízÇ al referirse a un médico que desespera ante un caso sin esperanza y sin solución). La ayuda debe basarse en la necesidad, no en la perspectiva de obtener provecho invirtiendo en buenas obras. El cristiano nunca debe cansarse de hacer el bien (Gál. 6: 9), ni tampoco debería sentir que su trabajo ha sido "en vano" (1 Cor. 15: 58).
Vuestro galardón.
Cristo destacó que habrá galardones para el que viva rectamente, no primariamente como incentivos -aunque, bien entendidos, son realmente incentivos-, sino para demostrar que aunque los hombres no aprecien los elevados principios que impulsan a los ciudadanos del reino celestial, con todo Dios conoce y aprecia. El finalmente acabará con el reinado del pecado y restablecerá los asuntos de este mundo en armonía con los mismos principios por los cuales sus "hijos" padecen injusticias en este mundo actual. El más elevado motivo de un cristiano no es vivir la vida mejor para ganar ciertos galardones, aunque éstos puedan tener su lugar adecuado, sino vivir la vida mejor por el hecho de que es intrínsecamente una vida mejor. El cristiano encuentra la satisfacción esencial al vivir en armonía con los grandes y eternos principios del reino de los cielos.
Hijos.
El parecido moral que tienen con Dios prueba que son sus hijos. Lo son porque piensan, hablan y viven en armonía con los principios divinos (ver com. Mat. 5: 45).
Altísimo.
Gr. hupsistós, "altísimo". "Hijos del Altísimo" corresponde, según Lucas, con "hijos de vuestro Padre que está en los cielos" (Mat. 5: 45). El equivalente hebreo de hupsistós es 'elyon (ver com. Gén. 14: 18; Núm. 24: 16).
Los ingratos.
Cristo no se preocupa tanto porque estas personas no aprecian las bondades que les manifiestan los ciudadanos del reino de los cielos, sino por la actitud básica de los desagradecidos. A pesar de todo, Dios es todavía bondadoso con ellos, y los hijos de Dios en la tierra -los que se parecen a su Padre celestial en carácter moral- harán lo mismo (ver com. Juan 8: 44).
Malos.
En griego un artículo sirve para dos adjetivos, lo cual indica que los ingratos y malos son un solo grupo y no dos. Las bondades que Dios extiende se basan en su propia bondad como dador, y no en la bondad de los que reciben. Algunas veces ocurre que el favor que se le extiende al más indigno y falto de aprecio despierta en él el deseo de escapar de las cadenas del pecado y lo impulsa a permitir que Dios transforme su carácter.
36.
Misericordiosos.
O "compasivos". El grado de mérito que el prójimo pueda tener o dejar de tener, de ninguna manera debe determinar la actitud y las acciones del cristiano para con él. La fuerza motriz de esta clase de vida está en que el cristiano es hijo de Dios por medio de Cristo, cuyo amor le "constriñe" o controla (2 Cor. 5: 14).
37.
No juzguéis.
Ver com. Mat. 7: 1-2
Perdonados.
Ver com. Mat. 6: 14-15.
38.
Regazo.
Gr. kólpos, "seno", "pecho", "regazo", o también el pliego del manto que se ajustaba con el cinto y se empleaba como bolsillo (Exo. 4:6; Sal. 79:12; Prov. 6:27; ver com. Sal. 65:6).
Con la misma medida.
Ver com. Mat. 7: 2.
39.
Les decía una parábola.
Suele considerarse que aquí comienza la segunda parte del Sermón del Monte tal como lo registra Lucas. Dieciséis de las ilustraciones empleadas en este sermón, como lo registran Mateo y Lucas, pueden clasificarse como parábolas, aunque sólo la que se da aquí lleva esa designación. La definición de parábolas aparece en la p. 193.
¿Puede un ciego guiar?
La forma de la pregunta en griego indica que se espera una respuesta negativa. El ciego no puede ser guía de otro ciego.
¿No caerán ambos?
La forma de la pregunta griega indica que se espera una respuesta positiva. Ocurrirá, sin duda, alguna desventura.
40.
El discípulo.
Es decir, el alumno no es superior al maestro. Esto es similar al dicho que afirma que una corriente de agua no se eleva por encima del nivel de la fuente. Un proverbio chino dice que el estudiante no puede aventajar a su maestro. El contexto del vers. 39 sugiere que el maestro corresponde con el ciego que quiere guiar o enseñar a otro ciego, y el discípulo corresponde con el que es guiado. La moraleja es sencilla: quienes pretenden enseñar a otros, deben tener una clara percepción de los temas que se proponen enseñar. Si no lo hacen, alcanzarán, en el mejor de los casos, sólo un bajísimo nivel.
Esta parábola ilustra la misma lección presentada en la metáfora de los vers. 41-42: una persona que trata de sacar la paja o astilla del ojo de su hermano, cuando tiene una viga en su propio ojo. Es necesario ver con claridad antes de que se pueda ayudar a otros.
Perfeccionado.
Gr. katartízÇ, "preparar", "educar", "completar", "perfeccionar". La BJ traduce: "El que esté bien formado". El verbo griego también se emplea como un término 732 médico para describir la acción de reducir un hueso roto.
Será como su maestro.s decir, no será mejor que su maestro (cf. vers. 39).
41.
Paja.
Ver com. Mat. 7: 3.
Echas de ver.
Del verbo griego katanoéÇ, "fijar la mente en", o sea "considerar con atención", "observar", "comprender".
42.
Déjame sacar.
Ver com. Mat. 7: 4. El que tiene la viga en el ojo habla con estudiada cortesía al que tiene la paja en el ojo, como si ofreciera hacerle un favor. Pretende ser "hermano" de esa persona, pero en realidad es un "hipócrita".
Hipócrita.
Ver com. Mat. 7: 5.
44.
Se conoce.
Ver com. Mat. 7: 16.
45.
El hombre bueno.
Ver com. Mat. 7: 12, 16.
46.
Señor, Señor.
Ver com. Mat. 7: 21-22.
47.
Todo aquel que viene a mí.
Es decir, todo el que quisiera ser discípulo de Jesús, así como los doce que habían sido escogidos ese mismo día, y en ese momento estaban sentados junto a Cristo (ver com. Mat. 5: 1).
48.
Al edificar una casa.
Ver com. Mat. 7: 24-25.
No la pudo mover.
Es decir, no fue suficientemente fuerte como para sacudirla o moverla.
Fundada sobre la roca.
La evidencia textual (cf. p. 147) favorece el texto "bien edificada" (BJ).
49.
Oyó y no hizo.
Ver com. Mat. 7: 26.
Cayó.
Mejor "se desplomó" (BJ). Ver com. Mat. 7: 27.
LUCAS - CAPÍTULO 7 - AUDIO
1 Cristo halla una fe más grande en el centurión gentil que entre los judíos, 10 y, aún ausente, sana al siervo de aquél. 11 Resucita al hijo de la viuda de Naín. 19 Con sus milagros responde a los mensajeros de Juan, 24 y expresa a la gente su opinión en cuanto a Juan. 30 Denuncia a los judíos, quienes no se convencieron ni con la predicación y testimonio de Juan ni con la de Jesús. 36 La acción de María Magdalena sirve para mostrar que Jesús es amigo de los pecadores, que los libra del pecado y los perdona si se arrepienten y ejercen fe.
1 DESPUES que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaúm.
2 Y el siervo de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
3 Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.
4 Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto;
5 porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga.
6 Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no 733 te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;
7 por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.
8 Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
9 Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
10 Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
11 Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.
12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.
15 Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
16 Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.
17 Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.
18 Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos,
19 y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
20 Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
21 En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista.
22 Y respondiendo Jesús, des dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;
23 y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí.
24 Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a la gente: ¿Qué salasteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
25 Mas ¿qué salasteis a ver? ¿A un hombre y cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están.
26 Mas ¿qué salasteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
27 Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.
28 Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
29 Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.
30 Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan.
31 Y dijo el Señor: ¿A qué, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?
32 Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
33 Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.
34 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.
35 Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos.
36 Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;
38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro.
41 Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?
43 Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.
44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.
45 No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
46 No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.
47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.
48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados?
50 Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.
COMENTARIO BIBLICO ADVENTISTA
1.
Después que hubo terminado.
[Jesús sana al siervo de un centurión, Luc. 7: 1-10 = Mat. 8: 5-13. Comentario principal: Lucas. Ver mapa p.209; diagrama p. 221; con referencia a milagros, ver pp. 198-203.] Los acontecimientos registrados en los vers. 1-10 siguieron al Sermón del Monte (ver com. Mat. 8: 2) y pudieron haber ocurrido el mismo día. En Luc. 7: 1 se registra el cambio de lugar: del Sermón del Monte al lugar de la curación del siervo del centurión. Otros ejemplos de este tipo de transiciones aparecen en Luc. 4: 30, 37, 44; 5: 11, 16, 27; 6: 12; etc. Esto ocurrió quizá a fines del verano (septiembre) del año 29 d. C. (ver DMJ 8-10,43; com. Mat. 5: 1), y los acontecimientos relatados tal vez sucedieron en la tarde del día.
Sus palabras.
Específicamente, el Sermón del Monte (Luc. 6: 20-49; cf. Mat. 7: 28).
Entró en Capernaúm.
Aquí se habla posiblemente de lo que hizo Jesús al volver de presentar el Sermón del Monte, como lo indica el contexto (DTG 282-283). Con referencia a Capernaúm como sede del ministerio en Galilea, ver com. Mat. 4: 13. Parece que la delegación de ancianos que llevaban el pedido del centurión se encontró con Jesús mientras éste regresaba a la ciudad.
El relato paralelo en Mat. 8: 5-13 parecería contener varias diferencias, pero al comparar los dos relatos se ve que no son discrepancias reales, sino que se trata, sencillamente, de diferentes versiones del mismo episodio. Los pasajes que registran la conversación son casi idénticos, y las diferencias aparecen principalmente en el pasaje de la narración. En ambos casos la atención se centra en la gran fe del centurión gentil (ver com. Luc. 7: 9). El aspecto extraordinario consiste en que el beneficiado con este milagro no estaba en la presencia inmediata de Cristo cuando fue sanado.
2.
Siervo.
Gr. dóulos, "esclavo".
Centurión.
Gr. hekatontárj's, "comandante de cien"; es decir, el capitán de una compañía que en el ejército romano se denominaba centuria. El número de soldados en la centuria era aproximadamente de 100. Es probable que el centurión de este relato estuviera a cargo de una centuria de soldados romanos que servían como policías para Herodes Antipas, tetrarca de Galilea. Según se desprende de la narración (ver com. vers. 5-6, 9), el centurión no era prosélito judío. Todos los centuriones mencionados en el NT parecen haber sido personas de carácter digno de elogio (Mar. 15: 39, 44-45; Luc. 23: 47; Hech. 10: 22; 22: 26; 23: 17, 23-24; 24: 23; 27: 43).
A quien éste quería mucho.
"Muy querido" (BJ). Del Gr. éntimos, "honrado", "preciado", "querido". En Luc. 14: 8 la palabra éntimos se traduce como "distinguido"; en Fil. 2: 29, "en estima"; en 12: 4, 6, "preciosa". En los papiros, la palabra éntimos es empleada para describir a soldados que han prestado un vasto y distinguido servicio. Este siervo era muy estimado por el centurión, sin 735 duda por el valioso servicio que le había prestado. La palabra misma no necesariamente implica afecto personal, pero en este caso se sugiere un vínculo cariñoso entre centurión y esclavo (DTG 282).
Estaba enfermo.
Ver com. Mat. 4: 24. La parálisis común no suele ser tan dolorosa como la enfermedad descrita en Mat. 8: 6, donde se dice que el siervo estaba "paralítico, gravemente atormentado". Por lo tanto, se ha sugerido que el dolor y la parálisis acompañaban a alguna enfermedad similar a la fiebre reumática.
3.
Cuando... oyó.
Lo que el centurión sabía de Jesús se limitaba a los informes que le habían llegado de las grandes señales del Salvador. Nunca había visto a Jesús antes de esta ocasión (DTG 282).
Ancianos.
Pueden haber sido ciudadanos principales de la aldea o dirigentes de la sinagoga local (ver p. 57), o quizá ambas cosas. Debido al proceder amigable del centurión (vers. 5), estaba en buenas relaciones con los ancianos, a pesar de que no era judío. Como conocía perfectamente el proceder habitual de los judíos para con los gentiles (ver com. Mat. 7: 6), el centurión pudo haber tenido dudas en cuanto a la forma en que respondería Jesús a un pedido que le hacía directamente alguien ajeno a su raza. Como quizá había vivido episodios desagradables con diversos dirigentes judíos, temía que su pedido fuera rechazado. Siguiendo la costumbre del antiguo Cercano Oriente, correspondía hacer los arreglos valiéndose de un intermediario, el cual se suponía que estaba en condiciones de conseguir lo que de otra manera no se concedería. Quizá éstos eran los ancianos de la misma sinagoga a la cual Jesús asistía cuando estaba en Capernaúm (ver com. Luc. 4: 16).
Aquí aparece la diferencia más notable entre los relatos de Mateo y de Lucas. Lucas registra que el centurión envió dos delegaciones -primero la de los "ancianos" (vers. 3) y luego la de "unos amigos" (vers. 6)-; Mateo no menciona a ninguna de las dos, sino que dice que el centurión mismo vino a Jesús (cap. 8: 5). Es probable que Mateo, teniendo en cuenta que las delegaciones hablaban en nombre del centurión, simplifica el relato presentando las palabras de los mensajeros del centurión como si hubieran sido pronunciadas por el centurión mismo. Aún suele decirse, como en tiempos antiguos, que una persona que tiene autoridad hace algo cuando, en verdad, son sus subordinados los que hacen el trabajo. Por ejemplo, se dice que Pilato azotó a Jesús (Juan 19: 1); pero evidentemente los azotes fueron dados por un subordinado, por orden de Pilato. Es probable que las dos delegaciones -la de los "ancianos" y la de los "amigos"- se hayan acercado a Jesús, pero que cuando era evidente que el Maestro se dirigía a la casa del centurión, éste salió en persona, y cuando se encontró con Jesús repitió prácticamente el mismo mensaje que había enviado con los "ancianos" y los "amigos". Además, cabe señalar que Lucas tenía razones especiales para mencionar cualquier gesto amigable de parte de los dirigentes de Israel para con Jesús (ver Nota Adicional al fin del capítulo). Cf. com. Luc. 5: 2.
Sanase.
Gr. diasÇzÇ, "hacer pasar con seguridad", "salvar". El centurión quería que Jesús hiciese pasar a su fiel esclavo a salvo por esa enfermedad.
4.
Le rogaron.
Gr. parakaléÇ, "rogar", verbo más expresivo que la forma verbal traducida "rogándole", en el vers. 3, que significa más bien "pedir".
Con solicitud.
Gr. spoudáios, "insistentemente" (BJ), "con urgencia". El asunto era urgente porque el siervo estaba "a punto de morir" y no había tiempo que perder.
Es digno.
El centurión mismo se consideraba indigno (vers. 6-7), pero los ancianos lo consideraban "digno" (vers. 4) de recibir este favor. Cuando se es consciente de la propia indignidad, se es digno del más alto elogio. Pero parece que en el caso del centurión este autorreconocimiento delante de Jesús era más que humildad. El centurión creía en el verdadero Dios, pero aún no era prosélito, y a los ojos de los judíos seguía siendo pagano y, por lo tanto, no podía participar en los servicios religiosos (ver com. vers. 2, 5). Era, sin duda, humilde de corazón ante Dios, y quizá consciente de la forma como lo consideraban los judíos, procuró evitarle a Jesús un momento embarazoso al obligarlo a entrar en una casa de gentiles. En el mejor de los casos, esto sería repulsivo para un judío piadoso, y sin duda haría que quedara legalmente contaminado (Juan 18: 28). Un judío que era llamado por orden directa de un funcionario romano, estaba obligado a responder esa orden, porque una negativa era interpretada como desacato a la autoridad legalmente constituida. El centurión, verdaderamente piadoso y humilde, procuró quizá evitarle 736 también a Jesús esa difícil situación. La humildad del centurión era tan real como práctica (ver com. Luc. 7: 6).
5.
Ama a nuestra nación.
Por esto era "digno" para los ancianos (ver com. vers. 4). El centurión era probablemente lo que se conocía como un "prosélito de la puerta"; es decir, uno que creía en el verdadero Dios y en los preceptos de la fe judía, pero que no había aceptado la circuncisión, la señal del pacto (ver com. Gén. 17: 10- 11), y no practicaba los ritos ceremoniales de la religión judía. Se dice que en el siglo I d.C. había muchos millares de gentiles en el Imperio Romano que eran "prosélitos de la puerta". Habían aprendido a admirar y a respetar el culto comparativamente puro de los judíos y estaban convencidos de que ese culto era superior al suyo. Posteriormente muchos de esos prosélitos se convirtieron plenamente al judaísmo (ver p. 63).
Una sinagoga.
Literalmente "la sinagoga", quizá la misma sinagoga de la cual eran "ancianos" los mensajeros del centurión. Posiblemente fuera la sinagoga a la cual Cristo solía asistir cuando estaba en Capernaúm y donde comenzó su ministerio. La BJ traduce mejor la construcción enfática de este versículo: "El mismo nos ha edificado la sinagoga". El centurión tal vez construyó la sinagoga con su propio dinero. Según una inscripción del siglo II d. C., cierto funcionario pagano de Egipto ayudó a los judíos a levantar una sinagoga en Atribis. Se registran también otros casos similares.
6.
Fue.
Mejor "iba con ellos" (BJ). Jesús no acompañó a los enviados hasta la casa del centurión, según se deduce por el relato (Luc. 7: 7; cf. Mat. 8: 5).
Amigos.
Es posible que esta segunda delegación estuviera compuesta de romanos, quizá relacionados personalmente con el centurión. Tal vez Jesús siguió caminando hacia la casa del centurión a pesar de los mensajes de protesta en cuanto a la indignidad del centurión, porque finalmente salió él mismo (DTG 283). En vista de que la segunda delegación se encontró con Jesús no lejos de la casa, y que Jesús siguió avanzando después de haber recibido a este segundo grupo, el centurión debe haberse encontrado con Jesús muy cerca de su casa.
No soy digno.
Ver com. vers. 4. Aunque el centurión afirmaba que era indigno, Jesús más tarde dijo de él: "Ni aun en Israel he hallado tanta fe" (vers. 9). La notable fe de este supuesto pagano lo hacía mucho más digno a la vista del cielo que cualquiera de los compatriotas de Jesús. Es sumamente interesante comprobar que Jesús y los dirigentes judíos, quienes tantas veces estaban en pleno desacuerdo, pudieran afirmar la dignidad de un gentil. Sus razones para hacerlo eran sin duda diferentes: los "ancianos" aprobaban las obras del centurión, pero Jesús elogiaba su fe. Quizá aquí se halla implícita la verdad de que cuando en la vida se unen la fe y las obras, una persona puede ser muy estimada tanto por Dios como por el hombre. Son muy escasos los dirigentes estimados tanto por amigos como por enemigos, por personas de diferentes partidos o ideas políticas. Es difícil hallar un maestro que sea apreciado por todos sus alumnos, tanto por los que debe calificar con notas bajas como por aquellos que califica con notas altas. Es algo raro encontrar un dirigente religioso que sea apreciado por todos los sectores de su congregación.
Techo.
Gr. stég', "cobertura".
7.
Digno.
Ver com. vers. 4, 6. Los escrúpulos de conciencia, en cuanto a lo que el centurión equivocadamente consideraba como una actitud de Jesús con respecto a los gentiles (ver com. vers. 4), quizá fueron los que le impidieron atreverse a solicitar la buena voluntad de Jesús y aun a presentarse personalmente ante él; sin embargo, se acercó al maestro, y las palabras de los vers. 7- 8 presentan lo que él mismo dijo a Jesús (DTG 283).
La palabra.
El centurión consideraba que la orden de Jesús para curar a su siervo sería suficiente para obtener lo que estaba pidiendo. Esto señaló los alcances de la fe del centurión. Este no exigió ni esperó, como el noble de Capernaúm un año antes, "señales y prodigios" que fortalecieran su confianza en el poder de Jesús (ver com. Juan 4: 48).
Será sano.
Como el leproso, cuya gran fe le hizo exclamar "si quieres, puedes limpiarme" (Mat. 8: 2), el centurión parecía comprender que todo lo que se necesitaba era que Jesús quisiera que el esclavo fuera liberado de las garras de la enfermedad.
8.
También yo.
El centurión llegó a comprender, por lo que había oído, que Jesús representaba la autoridad y el poder del cielo, así como él, un oficial del ejército, representaba el poder y la autoridad de Roma.
Soldados bajo mis órdenes.
Así como el centurión era representante del gobierno romano 737 y obedecía sus órdenes, así también los soldados que estaban bajo sus órdenes reconocían su autoridad, y le obedecían. Sabía recibir órdenes y también darlas, y ver que esas órdenes se cumplieran. Una palabra de sus superiores significaba que debía obedecer, y una palabra suya exigía la obediencia de sus subordinados. Como el centurión ya había aprendido a reconocer al verdadero Dios como gobernante de cielo y tierra, reconoció a Jesús como el representante de Dios. Sin duda sabía de la curación del hijo del noble un año antes (Juan 4: 46-53), y debió haber oído de los muchos milagros que Jesús había hecho desde que estableció en Capernaúm el centro de su ministerio en Galilea. Como en el caso del hijo del noble (Juan 4: 50), una palabra de Jesús bastaría, y la curación podía hacerse sin importar la distancia. Sin embargo, como en la curación del leproso, el centurión se preguntaba si Jesús estaría dispuesto a responder favorablemente a su pedido (ver com. Mar. 1: 40). El leproso había sido desechado por la sociedad debido a su enfermedad. Es probable entonces que el centurión sintiera que no era socialmente aceptable para los judíos por causa de su raza.
9.
Se maravilló.
Gr. thaumázÇ, "admirarse" , "maravillarse". La fe que tenía el centurión de que bastaría una sola palabra de Jesús, era extraordinaria. El hecho de que el centurión nunca había visto a Jesús ni había conversado con él, hacía que su fe fuera aun más notable, especialmente debido a la lentitud de los judíos y hasta de los mismos discípulos de Cristo para demostrar fe en él (Mat. 6: 30; 8: 26; 14: 31; 16: 8; cf. Mar. 4: 40; Luc. 8: 25; 12: 28; 17: 6). Pero el hecho de que el centurión era, desde el punto de vista judío, un gentil, hizo que su fe fuera increíblemente grande. Un año más tarde, Jesús elogió a la mujer cananea, la cual también era gentil (cf. Luc. 4: 24-27), por su gran fe (Mat. 15: 28).
Gente que le seguía.
Era la multitud que, con toda probabilidad ese mismo día, había escuchado el Sermón del Monte (ver com. Mat. 8: 1; Luc. 7: 1). Si así fue, este milagro tendría la virtud de confirmar las palabras que Jesús había pronunciado y a dejar una viva impresión en el pensamiento de la gente.
Ni aun en Israel.
Lucas omite aquí el comentario de Cristo registrado por Mateo en el cap. 8: 11-12, en cuanto a la gran reunión de los gentiles en el reino de los cielos, pero registra una declaración similar en otra ocasión (Luc. 13: 28-29). Más tarde Pablo expresó la misma verdad de un modo similar (Rom. 9: 7-8; 11: 15, 17, 25). Debe destacarse que en los dos casos de curación hechos por pedido de gentiles -el que aquí se registra y el de la hija de la mujer cananea (Mat. 15: 21-28)-, la curación tuvo lugar como recompensa de una gran fe y a pesar de la distancia. Por lo tanto, no hubo una relación íntima con los gentiles. Quizá esto pudo haber sido una concesión a los prejuicios de los discípulos. Como preparación para la predicación del Evangelio en todo el mundo, era esencial que Jesús demostrara que los gentiles eran dignos de compartir los beneficios del reino que había venido a establecer; pero no era indispensable que el Señor ofendiera innecesariamente la sensibilidad judía por el contacto con los gentiles. Si hubiera procedido de otra manera, podría haber suscitado los prejuicios judíos y estorbado su misión. Un pastor o ministro estará consciente de que aunque él no abrigue prejuicios, muchas veces le será necesario tomar en cuenta los prejuicios de otros cuando trabaja a favor de las almas.
Tanta fe.
Ver com. vers. 8. La gran fe del centurión es el punto culminante del relato. Quizá pueda considerarse que al elogiar al centurión Cristo estaba insinuando su completa conversión en ese momento o más tarde. El hecho de que Cristo no hubiera hallado una fe tan grande indica que su ministerio anterior había tenido ya alguna duración (ver com. vers. 1).
10.
Los que habían sido enviados.
Probablemente aquí están incluidos tanto los "ancianos" como los "amigos" o por lo menos los últimos. No tuvieron que caminar mucho (ver com. vers. 6) para poder comprobar el milagro inmediatamente.
Sano.
Gn hugiáinÇ, "tener salud", término médico común (cf. Luc. 5: 31; 3 Juan 2).
Que había estado enfermo.
La crítica textual se inclina (cf. p. 147) por la omisión de esta frase.
11.
Después.
[Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín, Luc. 7: 11-17. Ver mapa p. 209; diagrama p. 221; con referencia a los milagros, pp. 198-203.] Aunque algunos MSS dicen "al día siguiente", la evidencia textual se inclina por el texto "después" o "a continuación" (BJ), sin especificar un día.
Iba.
Así comienza el segundo gran viaje misionero por las aldeas y los pueblos de Galilea, quizá a comienzos del otoño (octubre) 738 del año 29 d. C. (ver com. Mat. 4: 12; 5: 1; Mar. 1: 39). La segunda gira comenzó en Capernaúm, centro de las actividades de Jesús durante su ministerio en Galilea (ver com. Mat. 4: 13), a lo sumo sólo unos pocos días después de la designación de los doce discípulos y la presentación del Sermón del Monte (ver com. Mat. 5: 1; Luc. 7: 1). La primera gira había concluido antes, durante el mismo verano (ver com. Mat. 4: 23; Mar. 1: 39; 2: 1; Luc. 4: 16).
Después de haber inaugurado formalmente el reino de la gracia divina mediante la designación de los doce (ver com. Mat. 5: 1), y de haber proclamado la ley fundamental y el propósito del reino en el Sermón del Monte, Cristo emprendió su segunda gira por Galilea para demostrar, por precepto y ejemplo, la naturaleza de su reino y la amplitud de los beneficios que ofrecía a la humanidad.
Como ocurrió con la primera gira (ver com. Mar. 1: 39-40), es evidente que los evangelistas sólo registraron los hechos más significativos e impresionantes (cf. Juan 20: 30-31; 21: 25). La primera aldea mencionada en este viaje es Naín (ver com. "Naín"), aunque Jesús probablemente atendió las necesidades de la gente y enseñó en otras aldeas por el camino. No se sabe si siguió una ruta directa o no, pero lo más probable es que hubiera visitado varios lugares antes de llegar a Naín. Tampoco se sabe si la "gran multitud" lo acompañó más allá de Naín.
Después del milagro en Naín, siguió su ministerio en la orilla occidental del mar de Galilea, durante el cual Jesús pronunció las parábolas registradas en Mat. 13. Esa noche, mientras Cristo y los discípulos cruzaban el mar, se levantó una gran tormenta (ver com. Mat. 8: 23-27), y a la mañana siguiente se produjo el encuentro con los endemoniados de Gadara (ver com. Mar. 5: 1- 20). Más tarde, quizá ese mismo día, Jesús regresó a Capernaúm para asistir a la fiesta de Mateo (Mar. 2: 15-17; DTG 310), sanó a la mujer que tocó su manto y resucitó a la hija de Jairo (ver com. Mar. 5: 21-43). Jesús demostró de este modo, en su segunda gira, su poder sobre la muerte, sobre los elementos naturales y sobre los espíritus satánicos. En una serie de parábolas expuso los principios del reino de los cielos y su acción entre los hombres. En este viaje los doce recibieron, como ayudantes de Cristo, una valiosa preparación en la metodología del evangelismo, preparación que pronto -en el tercer viaje-, tuvieron oportunidad de poner en práctica.
Naín.
Esta aldea no se menciona en ningún otro pasaje bíblico ni en ninguna fuente secular, pero suele identificarse con Nein, una aldea que está situada en la ladera norte de un cerro a poca distancia de la llanura de Esdraelón. Nein está ubicada a unos 40 km al suroeste del sitio de la antigua Capernaúm y a unos 8 km al sur de Nazaret. A menos de un km de dicha aldea se encuentra un antiguo cementerio de tumbas cavadas en la roca.
12.
Cerca de la puerta.
A unos diez minutos de camino hacia el este de la aldea de Nein aún se encuentra un antiguo cementerio cuyas tumbas fueron excavadas en la roca. Esta fue la primera ocasión, según se registra, en la cual el Señor de la vida se encontró cara a cara con la muerte, y triunfó sobre ella.
Unico.
Gr. monogenés, "único", "único en su género" (ver com. Juan 1: 14).
Viuda.
El hecho de que la mujer era viuda y éste fuera su único hijo, presentaba una situación sumamente triste.
Mucha gente de la ciudad.
La difícil situación de la viuda evidentemente conmovió el corazón de los aldeanos, y muchos de ellos o quizá la mayor parte, la acompañaban al entierro. La simpatía de ellos por la viuda halló eco en la simpatía del gran Dador de la vida.
13.
El Señor.
Esta es una de las relativamente pocas veces en las cuales los evangelistas llaman a Jesús, "Señor".
Se compadeció.
El amor y la compasión de Jesús aparecen con frecuencia como un motivo para realizar sus milagros (Mat. 14: 14; 15: 32; 20: 34; Mar. 1: 41; 8: 2; etc.). Los labios de la viuda no hicieron ninguna petición y, hasta donde se sepa, ningún ruego se elevó de su corazón. Pero Jesús, con su simpatía por la humanidad sufriente, contestó la oración silenciosa, así como lo hace aún muchas veces en nuestro favor.
No llores.
También puede traducirse, "deja de llorar". A la viuda le sobraba razón para estar profundamente triste. Pero Jesús estaba a punto de darle el mayor gozo posible, y no era apropiado que siguiera derramando lágrimas, a menos que fueran de gozo. Antes de resucitar a Lázaro, de hacer el milagro de restituir la vida, Jesús también procuró inspirar esperanza y confianza (Juan 11: 23-27).
14.
Tocó el féretro.
El féretro, un ataúd abierto dentro del cual estaba el cuerpo envuelto en un lienzo, encabezaba la procesión 739 fúnebre (DTG 285). En los tiempos del NT es probable que este ataúd estuviera hecho de mimbre (ver com. Mar. 6: 43). Jesús tocó el féretro para indicar que se detuvieran los que lo llevaban. Según la ley de Moisés, el contacto con los muertos o aun tocar el féretro, causaba una contaminación ceremonial durante siete días (ver com. Núm. 19: 11). Pero para Jesús -que no conocía ni el pecado ni la contaminación, y era la Fuente de la vida- no había contaminación por el contacto con la muerte.
A ti te digo.
En griego, como en castellano, la construcción es enfática. Jesús sólo había dicho ala madre: "No llores"; pero al hijo le ordenó: "levántate". Jesús tenía derecho de pedirle a la madre que no llorara más porque tenía el poder de reprender a la muerte, la causa de su llanto.
15.
Lo dio.
La madre viuda había perdido a su hijo por causa de la muerte, y no podía recuperarlo. Pero ahora se presenta el Dador de la vida y se lo devuelve. Compárese este caso con la curación del hijo endemoniado que le fue devuelto a su padre (cap. 9: 42).
16.
Glorificaban a Dios.
El pretérito imperfecto indica que continuaban glorificando a Dios. Cuando la gente se recuperó de su asombro, su primer pensamiento fue el de alabar a Dios.
Un gran profeta.
Este hecho sin duda les recordó casos similares de tiempos pasados. Frente a ellos estaba la evidencia incontrovertible del poder divino, y llegaron a la conclusión de que el instrumento humano por medio de quien se había manifestado debía ser un profeta. Compárese también con la promesa mesiánica de Deut. 18: 15 y la reacción de los judíos ante Juan (Juan 1: 21), y más tarde ante Jesús (Juan 6: 14; cf. cap. 4: 19; 7: 40).
Todo cristiano que llora por la pérdida de sus seres amados, puede bailar consuelo en la compasión que Jesús sintió por la viuda de Naín (ver com. vers. 13), y tiene el privilegio de consolarse con la seguridad de que ese mismo Jesús todavía "vela con toda persona que llora junto a un ataúd" (DTG 286). El que tiene en su mano las llaves de la muerte y del sepulcro (Apoc. 1: 18), quebrantará un día las ataduras que aprisionan a sus amados, y los libertará para siempre de las garras del gran enemigo de la raza humana (ver 1 Cor. 15: 26; 2 Tim. 1: 10).
17.
Fama.
También podría traducirse: "Lo que se decía de él, se propagó por toda Judea" (BJ). La noticia de lo ocurrido se propagó por toda la región circunvecina.
Judea.
Lucas usa este término para referirse a toda Palestina, incluso Galilea y Perea, como también lo que comúnmente consideramos como Judea (ver com. cap. 1: 5).
18.
Los discípulos de Juan.
[Los mensajeros de Juan el Bautista, Luc. 7: 18-23 = Mat. 11: 2-6. Comentario principal: Lucas. Ver mapa p.209.] Los discípulos de Juan estaban perplejos, y le hablaron de "la fama" o "lo que se decía" de todas las maravillosas obras de Jesús. La inserción de este dato en este punto, sugiere que fue específicamente el informe de la resurrección del joven de Naín lo que movió a Juan a enviar algunos de sus discípulos a Jesús con una pregunta (vers. 19). Hasta este momento Juan había estado en la cárcel aproximadamente unos seis meses, y permanecería allí más o menos ese mismo lapso antes de que fuera ejecutado (ver com. Mat. 4: 12; Luc. 3: 19-20).
A dos de sus discípulos.
Literalmente a "ciertos dos de sus discípulos". La pregunta en cuanto al mesianismo de Jesús se originó con los discípulos de Juan, no con Juan mismo (DTG 185-186), y Juan quedó perturbado porque estos discípulos fueran incrédulos en cuanto al testimonio que él había dado de que Jesús era realmente el Prometido (DTG 187). Si los mismos discípulos del Bautista dudaban de su mensaje, ¿cómo podía esperarse que otros creyeran? Había algunas cosas que Juan no entendía: la verdadera naturaleza del reino mesiánico, y por qué razón Jesús no hacía nada para liberarlo de la cárcel. Pero a pesar de las dudas que lo asaltaban, Juan no perdió su fe de que Jesús era en verdad el Cristo (DTG 187; cf. vers. 24). El chasco y la ansiedad turbaban el alma del solitario encarcelado, pero Juan se abstuvo de discutir esas perplejidades suyas con sus discípulos.
19.
Los envió a Jesús.
Juan envió a sus dos discípulos a Jesús con la esperanza de que una entrevista personal con Jesús confirmaría su fe, que le traerían un mensaje que fortaleciera la fe de sus otros discípulos, y que él mismo pudiera recibir un mensaje personal de Jesús para aclarar sus propios pensamientos. Si Juan estaba en la cárcel de Machaeros, al este del mar Muerto (ver com. cap. 3: 20), los dos mensajeros probablemente tuvieron que viajar por el camino del valle del Jordán, y cuando llegaron a Galilea fácilmente podrían 740 haber preguntado dónde se encontraba Jesús en ese momento. Caminaron por lo menos 120 km de ida y otros tantos de venida, con seis días de camino en total, por lo menos. Esto quiere decir que estuvieron ausentes no menos de una semana, y quizá más si se incluye el día que pasaron con Jesús, porque sin duda no viajaron en día sábado.
¿Eres tú?
La estructura de la pregunta en el griego destaca el pronombre personal.
El que había de venir.
Gr. ho erjómenos, "el que viene", expresión utilizada comúnmente para referirse al Mesías, quizá basada originalmente en Sal. 118: 26 (cf Mat. 3: 11; 21: 9; Mar. 11: 9; Luc. 19: 38; ver com. Juan 6: 14; 11: 27). También se emplea ho erjómenos para referirse a la segunda venida de Cristo (Mat. 23: 39; Luc. 13: 35; Heb. 10: 37; Apoc. 1: 4, 8).
Dios permite que aun sus mejores y más leales siervos pasen por momentos de angustia para fortalecer su fe y confianza en él. Algunas veces, cuando es necesario para el desarrollo del carácter o para el bien de la causa de Dios en la tierra, permite que pasen por vicisitudes que podrían sugerir que él los ha olvidado. Así le ocurrió a Jesús cuando colgaba de la cruz (Mat. 27: 46; DTG 701-702).Así le sucedió a Job (Job 1: 21; 13: 15). Hasta Elías, prototipo de Juan el Bautista (ver com. Mal. 4: 5; Mat. 17: 10), pasó por momentos de desánimo (1 Rey. 19: 4). Todo esto ayuda a entender fácilmente que el episodio de Juan en la cárcel, durante un año, aproximadamente, fue permitido por la misericordioso providencia de Dios para animar a muchos miles que en siglos posteriores sufrirían el martirio (DTG 196). Dios sabía que la fe de Juan no vacilaría (1 Cor 10: 13), y por lo tanto fortaleció al profeta para que perseverase. Juan permaneció firme hasta el fin, aun en la cárcel y frente a la muerte; y por esto aparece como una "antorcha que ardía y alumbraba" (Juan 5: 35); y con su fortaleza y su paciencia ha iluminado el oscuro sendero de los mártires de Jesús a través de los siglos.
Ahora cabe preguntarse cómo Juan pudo decir: "Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe" (Juan 3: 30), y aceptar, sin murmurar, los meses de soledad en el calabozo, y finalmente la muerte a manos de Herodes. El secreto era que "el toque del amor divino le había transformado" (DTG 151). Su corazón estaba en armonía con Dios. Estaba dispuesto a ser fiel a su misión a pesar de que hasta cierto punto había comprendido mal la naturaleza del reino de Cristo, error que compartía con sus contemporáneos (DTG 186). Aun los discípulos de Jesús pensaron después de la resurrección, que él estaba a punto de establecer su glorioso reino en la tierra (Hech. 1: 6; cf. Mat. 24: 3). Cristo dijo a los fariseos: "El reino de Dios no vendrá con advertencia,... porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros" (Luc. 17: 20-21). Con mucha frecuencia han surgido perplejidades por comprender equivocadamente una declaración profética de la Biblia. Las opiniones preconcebidas de los discípulos fueron las que, a pesar de lo que el Señor había procurado enseñarles, convirtieron la muerte y sepultura de Jesús en una experiencia tan amarga para ellos (DTG 380, 717, 739). Su caso puede servirnos de lección para que estudiemos con diligencia todos los mensajes que Dios nos ha enviado con relación a la hora de crisis que tenemos por delante (CS 652, 656; TM 114).
Otro.
Lo que Jesús hacía y decía, sus sermones y sus milagros, no eran exactamente lo que Juan había esperado. Jesús parecía estar conforme con rodearse de un grupo de discípulos y andar por todas partes enseñando y sanando a la gente (DTG 186). Juan estaba atormentado con dudas; quería saber si Jesús era el Mesías, porque el Maestro no se plegaba al concepto popular de lo que el Mesías haría y diría cuando viniese. Lo que Juan preguntaba, en cierto modo, era si Jesús sería la clase de Mesías que debían esperar.
20.
Nos ha enviado.
Los dos mensajeros probablemente no se habían dado cuenta que habían sido enviados principalmente para su propio beneficio (ver com. vers. 19). Probablemente Juan también deseaba prepararlos para que volcaran sus afectos y su servicio a Jesús. Sin duda, estos dos estuvieron entre los discípulos de Juan que, unos seis meses más tarde, se unieron a Cristo (DTG 328).
21.
En esa misma hora.
Los dos mensajeros hallaron a Jesús entre la multitud en algún lugar de Galilea. Los que sufrían de diversas enfermedades se abrían paso por entre la muchedumbre para llegar hasta donde Jesús estaba (DTG 187). Sin duda, Jesús saludó cortésmente a los discípulos de Juan, pero evitó responder su pregunta, y calladamente siguió con su obra de curación.
El método que Cristo usó para responder la pregunta presentada por los dos mensajeros, tiene, como todos sus métodos, una gran importancia 741 para los pastores y maestros. El podría haber dado una respuesta teológico, práctica y correcta, apoyada por numerosas citas de los profetas; pero no lo hizo. Había un "camino más excelente" (1 Con 12: 31) que era, a la vez, mucho más impresionante y permanente en sus resultados. Es digno de notarse que la suprema evidencia que Cristo presentó de su divinidad fue la perfecta adaptación de su ministerio a las necesidades de la sufriente y perdida humanidad (DTG 188; cf. 373-374).
Cristo no siempre utilizó el método que usó en este momento al responder a los discípulos de Juan. En una ocasión posterior, después de su resurrección, ocultó su identidad de la vista natural de los dos discípulos que iban camino a Emaús, con el propósito de dirigir su vista espiritual al hecho de que los acontecimientos relacionados con su muerte y su resurrección eran el cumplimiento de las profecías. Su instrucción práctica tomada de las Escrituras, proporcionó en este caso la más poderosa evidencia posible de la razón por la cual sus seguidores debían tener fe en él (DTG 740).
Los dos mensajeros enviados por Juan habían oído "la fama" de lo que se decía en cuanto al ministerio de Jesús (vers. 17-18); pero ahora vieron con sus propios ojos y ya no pudieron dudar de la verdad de lo que habían oído. El método que Cristo empleó para responderles ilustra también otro principio importante de la enseñanza de la verdad: Presentó la prueba, y dejó que los discípulos de Juan sacaran sus propias conclusiones. No fue dogmático, no los obligó a tomar su palabra como respuesta, ni afirmó que cualquiera que dijera lo contrario estaba equivocado. Sus mentes quedaron en completa libertad de juzgar este asunto de acuerdo con lo que la profecía había dicho que haría el Mesías (ver com. vers. 22) y lo que él mismo estaba haciendo (vers. 21).
Enfermedades y plagas.
Ver com. Mat. 4: 23; Mar. 3: 10.
Espíritus malos.
Es importante señalar que Lucas, el médico, distingue cuidadosamente entre los que están poseídos del demonio y aquellos cuya aflicción es netamente corporal. Este hecho excluye la posibilidad de que hubiera confundido unos con otros como lo han afirmado algunos (ver cap. 6: 17-18; 7: 2; 8: 27-36; Nota Adicional de Mar. 1).
Dio.
Gr. jarízomai, "conceder un favor", o "dar bondadosamente", de járis, "gracia", "favor", "don" (ver com. cap. 1: 30). Cuando Jesús devolvía a alguien la salud, no lo hacía en forma mecánica o rutinaria, sino más bien como una expresión de su compasivo interés y el sentimiento de su gran corazón de amor para todos los hombres.
22.
Respondiendo Jesús.
Cuando ya terminaba el día, Jesús se dirigió a los dos enviados y les dio un mensaje para que lo llevaran al que los había enviado, mensaje que satisfizo las inquietudes de Juan y de sus discípulos (DTG 188). Todas las dudas fueron puestas a un lado, aunque pudiera haber aspectos del reino de Cristo que no fueran totalmente comprendidos.
Haced saber a Juan.
La respuesta de Cristo a la pregunta de los dos discípulos de Juan es una paráfrasis de Isa. 61: 1, pasaje reconocido entre los judíos de los tiempos de Cristo como definidamente mesiánico (ver com. Luc. 4: 18-21). No podría haberse dado una respuesta más impresionante.
Cristo no mencionó el "día de venganza", ni en Nazaret ni en esta ocasión (ver Isa. 61: 2; Luc. 4: 19). En el mensaje para Juan, Jesús tampoco dijo nada acerca de la "libertad" para los "cautivos" (Isa. 61: 1). Esa referencia fácilmente podría entenderse mal y crear en el corazón de Juan la falsa esperanza de que podría ser librado de la cárcel. En la respuesta de Cristo se hallaba implícita la explicación de que no había venido a destruir a los pecadores (ver Luc. 9: 56; Juan 3: 17; 12: 47), sino a restaurarlos física, mental y espiritualmente. Había venido para que tuvieran "vida... en abundancia" (Juan 10: 10). Juan había preguntado a Jesús: "¿Eres tú el que había de venir?"; y la respuesta de Jesús podría parafrasearse así: "Sí, soy el que había de venir; pero no soy la clase de Mesías que habíais esperado".
Lo que habéis visto y oído.
No hay mejores testigos que los que ven personalmente. Cristo hizo que estos mensajeros fueran testigos oculares de la obra que estaba haciendo en favor del cuerpo y del alma de la gente (cf. Luc. 1: 2; Juan 1: 14; 2 Ped. 1: 16; 1 Juan 1: 1-2).
A los pobres.
Los campesinos y jornaleros, los pobres e incultos, recibían poca atención de los orgullosos fariseos y los doctos rabinos, quienes reservaban su atención especialmente para las personas pudientes y de influencia. La gente común, de corazón receptivo y fe sencilla, era la que se sentía atraída a Cristo y "le oía de buena gana" (Mar. 12: 37). Los pobres 742 entre los judíos en los días de Cristo no sólo sufrían escasez de bienes terrenales, sino que además eran oprimidos y afligidos por los que ocupaban posiciones de poder y de influencia (ver com. Mat. 5: 3; p. 57).
Evangelio.
Es decir, las buenas nuevas (ver com. Mar. 1: 1).
23.
Bienaventurado es aquel.
Es decir, feliz o dichoso (ver com. Mat. 5: 3). Jesús reprendió suavemente a Juan, bajo la grata forma de una bendición, pero con palabras cuyo significado sería claro para él y los discípulos que le llevarían el mensaje (DTG 189). Esta bendición, presentada después de la paráfrasis de Isa. 61: 1 (ver com. Luc. 7: 22), era todo el mensaje personal que Cristo tenía para enviarle al profeta encarcelado. Fue la respuesta de Cristo al anhelo implícito de Juan de recibir una palabra personal de consuelo y alegría (DTG 188). Hasta donde lo registran los Evangelios, éste fue el último contacto entre Jesús y Juan.
Halle tropiezo.
Gr. skandalízÇ, "hacer tropezar" (ver com. Mat. 5: 29). Muchos judíos de los tiempos de Cristo "tropezaron en la piedra de tropiezo [Gr. skándalon]", es decir, en Jesús (Rom. 9: 32-33), así como había dicho el profeta Isaías que sucedería (ver com. Isa. 8: 14). Jesús vino "a lo suyo, y los suyos no le recibieron" (Juan 1: 11; DTG 22, 184, 355-359). Hasta los discípulos de Cristo tropezaron a veces por causa de él (DTG 342-343), y debido a este tropiezo judas entregó a Jesús (DTG 666). Los discípulos se escandalizaron en la noche de la traición, y "dejándole, huyeron" (Mat. 26: 31, 56).
24.
Comenzó a decir.
[Jesús elogia a Juan, Luc. 7: 24-35 = Mat. 11: 7-30. Comentario principal: Mateo.]
25.
Cubierto de vestiduras delicadas.
Es decir, vestido de ropas espléndidas.
En deleites.
Es decir, en lujurias, "con molicie" (BJ).
29.
Todo el pueblo.
Algunos piensan que los vers. 29 y 30 son un comentario inspirado de Lucas, y no parte del discurso de Jesús acerca de Juan el Bautista. Otros entienden que estos versículos son palabras pronunciadas por Jesús mismo. Este Comentario adopta la segunda posición.
Publicanos.
Ver com. cap. 3: 12.
Cuando lo oyeron.
A Juan el Bautista.
Justificaron.
Del verbo griego dikaióÇ, que aquí significa "reconocer la justicia de Dios". La gente justificó a Dios respondiendo al mensaje divino que fue dado por medio de Juan el Bautista. Reconocieron que lo que Juan decía era verdad y que, como profeta, tenía derecho de exigirles ciertos deberes.
Bautizándose.
Ver com. Mat. 3: 6. La aceptación del bautismo de Juan era el reconocimiento público del hecho de que quienes se bautizaban entendían que Dios hablaba por medio de Juan.
Bautismo de Juan.
Ver com. Mat. 3: 6. El bautismo cristiano siguió el modelo del bautismo de Juan (Juan 3: 22-23; 4: 1-2). Sin embargo, la iglesia cristiana primitiva parece haber creído que el bautismo de Juan no era suficiente (Hech. 18: 25; 19: 1-5). Su bautismo era esencialmente un símbolo del arrepentimiento, y se lo denominó "bautismo de arrepentimiento" (Mar. 1: 4; etc.). El bautismo cristiano simboliza el arrepentimiento (Hech. 2: 38), pero además confiesa la fe en Jesucristo como Hijo de Dios (Hech. 8: 36-37) y también la recepción del Espíritu Santo (Hech. 10: 44-48; 19: 1-6). Juan había predicho claramente que Jesús bautizaría con el Espíritu Santo (Mat. 3: 11; cf. Hech. 11: 16); pero esto no significa que el bautismo de Juan no tuviera la aprobación del Espíritu Santo.
30.
Fariseos.
Ver pp. 53-54.
Intérpretes de la ley.
Ver com. Mar. 1: 22; 2: 16. Eran los estudiantes y expositores de la ley judía.
Los designios de Dios.
A cada grupo de las personas que habían venido para ser bautizadas Juan había bosquejado, con ciertos detalles, lo que debían hacer para producir "frutos dignos de arrepentimiento" (ver com. Mat. 3: 7-8; Luc. 3: 10-14). Es probable que algunos de los dirigentes religiosos hubieran sido bautizados, pero en el mejor de los casos, fueron pocos los que aceptaron este rito administrado por Juan. Se negaron a admitir que eran pecadores y que necesitaban arrepentirse (ver com. Mat. 3: 6). El bautismo de Juan significaba arrepentimiento, pero como ellos no sentían ninguna necesidad de cumplir ese requisito no fueron bautizados por él.
31.
Dijo el Señor.
La evidencia textual (cf. p.147) establece la omisión de estas palabras. Aparecen en la Vulgata y en unos pocos manuscritos griegos posteriores. Se ha sugerido que esta frase fue insertada aquí porque se creía que los vers. 29 y 30 eran un comentario adicional de Lucas, y era necesario indicar que desde el vers. 31 hablaba nuevamente Jesús (ver com. vers. 29). 743
36.
Uno de los fariseos.
[Jesús en el hogar de Simón el fariseo, Luc. 7: 36-50 = Mat. 26: 6-13 = Mar. 14: 3-9 = Juan 12: 1-9. Comentario principal: Mateo y Lucas. Ver mapa p. 214; diagrama p. 223; Nota Adicional al final del capítulo.]
Rogó.
Jesús había curado a Simón de la lepra (Mat. 26: 6; DTG 511), y como deseaba expresar su gratitud preparó un banquete e invitó a Jesús como huésped de honor. Ese banquete se celebró en Betania el día antes de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (DTG 511; cf. 523), menos de una semana antes de la crucifixión. Además, Lázaro, que había sido resucitado de entre los muertos no más de dos meses antes, a fines del invierno 30-31 d. C. (ver com. Juan 11: 1), era también un invitado de honor junto con Jesús (DTG 511). Jesús bondadosamente aceptaba la hospitalidad tanto de los fariseos como de los publicanos (Luc. 5: 29; 19: 5; cf. cap. 11: 37; 14: 1).
Se sentó a la mesa.
Literalmente "se reclinó [a la mesa]" (ver com. Mar 2: 15). Simón estaba a un lado de Jesús y Lázaro al otro cuando los invitados se reclinaron para participar de la comida (DTG 512).
37.
Una mujer.
María de Betania, conocida también como María Magdalena (ver Nota Adicional al final del capítulo).
Alabastro.
Una piedra relativamente blanda que podía ser tallada para hacer copas, cajas, vasos y frascos. Los antiguos frascos de perfume solían tallarse en piedra calcárea de un color gris traslúcido.
Perfume.
El perfume común en Palestina se hacía de aceite de oliva al cual se le añadía especias u otras sustancias aromáticas. El perfume de María era "de nardo puro de mucho precio" (Mar 14: 3; Juan 12: 3), extraído quizá de las fragantes raíces de la Nardostachys jatamansi, planta que crece a grandes alturas en las montañas de los Himalayas, y que en tiempos antiguos se usaba para preparar perfumes y remedios (ver com. Cant. 1: 12). Si el perfume de María provenía de las montañas del norte de la India, no es de extrañarse que fuera de mucho valor (Juan 12: 3, 5), pues representaba unos 300 denarios romanos (1.168,5 g de plata), el equivalente del jornal de unos 300 días para un obrero de esa época (ver com. Mat. 20: 2). Un regalo tan valioso, digno de los reyes de la tierra, representaba un gran sacrificio personal de parte de María (DTG 513, 517).
38.
Estando detrás de él a sus pies.
Los invitados a un banquete solían quitarse las sandalias antes de la comida, y se reclinaban sobre el costado izquierdo en divanes que estaban a tres lados de la mesa, apoyando el codo izquierdo en ella y los pies en el extremo inferior del diván, alejados de la mesa (ver com. Mar. 2: 15). De este modo resultaba relativamente fácil que María pudiese ungir los pies de Jesús sin que fuera vista hasta que el aroma del perfume llenó la habitación.
Regar.
Mejor "mojar", "humedecer".
Con lágrimas.
María quizá no tuvo la intención de derramar lágrimas de gozo y gratitud sobre los pies de Jesús, pero al arrodillarse para ungirlos no pudo detenerlas, y las lágrimas mojaron los pies de Jesús antes de que pudiera ungirlos con el perfume.
Cabellos.
Comúnmente se consideraba que era una desgracia que una mujer se soltara el cabello en público. Sin embargo, quizá porque no estaba preparada para hacer frente a la necesidad imprevista de una toalla, empleó su cabello para secar los pies de Jesús.
Besaba.
Según el griego, así como el castellano, María besó más de una vez los pies de Jesús (cf. vers. 45). En muchos países el beso sigue siendo hoy una forma común de saludarse (ver com. Mat. 26: 49). Abrazar los pies de una persona y besarlos era una demostración enteramente apropiada y respetable que significaba aprecio (ver com. Mat. 28: 9).
Los ungía.
Ver com. Mat. 6: 17.
39.
Dijo para sí.
Simón estaba reclinado junto a Jesús y fue uno de los primeros en detectar el perfume y ver lo que estaba ocurriendo. Como buen anfitrión, no dijo nada; pero en silencio criticó a Jesús por permitir que esa mujer realizara su acción de gratitud sin reprenderla.
Profeta.
Un par de MSS dicen "el profeta", lo cual se referiría al "Profeta" predicho por Moisés en Deut. 18: 15 (ver com. Deut. 18: 15; Juan 1: 21); sin embargo, la evidencia textual se inclina por la omisión del artículo. La construcción de la frase condicional en el griego sugiere que Simón había llegado a la conclusión de que Jesús no podía ser profeta, porque si lo fuera, sabría, según él, qué clase de mujer era María.
Qué clase de mujer.
Parece que Simón no sabía que Jesús estaba bien enterado de "qué clase de mujer" era María. Es probable que Simón no supiera gran cosa de la vida de María después de que él la humilló (DTG 519), 744 circunstancia que tiende a confirmar la idea (ver Nota Adicional al fin del capítulo) de que María se había alejado de Betania para evitar el bochorno de su familia y su vergüenza personal.
40.
Respondiendo Jesús.
Jesús habló en respuesta a la pregunta que Simón se hacía en silencio.
41.
Un acreedor.
[Los dos deudores, Luc. 7: 41-43. Con referencia a las parábolas, ver pp. 193-197.] La palabra griega empleada aquí equivale a "prestamista". Esta breve parábola se refiere a la gratitud que se siente por haber recibido las bendiciones de la salvación. La parábola se basa sin duda en el principio fundamental de que el aprecio por las bendiciones recibidas está en proporción directa con la necesidad que se siente de recibir esas bendiciones. Sólo el que llega hasta el punto de sentir que es completamente desvalido ante Dios está en condiciones mentales apropiadas para apreciar lo que Dios hace por él, ya sea material o espiritualmente. El que no siente necesidad de la ayuda divina, confía en su propia capacidad y en sus propios recursos, y busca en ellos la solución para los problemas que enfrenta. Por esta razón Dios muchas veces permite que sus hijos terrenales agoten sus recursos antes de intervenir para proporcionarles la ayuda divina. Si interviniera antes de que sean conscientes de su completa impotencia, no apreciarían verdaderamente las bendiciones concedidas, no serían inducidos a confiar en la sabiduría y la bondad de Dios; y su carácter seguiría siendo imperfecto y continuarían confiando en sus propios recursos y su capacidad para hacer frente a los problemas de la vida.
Así ocurrió con Simón. Jesús lo había curado de la lepra y deseaba, con toda razón, "manifestar su gratitud" (Mat. 26: 6; DTG 511); pero era el agradecimiento de un hombre hacia otro hombre, y no la gratitud del hombre para con el Dios infinito. El carácter de Simón "no había sido transformado, sus principios no habían cambiado" (DTG 511); en síntesis, no estaba convertido. Por lo tanto, el propósito básico de la curación de su lepra no había sido alcanzado aún. El proceder de Simón para con Jesús era similar al de Nicodemo, quien reconoció a Jesús como un maestro venido de Dios, pero sin reconocer su necesidad personal de nacer "de nuevo" (ver com. Juan 3: 2-3). En esta etapa de su vida religiosa, ambos eran como los oidores representados en la parábola por la tierra pedregosa (ver com. Mat. 13: 5)..
Quinientos denarios.
O sea 1.947,5 g de plata. Recuérdese que el salario de un jornalero era un denario por día (ver com. Mat. 20: 2).
42.
No teniendo ellos con qué pagar.
Los dos deudores no podían pagar deudas tan grandes para ellos. Pero sí había una enorme diferencia en la forma en que cada uno consideró la cancelación de su deuda. Al que debía menos tal vez le habría sido más fácil ganar dinero para pagar su deuda; pero al que debía más le hubiera sido muy difícil pagar su deuda. Parece que el que debía los 500 denarios romanos (ver com. vers. 41) estaba tan endeudado que tenía pocas esperanzas de poder pagar todo lo que debía, mientras que el que debía sólo 50 denarios podría pagarlos si se le daba el tiempo. Sin embargo, a los dos les llegó el momento de pagar su deuda, y parece que la única alternativa que quedaba era la de venderlos como esclavos (ver com. Mat. 18: 25).
43.
Pienso.
La respuesta era evidente como ocurrió con otras parábolas y enseñanzas de Jesús. En algunos casos aquellos a quienes se dirigía la lección eran renuentes para aceptarla; pero otros recibían inmediatamente la lección tan claramente enseñada (Mat. 21: 31, 41, 45; Luc. 10: 36-37).
Perdonó más.
Ver com. vers. 42. Simón dictó su propia sentencia. El Salvador con todo tacto había inducido al orgulloso fariseo a comprender que su pecado -cuando sedujo a María- había sido mayor que el pecado de ella, así como 500 denarios eran una suma mucho mayor que 50 (DTG 519-520).
44.
Vuelto a la mujer.
Aunque Cristo miró a María al hablar, sus palabras estaban dirigidas a Simón. Este hecho podría significar que Jesús quería que su afirmación fuera una reprensión para Simón y, a la vez, una expresión de gratitud a María por su acto de bondad. Esta deferencia debe haber sido mucho más significativa para María que una sola palabra que después le hubiera dicho en privado, porque Jesús la honró en presencia de quienes consideraban que tenían una razón válida para despreciarla e ignorarla.
No me diste agua.
En el griego se presentan estos sustantivos -agua (vers. 44), beso (vers. 45) y aceite (vers. 46)- en primer lugar para destacarlos: "agua, no me diste;... beso, no me diste..." Es muy raro que Simón 745 no haya dado agua a sus invitados, porque es bastante dudoso que hubiera invitado a sus huéspedes para que participaran de la hospitalidad y la mesa de su hogar, y luego les hubiera negado esas atenciones menores si éstas hubieran correspondido al anfitrión. Lo más probable es que el contraste que Jesús estableció entre Simón y María no fue tanto entre un deber pasado por alto y un deber cumplido, como entre un favor descuidado y un favor concedido. Simón fue hospitalario, pero podría haber hecho más de lo que hizo. María ejecutó su acto de gratitud no como una obligación, sino como expresión de un corazón desbordante de amor y gratitud.
45.
No ha cesado.
Gr. dialéipÇ, "cesar". Cuando se usa con el adverbio de negación significa "hacer constantemente", quizá en forma repetida.
46.
Aceite.
Gr. élaion, "aceite", generalmente de oliva. Simón no había ungido a Jesús ni siquiera con el aceite más común de Palestina; en cambio, María había usado múron, "perfume" o 'ungüento" del más caro que se podía comprar (ver com. vers. 37). Simón no había gastado ni siquiera el aceite más común para la cabeza de Cristo, mientras que María había derramado del más caro a los pies del Maestro. Este inmenso contraste reflejaba la actitud del corazón de cada uno. La hospitalidad de Simón era insignificante en comparación con la ilimitada gratitud de María.
47.
Son perdonados.
El amor a Cristo lleva al perdón, pues el amor por él conduce a la contrición y a la confesión. El amor que María albergaba en su corazón para Cristo era el resultado del perdón que se le había concedido previamente (ver Nota Adicional al final de este capítulo). Simón tal vez sentía poco amor por Cristo porque sus pecados todavía no habían sido perdonados, pues, como Nicodemo (ver com. Juan 3: 3-7), no se consideraba como un pecador necesitado del perdón divino.
48.
Son perdonados.
Mejor "han sido perdonados y quedan perdonados". María ya había recibido el perdón de sus pecados.
49.
También.
La palabra griega kaí puede traducirse "y", "también", "aun" o "hasta" (BJ).
50.
Tu fe te ha salvado.
La fe del hombre siempre debe reclamar las bendiciones del perdón, porque "sin fe es imposible agradar a Dios" (Heb. 11: 6). El sentimiento de la necesidad y de la dependencia de Cristo debe acompañar a la fe (ver com. Mat. 5: 3 Luc. 5: 8).
NOTA ADICIONAL DEL CAPÍTULO 7
Muchos comentadores opinan que el episodio registrado en Luc. 7 no debería identificarse con el banquete que se describe e Mat. 26: 6-13; Mar. 14: 3-9 y Juan 12: 1-9. Algunas de las razones más importantes para opinar así, son: (1) Se duda que María de Betania pudiera haber sido una mujer como la que describe Lucas, pues lo que se registra en cuanto a María de Betania en otros pasaje de los Evangelios parece impedir esta identificación. (2) Se duda que un fariseo, especialmente uno que vivía tan sólo a unos 3 km d Jerusalén, invitara públicamente a Jesús, a menos de una semana de la crucifixión, especialmente cuando él mismo no creía totalmente en el mesianismo de Jesús. (3) Se hallan diferencias aparentemente irreconciliables entre el relato de Lucas y el de los otros tres Evangelios, diferencias que pesan más que los muchos parecidos que tienen.
Hay que admitir que estas dificultades no deben considerarse a la ligera; sin embargo, la conclusión basada en los puntos ya enumerados no debería ser determinante. Esto se ve por las siguientes consideraciones.
1. Juan identifica a María, hermana de Marta y de Lázaro, como la que ungió los pies de Jesús, y su relato del episodio es evidentemente paralelo al de Mateo y de Marcos, quienes, como Lucas, no la mencionan por nombre. Quizá se deba a que la mujer, una piadosa cristiana, vivía aún cuando se escribieron los Evangelios sinópticos. Los autores de los tres sinópticos, creyendo que debía incluirse este relato, pudieron haber decidido, con bondad cristiana, no mencionar el nombre de ella. Pero Juan posiblemente no se sintió obligado a ese silencio porque su Evangelio fue escrito varias décadas más tarde (ver p. 174), quizá muchos años después de la muerte de dicha mujer. Es digno de notarse que Juan, el único que menciona por nombre a María, es también el único que omite el nombre de Simón.
Lucas (cap. 10: 39, 42) y Juan (cap. 11: 1-2, 19-20, 28, 31-32, 45; 12: 3) mencionan a María de Betania y la identifican como hermana 746 de Marta y de Lázaro. María, conocida como María Magdalena, que probablemente era de Magdala, aldea situada en la orilla occidental del mar de Galilea (ver Mat. 15: 39; DTG 371), aparece entre las mujeres que acompañaron a Jesús en el segundo viaje por Galilea (Luc. 8: 1-3), y es mencionada por los cuatro evangelistas en relación con la muerte, sepultura y resurrección de Jesús (Mat. 27: 56, 61; 28: 1; Mar. 15: 40, 47; 16: 1, 9; Luc. 24: 10; Juan 19: 25; 20: 1, 11, 16, 18). En algún momento antes de la segunda gira por Galilea, Jesús había expulsado de ella siete demonios (Luc. 8: 2; cf. Mar. 16: 9).
Si acaso María de Betania se fue de su casa como resultado de su vida vergonzosa, podría haberse ido a Magdala, quizá con amigos o parientes que vivían allí. Muchos de los hechos registrados del ministerio de Jesús en Galilea transcurrieron cerca de la llanura de Genesaret, donde se encontraba Magdala. Es posible que durante una de las primeras visitas de Jesús a Magdala, hubiera liberado a María de los demonios que la poseían. Después de acompañar a Jesús en la segunda gira por Galilea, ella, ya transformada, podría haber regresado a Betania y haber vivido nuevamente allí. Esta posibilidad no prueba, por supuesto, que María de Betania y María de Magdala son una misma persona, pero muestra cómo es posible que así hubiera sido. Toda la información que aparece en los relatos evangélicos puede fácilmente entenderse siguiendo esta explicación.
2. La idea de que Jesús no tenía amigos entre los dirigentes de Israel al acercarse el fin de su ministerio, carece de validez. Nicodemo, "principal entre los judíos" (Juan 3: 1), defendió valientemente a Jesús en un concilio de los principales sacerdotes y fariseos (Juan 7: 45-53). Y su influencia se echa de ver en esa ocasión -en la fiesta de los tabernáculos del año 30 d. C., unos seis meses antes de la crucifixión-, porque su consejo prevaleció y el grupo se retiró sin lograr su objetivo (Juan 7: 53; DTG 424). En la crucifixión, el momento más indicado para que los hombres hubieran sentido miedo de darse a conocer como seguidores de Jesús, cuando "todos los discípulos, dejándole, huyeron" (Mat. 26: 56), y cuando Pedro, su más ardiente defensor, le negó repetidas veces (Mat. 26: 69-75), José de Arimatea, otro "miembro noble del concilio" (ver com. Mar. 15: 43), públicamente proporcionó un lugar donde sepultar a Jesús y, juntamente con Nicodemo, supervisó su sepultura delante de todos (Mat. 27: 57-60; Juan 19: 38-40). Muchos de los gobernantes creían en Jesús en este momento (DTG 497, 647), pero no lo confesaban por temor a ser excomulgados (Juan 12: 42), aunque sin duda después de la resurrección muchos de ellos se hicieron cristianos (Hech. 6: 7).
3. Los supuestos puntos de diferencia entre los diferentes relatos no son tan importantes como pueden parecer, y de ningún modo impiden que se considere que el episodio relatado es el mismo. Sólo Lucas dice que el anfitrión de Jesús en esta ocasión era fariseo, pero esto no es extraño, pues había muchos fariseos, y el autor decidía si identificaba o no a una persona como fariseo. Lucas es el único evangelista que hace referencia a otras dos ocasiones cuando Cristo comió en casa de fariseos (cap. 11: 37; 14: 1). Parece que Lucas consideraba que la relación de Jesús con los fariseos en un plano amistoso y social era un hecho digno de notarse, y esto explicaría por qué registra aquí el hecho de que el anfitrión era fariseo.
No es extraño que Lucas examine la reacción de Simón ante lo sucedido, mientras que los otros evangelistas no mencionan este aspecto del relato, y sólo destacan la reacción de Judas. Si Lucas tuvo alguna razón especial para introducir este relato en este punto de su Evangelio y no cerca del fin del ministerio de Cristo, como lo hacen los otros evangelistas, difícilmente habría registrado la actitud de Judas y la lección que Cristo procuró enseñarle, pues el hacerlo habría parecido inapropiado a esta altura del relato evangélico. Habría presentado a Judas con una actitud y unas características que todavía no se habían desarrollado manifiestamente, y el relato, en la forma como lo presentan los otros tres evangelistas en un momento posterior de sus narraciones, sólo habría servido para confundir a los lectores si Lucas lo hubiera insertado aquí. Ver pp. 181-182.
Hay muchos detalles del relato de Lucas que son mencionados por uno o más de los otros tres evangelistas: (1) Todos concuerdan en que hubo un banquete, (2) y en que la persona que ungió a Jesús fue una mujer. (3) Los tres sinópticos concuerdan en que el perfume estaba en un frasco de alabastro; Juan no menciona el frasco. (4) Ni Lucas ni Mateo dicen qué clase de perfume se usó, pero Marcos 747 y Juan dicen que era de "nardo". (5) Tanto Lucas como Juan mencionan el ungimiento de los pies de Jesús, (6) y el hecho de que María usó su cabello como toalla para secar los pies de Jesús. (7) Los tres evangelistas sinópticos dicen que el nombre del anfitrión era Simón. Estos parecidos no necesariamente prueban que el episodio relatado por Lucas deba identificarse con el que registran los otros tres evangelistas, pero tienden a aumentar el grado de probabilidad en ese sentido.
Si aceptamos que el banquete en casa del fariseo que se registra en Lucas es el mismo que tuvo lugar en la casa de Simón en Betania, surgen dos preguntas: (1) ¿Por qué Lucas insertó este incidente relativamente cerca del comienzo de su relato evangélico, tan lejos de su verdadero contexto cronológico? (2)¿Por qué es su relato tan diferente del de los otros tres Evangelios en varios aspectos importantes? El contexto de Lucas proporciona una respuesta satisfactoria y convincente para estas preguntas.
Lucas escribe en primer lugar para cristianos gentiles que no residían en Palestina (ver p. 650). Después de mencionar repetidas veces que los dirigentes judíos se oponían a Cristo (cap. 5: 17, 21, 30, 33; 6: 2, 7, 11; etc.), Lucas sin duda temía que sus cultos lectores gentiles se preguntaran cómo podría esperarse que ellos creyeran en Cristo si lo habían rechazado todos los dirigentes de su propia nación, los cuales evidentemente habían estado en mejores condiciones para juzgar sus afirmaciones mesiánicas. Esto quizá explique por qué Lucas sea el único de los cuatro evangelistas que menciona tres casos específicos cuando Jesús comió en casa de un fariseo (cap. 7: 36; 11: 37; 14: 1), así como también otros casos de aparente amistad entre Jesús y ciertos dirigentes judíos (ver com. cap. 7: 3).
El contexto inmediato del relato de Lucas sobre el banquete en casa de Simón, hace aún más comprensible la razón por la cual Lucas insertó el relato en este momento de su narración. Acaba de registrar que los dirigentes habían rechazado tanto el mensaje de Juan el Bautista como el de Jesús (vers. 30-35); no todos los dirigentes, pero evidentemente la gran mayoría. Por lo tanto, en este punto de su relato de la vida de Cristo, Lucas pudo haber sentido la necesidad de señalar que algunos de los dirigentes simpatizaban con él. Además, en este mismo capítulo Lucas registra la mediación amistosa de ciertos "ancianos de los judíos" (vers 3). Lucas presenta, inmediatamente después de este hecho, las circunstancias que llevaron a Cristo a admitir que los dirigentes de Israel habían rechazado tanto a él como a Juan el Bautista (vers. 11-35). Es posible que Lucas registrara, inmediatamente antes y después de los vers. 11-35, la simpatía de algunos de los dirigentes judíos para calmar cualquier sospecha de sus lectores de que Jesús no fuera el Mesías porque su propia nación lo había rechazado.
Si se acepta que esta es la razón por la cual Lucas insertó el relato del banquete de Simón entre los primeros capítulos del relato evangélico y no en su verdadero contexto cronológico, entonces se explica el motivo para la diferencia principal entre el relato de Lucas y el de los otros tres evangelistas. Es evidente entonces que no tenía sentido que Lucas registrara la reacción de Judas ni las referencias a la inminente muerte de Cristo. El punto principal era, por lo tanto, destacar el proceder de Simón, uno de los dirigentes de Israel. Pero para los otros tres evangelistas el proceder de Judas es lo que tiene significado dentro del contexto donde aparece la narración que hacen de ese hecho. El relato de la reacción de Judas y de la de Simón no se excluyen mutuamente, sino que se complementan, y de ningún modo se contradicen aunque ambas reacciones fuesen presentadas por uno o más de los evangelistas.
En El Deseado de todas las gentes, pp. 511-516, se identifica claramente el banquete celebrado en casa de Simón, relatado en Lucas, con el banquete en la casa de Simón de Betania, que aparece en los otros Evangelios. Simón de Betania es identificado con el Simón del relato de Lucas (DTG 511-512, 519). Además, la mujer anónima en el relato de Lucas es identificada como María de Betania (DTG 512-514, 519) y con María Magdalena, de quien Jesús había echado siete demonios (DTG 521). Además, se afirma que Simón fue el que en algún momento anterior había inducido a María a pecar (DTG 519). Simón ya había declarado su fe en Jesús como profeta, lo había reconocido como un maestro enviado de Dios y esperaba que pudiera ser el Mesías (DTG 511; cf. Juan 3: 1-2). Pero aún no lo había aceptado como el Salvador, y este episodio fue el momento decisivo en que aceptó la salvación (DTG 520-521).748
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-17 DTG 282-287
4-5 MC 42
4-7 MC 41
4-9 DTG 282
5-6 DTG 283
11-15 DTG 284
14 DTG 286
16-17 DTG 286
19-28 DTG 185-197
21-23 DTG 188
23 DTG 189
30 DTG 546
36-50 DTG 511-522
38 DTG 513
39-43 DTG 519
43 CC 35; 2T 75
44-45 DTG 520
47 DTG 520; FE 275; MC 137; PP 818; PVGM 166
48 PP 818
LUCAS - CAPÍTULO 8 - AUDIO
2 Mujeres que sirven a Cristo con sus bienes. 4 Después de que Cristo hubo predicado en diferentes lugares, acompañado por los doce, presenta las parábolas del sembrador 16 y del candelero; 21 luego declara quien es su madre y quienes sus hermanos. 22 Reprende el viento; 26 expulsa de un hombre una legión de demonios y éstos entran en una manada de cerdos; 37 pero es rechazado por los gadarenos. 43 Cristo sana a la mujer enferma con flujo de sangre, 49 y resucita a la hija de Jairo.
1 ACONTECIO después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él,
2 y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios,
3 Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.
4 Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola:
5 El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron.
6 Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad.
7 Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron.
8 Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga.
9 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola?
10 Y él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
11 Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios.
12 Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven.
13 Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan.
14 La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.
15 Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.
16 Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz.
17 Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.
18 Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará.
19 Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud.
20 Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
21 El entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.
22 Aconteció un día, que entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron.
23 Pero mientras navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban y peligraban.
24 Y vinieron a él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza.
25 Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?
26 Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea.
27 Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.
28 Este, al ver a Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose a sus pies exclamó a gran voz: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.
29 (Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre, pues hacía mucho tiempo que se había apoderado de él; y le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos.)
30 Y le preguntó Jesús diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él.
31 Y le rogaban que no los mandase ir al abismo.
32 Había allí un hato de muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y les dio permiso.
33 Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó.
34 Y los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los campos.
35 Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo.
36 Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado.
37 Entonces toda la multitud de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se marchase de ellos, pues tenían gran temor. Y Jesús, entrando en la barca, se volvió.
38 Y el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él; pero Jesús le despidió, diciendo:
39 Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
40 Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud con gozo; porque todos le esperaban.
41 Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa;
42 porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía.
43 Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada,
44 se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.
45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?
46 Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí.
47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.
48 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.
49 Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro.
50 Oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva.
51 Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la madre de la niña.750
52 Y lloraban todos y hacían lamentación por ella. Pero él dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme.
53 Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta.
54 Mas él, tomándola de la mano, clamó diciendo: Muchacha, levántate.
55 Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer.
56 Y sus padres estaban atónitos; pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.
COMENTARIO BIBLICO ADVENTISTA
1.
Después.
[Segunda gira por Galilea, Luc. 8:1-3 = Mat. 9: 35. Comentario principal: Lucas. Ver mapa p. 209; diagrama p. 221.] Gr. kathex's, "uno después del otro", "a continuación" (ver com. cap. 1: 3). Lucas evidentemente no se refiere aquí al relato del cap. 7: 36-50 como si fuera anterior a lo que está a punto de narrar, sino a su relación con el ministerio en Galilea que comienza con el cap. 4: 14. Es probable que los vers. 1-3 del cap. 8 describan toda la segunda gira por Gatilea, de la cual ya se ha relatado un episodio (cap. 7: 11-17), y se refieran a ella de un modo general. Si se desea un resumen de los eventos relacionados con la segunda gira por Galilea, ver com. Mat. 5: 1; com. Luc. 7: 11. La segunda gira por Galilea ocupó la mayor parte, si no toda la primera parte del otoño (octubre) del año 29 d. C.
Iba.
Gr. diodéuÇ, "viajar a través [de una región]".
Todas las ciudades y aldeas.
Lo que expresa aquí el griego es que Jesús iba de ciudad en ciudad y de aldea en aldea; la palabra "todas" no está en los MSS griegos. "Iba por caminos y pueblos" (BJ). Había más de 200 ciudades, aldeas y pueblos en Galilea, y habría sido difícil, por no decir imposible, visitarlos a todos, aun en forma rápida, en el corto período abarcado por este itinerario misionero.
Anunciando el evangelio.
Ver com. Mar. 1: 1; Luc. 1: 19.
Reino de Dios.
Ver com. Mat. 3: 2; 4: 17. Durante la primera parte de su ministerio en Galilea, Jesús había proclamado: "El reino de los cielos se ha acercado" (Mat. 4: 17; Mar. 1: 15); pero su reino ya lo había establecido formalmente entre la primera y la segunda gira (ver com. Mat. 5: 1; Mar. 3: 13). Ahora sale a proclamar el establecimiento del reino y a demostrar los beneficios de este reino para el hombre (ver com. Luc. 7: 11).
Los doce.
Es probable que en la primera gira por Galilea Jesús hubiera llevado consigo sólo a algunos de los doce discípulos (ver com. Mar. 1: 39); pero en la tercera gira los envió de dos en dos y él salió con otros discípulos (ver com. Mat. 9: 36).
2.
Algunas mujeres.
Una de las características del Evangelio de Lucas es que menciona frecuentemente el ministerio de Cristo en favor de las mujeres de Palestina, y el servicio de algunas de ellas para Jesús. Esto era algo nuevo, porque el papel que la mujer judía desempeñaba en la vida pública había sido relativamente pequeño, aunque, en casos aislados, profetas como Eliseo habían auxiliado a mujeres y habían sido atendidos por ellas.
Lucas es el único evangelista que registra muchos de los detalles de los comienzos de la vida de Jesús, y con frecuencia lo hace refiriéndose a las mujeres implicadas: María, Elisabet y Ana. En otros pasajes menciona a la viuda de Naín, a la mujer del banquete de Simón, a las mujeres aquí nombradas, a Marta, a cierta mujer paralítica, como también a la hija de Jairo y a la mujer enferma que fue sanada en esa misma ocasión. En Hechos menciona a Safira, Priscila, Drusila, Berenice, Tabita, Rode, Lidia y varias otras. Es como si Lucas estuviera afirmando que el Evangelio del reino de los cielos era tanto para las mujeres como para los hombres, y que la parte de ellas en la proclamación de las buenas nuevas era tan importante como la de los hombres. Parece que dentro de los grupos judíos estrictamente religiosos -los fariseos, saduceos y otros-, las mujeres no desempeñaban ningún papel; no recibían ningún beneficio directo ni tampoco lo impartían.
Después de la segunda gira de Cristo por Galilea la amplitud de su ministerio se extendió rápidamente, y el grupo de hombres que lo acompañaban aumentó mucho en comparación con los que habían estado en la primera gira. Esto inevitablemente significaba más gastos y más trabajo para proporcionar alimento, vestido, etc. Cristo nunca hizo milagros para su propio beneficio (ver com. Mat. 4: 3, 6), sino para ayudar a otros. En lo concerniente a sus necesidades materiales, Jesús y sus discípulos eran sostenidos teniendo como base el principio que "el obrero es digno de 751 su alimento" (Mat. 10: 10). Además, las multitudes que se agolpaban alrededor de Jesús y de sus discípulos durante esos meses de tanta expectativa, a menudo casi los privaba del tiempo necesario para comer o dormir (Mar. 3: 7-12, 20). A veces el Salvador tenía que ocultarse de las multitudes (Mar. 1: 45; 4: 36; 6: 31) para poder descansar unas horas. Todas estas circunstancias proporcionaban una oportunidad para que las mujeres que habían creído en Jesús le ayudaran en su obra.
Sanadas.
Habían sido curadas antes de la segunda gira por Galilea.
Espíritus malos.
Por lo menos María Magdalena había sido liberada de los demonios; quizá otras también lo habían sido.
Enfermedades.
Gr. asthéneia, "enfermedad", "debilidad".
María, que se llamaba Magdalena.
Ver Nota Adicional del cap. 7. En los Evangelios sinópticos siempre se menciona en primer lugar a María Magdalena cuando su nombre aparece junto al de otras mujeres (Mat. 27: 56, 61; 28: 1; Mar. 15: 40, 47; 16: 1; Luc. 24: 10). Esto podría indicar su ferviente dedicación a Jesús. Su gratitud no era sólo emocional (ver com. Luc. 7: 38, 44), sino era muy práctica. Esta María se llama Magdalena para distinguirla de las otras Marías, que eran varias. El nombre María aparece con frecuencia en el NT Deriva del nombre hebreo Miryam, transliterado Miriam en algunas versiones (ver com. Mat. 1: 16). El nombre Magdalena probablemente significa que María vivía en la aldea de Magdala (ver com. Mat. 15: 39) cuando Jesús la encontró y la liberó del poder de los demonios.
3.
Juana.
Nada se sabe de esta mujer fuera de lo que se menciona aquí y en el cap. 24: 10, donde su nombre aparece otra vez junto al de María Magdalena. Era esposa del "intendente de Herodes", y por lo tánto debe haber sido una persona de recursos e influencia.
Chuza.
De éste se sabe sólo que era "intendente" o "administrador" de Herodes. El administrador o mayordomo ocupaba una posición importante en la casa a la cual servía (ver com. Mat. 20: 8).
Susana.
Nombre que significa "lirio". Nada más se sabe de esta mujer. Los hebreos a veces ponían a sus hijas nombres de flores o de árboles.
Le servían.
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto "les servían" (BJ), lo cual significa que servían a Jesús y a los discípulos, sobre todo a los doce (vers. 1).
Sus bienes.
Es decir, "sus posesiones". Jesús y sus discípulos disponían de un fondo común (ver com. Juan 13: 29; cf. cap. 12: 6), y parece que estas discípulas ayudaban a que el fondo no se agotara. Puede decirse que este grupo de piadosas mujeres fue la primera sociedad misionera femenina de la iglesia cristiana.
4.
Juntándose una gran multitud.
[Sermón cerca del mar (Parábolas), Luc. 8: 4-18 = Mat. 13: 1-53 = Mar. 4: 1-34. Comentario principal: Mateo.]
11.
La palabra de Dios.
Es decir, la palabra que viene de Dios o es pronunciada por Dios.
16.
Enciende una luz.
Ver com. Mat. 5: 14-16. Sólo Marcos y Lucas registran esta parábola como parte del sermón junto al mar (Luc. 8: 4-18; Mar. 4: 1-34). Mateo no la incluyó posiblemente porque ya se había referido al mismo tema, presentado por Cristo como parte del Sermón del Monte (Mat. 5: 14-16), aunque la aplicación es diferente en ese pasaje. Más tarde, Lucas repite una parábola de Cristo que, en esencia, es igual (cap. 11: 33), aunque con una aplicación diferente a cualquiera de las dos presentaciones anteriores del tema. Ciertas lecciones aquí registradas por Lucas fueron también repetidas por Cristo en otras ocasiones (ver com. cap. 8: 17-18).
17.
Nada hay oculto.
Cf. Mat. 10: 26; Mar. 4: 22; Luc. 12: 2. La lección que Cristo dedujo de la parábola de la luz y del candelero es diferente de la que presentó en relación con el mismo tema en el Sermón del Monte. Cristo aparece aquí como el portador de la luz de la verdad para disipar las tinieblas de la mente de los hombres en cuanto a Dios y al reino de los ciclos (ver com. Mat. 13: 11). No hay "misterio" o "secreto" importante para la salvación que sea "escondido" u oculto para los que escuchan atentamente (Luc. 8: 18).
18.
Mirad.
Ver com. Mat. 11: 15; 13: 13.
El que tiene.
Ver com. Mat. 13: 12; cf. Mat. 25: 29; Mar. 4: 25; Luc. 6: 38; 19: 26. Cristo pronunció esta misma verdad en numerosas ocasiones a comienzos y al final de su ministerio.
19.
Vinieron a él.
[La madre y los hermanos de Jesús, Luc. 8: 19-21 = Mat. 12: 46-50 = Mar. 3: 31-35. Comentario principal: Mateo.]
22.
Aconteció un día.
[Jesús calma la tempestad, Luc. 8: 22-25 Mat 8: 18, 23-27 = Mar. 4: 35-41. Comentario principal: Mateo.]
23.
Se desencadenó una tempestad.
Cf. Mar. 4: 37: "se levantó una gran tempestad".
24.
Maestro.
Gr. epistát's (ver com. cap. 5: 5). 752
26.
Arribaron a la tierra de los gadarenos.
[El endemoniado de Gadara, Luc. 8: 26-39 = Mal. 8: 28 a 9: 1 = Mar. 5: 1-20. Comentario principal: Marcos.] Aquí, como en Marcos, figura un solo endemoniado; mientras que en Mateo son dos. La evidencia textual sugiere (cf. p. 147) "gerasenos" en vez de gadarenos. Ver com. Mar. 5: l.
31.
Abismo.
Ver com. Mar. 5: 10.
40.
Cuando volvió Jesús.
[La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús, Luc. 8: 40-56 = Mat. 9: 18-26 = Mar. 5: 21-43. Comentario principal: Marcos.]
42.
Unica.
Gr. monogen's, "única" (ver com. Juan 1: 14; cf. com. Luc. 1: 35). Es interesante notar que Lucas usa la palabra monogen's tres veces, y que en dos ocasiones se refiere a la resurrección de los muertos: la resurrección del hijo de la viuda de Naín (ver com. Luc. 7: 12) y de la hija de Jairo, registrada aquí. La tercera vez que Lucas emplea la palabra monogenes es en relación con la curación del muchacho endemoniado (cap. 9: 38). Para los habitantes del Cercano Oriente, el hijo único es el que debe conservar el nombre de la familia y, por lo tanto, desempeña una importantísima responsabilidad. La muerte de tal hijo era considerada como una verdadera tragedia. Para los israelitas era una terrible desgracia la extinción de una familia (ver com. Deut. 25: 6).
43.
Había gastado... todo.
Si bien en muchos MSS falta esta frase, la evidencia textual (cf. p. 147) sugiere su inclusión. Los que creen que no estaba en el original de Lucas, suponen que la ética profesional del autor, como médico que era, lo impulsó a no repetir lo que Marcos había dicho: que los médicos le habían hecho más mal que bien (Mar. 5: 26).
45.
Dices: ¿Quién es el que me ha tocado?
La evidencia textual se inclina (cf. p. 147) por la omisión de esta pregunta. Estas palabras aparecen en la Vulgata, pero no en los manuscritos griegos más antiguos.
55.
Espíritu.
Gr. pnéuma, "viento", "aliento" o "espíritu", del verbo pnéo, "soplar" o "respirar". Cuando pnéuma se utiliza para referirse a seres inteligentes se está usando una sinécdoque, figura literaria mediante la cual se designa una cosa por el nombre de una de sus partes, generalmente la más característica. En pnéuma no hay nada intrínseco que pueda entenderse como alguna entidad consciente del hombre capaz de existir fuera del cuerpo, y el uso de la misma palabra en el NT tampoco insinúa en nada este concepto. Esta idea se basa mayormente en los preconceptos de quienes creen, a priori, que una entidad consciente sobrevive al cuerpo cuando la persona muere, y por lo tanto ven en palabras como "espíritu" y "alma" la comprobación de sus ideas preconcebidas. El equivalente de pnéuma en el AT es la palabra hebrea rúaj (ver com. Núm. 5: 14).
LUCAS - CAPÍTULO 9 - AUDIO
1 Cristo envía a sus apóstoles a predicar y hacer milagros. 7 Herodes desea ver a Cristo. 17 Cristo alimenta a cinco mil; 18 pregunta qué opinión tiene el mundo de él, 22 predice su muerte, 23 y aconseja a todos que imiten su paciencia. 28 La transfiguración. 37 Cristo cura al lunático. 43 Habla otra vez a sus discípulos, en cuanto a su muerte; 46 les recomienda la humildad, 51 y les ordena mostrar mansedumbre con todos, sin deseos de venganza. 57 Condiciones para seguir a Cristo.
1 HABIENDO reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades.
2 Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos.
3 Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas.
4 Y en cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid.
5 Y dondequiera que no os recibieron, salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.
6 Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes.
7 Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que hacía Jesús; y estaba perplejo, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos;
8 otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado.
9 Y dijo Herodes: A Juan yo le hice decapitar; ¿quién, pues, es éste, de quien oigo tales cosas? Y procuraba verle.
10 Vueltos los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida.
11 Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.
12 Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto.
13 El les dijo: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud.
14 Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta.
15 Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.
16 Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente.
17 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos.
18 Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?
19 Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
20 El les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
21 Pero él les mandó que a nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente,
22 y diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.
23 Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
24 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.
25 Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?
26 Porque el que se avergonzara de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles. 754
27 Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.
28 Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.
30 Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
31 quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.
32 Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.
33 Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía.
34 Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
35 Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd
36 Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.
37 Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.
38 Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo;
39 y sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces, y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de él.
40 Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.
41 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae acá a tu hijo.
42 Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió a su padre.
43 Y todos se admiraban de la grandeza de Dios. Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:
44 Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres.
45 Mas ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre esas palabras.
46 Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor.
47 Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí,
48 y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande.
49 Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.
50 Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
51 Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
52 Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.
53 Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén.
54 Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?
55 Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois;
56 porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.
57 Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas.
58 Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
59 Y dijo a otro: Sígueme. El le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
60 Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios. 755
61 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.
COMENTARIO BIBLICO ADVENTISTA
1.
Habiendo reunido a sus doce.
[Tercera gira por Galilea, Luc. 9: 1-6 = Mat. 9: 36 a 11: 1 = Mar 6: 7-13. Comentario principal: Mateo.] Con referencia a la designación de los doce, ver com. Mar. 3: 13-19.
7.
Herodes el tetrarca.
[Muerte de Juan el Bautista, Luc. 9: 7-9 = Mat. 14: 1-2, 6-12 = Mar. 6: 14-29. Comentario principal: Marcos.]
Estaba perplejo.
Gr. diaporéÇ, "estar perplejo" (cf. com. Mar. 6: 20).
9.
A Juan yo le hice decapitar.
Cf. Mar. 6: 17-29.
Procuraba verle.
Herodes estaba buscando una oportunidad favorable para entrevistar a Jesús, pero sin comprometer, como él creía, la dignidad de su cargo como rey. Parece que Herodes se había entrevistado algunas veces con Juan el Bautista (DTG 185, 193-195) y da la impresión que no veía razón para no poder entrevistarse con Jesús. Pero como Nicodemo (DTG 141), Herodes creía que sería humillante que una persona tan importante como él buscara públicamente a Jesús. Puede ser que consideraba como serias las afirmaciones de Jesús, y buscaba su consejo. Bien sabía Herodes cómo reaccionaría Herodías ante tal entrevista. Y por fin Herodes tuvo la oportunidad de ver a Jesús cara a cara (cap. 23: 8); pero cuando lo hizo, su orgullo herido hizo que rechazara al Salvador.
10.
Vueltos los apóstoles.
[Alimentación de los cinco mil, Luc. 9: 10-17 = Mat. 14: 13-21 = Mar. 6: 30-44 = Juan 6: 1-14. Comentario principal: Marcos.]
18.
Mientras Jesús oraba.
[Retiro a Cesarea de Filipo, Luc. 9: 18-27 = Mat. 16: 13-28 = Mar. 8: 27 a 9: 1. Comentario principal: Mateo.] Entre los vers. 17 y 18 está lo que se ha llamado "la gran omisión" de Lucas. Aquí Lucas omite todo lo que se registra en Mat. 14: 22 a 16: 12; Mar. 6: 45 a 8: 26 y Juan 6: 25 a 7: 1; es decir, los siguientes relatos: cuando Jesús caminó sobre el mar, el sermón del pan de vida, las disputas con los fariseos, el viaje a Fenicia, la curación del sordomudo, la alimentación de los 4.000 y la curación del ciego de Betsaida. Y como para equilibrar su gran omisión, Lucas incluye lo que a veces se llama "la gran inserción", la cual abarca desde el cap. 9: 51 hasta el 18: 14, y que se refiere, casi en su totalidad, a asuntos que no aparecen en ningún otro Evangelio (ver com. cap. 9: 51).
22.
El Hijo del Hombre.
En cuanto al relato que da el contexto de los vers. 22-27, ver com. Mat. 16: 21. Cf. com. Mat. 16: 21-28.
28.
Como ocho días después.
[La transfiguración, Luc. 9: 28-36 = Mat. 17: 1-13 = Mar. 9: 2-13. Comentario principal: Mateo.] Con referencia al cómputo de los ocho días, ver pp. 239-241.
31.
Partida.
Gr. éxodos, "éxodo"; de ex, "fuera de", y hodós, "camino" (ver Heb. 11: 22; 2 Ped. 1: 15). Una referencia a la suerte que aguardaba a Jesús.
32.
Permaneciendo despiertos.
Los discípulos estaban rendidos por el cansancio del viaje, la subida al monte y la hora tardía (ver com. Mat. 17: 1).
33.
Maestro.
Gr. epistát's (ver com. cap. 5: 5).
35.
Mi Hijo amado.
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto: "Este es mi Hijo, mi Elegido" (BJ).
37.
Al día siguiente.
[Jesús sana a un muchacho endemoniado, Luc. 9: 37-43 = Mat. 17: 14-21 = Mar. 9: 14-29. Comentario principal: Marcos.] Sólo Lucas dice específicamente que la curación del muchacho endemoniado ocurrió al día siguiente de la transfiguración.
38.
Unico.
Gr. monogenés (ver com. Luc. 7: 12; 8: 42; Juan 1: 14).
39.
De repente.
Gr. extáifn's, "inesperadamente", "repentinamente".
Le sacude con violencia.
Gr. sparássÇ, "desgarrar", "convulsionar" (ver com. Mar. 1: 26). "Le hace retorcerse echando espuma" (BJ).
43.
Y maravillándose todos.
[Un viaje secreto por Galilea, Luc. 9: 43b-45 = Mat. 17: 22-23 = Mar. 9: 30-32. Comentario principal: Marcos.] La segunda parte del vers. 43, que comienza con las palabras citadas, debería incluirse en el vers. 44 como parte de lo que sigue. La división de los versículos en este caso dificulta la comprensión de la transición que hay en el pasaje.
44.
Haced que os penetren bien en los oídos.
Sencillamente "recordad".
45.
Les estaban veladas.
No porque Jesús así lo quisiera, pues en repetidas ocasiones 756
había procurado explicar dicho tema. Les estaba velado porque se negaban a entender (ver com. Mar. 9: 32). No deseaban comprender, y, como resultado, no podían captarlo (ver com. Mat. 13: 13).
Para que no las entendiesen.
La palabra griega hína que se traduce "para que", con el sentido de propósito, puede también traducirse con la idea de resultado, "de modo que". "Les estaba velado de modo que no lo entendían" (BJ). Un ejemplo del uso de hína para indicar resultado y no propósito, aparece en 1 Tes. 5: 4 (cf. Rom. 11: 11; Gál. 5: 17; Luc. 1: 43; Juan 6: 7).
46.
Entraron en discusión.
[Humildad, reconciliación y perdón, Luc. 9: 46-50 = Mat. 18: 1-35 = Mar. 9: 33-50. Comentario principal: Mateo y Marcos.]
48.
En mi nombre.
Ver com. Mat. 18: 5.
Grande.
Es posible que todos sean "grandes" si nos atenemos a la manera como Cristo define la grandeza (ver com. Mat. 5: 5).
51.
Cuando se cumplió el tiempo.
[Comienzo del ministerio en Perea, Luc. 9: 51-56 = Mat. 19: 1-2 = Mar. 10: 1. Comentario principal: Mateo y Lucas. Ver mapa p. 212; diagramas 5 y 7, pp. 219, 221.] Ver com. Luc. 2: 49. El ministerio de Cristo estaba por concluir. Faltaban sólo unos seis meses para su crucifixión.
Esta sección de Lucas (cap. 9: 51 a cap. 18: 14), que representa casi una tercera parte del libro, es llamada algunas veces "la gran inserción" o "gran interpolación", porque registra sucesos que no aparecen en los otros Evangelios. Los otros evangelistas guardan un silencio casi total acerca de esta fase del ministerio de Jesús (ver com. cap. 9: 18).
Recibido arriba.
Gr. analambánÇ, "recibir arriba". Este es el verbo que se emplea comúnmente para referirse a la ascensión de Cristo (Hech. 1: 2, 11, 22; 1 Tim. 3: 16; etc.; cf. Luc. 24: 50-51).
Afirmó su rostro.
Cada episodio de la vida y la misión de Jesús ocurrió, de principio a fin, como cumplimiento de un plan que había existido antes de que Jesús viniera a la tierra, y cada acontecimiento tuvo su momento específico (ver com. cap. 2: 49). Jesús había dicho que su hora no había llegado (Juan 2: 4; 7: 6, 8; etc.). Lo había repetido justamente antes de la reciente fiesta de los tabernáculos (ver com. Juan 7: 6), cuando habló del momento cuando debía ir a Jerusalén y ser recibido arriba. En este su último viaje desde Galilea, Jesús estaba consciente del propósito de llegar hasta la cruz (ver com. Mar. 10: 32). Un espíritu similar impulsó a Pablo en su último viaje a Jerusalén (ver Hech. 20: 22-24; cf. 2 Tim. 4: 6-8). Jesús sabía lo que estaba delante de él, pero no hizo ningún esfuerzo por evitarlo ni postergarlo. Ver com. Mat. 19: 1.
Para ir a Jerusalén.
Desde el momento cuando Jesús partió de Galilea por última vez, los evangelistas hablan de que va a Jerusalén para enfrentarse a los acontecimientos que le aguardan allí (cap. 9: 51, 53; 13: 22; 17: 11; 18: 31; 19: 11, 28). Durante este tiempo Jesús estuvo en forma intermitente en Judea, pero pasó poco tiempo en Jerusalén o Judea para que la crisis no se precipitara antes de tiempo. Este último viaje a Jerusalén, lento (DTG 458) y con rodeos (DTG 449), demoró varios meses.
52.
Envió mensajeros.
Específicamente Jacobo y Juan (vers. 54; DTG 451). En esta ocasión parece que los mensajeros fueron delante de Jesús para hacer los arreglos para el alojamiento. Sin embargo, ésta también puede ser una referencia a la publicidad que Jesús correctamente buscaba en un esfuerzo por atraer la atención de todo Israel, como anticipo de su inminente crucifixión (DTG 449). Este fue el propósito específico de Jesús cuando más tarde envió a los setenta (ver com. cap. 10: 1).
Una aldea de los samaritanos.
La ruta más corta entre Galilea y Judea atraviesa las colinas de Samaria. Dos años antes Jesús había tomado esta misma ruta hacia el norte, desde Judea a Galilea (ver com. Juan 4: 3-4). Los judíos procuraban muchas veces tomar la ruta más larga que iba por el valle del Jordán, especialmente durante las fiestas que atraían grandes multitudes a Jerusalén, para evitar el contacto con los samaritanos. Sin embargo, Jesús dedicó parte del resto de su ministerio a la región de Samaria (ver com. Juan 11: 54), y a las ciudades y aldeas de Samaria fue donde primero envió a los setenta (DTG 452). Como debían ir de dos en dos, "a toda ciudad y lugar adonde él había de ir" (Luc. 10: 1), el mismo Señor tuvo que haber visitado muchas partes del territorio samaritano.
53.
No le recibieron.
Le negaron el alojamiento por una noche (DTG 451). Entre los judíos y los samaritanos existía un odio intenso (Juan 4: 9). Con referencia al origen de los samaritanos, ver com. 2 Rey. 17: 23-41; y en cuanto a las vicisitudes posteriores entre judíos 757 y samaritanos y el origen de la enemistad existente entre ellos, ver Neh. 4: 1-8; 6: 1-14.
Como de ir a Jerusalén.
Literalmente "su rostro estaba yendo a Jerusalén". El hecho de pasar por Samaria rumbo a Judea, como lo hacían muchas veces los judíos de Galilea, con el propósito de adorar a Dios en Jerusalén, insinuaba la inferioridad de la religión samaritano, y por lo tanto los samaritanos lo consideraban como un insulto.
54.
Jacobo y Juan.
Ver com. Mar. 3: 17. Estos dos hermanos fueron los mensajeros enviados con anticipación para hacer los arreglos necesarios (DTG 451), pero el duro trato que habían recibido de los aldeanos llenaba su corazón de rencor. Es evidente que Jacobo y Juan eran de genio iracundo, característica por la cual Cristo los había llamado "hijos del trueno" (ver com. Mar. 3: 17). Juan se había encargado poco antes de reprender severamente a uno que él consideraba como enemigo (ver com. Mar. 9: 38-41).
Mandemos que descienda fuego.
Estaban cerca del monte Carmelo (DTG 451), y los discípulos fácilmente recordaron las severas medidas del profeta Elías contra los que no se habían arrepentido (1 Rey. 18: 17-46). Quizá también recordaron la ocasión cuando Elías mandó que descendiera fuego del cielo para destruir a algunos empedernidos enemigos de Dios (ver com. 2 Rey. 1: 10-13).
Como hizo Elías.
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) la omisión de esta frase; sin embargo, hay poca duda de que esta idea no estuviera en el pensamiento de Jacobo y Juan mientras hablaban.
55.
Los reprendió.
El espíritu manifestado por Jacobo y Juan era completamente ajeno al espíritu de Cristo, y su resultado sólo podía ser un estorbo para la obra del Evangelio. Jesús había advertido poco antes a los discípulos que no impidieran la obra de quienes simpatizaban con él (vers. 49-50); y en esta ocasión les aconseja que no deben castigar a quienes no muestren simpatía. El espíritu de venganza no es el espíritu de Cristo. Todo intento de obligar por la fuerza a quienes actúan contra nuestras ideas, es una demostración del espíritu de Satanás, y no de Cristo (DTG 451). El espíritu de fanatismo y de intolerancia religiosa es ofensivo a la vista de Dios, especialmente cuando es manifestado por quienes afirman que le aman y le sirven.
No sabéis.
La evidencia textual se inclina por (cf. p. 147) la omisión de la segunda parte del vers. 55 y la primera parte del vers. 56. De este modo se entiende que el texto original habría dicho: "Volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo" (BJ). Sin embargo, la idea que se expresa en estas declaraciones está plenamente en armonía con otras afirmaciones de los Evangelios (Luc. 19: 10; etc.; cf. Mat. 5: 17).
56.
Otra aldea.
Tal vez otra aldea samaritana que les demostrara mas simpatía. Cristo dio aquí un ejemplo de la instrucción que anteriormente había dado a los discípulos (Mat. 10: 22-24). Algunos han sugerido que esta otra aldea pudo haber sido la de Sicar o alguna ladea cercana, cuyos habitantes habían oído a Cristo en otra ocasión y eran amigables con él (Juan 4: 39-42).
57.
Yendo ellos.
[Demandas de la vocación apostólica, Luc. 9: 57-62. Cf. com. Mat. 8: 19-22; 16: 24-25; Luc. 14: 25-33.] Suele explicarse que los vers. 57-62 se refieren al mismo episodio que se registra en Mat. 8: 19-22, y se da esta explicación diciendo sencillamente que Mateo y Lucas ubicaron la narración en diferentes puntos de sus respectivos relatos. Sin embargo, esta explicación no es convincente. En cuanto a las razones para considerar que los relatos de Mat. 8: 19-22 y Luc. 9: 57- 62 son registros de episodios separados y diferentes, ver com. Mat. 8: 19. Cada relato es apropiado dentro de su propio ambiente y contexto.
En el camino.
En Mat. 8: 19-22 Jesús y sus discípulos estaban a punto de embarcarse para cruzar el lago; aquí iban "en el camino", es decir, iban viajando por tierra. En realidad, iban rumbo a Jerusalén (ver com. Mat. 19: 1; cf. Luc. 9: 51).
59.
Dijo a otro.
En el pasaje similar de Mateo, el hombre, a quien Jesús dirigió el consejo que sigue, se había ofrecido para seguir a Jesús. Aquí Jesús ordena al hombre a que lo siga.
60.
Tú ve, y anuncia.
El énfasis parece ser este: Si no estás espiritualmente muerto, tu deber es ir a predicar el reino de Dios. Deja el entierro de los que están físicamente muertos a aquellos que están espiritualmente muertos.
61.
Pero déjame.
Esta excusa indica vacilación, indecisión, quizá incluso falta de voluntad para hacer el sacrificio que se exige a los discípulos de Cristo.
Que me despida.
Esta despedida equivalía a algo más que un breve regreso a la casa. Según la costumbre del Cercano Oriente, podía llevar meses o aun años arreglar los asuntos domésticos. Ya no quedaban más que unos seis meses del ministerio de Jesús, y si este posible discípulo tenía el plan de alguna vez seguir a Jesús, debía hacerlo sin demora. El que quería ser discípulo se proponía dejar a Jesús para despedirse de todos sus viejos amigos, y éstos podrían convencerlo de que no se uniera con Jesús. Los requerimientos de Dios son mas importantes que los de los hombres, aunque se trate de los parientes cercanos (Mat. 12: 48-49; 19: 29). Este hombre quizá quería gozar por última vez de los placeres de la vida antes de dejarlo todo para seguir a Jesús. Estos sentimientos eran muy diferentes a los de Eliseo cuando fue llamado a seguir a Elías. La respuesta de Eliseo fue inmediata; su demora para despedirse de sus padres fue sólo momentánea (ver com. 1 Rey. 19: 20).
Los que están en mi casa.
Sus parientes podrían intentar convencerlo, así como la madre y los hermanos de Jesús habían procurado apartarlo de la senda del deber (ver com. Mat. 12: 46).
62.
Mira hacia atrás.
El que "mira hacia atrás" no se está concentrando en la tarea que tiene a mano. En el mejor de los casos no es más que obrero tibio (ver com. Mat. 6: 24; Luc. 14: 26-28). Jesús había afirmado "su rostro para ir a Jerusalén" (Luc. 9: 51), y cualquiera que pensara seguirle, indispensablemente debía ser firme en su decisión (cf. Juan 11: 16). A pesar de todo, cuando llegó el momento de la prueba de los doce, todos ellos "dejándole, huyeron" (Mat. 26: 56). Pero todos -menos Judas- volvieron con el tiempo. Para ser discípulo de Cristo es esencial que haya una dedicación absoluta e indivisa. El que quiere abrir un surco recto en cualquier rama del servicio de Dios, debe dedicarle a la tarea su atención constante y de todo corazón.
El proverbio del vers. 62 se había conocido durante siglos en el Cercano Oriente. Hesíodo, poeta griego del siglo VII a. C., escribió: "El que quiere arar surcos rectos no debe mirar a su alrededor" (Los trabajos y los días, ii. 60).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-6 DTG 315-325
2 CM 356; MeM 233
6 CM 356
7-10 DTG 326-331
10-17 DTG 332-339
13 PR 182
18-27 DTG 378-387
23 3JT 365, 383; MC 150; 6T 248-249, 449; TM 124,177
26 HAp 27; PR 531
28-36 DTG 388-392
32 DTG 389
35 PE 164; PR 170
37-45 DTG 393-398
41 DTG 395
43 DTG 396
46-48 DTG 399-410
49 2JT 162
51-52 DTG 450
51-53 HAp 431
52-54 ECFP 75
53-56 DTG 451; 2T 566
54 SR 268
54-56 CS 627; HAp 431
55-56 ECFP 76
56 DTG 535; MC 12; PVGM 167
58 MC 149
59-62 3T 500
60 Ev 239
62 EC 108; PR 166, 169 759
LUCAS - CAPÍTULO 10 - AUDIO
1 Cristo envía a los setenta a hacer milagros y a predicar; 17 los amonesta a ser humildes, y por qué deben regocijarse. 21 Alaba a su Padre por su salvación 23 y magnifica el estado feliz de su iglesia. 25 Enseña al interprete de la ley cómo obtener la vida eterna, y por medio de la parábola del buen samaritano, a considerar como prójimo suyo a todo el que necesite de su ayuda. 41 Reprende a Marta, y alaba a María, su hermana.
1 DESPUES de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir.
2 Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
3 Id; he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos.
4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.
5 En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa.
6 Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros.
7 Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa.
8 En cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante;
9 y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.
10 Mas en cualquier ciudad donde entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid:
11 Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.
12 Y os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad.
13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.
14 Por tanto, en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón, que para vosotras.
15 Y tú, Capernaúm, que hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida.
16 El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.
17 Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
18 Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
19 He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.
20 Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.
21 En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.
22 Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
23 Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis;
24 porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
26 El le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
27 Aquel, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?760
30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
37 El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
38 Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
39 Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
41 Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.
42 Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
COMENTARIO BIBLICO ADVENTISTAS
1.
Otros setenta.
[Misión de los setenta, Luc. 10: 1-24. Cf. com. Mat. 9: 36 a 11: 1. Ver mapa p. 212; diagrama p. 221.] Los setenta fueron designados además de los doce, y no además de "otros setenta" ya enviados.
La palabra "también" parece referirse a la misión de los doce un año antes. Con referencia al momento y a las circunstancias que rodearon la misión de los setenta, ver com. Mat. 19: 1. La evidencia textual se inclina (cf. p. 147) por el número "setenta" y "setenta y dos". El hecho de que no se vuelva a mencionar a los setenta podría indicar que ésta fue una designación transitoria. Parece que este grupo fue designado en Perea, pero los setenta (o setenta y dos) fueron enviados primero a la región de Samaria (DTG 452). Habían acompañado a Jesús en la tercera gira por Galilea, cuando los doce ya habían salido en su primera misión, de dos en dos (DTG 452).
De dos en dos.
Así como había enviado a los doce (ver com. Mar. 6: 7). Esta costumbre parece haberse hecho común en la obra misionera de la iglesia primitiva (Hech. 13: 2; 15: 27, 39-40; 17: 14; 19: 22). Compárese también con la misión de dos de los discípulos de Juan (Luc. 7: 19).
Adonde él había de ir.
Este viaje misionero tiene las características de una campaña evangelística cuidadosamente organizada. El hecho de que los setenta fueran enviados a ciertos lugares escogidos significa que Jesús ya había decidido dónde ir en los meses que le quedaban (ver com. cap. 2: 49). El hecho de que los setenta hubieran ido primero a las aldeas y a los pueblos de Samaria, indica que Jesús debió haber llevado a cabo allí un ministerio relativamente extenso durante el invierno (diciembre-febrero) de 30-31 d. C. El amigable proceder de Jesús para con la gente de Samaria, manifestado en su plática con la mujer de Sicar y su ministerio en favor de la gente de esa vecindad (Juan 4: 5- 42), deben haber ayudado mucho a deshacer el prejuicio. Esa plática había tenido lugar unos dos años antes de este momento, quizá durante el invierno de 28-29 d. C. En esa ocasión "muchos... creyeron en él" (Juan 4: 39, 41). El ministerio de los setenta en favor del pueblo samaritano prepararía a los discípulos para su trabajo posterior en esa región (Hech. 1: 8). Los apóstoles tuvieron allí un destacado éxito después de la resurrección de Jesús (DTG 453).
2.
La mies.
Las instrucciones impartidas por Jesús a los setenta fueron similares en gran medida a las que había dado anteriormente a los doce. No podemos saber si lo que Lucas registra es una versión abreviada de las instrucciones de Jesús en esta ocasión, o si fueron realmente más breves que las que recibieron los doce. Con referencia a estas instrucciones, ver com. Mat. 9: 37-38; 10: 7-16.
3.
Id.
Ver com. Mat. 10: 5-6. Jesús había dicho antes: "También tengo otras ovejas que761no son de este redil" (Juan 10: 16). En esta ocasión envió a los setenta para buscar a algunas de esas ovejas perdidas.
Como corderos.
En las instrucciones a los doce (Mat. 10: 16) dice "como a ovejas" (cf. Juan 21: 15-17).
4.
No llevéis bolsa.
Compárese con la instrucción dada a los doce (ver com. Mat. 10: 9-10).
Ni alforja.
Gr. P'ra, "bolsa de cuero", "alforja", muchas veces usada por los viajeros para llevar ropa o provisiones.
Calzado.
Mejor "sandalias". En el vers. 7 Jesús explica la razón por la cual les prohíbe llevar estas cosas, generalmente consideradas como indispensables por los viajeros.
A nadie saludéis por el camino.
Los setenta debían limitarse a saludar en las casas que habrían de visitar (Luc. 10: 5; ver com. 2 Rey. 4: 29). Los saludos en el Cercano Oriente suelen aún hoy ser complicados y largos. Al Salvador le quedaba relativamente poco tiempo de vida, y la misión de los setenta debía hacerse con rapidez. Fueron enviados a proclamar "el reino de Dios" (Luc. 10: 9), y los negocios del Rey exigían prisa. Con referencia a la obra de los setenta como heraldos del Rey, cf. com. Mat. 3: 3; Luc. 3: 5.
5.
Paz.
El desearse paz era la forma común del saludo en el Cercano Oriente (ver com. Jer. 6: 14; Mat. 10: 13), que aún se usa hoy.
6.
Hijo de paz.
Este hebraísmo describe al que es digno de recibir la paz que se le desea, y también se siente inclinado a recibir, y hospedar a los misioneros y a escuchar su mensaje.
7.
En aquella misma casa.
Ver com. Mat. 10: 11.
El obrero.
Ver com. Mat. 10: 10; cf. Deut. 25: 4. Esta declaración de Jesús es una de las pocas que cita Pablo (1 Tim. 5: 18).
De casa en casa.
Ver com. Mat. 10: 11.
8.
Lo que os pongan delante.
Los discípulos no debían ser golosos, ni pedir alimentos que el dueño de casa no tenía preparados, ni ser despreciativos negándose a comer lo que se les serviría. Algunos entienden a veces que estas instrucciones de Jesús a los setenta permiten a los cristianos de hoy comer de todo lo que les sirva el que los invita, aunque sean alimentos específicamente prohibidos en las Escrituras. Pero debe recordarse que los setenta no fueron a hogares de gentiles donde se servían alimentos prohibidos, sino a casas de judíos y samaritanos. Ambos pueblos se ceñían rigurosamente a las instrucciones del Pentateuco en cuanto a los alimentos limpios e inmundos (ver com. Lev. 11).
9.
Reino de Dios.
Ver com. Mat. 3: 2; 4: 17; 5: 2-3; Luc. 4:19. Compárese con el mensaje de Juan el Bautista (Mat. 3: 2) y el de Jesús mismo (Mar. 1: 15). Este era también el mensaje de los doce (Mat. 10: 7).
13.
Corazín.
Ver com. Mat. 11: 21-24. Como un preludio a los comentarios que Jesús mismo hará en Luc. 10: 16, menciona a ciertas ciudades que habían rechazado su mensaje.
Cilicio.
Gr. sákkos, "saco" o "cilicio", una tela áspera. Posiblemente la palabra sea del Heb. Ñaq (ver com. Gén. 42:25; Est. 4: 1).
15.
Hasta los cielos eres levantada.
Esta afirmación probablemente debería leerse como una pregunta. "¿Hasta el cielo te vas a encumbrar?" (BJ). Compárese con el espíritu que animó a Satanás (Isa. 14:13-15).
Hades.
Gr. hádÇ's, "sepulcro" o "muerte", es decir, el reino de los muertos (ver com. Mat. 11:23; 16:18; cf. Isa. 14:15). En el día del gran juicio final, los hombres no serán condenados porque creyeron en el error, sino porque descuidaron las oportunidades que el cielo les proporcionó para conocer la verdad (DTG 454).
16.
A vosotros oye.
Ver com. Mat. 10:40.
17.
Volvieron los setenta.
Compárese con el regreso de los doce (ver com. Mar. 6:30).
Con gozo.
Su misión había tenido gran éxito.
Los demonios se nos sujetan.
Hasta donde nos lo indica el registro, Jesús no había comisionado específicamente a los setenta para que echaran fuera demonios (cf. vers. 9) como lo había hecho con los doce (Mat. 10: 1). Sin embargo, este aspecto de su ministerio es el que más parece haber impresionado a los setenta.
tu nombre.
Ver com. Mat. 10: 18, 40. A pesar de estar llenos de santo gozo, los setenta reconocían que el poder de Jesús, que obraba a través de ellos, era el que había hecho posible el éxito.
18.
Veía.
Gr. theoréÇ, "contemplar", "fijarse en", vocablo que con frecuencia implica una contemplación tranquila, intensa y continuada de un objeto (cf. Juan 2:23; 4:19).
Satanás.
Gr. Satanás, del Heb. sátan, "adversario".
Caer del cielo.
Cf. Isa. 14:12-15; Juan 12:31-32; Apoc. 12:7-9, 12. Satanás ya era un enemigo vencido. Con esta declaración Jesús 762 se anticipaba a su crucifixión, cuando el poder de Satanás sería quebrantado (DTG 633, 706; cf. 638); y vio también el tiempo cuando el pecado y los pecadores ya no existirían. Los setenta habían sido testigos de la expulsión de Satanás de la vida de muchos hombres; Jesús contemplaba su derrota total.
Como un rayo.
Como un rayo enceguecedor que rápidamente se extingue.
19.
Os doy potestad.
Esta promesa se repite en Mar. 16: 18 y su cumplimiento se halla en Hech. 28: 3-5.
Fuerza del enemigo.
La palabra que se traduce "fuerza" es dúnamis: "fuerza", "capacidad", y no exousía: "autoridad" o "potestad" como les fue dada a los setenta (ver com. cap. 1: 35). "Potestad" es exousía; "fuerza" es dúnamis. Satanás tenía dúnamis, "fuerza" sobre la cual los discípulos tenían que ejercer exousía: "autoridad" (ver com. Mat. 10: 1).
Nada os dañará.
En el griego hay un negativo sumamente enfático, que correspondería aproximadamente a decir: "nadie, nunca os dañará".
20.
No os regocijéis.
La capacidad de hacer milagros en sí misma no asegura la vida eterna (Mat. 7:22-23).
Escritos en los cielos.
En el libro de la vida (Fil. 4:3; Apoc. 20:12, 15; 21:27; 22:19), en donde están inscritos los nombres de los que llegarán al reino de los cielos.
21.
En aquella misma hora.
Es decir, cuando volvieron los setenta.
Espíritu.
La evidencia textual se inclina (cf. p. 147) por el texto "Espíritu Santo".
22.
Lo quiera revelar.
Ver com. Mat. 11:27.
23.
Bienaventurados.
Gr. makários, "feliz", "dichoso" (ver com. Mat. 5:3).
25.
Un intérprete de la ley.
[El buen samaritano, Luc. 10:25-37. Con referencia a las parábolas, ver pp. 193-197.] Jesús va en su último viaje de Galilea a Jerusalén (ver com. Mat. 19: 1). El relato da a entender que el acontecimiento sucedió en Jericó. El episodio, del cual habían sido protagonistas el samaritano y la víctima del robo, había ocurrido hacía poco tiempo (DTG 462).
Inmediatamente después del encuentro con el intérprete de la ley y de la narración de la historia del buen samaritano, Jesús estuvo en Betania después de viajar desde Jericó (DTG 483). Es posible que estuviera en camino a Jerusalén para asistir a la fiesta de la dedicación (ver com. Mat. 19:1; cf. Juan 10:22-38), y después regresara a Perea (Juan 10: 39-40). Juan sitúa la resurrección de Lázaro (Juan 11: 1-46) inmediatamente después de que Jesús se retiró a Perea (cap. 10: 39-40).
Para probarle.
La pregunta que le hizo el intérprete de la ley a Jesús había sido cuidadosamente pensada por los dirigentes religiosos (DTG 460).
Maestro.
En el sentido de "persona que enseña". Como el intérprete es un maestro profesional de la ley, le presenta a Jesús un problema que los escribas discutían mucho.
¿Haciendo qué cosa?
La pregunta del intérprete de la ley revela que su concepto de la justicia era completamente equivocado. Para él, como para la mayoría de los judíos de su tiempo, ganar la salvación consistía esencialmente en lo que ordenaban los escribas. Consideraba, por lo tanto, que la salvación se podía obtener por medio de las obras.
Eterna.
Gr. aiÇnios (ver com. Mat. 13: 39).
26.
¿Cómo lees?
El intérprete debía saber la respuesta a su propia pregunta. Era profesor de la ley judía, y por consiguiente era enteramente apropiado que tuviera la oportunidad de responder. La pregunta de Jesús no necesariamente implica una reprensión. Era un acto de cortesía darle la oportunidad de contestar su propia pregunta.
27.
Amarás.
El intérprete de la ley cita aquí a Deut. 6: 5 (cf. cap. 11: 13). Cf. Mat. 22: 36-38, donde Jesús da más tarde la misma respuesta a la misma pregunta que le hizo otro intérprete de la ley. Las palabras de Deut. 6: 5 eran recitadas mañana y tarde por todo judío piadoso como parte de la shema' (ver p. 59), y eran llevadas en las filacterias (ver com. Exo. 13: 9). Los judíos, que percibían el significado profundo de la ley (ver com. Deut. 31: 9; Prov. 3: 1), comprendían sin duda que sus preceptos no eran arbitrarios, sino que estaban basados en los principios fundamentales de lo recto, los cuales bien pueden resumirse en el mandamiento de amar.
Amar a Dios, en el sentido que aquí se presenta y se insinúa, es dedicar a su servicio todo el ser, los afectos, la vida, las facultades físicas y el intelecto. Esta clase de amor es "el cumplimiento de la ley" (Rom. 13: 10); es la clase de amor en el cual la persona permanece cuando, por la gracia de Cristo, decide observar los mandamientos de Jesús (Juan 14:15; 15: 9-10). Dios envió a su Hijo al mundo con el propósito específico de hacer que podamos guardar la ley en este sentido y con este espíritu. De este modo "la justicia de la 763 ley" puede cumplirse "en nosotros" (Rom. 8:3-4). El que verdaderamente conoce a Dios, guardará sus mandamientos porque el amor de Dios se ha perfeccionado en él (1 Juan 2:4-6; ver com. Mat. 5:48).
Corazón.
Aquí con el sentido de "inclinación", "deseo", "mente".
Alma.
Ver com. Mat. 10:28.
Prójimo.
Gr. pl'síon (ver com. vers. 36). El intérprete de la ley cita a Lev. 19: 18, donde el prójimo es evidentemente un compatriota israelita; pero Jesús obviamente amplíala definición hasta incluir a los samaritanos y, por lo tanto, a los no judíos (ver com. Luc. 10:36).
28.
Bien has respondido.
Cuando Jesús más tarde dio la misma respuesta a la pregunta de otro intérprete de la ley, el que había preguntado lo elogió diciéndole: "Bien, Maestro, verdad has dicho" (Mar. 12:32). La respuesta de Cristo había pasado por alto los extensos comentarios, orales y escritos, sobre la ley y aun todos los preceptos específicos de la ley. Cada precepto de la ley, en el sentido más amplio y también en el más estricto de la palabra (ver com. Prov. 3: 1), refiriéndose a los Diez Mandamientos, es una expresión, extensión y aplicación del principio del amor (ver com. Luc. 10: 27). La respuesta del intérprete de la ley era enteramente correcta; lo que le faltaba era discernimiento espiritual para aplicar este principio a su vida (ver com. Mat. 5: 17-22). Conocía la letra de la ley, pero no conocía su espíritu. Este conocimiento sólo se obtiene cuando los principios de la ley son aplicados a la vida (ver com. Juan 7: 17).
Haz esto.
En el griego este imperativo destaca la idea de continuidad; es como si dijera: "Haz esto, y sigue haciéndolo". Aparentemente la dificultad del intérprete de la ley, como la del joven rico, era que pensaba que había guardado todas esas cosas desde su juventud (Mat. 19:20); pero al mismo tiempo sentía que le faltaba algo en su vida espiritual. La justicia legal nunca satisface el alma porque carece de algo vital hasta que el amor de Dios se posesiona de la vida (2 Cor. 5:14). Sólo cuando una persona se entrega por completo a la influencia de ese amor (ver com. Luc. 10:27) podrá verdaderamente observar el espíritu de la ley (Rom. 8: 3-4).
Vivírás.
Vivir en el pleno sentido de la palabra, tanto aquí como en el mundo futuro (ver com. Juan 10:10); sin embargo, el contexto muestra que Jesús se refería en primer lugar a la vida eterna (Mat. 19:16-17; Luc. 10:25).
29.
Justificarse.
Este intérprete de la ley, como el joven rico (Mat. 19: 16-22), no estaba satisfecho con el concepto farisaico de la justicia (DTG 460). Comprendía sin duda, como el joven rico, que le faltaba algo que inconscientemente sentía que Jesús podía proporcionarle. Pero, como Nicodemo (ver com. Juan 3:2-3), vacilaba en admitirlo aun a si mismo; y, por lo tanto, para evadir en parte su convicción íntima, procedió a justificarse haciendo parecer que amar al prójimo presentaba grandes dificultades (DTG 461).
¿Quién es mi prójimo?
Ver com. Mat. 5:43. El propósito de esta pregunta era evitar la convicción y justificarse a sí mismo (DTG 461). Cuando una persona hace preguntas sutiles de las cuales es obvio que sabe la respuesta o podría saberla, generalmente es porque reconoce que es culpable de algo (cf. Juan 4:18-20), y busca alguna razón o pretexto para no hacer lo que su conciencia le dice que debe hacer. Según pensaba ese intérprete, los paganos y los samaritanos estaban excluidos de la categoría de "prójimo"; la única duda que tenía era saber a cuál de sus compatriotas israelitas podía considerar como prójimo.
30.
Un hombre.
Este incidente era verídico (DTG 462), y probablemente muchos lo sabían en Jericó, donde vivían el sacerdote y el levita, actores destacados en el incidente (ver com. vers. 25, 31). Según el El Deseado de todas las gentes, el levita y el sacerdote estaban presentes en esta ocasión (p. 462).
Descendía de Jerusalén.
El verbo "descender" describe correctamente el viaje de Jerusalén, a mas de 792 m sobre el nivel del mar, a Jericó, a unos 213 m bajo el nivel del mar. El camino principal desde Jerusalén a Jericó sigue en parte al Wadi Qelt, que atraviesa los cerros áridos y deshabitados del desierto de Judea. Este camino estrecho y tortuoso, encerrado algunas veces por altos barrancos, era peligroso para los viajeros pues la zona, llena de cuevas y escondites, era guarida de delincuentes y ladrones.
Hiriéndole.
Quizá lo golpearon porque intentó hacerles resistencia.
31.
Aconteció que.
Mejor "casualmente" (BJ) o "por coincidencia".
Descendió.
De Jerusalén a Jericó (ver com. vers. 30).
Un sacerdote.
El sacerdote y el levita 764 regresaban de su período de servicio en el templo (PVGM 314; cf. com. cap. 1: 5, 9, 23).
Pasó de largo.
Pasó como si no hubiera visto nada, pero en realidad no se detuvo porque no le importaba lo que veía. Su hipocresía se había convertido en un manto para no hacer lo que le causara molestias. El desafortunado viajero, desnudo y herido (vers. 30, 34), sin duda estaba cubierto de tierra y de sangre. Si este infeliz hubiera estado muerto, tocarlo nada más hubiera significado contaminación ritual para el sacerdote o el levita (Núm. 19:11-22); además, existía la posibilidad de que fuera samaritano o gentil. Y de un modo u otro era ilegal que un sacerdote tocara el cadáver de cualquiera que no fuera un pariente cercano (Lev. 21: 1-4). Muchas de tales excusas pasaron sin duda por el pensamiento de estos hombres mientras trataban de justificar su conducta.
32.
Llegando cerca... y viéndole.
Parece que el levita fue un poco más considerado que el sacerdote, o quizá más curioso. Se acercó al hombre herido antes de seguir su camino (DTG 462).
33.
Un samaritano.
El hecho de que el samaritano viajara por un territorio extranjero para él, hizo que su acto de misericordia fuera aún más notable. En ese distrito era probable que el desafortunado viajero fuera judío, miembro de la raza que sentía una acérrima enemistad contra los samaritanos. El samaritano sabía que si él hubiera sido el herido tirado junto al camino, no podría haber esperado misericordia de un judío. Sin embargo, el samaritano, con bastante riesgo para sí mismo por la posibilidad de que los asaltantes volvieran a atacar, decidió ayudar a la indefensa víctima.
La misericordia manifestada por el samaritano refleja de un modo muy real el espíritu que movió al Hijo de Dios a venir a este mundo para rescatar a la humanidad. Dios no estaba obligado a rescatar al hombre caído. Podría haber pasado por alto a los pecadores, así como el sacerdote y el levita pasaron de largo sin ayudar al desafortunado viajero en el camino a Jericó. Pero el Señor estuvo dispuesto a ser "tratado como nosotros merecemos a fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como él lo merece" (DTG 16-17).
34.
Heridas.
Gr. tráuma, de donde derivan los vocablos "trauma", "traumatismo", etc.
Aceite y vino.
Eran los remedios caseros comunes en la antigua Palestina. Algunas veces se mezclaban los dos y se usaban como ungüento.
Mesón.
Gr. pandojeíon, de pás, "todos" y déjomai, "recibir"; un lugar donde se recibe a todos, en este caso, a los componentes de una caravana. Pandojeíon se refiere a una posada, mientras que katáluma (Luc. 2: 7) es más bien, en términos generales, un alojamiento. Es probable que la "posada" (BJ) donde el samaritano llevó al desafortunado viajero estuviera en Jericó o cerca de allí, pues no hay aldeas de importancia entre Jerusalén y Jericó.
35.
Dos denarios.
Es decir, 7,79 g de plata, quizá algo más de un dólar o, mejor, el equivalente de dos días de trabajo (ver p. 51).
Mesonero.
Gr. pandojéus, el que administra un pandojeíon (ver com. vers. 34).
Yo te lo pagaré.
Eran sin duda los dos denarios sólo la primera cuota de lo que el samaritano tenía que pagar. Pasarían varios días antes de que el viajero herido se recuperara lo suficiente para poder continuar su viaje (vers. 30). Por lo tanto, el bondadoso samaritano se hizo cargo del extraño. Pudo haber razonado que este episodio había ocurrido en Judea, que la víctima quizá era un judío, que el mesonero era judío, y que por lo tanto él, como samaritano, había cumplido ya con su responsabilidad; pero no fue así. El interés del samaritano no fue pasajero: hizo más de lo que se podría haber esperado que hiciera. Su interés en el desconocido fue más allá de la obligación mínima que se podía esperar que asumiera cualquier transeúnte.
Cuando regrese.
Probablemente en su viaje de regreso. La confianza que el mesonero tuvo en el samaritano, sugerir que éste era un comerciante que solía pasar por Jericó y era conocído del mesonero.
36.
Prójimo.
Gr. pl'síon, literalmente "próximo". El sacerdote, el levita y el samaritano habían estado cerca del desventurado viajero en su momento de necesidad; pero sólo uno de ellos actuó como prójimo. Ser buen prójimo no depende tanto de proximidad como de voluntad para compartir las cargas ajenas. Ser buen prójimo es la expresión práctica del principio del amor para el que lo necesita (ver com. vers. 27).
37.
Usó.
Gr. poiéÇ, "hacer" (cf. vers. 25). Pensamientos de misericordia nada más, en tales circunstancias, no habrían tenido ningún valor; sólo valían los hechos. El intérprete comprendió inmediatamente la moraleja 765 del relato. Su pregunta recibió una respuesta apropiada y efectiva (vers. 29). Con este relato auténtico Jesús evitó toda discusión legal en cuanto a quién puede ser nuestro prójimo (ver com. vers. 29). El prójimo es sencillamente cualquiera que necesita ayuda.
El ser buen vecino o prójimo había salvado la vida de uno de los prójimos del intérprete de la ley, posiblemente uno de sus amigos. El intérprete no halló nada que criticar en la respuesta de Jesús a su pregunta. Evidentemente reconoció en lo íntimo de su alma que la definición que Jesús había dado de prójimo era la única que valía. Como intérprete de la ley, sin duda podía apreciar más plenamente que los otros presentes la profunda comprensión que Jesús tenía del verdadero significado de la ley (ver com. vers. 26-28). Como maestro tuvo que haber apreciado el tacto con el cual Jesús respondió su pregunta. En todo caso desapareció el prejuicio que tenía contra Jesús (PVGM 313).
Ve, y haz tú.
El griego coloca el pronombre "tú" en posición enfática. El imperativo "haz" se traduce del verbo poiéÇ, traducido como "usar" en la primera parte del versículo. El intérprete de la ley había respondido: "El que hizo misericordia"; y Jesús le contestó: "Ve, y haz tú lo mismo". En otras palabras, si el intérprete de la ley quería saber qué era ser verdaderamente un buen prójimo, tenía que tomar como ejemplo la conducta del samaritano. Esta es la esencia de la verdadera religión (Miq. 6: 8; Sant. 1: 27). Nuestros prójimos necesitan sentir el apretón de "una mano cálida" y el compañerismo de "un corazón lleno de ternura" (PVGM 320). Dios "nos permite llegar a relacionarnos con el sufrimiento y la calamidad para sacarnos de nuestro egoísmo" (PVGM 320- 321). Ser buen prójimo siempre que tengamos la oportunidad de serio, es para nuestro bien eterno (cf. Heb. 13: 2).
38.
Entró en una aldea.
[Jesús visita a Marta y a María, Luc. 10: 38-42. Ver mapa p. 213.] Lucas no da el nombre de esta aldea, pero evidentemente era Betania (Juan 11:1). Esta fue la primera visita de Jesús a ese lugar (DTG 483). Acababa de llegar por el camino del Wadi Qelt, desde Jericó (DTG 483; ver com. Luc. 10: 30), y parece que fue poco después del incidente relatado en los vers. 25-37 (ver com. vers. 25). Después de esta ocasión, Jesús visitó con frecuencia el hogar de María, Marta y Lázaro (DTG 482). Se registran por lo menos otras dos visitas en la narración evangélica (Juan 11: 17; 12: 1-3). Es probable que hubiera estado allí varias veces más (Mat. 21: 17; Mar. 11: 1, 11; Luc. 19: 29).
Marta.
Para una breve descripción del carácter de Marta, ver com. vers. 41. Marta era evidentemente la mayor de las dos hermanas y la que administraba la casa. Fue ella la que "le recibió en su casa".
39.
María.
Ver Nota Adicional del cap. 7. Marta, a cuyo cargo estaba la casa, era por naturaleza más práctica, mientras que María se preocupaba más de las cosas espirituales que de las materiales. Marta sin duda "se preocupaba" por las necesidades materiales de la casa (ver com. Mat. 6: 25- 34), mientras que María buscaba "primeramente el reino de Dios y su justicia" (Mat. 6:33). No se menciona a Lázaro, hermano de Marta y María, en esta ocasión; pero era uno de los fieles discípulos de Jesús (DTG 482).
Sentándose a los pies.
Sentarse a los pies de alguien se refiere tanto a la posición física como al hecho de aprender de esa persona, aunque en este caso pueden estar comprendidas ambas ideas (Hech. 22: 3; cf. Deut. 33: 3).
40.
Se preocupaba.
Marta estaba "atareada" (BJ) y molesta por la presión de los muchos detalles de la atención de sus invitados.
¿No te da cuidado?
Es probable que Marta supiera por experiencia que no ganaría con hablarle directamente a María. Si Jesús tenía tanta influencia sobre María, según podía verse, quizá él podría conseguir con María lo que Marta no podía lograr. Compárese con el caso del que pidió a Jesús que persuadiera a su hermano para que dividiera la herencia familiar (cap. 12: 13-14). Marta no sólo culpó a María en su ruego a Jesús, sino que indirectamente lo censuró a él. Insinuó que el verdadero problema era que a Jesús no le importaba la situación y no tenía intención de hacer nada al respecto, que le complacía más que María lo escuchara a él antes que ayudar a su hermana a preparar la comida.
41.
Marta, Marta.
La repetición del nombre puede indicar afecto o preocupación. Cf. Luc. 22: 31; Hech. 9: 4.
Afanada.
Gr. merimnáÇ, "estar ansioso", "cuidarse de", "preocuparse de"; se refiere a la preocupación interior, mental, que era la verdadera causa de la impaciencia de Marta con María. Jesús había pronunciado una clara admonición contra esto mismo en el Sermón del Monte (donde el verbo merimnáÇ se766 traduce "afanarse": Mat. 6: 25, 28, 31, 34). Los que se convierten en seguidores de Jesús deberían evitar el espíritu de constante preocupación que impulsó a Marta a hacer su impaciente pedido a Jesús.
Turbada.
Vocablo que se refiere a la conducta exterior de Marta, que refleja sus sentimientos íntimos. Interiormente estaba "afanada", y, como resultado, externamente "turbada". Si sólo buscáramos cultivar esa tranquilidad interior que Marta tanto necesitaba, podríamos evitar mucha preocupación innecesaria.
Muchas cosas.
Una sencilla hospitalidad habría bastado para Jesús. El no exigía preparativos complicados.
42.
Pero sólo una cosa es necesaria.
Cf. cap. 18: 22, "aún te falta una cosa". Marta era diligente, exacta y enérgica, pero le faltaba el espíritu tranquilo y piadoso de su hermana María (DTG 483). No había aprendido la lección de Mat. 6: 33: poner el reino de Dios en primer lugar en sus preocupaciones y esfuerzos, posponiendo las cosas materiales a un segundo plano (ver com. vers. 24-34).
La buena parte.
Como resultado de sus propias experiencias, María había aprendido la lección que su hermana Marta aún tenía que aprender (ver Nota Adicional del cáp. 7).Algunos consideran que con la expresión "la buena parte", Jesús hacía un hábil juego de palabras para establecer contraste con el plato más sabroso de la mesa. "La buena parte" -lo único que Marta necesítaba- era y es una preocupación más profunda por conocer el reino de los de los cielos.
No le será quitada.
Las cosas materiales en las cuales Marta se interesaba podían serle quitadas (cap. 12: 13-21; 16: 25-26). María estaba acumulando su inagotable "tesoro en los cielos", "donde ladrón no llega, ni polilla destruye" (Luc. 12: 33; ver com. Mat. 6: 19-21).
LUCAS - CAPÍTULO 11 - AUDIO
1Cristo enseña a orar, y con persistencia. 11 Asegura que Dios nos dará buenas cosas. 14 Sana a un endemoniado y mudo, y reprende a los fariseos blasfemos. 28 Quiénes son bienaventurados. 29 Cristo predica a la gente, 37 y reprende la limpieza solo exterior de los fariseos, los escribas e intérpretes de la ley.
1 ACONTECIO que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.
2 Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
3 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.
5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes,
6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante;
7 y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos?
8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.
9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
11 ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente?
12 ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
13 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
14 Estaba Jesús echando fuera un demonio, que era mudo; y aconteció que salido el demonio, el mudo habló; y la gente se maravilló.
15 Pero algunos de ellos decían: Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios.
16 Otros, para tentarle, le pedían señal del cielo.
17 Mas él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae.
18 Y si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino? ya que decís que por Beelzebú echo yo fuera los demonios.
19 Pues si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿vuestros hijos por quién los echan? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
20 Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros.
21 Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee.
22 Pero cuando viene otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte el botín.
23 El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
24 Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde salí.
25 Y cuando llega, la halla barrida y adornada.
26 Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
27 Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste.
28 Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
29 Y apiñándose las multitudes, comenzó a decir: Esta generación es mala; demanda señal, pero señal no le será dada, sino la señal de Jonás. 768
30 Porque así como Jonás fue señal a los ninivitas, también lo será el Hijo del Hombre a esta generación.
31 La reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar.
32 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque a la predicación de Jonás se arrepintieron, y he aquí más que Jonás en este lugar.
33 Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz.
34 La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas.
35 Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas.
36 Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.
37 Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la mesa.
38 El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no se hubiese lavado antes de comer.
39 Pero el Señor le dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad.
40 Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de adentro?
41 Pero dad limosna de lo que tenéis, y entonces todo os será limpio.
42 Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello.
43 ¡Ay de vosotros, fariseos! que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas.
44 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben.
45 Respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le dijo: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.
46 Y él dijo: ¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis.
47 ¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres!
48 De modo que sois testigos y consentidores de los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros.
49 Por eso la sabiduría de Dios también dijo: Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán,
50 para que se demande de esta generación la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la fundación del mundo,
51 desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo; sí, os digo que será demandada de esta generación.
52 ¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.
53 Diciéndoles él estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a estrecharle en gran manera, y a provocarle a que hablase de muchas cosas;
54 acechándose, y procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle.
1.
Estaba Jesús orando.
[Jesús y la oración, Luc. 11: 1-13.] Lucas no registra nada definido en cuanto al momento o el lugar de este incidente. Hay quienes consideran que estos versículos son paralelos con Mat. 6: 6-15; 7: 1-11 y que no son sino otra presentación de lo que dijo Jesús en cuanto a la oración en el Sermón del Monte. Por otra parte, es muy probable que se trate de una ocasión diferente y posterior, en la cual Jesús habló del mismo tema (PVGM 105-106; DMJ 87). Si Lucas sigue la secuencia cronológica, esto pudo haber ocurrido poco después de la visita a Betania (cap. 10: 38- 42). Si así fue, habría sucedido en relación con la visita de Jesús a Jerusalén para asistir a la fiesta de la dedicación, cuando se intentó apedrearle (DTG 436; ver com. Luc. 17: 1; Juan 10: 22, 31, 33). Este hecho pudo haber ocurrido en Jerusalén o, si no, en algún lugar de Perea. Con relación a los acontecimientos que transcurrieron en este mismo tiempo, ver com. Mat. 19: 1. Esto bien pudo haber ocurrido temprano por la 769 mañana, pues era la hora del día cuando Jesús solía orar (PVGM 105). En esta ocasión los discípulos habían estado ausentes por un corto tiempo (PVGM 105), quizá habían sido enviados por Jesús para cumplir alguna misión (ver com. Luc. 10: 1) o tal vez habían visitado sus hogares (DTG 224). Con referencia a la vida personal de oración de Jesús, ver com. Mar. 1: 35; 3: 13.
Enséñanos a orar.
Cuando los discípulos escucharon la manera en que Jesús oraba, comunicándose íntimamente con su Padre celestial así como se comunica un amigo con otro, quedaron grandemente impresionados. Sus oraciones eran diferentes de las de los dirigentes religiosos de su tiempo, muy diferentes de todo cuanto habían oído. La oración formal, expresada en declaraciones fijas y como si fuera dirigida a un Dios impersonal muy distante, no tiene la realidad y la vitalidad que deben caracterizar a la verdadera oración. Los discípulos pensaron que si sólo pudieran orar como Jesús oraba, se aumentaría muchísimo su eficacia como discípulos. Como Jesús les había enseñado por precepto (Mat. 6: 7-15) y por ejemplo (Luc. 9: 29) cómo orar, parece que en esta ocasión el pedido vino de parte de algunos discípulos que no habían estado con Jesús en ocasiones pasadas cuando había hablado de la oración. La palabra "discípulos" no necesariamente tiene que circunscribirse sólo a los doce. Estos discípulos pueden haber sido de los setenta. En respuesta al pedido "enséñanos a orar", Jesús presentó una oración modelo, una parábola que ilustra el espíritu de la oración y algunas amonestaciones para estimular la fidelidad y la diligencia en la oración (cap.11: 2-13).
Como también Juan enseñó.
El NT no dice en ninguna parte que Juan enseñó a sus discípulos a orar. Pero habría sido muy natural que los discípulos de Juan, después de unir sus intereses con los discípulos de Cristo (ver com. Mar. 6: 29), contaran las cosas que habían aprendido de su primer maestro.
2.
Decid.
Esta oración bien podría haberse llamado "oración de los discípulos", porque no es exactamente la clase de oración que Jesús habría pronunciado en su propio favor. Parece mucho más apropiada en boca de mortales pecadores. Por ejemplo, Jesús no tenía necesidad de pedir perdón por sus pecados. Con referencia a esta oración, tal como la presentó Jesús en otra ocasión, ver com. Mat. 6: 9-13; PVGM 106.
Padre nuestro.
Jesús enseñó a los hombres a dirigirse a Dios usando este nuevo nombre, para que su fe se fortaleciera y quedaran impresionados con la íntima relación que tienen el privilegio de gozar en comunión con él (PVGM 107-108).
5.
¿Quién de vosotros?
Con referencia a las lecciones que Jesús dedujo de esta parábola, ver com. vers. 8. En cuanto a las circunstancias bajo las cuales Jesús pronunció la parábola, ver com. vers. 1. Y en relación con la enseñanza de Jesús por medio de parábolas y a los principios que deben seguirse para interpretarlas, ver pp. 193-197.
A medianoche.
En el Cercano Oriente algunas veces se viaja de noche durante la estación calurosa. Además, el amigo que llegaba de visita (vers. 6) pudo haberse demorado en forma inesperada e inevitable, de modo que llegó a medianoche.
6.
Un amigo mío.
Un detalle importante es que el hombre no pedía para él sino para un amigo necesitado (ver com. vers. 8).
No tengo qué ponerle delante.
Esto explica por qué el hombre fue a buscar ayuda a medianoche. La comprensión de que por nosotros mismos nada podemos hacer (Juan 15:5), debiera, de la misma manera, impulsamos a acudir a la gran Fuente de alimento espiritual (Juan 6: 27-58). Los que quieran cultivar amistad con otros para hacerlos conocer al gran Amigo de todos los hombres, sienten muchas veces la falta de ese pan celestial que tan ardientemente desean impartir a otros.
7.
No me molestes.
El hombre respondió con estas palabras no por mezquindad sino, evidentemente, por no querer incomodarse. Una vez que el hombre decidió levantarse de la cama, le proporcionó a su visitante nocturno todo el pan que necesitaba (vers. 8).
Los hombres pueden pensar a veces que Dios prefiere que su pueblo no lo moleste, pero su verdadero carácter de Padre solícito, amante y generoso, está claramente expuesto en los vers. 9-13. La falta de voluntad del amigo para levantarse y dar lo que hacía falta no representa de ninguna manera a Dios (cf. vers. 13). La lección de la parábola no se deriva por comparación sino por contraste.
Está cerrada.
Es como si hubiera dicho: está cerrada y permanecerá cerrada. Antiguamente cerrar y asegurar una puerta no era tan fácil como hacerlo hoy
Están conmigo en cama.
En muchas partes del Cercano Oriente todos los miembros 770 de la familia duermen, aún hoy, en una habitación, en colchones sobre el piso, o en camas bajas parecidas a plataformas. Si un miembro de la familia se levantaba, todos se despertaban fácilmente.
No puedo.
No era que no podía, sino que no estaba dispuesto a satisfacer el pedido de su amigo.
8. Su importunidad. Gr. anaidéia, literalmente "desvergüenza", "persistencia", "impudencia". El dueño de casa rechazó vez tras vez los urgentes pedidos de su visitante de medianoche (PVGM 109), pero éste no aceptó su negativa. "En la fe genuina hay un bienestar, una firmeza de principios y una invariabilidad de propósito que ni el tiempo ni las pruebas pueden debilitar" (PVGM 113). La parábola enseña de nuevo por contraste y no por comparación (ver com. vers. 7), porque Dios está siempre dispuesto a conceder a sus hijos terrenales lo que es bueno para ellos. No necesita que lo convenzan para que haga algo bueno que de otros modos no estaría dispuesto a hacer. Dios conoce nuestras necesidades, y puede satisfacerlas completamente. Siempre tiene el deseo de darnos "mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos" (Efe. 3:20).
Con referencia a los vers. 9-13, ver com. Mat. 7:7, ( CB)
11. La oración no consiste tanto en persuadir a Dios a que acepte nuestra voluntad en cuanto a algo, sino en descubrir cuál es su voluntad al respecto. El conoce nuestras necesidades antes de que le pidamos, y más aún: sabe qué es lo que nos conviene; pero nosotros, por contraste, muchas veces nos damos cuenta con dificultad qué es lo que necesitamos. A menudo creemos que necesitamos lo que no necesitamos, y que hasta puede resultarnos dañino; y también ocurre lo contrario: que desconozcamos cuáles son nuestras verdaderas necesidades (cf. PVGM 111). La oración pondrá nuestra voluntad y, con ella, nuestra vida, en armonía con la voluntad de Dios (PVGM 109). La oración es el medio divinamente establecido para educar nuestros deseos. El verdadero propósito de la oración no es lograr un cambio en Dios, sino producir un cambio en nosotros para que anhelemos tanto "el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Fil. 2:13).
Dios enviará una respuesta a cada petición que haga con humildad y fe el que pide con sinceridad. Dios puede responder afirmativamente o negativamente, y a veces su respuesta es que esperemos. Habrá ocasiones en que la respuesta a la oración debe demorarse, porque es necesario que haya un cambio en nuestros corazones delante de Dios antes de que él pueda responderla (DTG 170). Hay ciertas condiciones para que Dios pueda contestar la oración, y si parece que demora, deberíamos preguntarnos si la dificultad no está acaso en nosotros. Ofendemos a Dios si nos impacientamos con él cuando no hemos cumplido con las condiciones que son indispensables para que le sea posible responder la oración.
Por supuesto, la lección central de la parábola es: la perseverancia en la oración. La parábola también presenta la clase de pedidos en los cuales el Señor aconseja perseverancia: oraciones cuyo propósito es beneficiar a nuestros prójimos y difundir el reino de Dios. "Todo lo que Cristo recibió de Dios, podemos recibirlo también nosotros" (PVGM 115). La inconstancia en la oración no agrada a Dios, pues en él "no hay mudanza, ni sombra de variación" (Sant. 1:17). El que es inconstante en la oración realmente no espera nada de Dios. "El que duda... no piense... que recibirá cosa alguna del Señor" (Sant. 1:6-7).
14.
Echando fuera un demonio.
[Un endemoniado ciego y mudo; el pecado imperdonable, Lucas 11: 14-32 = Mat. 12: 22-45 = Mar. 3: 20-30. Comentario principal: Mateo.] Si este caso que narra Lucas y la conversación que sigue deben considerarse equivalentes al pasaje paralelo de Mateo, lo que parece probable, entonces es evidente que Lucas no siguió un estricto orden cronológico. El episodio registrado por Mateo ocurrió casi un año y medio antes del momento indicado por el contexto en el cual Lucas registra este suceso (ver com. Mat. 12: 22; Luc. 11: 1). La gran similitud entre ambos relatos que, con excepción de Luc. 11: 16, 27-28, son casi idénticos, parece indicar que el hecho registrado aquí por Lucas es el mismo, y no otro relacionado con el ministerio en Perea (ver com. vers. 1). Si se trata de dos episodios, entonces deben haber sido casi idénticos, incluso el debate que siguió.
16.
Otros, para tentarle.
Ver com. Mat. 12: 38-42; 16: 1.
24.
El espíritu inmundo.
Ver com. Mat. 12: 43-45.
27.
Una mujer.
La mujer evidentemente había escuchado "estas cosas", es decir, lo que Jesús acababa de decir; por lo tanto, los 771 vers. 27-28 están unidos a lo que precede. En este punto del relato, Mateo (cap. 12:46) narra la llegada de la madre y de los hermanos de Jesús, episodio que Lucas registra en el cap. 8:19-21. Posiblemente su llegada impulsó a la mujer a hacer el comentario que aquí se registra.
28.
Antes.
Jesús no contradice el elogio que esa mujer hace de María. Esta, como toda buena madre, merece honra, y comparte el honor de un hijo digno en todo sentido. Jesús ni aprueba ni desaprueba lo que dice la mujer; pero sí destaca lo inadecuado que es el concepto de ella en lo que al reino de los cielos se refiere. Si Jesús hubiera tenido la intención de que sus discípulos, o los cristianos en general, rindieran culto a María, este elogio de una extraña le habría proporcionado la oportunidad ideal para presentar tal enseñanza o, por lo menos, para expresar una cordial aprobación de lo que se había dicho, como lo hizo cuando Pedro reconoció que era el Hijo de Dios (ver com. Mat. 16:17). Según las Escrituras, es importantísimo que el cristiano reconozca la deidad de Jesús; pero ni siquiera se insinúa la más vaga idea de venerar a María (ver com. Mat. 1: 18, 25; 12: 48, 50; Luc. 1: 28, 47). En Mat. 12: 46-50 parece darse la impresión del que el parentesco espiritual es más importante que el parentesco carnal.
29.
Esta generación es mala.
Con referencia a los vers. 29-32, ver com. Mat. 12: 38-42. No hay certeza de que el relato de Lucas sea el mismo que se narra en Mat. 12: 38-42 o un acontecimiento posterior relacionado con el ministerio en Perea (ver DTG 452; com. Luc. 11: 1, 33).
33.
Nadie pone en oculto.
[La lámpara del cuerpo, Luc. 11:33-36. Cf. com. Mat. 5:15; Mat. 6:22-23.] El hecho de que Lucas ya hubiera registrado lo que dijo Jesús acerca de la lámpara y su luz en el sermón junto al mar (ver com. cap. 8:16), insinúa que lo que se presenta en el cap. 11: 33-36 fue presentado en algún momento posterior, relacionado quizá con el ministerio en Perea. Es indudable que Jesús repitió en este momento mucho de lo que ya había enseñado (DTG 452). Eso también podría significar que en los vers. 14-32 se registran hechos ocurridos en Perea (ver com. vers. 14, 29).
37.
Un fariseo.
[Jesús acusa a fariseos y a intérpretes de la ley, Luc. 11:37-54. Cf. com. Mat. 23:1-39; Luc. 20:45-47.] No parece que haya razón para pensar que la ocasión que se describe en los vers. 37- 54 sea la misma que se registra en Mat. 23: 1-39 y Luc. 20: 45-47. La frase, "luego que les hubo hablado" (cap. 11: 37) pareciera unir el resto del capítulo con lo que lo precede. Jesús se halla aquí comiendo en casa de un fariseo, mientras que en la otra ocasión estaba en los atrios del templo en Jerusalén (ver com. Mat. 23: 38; 24: 1). Este episodio ocurrió unos "pocos meses" (PVGM 199) antes del fin del ministerio de Jesús (ver com. Luc. 12: 1).
No debe sorprendernos que Jesús utilizara materiales muy parecidos en una y otra ocasión. Los predicadores muchas veces emplean el mismo material para sus sermones, con variaciones mayores o menores según las ocasiones. No hay razón para pensar que Jesús no hiciera lo mismo al presentar sus mensajes. En verdad, sería muy raro que al enseñar de aldea en aldea y de distrito en distrito nunca hubiera repetido las mismas verdades generales. Tampoco debe extrañar el parecido verbal entre los relatos que, según lo muestra claramente el contexto, fueron presentados en ocasiones diferentes. Muchos eruditos suponen que los evangelistas escribieron basándose en documentos ya existentes. Lucas mismo dice que hizo una investigación diligente (Luc. 3: 1) antes de escribir su libro, lo cual sugiere la existencia de tradiciones orales y escritas. El hecho de que uno o más evangelistas hubieran aprovechado una de esas fuentes y, por lo tanto, usado palabras muy similares para narrar un mismo hecho, no significa que los evangelistas no hubieran sido guiados por el Espíritu Santo. Debe destacarse, además, que los autores de los Evangelios no se propusieron presentar en sus relatos una exacta cronología de la vida de Jesús (ver Material Suplementario de EGW sobre 2 Ped. 1: 21). Aunque el episodio descrito en Luc. 11: 37-54 parece que es diferente del que se registra en Mat. 23: 1-39, su gran parecido permite dar el comentario principal en relación con la narración de Mateo.
Comiese con él.
Con referencia a las costumbres judías en cuanto a las comidas, ver com. Mar. 2:15.
38.
Se extrañó.
La BJ quizá traduzca con mayor claridad: "Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer". Ver com. Mat. 22: 4. En 772 cuanto a la importancia y la manera en que se celebraba el rito del lavamiento de las manos, ver com. Mar. 7: 1-8; y con referencia a las enseñanzas de Jesús sobre este asunto, ver com. Mar. 7: 9-23.
39.
Limpiáis lo de fuera.
En lo que se refiere a los vers. 39-40, ver com. Mat. 23: 25.
Rapacidad.
Gr. harpag' "rapacidad", ",rapiña", "saqueo", "robo". La palabra harpag' se traduce "despojo" en Heb. 10: 34. La forma adjetiva hárpax, se emplea para referirse a los lobos "rapaces" (ver com. Mat. 7: 15) y a los "ladrones" (Luc. 18: 11; 1 Cor. 5: 10; 6: 10).
40.m
Necios.
Gr. áfrÇn, "insensato", "necio". Este adjetivo deriva del sustantivo afrosún', "necedad", "insensatez".
41.
Dad limosna.
Cf. cap. 12: 33. El significado del vers. 41 no es claro. La expresión tá enónta, traducida "lo que tenéis", no aparece sino aquí en el NT, y no se puede saber con exactitud lo que Jesús quiso decir con ella. El griego parece referirse más bien a "lo que está dentro", es decir, al contenido del "vaso", o del "plato", o de lo que había dentro de los fariseos (vers. 39). Si Jesús se refiere al contenido del vaso o del plato, está sugiriendo que la generosidad con los pobres es una mejor manera de evitar la verdadera contaminación que la escrupulosa limpieza ceremonial de los recipientes en los cuales se guarda la comida; y si se refiere a los fariseos, quiere decir que el espíritu de generosidad y de preocupación por los pobres es un mejor modo de alcanzar la limpieza de corazón que la abrumadora preocupación por las minucias del tradicionalismo (ver com. Mar. 7: 7). Compárese con el consejo de Jesús al joven rico (Luc. 18: 22-23).
Os será limpio.
Ver com. Mar. 7: 19. El significado de estas palabras parece ser que de ese modo serían puros a la vista de Dios, y que cuando prevaleciera esa condición no tendrían que preocuparse de nada más. Sin embargo, algunos consideran que estas palabras son irónicas porque según los fariseos una persona era limpia cuando había dado limosnas.
42.
¡Ay de vosotros!
Ver com. Mat. 23: 13.
Menta.
Ver com. Mat. 23: 23.
Ruda.
Algunos manuscritos dicen "eneldo", como aparece en Mat. 23: 23; pero la evidencia textual establece (cf. p. 14) el texto "ruda" (ruta graveolens). Según la Mishnah (Shebi'ith 9.1), la ruda no necesita ser diezmada.
43.
Las primeras sillas.
Ver com. Mat. 23:6.
44.
Escribas y fariseos, hipócritas.
La evidencia textual establece (cf. p. 147) la omisión de esta frase. Con referencia a los escribas y los fariseos, ver pp. 53, 57; y en cuanto a la palabra "hipócritas", ver com. Mat. 6: 2.
Sepulcros que no se ven.
El tiempo había borrado toda evidencia externa de los sepulcros, y se podía andar por encima de ellos "sin saberlo" (BJ). El contacto con los muertos causaba contaminación ritual.
45.
Uno de los intérpretes de la ley.
Este detalle específico del relato de Lucas no aparece en el pasaje correspondiente de Mat. 23: 27. Los intérpretes eran los escribas. Como Lucas escribía para los gentiles, que posiblemente podrían comprender mal el sentido específico de la palabra hebrea "escribas", usa la expresión "intérpretes de la ley".
También nos afrentas a nosotros.
La mayoría de los escribas eran fariseos. Los fariseos constituían una secta religiosa los escribas, o intérpretes de la ley, erán los expositores profesionales de la ley. En el pasaje paralelo de Mat. 23, Jesús se dirige tanto a fariseos como a escribas desde el comienzo. Esta es otra indicación de que Lucas aquí registra un episodio ocurrido en otra ocasión y que no es el mismo que relata Mateo, a pesar del gran parecido entre ambos (ver com. vers. 37).
46.
Cargáis a los hombres.
Ver com. Mat. 23:4.
47.
Edificáis los sepulcros.
Con referencia a los vers. 47-48, ver com. Mat. 23:29-30.
49.
Sabiduría de Dios.
Ver com. Mat. 23: 34. En 1 Cor. 1: 24, 30 Jesús es la "sabiduría de Dios" hecha carne, pero es dudoso que en este pasaje Jesús hable de sí mismo. Lo más probable es que se refiera a lo que hace Dios en su sabiduría. No se conoce ningún libro que lleve este título.
50.
Esta generación.
Ver com. Mat. 12: 39; 23: 3; 24: 34.
Los profetas.
Con referencia a los vers. 50 - 51, ver com. Mat. 23: 35-36.
La fundación del mundo.
Cf. Mat. 13: 35; 25: 34; Apoc. 13: 8.
52.
La llave de la ciencia.
Cf. com. Mat. 23: 13. La "llave de la ciencia" es la llave que abre la puerta al verdadero conocimiento: el conocimiento de la salvación, como lo muestra claramente el contexto de este pasaje y de 773 Mat. 23: 13. En cuanto a un uso similar de la palabra "llave", ver com. Mat. 16: 19.
53.
Diciéndoles él estas cosas.
La evidencia textual establece (cf. p. 147) el texto "cuando salió de allí" (BJ).
Los escribas y los fariseos.
Con referencia a los escribas y los fariseos ver pp. 53, 57; y en cuanto a los esfuerzos hechos previamente por ellos para impedir la obra de Jesús, ver com. Mat. 4: 12; Mar. 2: 24; Luc. 6: 6-7, 11; etc.
54.
Para acusarle.
La evidencia textual establece (cf. p. 147) la omisión de estas palabras. Los espías enviados por el sanedrín habían seguido a Jesús durante dos años por dondequiera que había ido en Galilea y Judea (DTG 184; ver com. vers. 53). Ahora estaban más activos que nunca. Pero los espías no habían oído nada que de alguna manera pudiera usarse contra Jesús, a menos que deliberadamente torcieran e interpretaran mal sus palabras (ver com. Mat. 26: 59-63).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1 DMJ 89; 3JT 425; PVGM 105
1-13 PVGM 105-115
4 DMJ 113
5-6 HAd 406; MB 222
5-8 PVGM 106
7-9 DTG 458
9 3JT 194; PVGM 148
9-10 CH 380
9-13 PVGM 142; TM 387
11-12 PE 21; 1T 71
11-13 CM 184
13 CS 531; DMJ 112; FE 434, 537; HAp 41; 1JT 22; 3JT 212; 1T 120; 5T 157
21 3JT 14; 5T 309
28 FE 339; 4T 59
35 PR 61; 3T 59, 65
37-52 TM 73
42 PE 166; 2T 85
52 2JT 317; 3T 441; TM 106
54 PVGM 12; TM 106
LUCAS - CAPÍTULO 12 - AUDIO
1Cristo enseña a sus discípulos a evitar la hipocresía de los fariseos y a no sentir temor de predicar su doctrina. 13 Amonesta a la gente contra la avaricia, por medio de la parábola del rico que aumentaba mucho sus bienes. 22 No debemos preocuparnos por las cosas materiales, 31 sino buscar el reino de Dios, 33 dar limosnas 36 y estar preparados para recibir a nuestro Señor cuando venga. 41 Los ministros de Cristo deben cumplir con su deber 49 y no sorprenderse por la persecución. 54 Todos deben aprovechar este tiempo de gracia, 58 porque es algo terrible morir sin haberse reconciliado con Dios.
1 EN ESTO, juntándose por millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos, primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.
2 Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse.
3 Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas.
4 Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer.
5 Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed.
6 ¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.
7 Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos.
8 Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios;
9 mas el que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.
10 A todo aquel que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado. 774
11 Cuando os trajeren a las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir;
12 porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debáis decir.
13 Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.
14 Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?
15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
16 También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho.
17 Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?
18 Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes;
19 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
20 Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?
21 Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.
22 Dijo luego a sus discípulos: Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis.
23 La vida es más que la comida, y el cuerpo que el vestido.
24 Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves?
25 ¿Y quién de vosotros podrá con afanarse añadir a su estatura un codo?
26 Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás?
27 Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.
28 Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?
29 Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud.
30 Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas.
31 Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.
32 No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.
33 Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye.
34 Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
35 Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas;
36 y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida.
37 Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles.
38 Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así, bienaventurados son aquellos siervos.
39 Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa.
40 Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá.
41 Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?
42 Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración?
43 Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.
44 En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes.
45 Mas si aquel siervo dijera en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzara a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse,
46 vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles.
47 Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes.
48 Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.
49 Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido?
50 De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!
51 ¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión.
52 Porque de aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres.
53 Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.
54 Decía también a la multitud: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y así sucede.
55 Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace.
56 ¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no distinguís este tiempo?
57 ¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?
58 Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
59 Te digo que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado aun la última blanca.
COMENTARIO BIBLICO ADVENTISTA
1.
En esto.
[Advertencia contra los fariseos, Luc. 12: 112.] Estas palabras introductorias establecen una clara relación entre el discurso registrado en el cap. 12 y el episodio en la casa de un fariseo, narrado en el cap. 11. En ocasiones anteriores Jesús había presentado una gran parte de la enseñanza que aparece en el cap. 12 (ver DTG 375, 452), pero todo este capítulo parece ser un discurso presentado inmediatamente después del episodio en la casa del fariseo (ver com. cap. 11: 53-54). Todavía quedaban unos meses antes de que terminara el ministerio terrenal de Jesús (PVGM 199). Luc. 12: 2-9, 51-53 es similar a Mat. 10: 26-36; es una parte de las instrucciones dadas a los doce. Luc. 12: 22-34, 57-59 es muy parecido a Mat. 6: 25-34, 19-21; 5: 25-26. Luc. 12: 39- 46 es semejante a Mat. 24: 43-51, y Luc. 12: 54-56 es similar a Mat. 16: 2-3. El tema de todo el cap. 12 de Lucas es la sinceridad y consagración que debe caracterizar al verdadero seguidor de Jesús, en contraste con la hipocresía de los fariseos.
Por millares la multitud.
Literalmente "habiéndose reunido por miríadas la multitud". La palabra griega muriás significa literalmente "diez mil", pero aquí se emplea para describir un gran número (ver este mismo uso en Hech. 21: 20).
Se atropellaban.
Un detalle concreto para destacar cuán numerosa era la multitud.
Primeramente.
La enseñanza que sigue fue dada primero a los discípulos, pero también tenía el propósito de ser oída por los millares del pueblo. El adverbio "primeramente" debe relacionarse con la frase "comenzó a decir a sus discípulos", y no con la frase que comienza "guardaos".
Guardaos.
Ver com. Mat. 16: 5-9. En el episodio en el hogar del fariseo, los discípulos habían visto la levadura de los fariseos en acción (Luc. 11: 37-54).
Hipocresía.
Anteriormente Jesús había definido la levadura de los fariseos como la doctrina de ellos mismos (Mat. 16: 12), es decir, sus creencias y enseñanzas. La palabra "levadura" se aplica aquí en primer lugar a su manera de vivir. En la teoría ("doctrina") y en la práctica ("hipocresía") -por precepto y por ejemplo- la influencia de los fariseos apartaba a los hombres de Dios y de la verdad. En cuanto a "hipócrita", ver com. Mat. 6: 2; 23: 13.
2.
Nada hay encubierto.
Con referencia a los vers. 2-9, ver com. Mat. 10: 27-33.
3.
Aposentos.
La palabra griega se refiere a habitaciones interiores o lugares donde se guardaban cosas.
5.
Infierno.
Gr. géenna (ver com. Mat. 5: 22; Jer. 19: 2).
6.
Cinco pajarillos.
En el pasaje paralelo de Mat. 10: 29 se dice: "se venden dos pajarillos por un cuarto".
Cuartos.
Gr. assárion (ver p. 51; com. Mat. 10: 29).
8.
Confesare.
Gr. homologéÇ significa "decir lo mismo", "concordar". En este pasaje, tiene el sentido de "declarar públicamente", "reconocer", "declararse de parte de alguien".
10.
Alguna palabra contra.
Ver com. Mat. 12: 32. 776
Hijo del Hombre.
Ver com. Mat. 1: 1; Mar. 2: 10.
11.
Los magistrados y las autoridades.
Con referencia a los vers. 11-12. ver com. Mat. 10: 19-20.
13.
Le dijo uno.
[La insensatez de las riquezas, Luc. 12: 13-34. Con referencia a parábolas, ver pp. 193-197.] Era uno de la multitud (vers. 1), que había escuchado las claras acusaciones de Jesús contra los escribas y fariseos (cap. 11: 39-52; PVGM 198-199), y su consejo a los discípulos en cuanto a lo que debían hacer cuando fueran llevados ante los magistrados (cap. 12: 11; cf. PVGM 198). Este hombre suponía que si Jesús pudiera hablarle a su hermano con la misma autoridad, no se atrevería a desobedecer lo que Jesús le ordenara (PVGM 199). Pensaba que el Evangelio del reino no era más que un medio para favorecer sus propios intereses egoístas. Compárese con la actitud de Simón el Mago hacia la salvación (Hech. 8: 9-24). En cuanto a la ubicación cronológica de este episodio, ver com. vers. 1.
Di a mi hermano.
Evidentemente ambos hermanos eran codiciosos; si no hubiera sido así difícilmente hubieran estado peleando por la herencia.
Que parta conmigo la herencia.
Según la ley mosaica acerca de las herencias, el hermano mayor recibía dos porciones de los bienes de su padre, mientras que cada uno de los otros hermanos recibían sólo una porción (ver com. Deut. 21: 17). En este caso quizá fue el hermano menor quien recurrió a Jesús objetando que su hermano mayor recibiera la doble porción que la ley le asignaba (PVGM 234).
14.
Hombre.
La forma en que Jesús se dirige al que le había hecho el pedido podría sugerir cierta severidad (ver Luc. 22: 58, 60; Rom. 2: 1; 9: 20).
Juez o partidor.
El reino que Jesús había venido a proclamar no era "de este mundo" (Juan 18: 36). El nunca comisionó a sus discípulos que fueran autores de un cambio social, por muy importante que éste pudiera ser, ni tampoco en ningún momento intentó decidir judicialmente entre los hombres (Juan 8: 3-11). Jesús, como los profetas de antaño (Miq. 6: 8; etc.), expuso claramente los principios que deben gobernar las relaciones de cada uno con su prójimo (ver com. Mat. 5: 38-47; 6: 14-15; 7: 1-6, 12; 22: 39; etc.); pero dejó la administración de la justicia civil exclusivamente a las autoridades civiles debidamente constituidas. En ningún caso se apartó de esta regla, y quienes hablan en su nombre deberían seguir su ejemplo en este sentido y también en otros (PVGM 186).
15.
Avaricia.
Gr. pleonexía (ver com. Mar. 7: 22). La avaricia puede definirse como un deseo desmedido por las cosas materiales, especialmente de las que pertenecen a otro. El hombre que se dirigió a Cristo no necesitaba más riquezas; lo que necesitaba era que la avaricia le fuera quitada de su corazón para que las riquezas no le preocuparan tanto. Sin avaricia en su corazón, no habría ninguna disputa que arreglar. Jesús fue, como siempre, a la raíz de la dificultad, y propuso una solución que impediría que se levantaran problemas similares en lo futuro. No presentaba remedios pasajeros como los que propone hoy el evangelio social. Lo que más necesitan los hombres no es un sueldo mejor o mayores ganancias. Necesitan un cambio de corazón y de pensamiento que los conduzca a buscar "primeramente el reino de Dios y su justicia" para que sientan plena confianza de que las cosas indispensables para la vida les "serán añadidas" (ver com. Mat. 6: 33).
La abundancia de los bienes.
Ver com. Mat. 6: 24-34. El materialismo se encuentra en la raíz de muchos de los mayores problemas del mundo actual, y es la base de la mayor parte de las filosofías políticas y económicas, y por lo tanto es la causa de una gran parte de los conflictos entre clases y naciones que afligen a la humanidad. El descontento con lo que tenemos crea el deseo de lograr más obligando a otros a ceder todo o parte de lo que tienen. Pero, en vez de eso, todos deben trabajar honradamente. La avaricia es la causa de muchos de los problemas insolubles del mundo.
El pedido del que buscó a Jesús para que asumiera el papel de juez de la conducta de su hermano, fue motivado por el mismo espíritu de avaricia que impulsa a algunos industriales a obtener mayores ganancias sin detenerse a pensar en los medios que utilizan para obtenerlas, y que también hace que muchos trabajadores exijan salarios siempre mayores, sin considerar el valor de su propia contribución a la producción de la riqueza ni las posibilidades de su empleador de poder pagar. Es exactamente el mismo espíritu que mueve a determinados grupos e intereses a pedir leyes que les sean favorables, sin preocuparse cómo afectarán a otros grupos del 777 país; es el mismo espíritu que lleva a una nación a imponer su voluntad sobre otros pueblos, sin preocuparse por los intereses o deseos de ellos. Este es el mismo espíritu que muchas veces destruye los hogares, conduce a la delincuencia juvenil y se halla presente en numerosos crímenes.
Dios pide a todos los que quieren amarle y servirle que consideren las cosas materiales de la vida en su verdadera perspectiva, y que las subordinen a las cosas de valor eterno (ver com. Mat. 6: 24-34; Juan 6: 27). La mayoría piensa que a medida que aumentan las riquezas aumenta la felicidad; pero no es necesariamente así. La felicidad no depende de las cosas que se posee, sino de la manera de pensar y de lo que siente el corazón (ver com. Ecl. 2: 1-11).
16.
Una parábola.
En cuanto a la enseñanza de Jesús por medio de parábolas y los principios que rigen su interpretación, ver pp. 193-197. Esta parábola, narrada sólo por Lucas, ilustra el principio enunciado en el vers. 15: las cosas materiales no son lo más importante de la vida (cf. com. Mat. 19: 16-22); y bien podría titularse: "La locura de una vida consagrada a adquirir riquezas".
La heredad.
Mejor "los campos" (BJ). El hombre sepulta la semilla en la tierra y la cuida de la mejor forma posible, pero es Dios quien hace crecer la semilla (ver com. Mar. 4: 26-29). El hombre puede favorecer el proceso del crecimiento, pero es Dios quien lo da (1 Cor. 3: 6-7). El envía la luz del sol y la lluvia (ver com. Mat. 5: 45), y bendice los esfuerzos del hombre dando "tiempos fructíferos" (Hech. 14: 17). Antes de que Israel entrara en la tierra prometida, Dios le advirtió que no olvidara que era él quien da al hombre el poder de adquirir riquezas (Deut. 8: 11-18). Sin embargo, el hombre siempre se ha inclinado a atribuirse el mérito de lo que Dios le ha concedido, diciendo en su corazón: "Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza" (Deut. 8: 17). Este es un engaño fatal. Aquel cuyo corazón no está agradecido a Dios, se envanecerá en su razonamiento y "su necio corazón" será "entenebrecido" (Rom. 1: 21). Es sabio en su propia opinión, pero necio a la vista de Dios (Rom. 1: 22). Si persiste en tal conducta acabará por eliminar completamente a Dios de su pensamiento, e irá en pos de la felicidad material y del placer físico (Rom. 1: 23-32). Se convertirá en amador de placeres más que de Dios (2 Tim. 3: 4).
17.
Pensaba dentro de sí.
Consideraba el asunto desde varios puntos de vista; y después de pensarlo bien llegó, según su parecer, a una conclusión lógica.
No tengo dónde guardar.
Esta clara realidad debería haberlo inducido a pensar en los muchos que necesitan los bienes que Dios le había concedido con tanta abundancia. Pero sus intereses egoístas lo enceguecían para no ver las necesidades de sus prójimos (ver com. cap. 16: 19-31).
18.
Mis frutos.
Nótese el afán de poseer: "mis frutos", "mis graneros", "mis bienes", "mi alma" (cf. Ose. 2: 5). Todos sus pensamientos giraban sobre sí mismo. Evidentemente no comprendía que "a Jehová presta el queda al pobre" (Prov. 19: 17).
19.
Alma.
Ver com. Mat. 10: 28.
Repósate.
Este hombre ya ha amasado una fortuna y está por retirarse de sus actvidades. Se dedicará a disfrutar de las buenas cosas de la vida sin pensar más en trabajar.
Come, bebe, regocíjate.
Está seguro de que tiene más que suficiente para que le alcance durante el resto de su vida, y pasará sus días divirtiéndose como lo hizo el hijo pródigo en el país lejano, olvidando a Dios y a sus prójimos (ver com. Luc. 15: 13; cf. Ecl. 8: 15).
20.
Necio.
Ver com. cap. 11: 40. Jesús no dice que Dios le dirigió personalmente estas palabras al "necio" ni que le hizo comprender el significado del nombre que le daba, así como tampoco afirmó que la conversación entre el rico y el "padre Abraham" (cap. 16: 24-31) era realmente cierta. La conversación se añade en ambos casos para beneficio de los que están escuchando la parábola, para que puedan captar el principio divino que se ilustra con ella. Compárese con la conversación de los árboles del bosque (Juec. 9: 8-15).
Vienen a pedirte.
Algunos sugieren que esta forma impersonal es una perífrasis rabínica para evitar el empleo del nombre divino (ver com. cap. 15: 7). Otros suponen que el sujeto tácito es "los que causan la muerte" (Job 33: 22).
21.
Para sí tesoro.
Cualquiera que piensa y hace planes sólo para sí mismo, carece de buen juicio (ver com. cap. 11: 40) delante de Dios. El Evangelio del reino tiene el propósito de apartar los pensamientos de los hombres de sí mismos, y elevarlos a Dios y proyectarlos hacia sus prójimos. Con referencia al principio aquí implicado, ver com. cap. 12: 15. 778
Para con Dios.
Es decir, a la vista de Dios. El "necio" no ha hecho tesoros en el cielo (ver com. Mat. 6: 19-23).
22.
Dijo luego.
Después de responder al que había interrumpido su discurso, Jesús se dirige nuevamente a la multitud en general y a sus discípulos en particular (ver com. vers. 1, 13).
No os afanéis.
"No andéis preocupados" (BJ) o "no estéis angustiados" (ver com. Mat. 6: 25). En relación con el comentario de Luc. 12: 22-34, ver com. Mat. 6: 19-21, 25-33.
25.
Añadir a su estatura.
Ver com. Mat. 6: 27.
33.
Bolsas.
Gr. ballántion, "bolsa", especialmente la de llevar el dinero (cf. cap. 10: 4).
35.
Estén ceñidos vuestros lomos.
[El siervo vigilante, Luc. 12: 35-59. Con referencia a las parábolas, ver pp. 193-197.] Aquí se aconseja estar alerta para cualquier emergencia (ver com. Sal. 65: 6). La nota tónica de esta breve parábola es la vigilancia. Jesús enseña aquí públicamente por primera vez acerca de su segunda venida. El fin de su ministerio terrenal ya se divisa. Por lo tanto, procura preparar a sus discípulos para su ascensión y su retorno con poder y gloria. Esta parábola destaca la necesidad que tenemos de vivir correctamente porque el Maestro viene.
36.
Aguardan.
No esperan ociosamente, sino en vigilancia y diligente preparación. Compárese con la parábola de las diez vírgenes (Mat. 25: 1-12).
37.
Bienaventurados.
"Felices" o "dichosos" (BJ). Ver com. Mat. 5: 3.
De cierto.
Ver com. Mat. 5: 18.
Se ceñirá.
Ver com. Sal. 65: 6. Lo hará como premio por su fidelidad y lealtad hacia él.
38.
Segunda vigilia.
Aproximadamente entre las 9 de la noche (21 horas) y la medianoche (ver com. Mat. 14: 25).
Tercera vigilia.
Aproximadamente desde la medianoche hasta las 3 de la madrugada.
39.
El padre de familia.
Gr. oikodespót's, "dueño de casa" (ver com. cap. 2: 29).
Minar.
Parece referirse a la acción del ladrón que perfora la pared de barro de la casa para poder entrar. Cf. Eze. 12: 5, 12.
41.
Pedro le dijo.
Pedro, como de costumbre, por su propia iniciativa actúa como portavoz de los doce (ver com. Mat. 14: 28; 16: 16; 17: 4).
O también a todos.
Estaban presentes tanto los doce como la multitud (ver com. vers. 1), y Pedro evidentemente se preguntaba si la advertencia que Jesús había dado en cuanto a la necesidad de vigilar tenía especial aplicación para los discípulos como "siervos" del "padre de familia", o se aplicaba a la multitud en general.
42.
Mayordomo fiel y prudente.
Con referencia a los vers. 42-46, ver com. Mat. 24: 45-51.
47.
Conociendo la voluntad de su señor.
Ver com. Mat. 7: 21-27. Dios juzga la responsabilidad de una persona por su conocimiento del deber, lo que incluye la verdad que podría haber conocido pero que no aprovechó (Eze. 3: 18-21; 18: 2-32; 33: 12-20; Luc. 23: 34; Juan 15: 22; 1 Tim. 1: 13; Sant. 4: 17).
49.
Fuego vine a echar.
Con referencia a los vers. 49-53, ver com. Mat. 10: 34-36.
¿Y qué quiero?
El significado del resto del vers. 49 no es claro. Una posible traducción sería: "¡Cuánto desearía que ya estuviera encendido!" (BJ).
50.
Un bautismo.
Evidentemente no se trata de su bautismo por Juan tres años antes, sino del "bautismo" de su muerte (ver com. Mat. 3: 11). Cuando el verbo "bautizar" se usa figuradamente como aquí, puede significar "sumergirse en" circunstancias, someterse a algo. La frase española "bautismo de fuego" ilustra bien este significado.
54.
Cuando veis la nube.
Con referencia a los vers. 54-56, ver com. Mat. 16: 2-3.
57.
No juzgáis.
Con referencia a los vers. 57-59, ver com. Mat. 5: 25-26.
58.
Adversario.
Gr. antídikos, "el que se opone" en un pleito, por consiguiente, "enemigo", "adversario".
Alguacil.
Aquel a quien se le debía pagar la multa. El que no podía pagarla, era encarcelado. Con referencia a la antigua costumbre de encarcelar al que no pagaba una deuda, ver com. Mat. 18: 25.
59.
Blanca.
Gr. leptón, una moneda de cobre de muy poco valor (ver p. 51; cf. cap. 21: 2).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1 DTG 375; PVGM 68
1-7 EV 176
2 MC 387
3-7 PE 27 779
6-7 4T 564
8-9 5T 437
11 FE 202
13 PVGM 198; 9T 216
13-21 PVGM 198-203
14 9T 217
14-21 PVGM 200-201
15 1JT 472; PP 530; PVGM 203; 3T 547
15-21 3T 545
15-23 2T 662
16-21 EC 33; 1JT 382; 2T 199
17-21 5T 260
18-19 PVGM 201
19 CMC 246; 3JT 75
20 CMC 149; PP 725; PVGM 278
20-21 PVGM 202
21 1JT 522; 2T 196, 233, 246, 280, 681; 3T 546; 4TS 70
22-26 Ev 176
23 CN 344; Ed 196
24 CN 57; Ed 113
27 CC 67
27-31 Ev 176
30 DMJ 84
32-34 DTG 459
33 CH 18, CMC 44, 91, 120, 132, 157; Ed 140; FE 210; 1JT 59, 68, 382; 2JT 43, 330,496; 3JT 350; MC 166; OE 442; PE 57, 95; PVGM 305, 308; 1T 169, 175, 192; 2T 242, 280, 676, 681; 3T 90, 546; 5T 259; 7T 295; 8T 35; TM 401
33-34 2JT 166; OE 356
33-40 3JT 75
35 Ev 346; FE 366; HAp 45; 2JT 403; 3JT 310-311, 352; MeM 224; OE 372
36 CS 480
36-37 PE 19, 55; 2T 195
36-38 2T 192
37 DTG 588; 3JT 434; 1T 69; 5T 485
42 DTG 588; Ev 254, 274, 317; 2JT 386; 2T 557, 642; 6T 65; TM 146
47 1JT 498; PVGM 288; SC 47; 5T 160
47-48 CMC 143; MJ 127; 8T 96
48 Ev 409; HAp 272; 1JT 372; 3JT 184; PP 445, 568; PVGM 209, 297; SR 168; 1T 170; TM 462
LUCAS - CAPÍTULO 13 - AUDIO
1 Cristo predica el arrepentimiento basado en la experiencia de los galileos y de otros. 6 La higuera estéril no permanecerá. 11 Saneamiento de la mujer encorvada. 18 Las parábolas de la semilla de mostaza y de la levadura muestran el poder de la palabra de Cristo en los corazones de los escogidos. 24 Exhortación a entrar por la puerta angosta, 31 y reprobación contra Herodes y Jerusalén.
1 EN ESTE mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos.
2 Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos?
3 Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
4 O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén?
5 Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
6 Dijo también esta parábola: tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló.
7 Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?
8 El entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone.
9 Y si diera fruto, bien; y si no, la cortarás después.
10 Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo;*
11 y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar.
12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad.
13 Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios.
14 Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo,* dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo.* 780
15 Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo* su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?
16 Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?*
17 Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por él.
18 Y dijo: ¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo compararé?
19 Es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció, y se hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.
20 Y volvió a decir: ¿A qué compararé el reino de Dios?
21 Es semejante a la levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo hubo fermentado.
22 Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén.
23 Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:
24 Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
25 Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, el respondiendo os dirá: No sé de dónde sois.
26 Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.
27 Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad.
28 Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.
29 Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
30 Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros.
31 Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
32 Y les dijo: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra.
33 Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.
34 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntara tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
35 He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.
COMENTARIO BIBLICO ADVENTISTA
1.
En este mismo tiempo.
[La justicia y la misericordia de Dios, Luc. 13: 1-9. Con referencia a parábolas, ver pp. 193-197.] Comúnmente, Lucas emplea esta frase para mostrar que hay una estrecha relación con la sección anterior (ver com. cap. 12: 1). Es probable que ese hecho ocurriera en el invierno (diciembre-febrero) 30-31 d. C. Jesús había estado hablando de las señales de los tiempos.
Estaban allí.
O también, "llegaron". La masacre había ocurrido poco tiempo antes (PVGM 167-168), y podría ser que los que hablaban ahora de este asunto a Cristo fueran los primeros en dar la noticia de lo ocurrido.
Algunos que le contaban.
No se sabe quiénes eran estas personas ni por qué daban este informe. No hay una razón aparente para pensar que tuvieran motivos ocultos.
Los galileos.
Esta masacre no es mencionada específicamente por ningún autor, excepto Lucas, aunque Josefo se refiere a muchas masacres similares cometidas por Pilato y varios otros administradores de la provincia de Judea (Antigüedades xvii. 9. 3; xviii. 3. 2; xx. 5. 3; Guerra ii. 2. 5; 9. 4). Una masacre de adoradores samaritanos en el monte Gerizim pocos años más tarde, en el año 36 d. C., indujo al César a destituir a Pilato (Antigüedades xviii. 4. 1-2).
Había mezclado.
Fueron muertos mientras ofrecían los sacrificios.
2.
Más pecadores que todos.
Esta respuesta da a entender que los mensajeros y el público reunido alrededor de Jesús consideraban que la matanza era, por lo menos en cierto 781 grado, un castigo divino para los que habían muerto (cf. Job 4: 7-8; 8: 4, 20; 22: 5; Juan 9: 1-2). Pero Jesús negó enfáticamente esta idea. Siempre que surgía la oportunidad de hacerlo, Jesús contradecía la idea popular de que el sufrimiento es siempre y necesariamente un castigo por el pecado. La tendencia a pensar que Dios causa los accidentes o las desgracias procede de Satanás, quien procura por este medio inducir a los hombres a que piensen que Dios es un Padre duro y cruel.
3.
Arrepentís.
El tiempo del verbo griego indica una acción continuada, por lo tanto Jesús aquí los insta a perseverar en el arrepentimiento. El castigo por el pecado se consumará en el gran juicio final. Jesús no condena ni a Pilato ni a los galileos. Si alguno de los judíos estaba esperando que Jesús condenara la crueldad de Pilato, quedó decepcionado. El cristiano, si así lo desea, puede aprender de todas las vicisitudes a caminar más perfectamente y con corazón humilde delante de Dios. Los fracasos, las desgracias y las calamidades, ya sean ajenas o propias, pueden enseñarle al humilde y receptivo hijo de Dios lecciones preciosas que no se aprenden de ningún otro modo.
4.
La torre en Siloé.
Esta torre probablemente estaba cerca del estanque de Siloé, y, sin duda, formaba parte de las fortificaciones de Jerusalén. Con referencia al estanque de Siloé, ver t. I, p. 129; t. II, p. 89; com. 2 Rey. 20: 20; Neh. 3: 15; Juan 9: 7.
Culpables.
Gr. ofeilét's, "deudor", empleado en el sentido de "culpable" o también refiriéndose a uno que ha ofendido. No se usa el adjetivo hamartolós, traducido "pecadores" en el vers. 2 (cf. Mat. 6: 12; Luc. 7: 41).
5.
Os arrepentís.
Ver com. vers. 3.
6.
Esta parábola.
Con referencia a la enseñanza de Jesús por medio de parábolas y los principios que rigen la interpretación de las mismas, ver pp. 193-197. En esta parábola Jesús quiso enseñar la relación entre la misericordia y la justicia divina (PVGM 167). Además, se presenta la paciencia de Dios frente a la necesidad que tiene el hombre de arrepentirse oportunamente.
Una higuera.
La parábola de la higuera ilustra apropiadamente la verdad de que Dios ama aun a los que no dan frutos, pero que su misericordia puede finalmente agotarse. La higuera debía ser cortada si no producía un fruto aceptable (cf. Isa. 5: 1-7). La higuera representa, en sentido general, a cada persona; y en un sentido especial, a la nación judía.
En su viña.
Hasta el día de hoy es común ver higueras entre los viñedos de Palestina.
No lo halló.
Ver com. Mar. 11: 13.
7.
Hace tres años.
El dueño de la viña había calculado que la higuera tardaría tres años en dar fruto, y este tiempo ya había transcurrido. Le había dado amplia oportunidad para llevar fruto, si es que alguna vez lo iba a producir.
Inutiliza también.
La higuera no sólo no daba fruto sino que ocupaba un terreno que de otro modo podía ser productivo. La nación judía había llegado al punto en que no sólo era inútil en el cumplimiento del papel que Dios le había designado, sino que también se había convertido en un obstáculo en la predicación a otros del plan de salvación (ver PVGM 170; t. IV, pp. 33-34).
8.
Déjala.
Se ha sugerido que los tres años del vers. 7 se refieren, en forma figurada, a los tres primeros años del ministerio de Jesús. El año que transcurría en ese momento (el 4.º) sería entonces el año de gracia, pues ya habían transcurrido más de tres años desde el bautismo de Jesús (ver com. Mat. 4: 12), y restaban sólo unos pocos meses para su crucifixión (ver com. Luc. 13: 1). La misericordia de Dios seguía esperando y exhortando a la nación judía para que se arrepintiera y aceptara a Jesús como el Mesías. Pero junto a la prolongación de la misericordia estaba la advertencia implícita de que esta oportunidad sería la última.
Yo cave... y la abone.
El viñador sin duda le había dedicado tanto cuidado a la higuera como a los otros árboles de la viña. Pero en este último intento por ayudarla para que produjera fruto, parece que hizo más que nunca antes (ver Isa. 5: 1-4; com. Mat. 21: 37).
9.
Si diere fruto, bien.
Literalmente "si diere fruto en el futuro". La declaración queda en suspenso. Se trata de una reticencia, figura de retórica que consiste en dejar incompleta una declaración o no concluir una explicación, para que se entienda mejor lo que se calla y a veces más de lo que se dice. "A ver si da fruto para el año que viene ... ; si no, la cortarás" (NC).
Si no.
Nada se dice en cuanto al resultado final de la prueba.
10.
Enseñaba Jesús.
[Jesús sana a una mujer en el día de reposo, Luc. 13: 10-17. Con referencia a los milagros, ver pp. 198-203.] Es probable 782 que esto ocurriera en Perea, unos meses antes de la crucifixión (ver com, vers. 1). Esta es la última vez que se menciona en los Evangelios que Jesús enseñó en una sinagoga. En cuanto a la descripción de la sinagoga y sus servicios, ver pp. 57-60; y en relación con una ocasión anterior cuando Jesús fue acusado por los dirigentes religiosos por haber sanado en una sinagoga en día sábado, ver com. Mar. 3: 1-6. Para otros hechos ocurridos en la sinagoga, ver Luc. 4: 16-30; Mar. 1: 21-28. En cuanto a otra curación hecha en sábado, ver Juan 9: 1-14. En las pp. 200-203 aparece una lista de los milagros realizados en sábado.
En el día de reposo.
Gr. en toís sábbasin, literalmente "en los sábados". Sin embargo, no debe entenderse como plural, sino como un sábado específico. Esta era la manera común de expresarse en esa época.
11.
Andaba encorvado.
Gr. sugkúptÇ, "encorvarse" como si se llevara una carga. Este verbo también aparece como término médico para referirse a la curvatura de la columna.
12.
Eres libre.
O "quedas libre" (BJ).
13.
Puso las manos.
Ver com. Mar. 1: 31; 7: 33; cf. Luc. 4: 40; 5: 13; 8: 54; 22: 51.
14.
Principal.
Ver p. 58; com. Mar. 5: 22.
Dijo.
El griego dice "respondió". Hasta donde se sepa, nadie le había hablado al principal de la sinagoga ni le había preguntado nada. Respondió a la situación creada por la curación de la mujer enferma, y en este sentido, lo que dijo fue una "respuesta" (ver com. cap. 14: 3).
A la gente.
El principal de la sinagoga estaba enojado con Jesús; pero evidentemente no se atrevía a atacarlo en forma personal y por eso se dirigió a la gente.
Seis días hay.
Según los reglamentos rabínicos podía atenderse en día sábado a un enfermo en caso de que peligrara su vida (Mishnah Yoma 8. 6); pero no era lícito prestar cuidados especiales a un enfermo crónico en día sábado. Esta mujer quizá había asistido a esa sinagoga durante los 18 años de su enfermedad, y por eso su caso no se consideraba urgente. Este modo de razonar indica que la mujer podría haber esperado hasta después del sábado (ver com. Mar 1: 32-33; 3: 1-6; Juan 5: 16).
15.
Hipócrita.
La evidencia textual establece (cf. p. 147) el uso del plural, "hipócritas". Jesús se dirigió al principal de la sinagoga y a todos los que lo apoyaban o simpatizaban con él. Con referencia a la palabra que se traduce como "hipócrita", ver com. Mat. 7: 5; 6: 2.
Pesebre.
La palabra traducida como "pesebre" aparece sólo aquí y en Luc. 2: 7, 12, 16 (ver com. cap. 2: 7).
16.
Hija de Abraham.
No sólo era un ser humano, y por lo tanto de valor infinitamente mayor que un animal, sino que también pertenecía a la raza escogida. Es probable que este argumento tuviera efecto en la gente y sirviera para hacer callar al principal de la sinagoga (vers. 17), aunque no necesariamente lo convenciera de que estaba equivocado.
Satanás había atado.
Cf. Isa. 61: 1-3; Isaías dice que el Mesías libertaría a los cautivos de Satanás. Estas palabras de Jesús no necesariamente significan que la mujer había sido atacada a propósito por Satanás. Quizá sólo quería decir que Satanás es el gran responsable de toda enfermedad.
17.
El pueblo se regocijaba.
El interés de Jesús por la mujer llevaba implícita una reprensión para el principal de la sinagoga, quien, según parece, no había hecho nada en favor de la mujer durante los 18 años de su enfermedad. Se enojó con Jesús (vers. 14); pero la gente se regocijó.
18.
El reino de Dios.
[Crecimiento del reino de los cielos, Luc. 13: 18-30. Cf. com. Mat. 13: 31-33; con referencia a las parábolas, ver pp. 193-197.] Ver com. Mat. 3: 2; 5: 2-3; Mar. 3: 14; Luc. 4: 19.
19.
Grano de mostaza.
Aquí Cristo repite una de las parábolas que había pronunciado junto al mar de Galilea casi un año y medio antes (DTG 452; ver com. Mat. 13: 31-32).
21.
Levadura.
Otra parábola que Jesús probablemente había pronunciado en diferentes ocasiones (ver com. Mat. 13: 33).
22.
Encaminándose a Jerusalén.
Ver com. Mat. 19: 1. No se sabe si esta jornada es parte del largo viaje desde Galilea a Jerusalén, pasando por Samaria y Perea, o si se trata de otro viaje posterior de Perea a Jerusalén. La última vez que salió de Galilea probablemente fue algún tiempo antes de esto, y quizá debería considerarse como un viaje aparte. Aunque las actividades de Jesús tuvieron su centro en Perea y Samaria durante los últimos seis meses de ministerio, visitó Betania y Jerusalén en varias oportunidades; pero sólo por corto tiempo a causa de la enemistad de los dirigentes judíos. Ver com. Luc. 9: 51.
23.
Alguien le dijo.
No se sabe quién fue el que habló. 783
Pocos los que se salvan.
Esta era una pregunta abstracta, teórica y teológico que se discutía con mucho entusiasmo (ver 2 Esdras 8 [lib. IV, Vulgata latina], libro de fines del siglo I d. C.).
24.
Esforzaos.
Gr. agÇnízomai "luchar"; relacionado con el sustantivo agÇn, "lucha", "contienda", "pleito" y también con el sustantivo agÇnía, "angustia". "Agonía" y "agonizar" derivan de este vocablo griego. El sentido primario del verbo agÇnízomai es el de luchar en una competencia atlética para conquistar el premio, y por eso llegó a tener el sentido general de "luchar" o "esforzarse". AgÇnízomai se usa algunas veces en el NT para referirse a la lucha del cristiano para entrar en el reino de los cielos (1 Cor. 9: 25; Col. 1: 29). En 1 Tim. 6: 12 y 2 Tim. 4: 7 se traduce "pelear", y se emplea para referirse a la batalla de la vida cristiana. En Juan 18: 36 también se traduce "pelear". Ver com. Mat. 7: 13-14.
Jesús no respondió directamente a la pregunta que se le había hecho (vers. 23); y en cambio, basó su respuesta en la verdad de que nuestra principal preocupación no debe ser cuántos se salvarán sino que nosotros mismos seamos salvos. Jesús enseñó en la parábola de la semilla de mostaza, que muchos entrarán en el reino (ver com. Mat. 13: 31-32); y en la parábola de la levadura destacó la influencia transformadora del Evangelio sobre la vida, y cómo esa influencia prepara para el reino eterno (ver com. Mat. 13: 33).
25.
Cerrado la puerta.
Con referencia a este versículo, ver com. Mat. 25: 1-13; y en cuanto a la importancia de la puerta cerrada, ver com. Mat. 25: 7.
No sé de dónde sois.
Ver com. Mat. 7: 23; 25: 12.
26.
En nuestras plazas enseñaste.
Ver com. Mat. 7: 22.
27.
Apartaos de mí.
Ver com. Mat. 7: 23.
Hacedores de maldad.
Ver com. Mat. 7: 21-28.
28.
El llanto y el crujir de dientes.
Ver com. Mat. 8: 12; 13: 42.
Vosotros estéis excluidos.
Ver com. Mat. 22: 11-14; cf. Luc. 16: 22-23.
29.
Vendrán del oriente.
Jesús cita aquí, en parte, las palabras de Isa. 49: 12, que se refieren a la reunión de los gentiles en la casa de Dios (ver t. IV, pp. 28-35).
Se sentarán.
Literalmente "se reclinarán"; esta era la posición que se acostumbraba en las fiestas (ver com. Mar. 2: 15). Cuando los judíos se referían a las delicias del reino mesiánico, solían hablar de sentarse a la mesa de la fiesta del Mesías (ver com. Luc. 14: 15; cf. Apoc. 19: 9).
30.
Y primeros que serán postreros.
Jesús repitió esta enseñanza en diversas ocasiones (Mat. 19: 30; 20: 16), como una advertencia para quienes se consideraban seguros de su admisión en el reino del Mesías porque eran hijos de Abrahán. Los que habían tenido la mejor posibilidad para entrar no habían aprovechado sus oportunidades (ver t. IV, pp. 28-35), sino habían descuidado las ventajas que se les habían concedido (ver com. Luc. 14: 18-24). Los gentiles, a quienes los judíos despreciaban y consideraban indignos y no aptos para entrar en el reino, en muchos casos lograrían con mayor facilidad un lugar en la mesa mesiánica, por la sencilla razón de que habían aprovechado mejor sus oportunidades que los judíos.
31.
Aquel mismo día.
[Lamento de Jesús sobre Jerusalén, Luc. 13: 31-35.] La evidencia textual establece (cf. p. 147) el texto: "en aquella misma hora"; "en aquel momento" (BJ). Lucas suele emplear esta expresión para indicar una relación temporal muy próxima con la narración inmediata que precede. Con referencia a las circunstancias de este episodio, ver com. vers. 1.
Fariseos.
Ver pp. 53-54. Los fariseos en conjunto eran ahora enemigos de Jesús, y estaban decididos a hacerlo morir. Ver com. Mat. 19: 30; 20: 18-19.
Sal, y vete de aquí.
Esto ocurrió, según parece, en el territorio de Herodes Antipas, que comprendía Galilea y Perea (ver com. cap. 3: 1). Como Jesús había partido de Galilea por última vez unas semanas antes (ver com. Mat. 19: 1-2), en esta ocasión debe haber estado en Perea.
Herodes te quiere matar.
Aproximadamente un año antes, Herodes había hecho matar a Juan el Bautista (ver com. Mar. 6: 14-29). Pero como Herodes temía a Jesús (ver com. Mat. 14: 1-2) y a la vez tenía deseos de verle (Luc. 23: 8), es muy poco probable que realmente procurara matarlo. Los fariseos quizá se valieron de este ardid con el intento de asustar a Jesús para que se fuera de Perea a Judea, donde ellos podrían apresarlo. Los dirigentes de los judíos habían estado tramando durante casi dos años la muerte del Salvador (DTG 184, 367; Juan 11: 53-54, 57; ver com. Mat. 15: 21), y los judíos hacía 784 poco habían intentado dos veces apedrearle (Juan 8: 59; 10: 31; 11: 8).
32.
Aquella zorra.
Quizá dijo esto para dar más realce a la astucia de Herodes que a su rapacidad. Ver. p. 65. Algunos sospechan que el calificativo "zorra" podría más bien referirse a la maniobra de los fariseos (ver com. vers. 31).
Hoy y mañana.
La hora de Jesús todavía no había llegado; aún tenía una obra que terminar.
Al tercer día.
Esta es una ilustración muy clara de la costumbre común en el Cercano Oriente de emplear el cómputo inclusivo. Según el cómputo judío, el tercer día era el día después de mañana (vers. 33); pero según nuestro uso, ése es el segundo día. Con referencia al cómputo inclusivo, ver t. 1, pp. 191-192; t. V, pp. 239-242. Sin embargo, aquí Cristo habla en forma figurada acerca del tiempo cuando su ministerio habría de terminar. Es momento, aunque más distante que los tres días, estaba cercano.
Termino mi obra.
Gr. teleióumai, forma pasiva del verbo teleióÇ, "terminar", "completar", "acabar", "perfeccionar" (ver com. Mat. 5: 48), es decir, "soy completado". Jesús tal vez se estaba refiriendo a su muerte, con la cual completaría o perfeccionaría su ministerio terrenal. Según Heb. 2: 10, Jesús fue perfeccionado por medio del sufrimiento (cf. Heb. 5: 9). En su oración intercesora, antes de entrar en el huerto de Getsemaní, Jesús declaró: "He acabado [del verbo teleióÇ] la obra que me diste que hiciese" (Juan 17: 4). Con referencia al plan trazado previamente para la vida de Jesús, ver com. Luc. 2: 49.
33.
Es necesario que... siga mi camino.
Ver com. cap. 2: 49. Jesús debía continuar con su obra asignada, y no interrumpiría su ministerio por causa de Herodes. El día es el tiempo habitual para caminar y trabajar.
Fuera de Jerusalén.
Jesús no quiso decir que los profetas no podían morir fuera de Jerusalén, sino que Jerusalén era la ciudad que mataba a los profetas, como lo explica de inmediato en el vers. 34. Jesús no tenía temor de que algo le ocurriera mientras trabajaba en el territorio que gobernaba Herodes, pues sabía perfectamente que moriría en Jerusalén.
34.
Jerusalén, Jerusalén.
Con referencia a los vers. 34-35, ver com. Mat. 23: 37-39.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-9 PVGM 167-172
2-3 PVGM 168
5 Ev 135
6 DTG 537; 3T 534
6-7 DTG 458; PVGM 169; 5T 250
6-9 DTG 537; 3JT 184
7 CS 31, 660; 1JT 522; 2JT 33, 255; PVGM 172; SC 113; 2T 89; 3T 191; 4T 317; 5T 81, 185, 352
7-8 2T 421
7-9 4T 188
8 PVGM 170
9 PVGM 170, 172
18-19 PVGM 54-57
20-21 PVGM 68-74
23 2T 294
24 CM 279; DMJ 119; FE 124; 1JT 33; MeM 351; PR 61; PVGM 222; 1T 484; 2T 446, 480; 3T 527; 4T 218; 5T 17; 8T 65
25 Ed 257; FE 355
26-27 DTG 766; PVGM 340
34-35 DMJ 127; 1JT 567; PVGM 189
35 DTG 209; PE 292; 5T 126 785
LUCAS - CAPÍTULO 14 - AUDIO
2 Cristo cura en sábado a un hidrópico; 7 enseña la humildad 12 y a agasajar a los pobres. 15 Por medio de la parábola de la gran cena demuestra que los que menosprecian la Palabra de Dios serán excluidos del cielo. 25 Quienes quieran ser discípulos de Cristo y llevar su cruz, deben antes pesar bien sus responsabilidades, para que después no se aparten de él vergonzosamente, 34 y se conviertan en seres inútiles como la sal que ha perdido su sabor.
1 ACONTECIO un día de reposo,* que habiendo entrado para comer en casa de un gobernante, que era fariseo, éstos le acechaban.
2 Y he aquí estaba delante de él un hombre hidrópico.
3 Entonces Jesús habló a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en el día de reposo?*
4 Mas ellos callaron. Y él, tomándole, le sanó, y le despidió.
5 Y dirigiéndose a ellos, dijo: ¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará inmediatamente, aunque sea en día de reposo?*
6 Y no le podían replicar a estas cosas.
7 Observando cómo escogían los primeros asientos a la mesa, refirió a los convidados una parábola, diciéndoles:
8 Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él,
9 y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a éste; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar.
10 Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa.
11 Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.
12 Dijo también al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado.
13 Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos;
14 y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos.
15 Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios.
16 Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos.
17 Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado.
18 Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses.
19 Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.
20 Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.
21 Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos.
22 Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar.
23 Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.
24 Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.
25 Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo:
26 Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
27 Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
28 Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?
29 No sea que después que haya puesto el 786 cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él,
30 diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.
31 ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?
32 Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.
33 Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
34 Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará?
35 Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga.
1.
Un día de reposo.
[Jesús come en casa de un fariseo, Luc. 1: 1-15. Con referencia a milagros, ver pp. 198-203.] No hay indicación alguna en cuanto al tiempo ni al lugar cuando ocurrió este hecho, excepto que su contexto en el Evangelio de Lucas da a entender que pudo haber sucedido en Perca, entre la fiesta de la dedicación en el invierno (diciembre-febrero) 30-31 d. C., y la pascua de la primavera siguiente. En los días de Cristo parece que era muy común que los judíos recibieran visitas para comer en sábado. Sin duda el alimento se preparaba el día anterior y se guardaba caliente o se comía frío. Era ilícito encender fuego en día sábado (ver com. Exo. 16: 23; 35: 3), por lo tanto, toda comida debía prepararse la víspera del sábado (ver com. Exo. 16: 23). Solía considerarse que una fiesta a la cual se invitaban amigos era un símbolo de las bendiciones de la vida eterna (ver com. Luc. 14: 15; cf. PVGM 173).
Un gobernante, que era fariseo.
Compárese con una ocasión anterior en la que Jesús aceptó una invitación de un fariseo para comer en su casa (cap. 11: 37-54). Este relato sugiere que el anfitrión de Jesús en esta ocasión era un rabino rico e influyente. No se registra en los Evangelios que Jesús rechazara alguna vez una invitación, ya fuera de un fariseo o de un publicano (ver com. Mar. 2: 15-17).
Estos le acechaban.
En esta ocasión sin duda había espías presentes (ver com. cap. 11: 54), observando con malas intenciones (ver com. cap. 6: 7). No se sabe si esos acechadores se las habían arreglado para que el hidrópico estuviera allí. Pero sabían, por episodios pasados, que Jesús no vacilaba en sanar a una persona en día sábado, pasando por alto la tradición legal de ellos, y probablemente pensaron que lo haría de nuevo. En los relatos evangélicos se registran siete curaciones hechas en sábado, y ésta es la séptima y última (ver Luc. 4: 33-36, 38-39; 6: 6-10; 13: 10-17; 14: 2-4; Juan 5: 5- 10; 9: 1-14).
2.
Hidrópico.
Gr. hudrÇpikós, término médico que deriva de la palabra griega húdÇr, "agua". Describe la condición del que tiene una acumulación excesiva de líquido en los tejidos del cuerpo. La palabra sólo aparece aquí en el NT. Este es el único ejemplo registrado de que un caso tal llamara la atención de Jesús. El hombre quizá vino por su propia voluntad con la esperanza e ser sanado, aunque el relato no dice que se presentó a Jesús para que lo sanara. És posible -como algunos lo han sugerido- que algunos fariseos presentes hubieran arreglado todo para que el enfermo estuviera allí, con el propósito de tenderle una trampa a Jesús para que lo sanara en sábado. Parece que la curación ocurrió antes de que los invitados se sentaran a la mesa (vers. 7).
3.
Jesús habló.
En el griego dice que Jesús "respondiendo, dijo". No había nada a lo cual responder, excepto a los pensamientos de los fariseos que observaban para ver lo que haría. En hebreo se usa el verbo "responder" comúnmente en situaciones en las cuales en nuestro idioma no se emplearía (ver com. cap. 13: 14).
A los intérpretes de la ley y a los fariseos.
En el griego sólo aparece un artículo definido para los dos sustantivos. Esto indica que fueron tratados como pertenecientes a un mismo grupo, no a dos (cf. cap. 7: 30, donde aparece el artículo definido dos veces en el griego). Con referencia a los intérpretes de la ley y a los fariseos, ver pp. 53-54, 57.
¿Es lícito?
La evidencia textual establece (cf. p. 147) el texto "¿es lícito o no?" (ver BJ, BC y NC).
4.
Callaron.
Cesó la conversación; nadie respondió. Según parece, comprendieron que nada ganarían hablando y se refugiaron en el silencio, lo cual produjo un ambiente de suspenso. No se atrevían a decir que era "lícito", porque sus reglamentos rabínicos parecían 787 prohibir la curación en un caso como éste, pero tampoco se atrevían a decir que era ilícito. Parece que a Lucas le agrada destacar las ocasiones cuando los enemigos del Evangelio tuvieron que callar (Luc. 20: 26; Hech. 15: 12; 22: 2).
Le despidió.
Gr. apolúÇ, "liberar", "despedir", "soltar". Parece que esto ocurrió antes de la comida (cf. vers. 7). Jesús quizá despidió al hombre para evitarle la confusión y dificultad que en una oportunidad reciente los dirigentes judíos le habían ocasionado a otro enfermo curado en día sábado (ver Juan 9).
5.
Su asno.
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto "asno" e "hijo" (ver BJ y NC).
6.
No le podían replicar.
Los que criticaban a Jesús estaban derrotados. No querían admitir que les importaba más un buey o un asno que una persona.
7.
Primeros asientos.
Con referencia a las costumbres judías en los banquetes, ver com. Mar. 2: 15-17. Según el Talmud (Berakoth 46b), los principales asientos eran los que estaban junto al anfitrión. En una ocasión posterior Jesús reprendió a los escribas y fariseos, entre otras cosas, por buscar los primeros asientos (Mat. 23: 6).
Una parábola.
Una "parábola" no es necesariamente un relato; puede ser simplemente un dicho corto y significativo (ver pp. 193-194). Es probable que la "parábola" que ahora nos ocupa se basara en lo que Jesús estaba observando: la manera en que se sentaban los invitados. Vio que algunos escogían los mejores asientos. Hubo aquí, según parece, una disputa similar a la de los discípulos durante la última cena (ver com. cap. 22: 24).
9.
Ultimo lugar.
Los mejores lugares ya habían sido ocupados, y sólo quedaban los menos importantes.
10.
Siéntate.
Literalmente "reclínate".
Los que se sientan.
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto "todos los que se sientan", "todos los comensales" (BJ y NC).
11.
Cualquiera que se enaltece.
Aquí aparece un dicho repetido por Jesús en varias formas (Mat. 18: 4; 23: 12; Luc. 18: 14; etc.). El principio que aquí se enuncia ataca la raíz del orgullo: el deseo de ensalzarse ante los demás. El orgullo es, junto con el egoísmo, la raíz de todo pecado. Jesús mismo dio el ejemplo supremo de humildad (Isa. 52: 13-14; Fil. 2: 6-10).
Humillado.
Aquel cuyo principal objetivo en la vida es favorecer sus intereses personales, se encuentra a menudo con otros que lo obligan a conformarse con una posición inferior.
Enaltecido.
Pero el que olvida sus intereses personales y se ocupa de animar y ayudar a otros, es muchas veces aquel a quien sus prójimos se complacen en honrar. Aun más: la humildad es, evidentemente, el pasaporte para entrar en el ensalzamiento en el reino de los cielos; mientras que el deseo de enaltecerse es una infranqueable barrera que impide entrar en el reino (cf. Isa. 14: 12- 15; Fil. 2: 5-8).
12.
Comida.
Gr. áriston, era originalmente la primera comida del día, o sea el desayuno; posteriormente se designó así al almuerzo.
Cena.
Gr. deípnon, por lo general la cena o comida de la noche.
No llames a tus amigos.
En el griego dice: "No tengas por costumbre invitar siempre sólo a tus amigos". Jesús no dice que no se invite a los amigos, sino que amonesta contra los motivos egoístas que inducen a muchos a invitar sólo a aquellos de quienes esperan recibir atenciones similares. Jesús instó a la hospitalidad cuya base es un interés genuino en las necesidades del prójimo, ya sean de alimento o de amistad. Señaló que esta clase de hospitalidad recibirá su galardón en la vida futura, aunque no sea recompensada en esta vida.
Vuelvan a convidar.
En retribución a la invitación recibida.
13.
Llama a los pobres.
Según la ley mosaica, atender a los pobres era un deber (ver com. Deut. 14: 29). Los necesitados no debían ser olvidados.
14.
Resurrección de los justos.
La explícita mención de la resurrección de los justos, sugiere que también habrá una resurrección de los injustos (Juan 5: 29; Hech. 24: 15).
15.
Oyendo esto.
En cuanto a las circunstancias de la resurección bajo las cuales fueron pronunciadas las palabras del vers. 15, ver com. vers. 1.
Bienaventurado.
Feliz o "dichoso" (BJ, BC y NC). Ver com. Mat. 5: 3. El deber poco grato presentado por Jesús en los vers. 12-14, produjo este intento de desviar la conversación hacia temas más agradables (PVGM 174). Es posible que la referencia hecha por Jesús a la resurrección (vers. 14) impulsara a ese invitado a expresarse en esa forma aparentemente piadosa. El fariseo que habló se deleitaba en contemplar la recompensa del 788 proceder correcto, pero no tenía interés en hacer el bien. Deseaba disfrutar de las bendiciones del reino de los cielos, pero no estaba dispuesto a cumplir con sus responsabilidades. No estaba dispuesto a cumplir con las condiciones esenciales para entrar en el reino; pero no parece haber tenido duda alguna de que se le concedería un puesto de honor en la gran fiesta del reino (PVGM 174).
El que coma.
Con referencia al significado de la expresión "reino de Dios", ver com. Mat. 5: 2-3; Mar. 3: 14; Luc. 4: 19. El modismo judío "comer en el reino de Dios" significa gozar del cielo (cf. Isa. 25: 6; Luc. 13: 29). Lo que dijo el invitado era, indudablemente, correcto; y todos sabían que lo era, pero el espíritu con que lo dijo y el motivo que lo instó a decirlo eran enteramente erróneos. Lleno de complacencia, el que hablaba daba por sentado que recibiría una invitación.
16.
Una gran cena.
[Parábola de la gran cena, Luc. 14: 16-24. Cf com. Mat. 22: 1-14. Con referencia a las parábolas, ver pp. 193-197.] Jesús describe aquí las abundantes bendiciones del reino de los cielos mediante el símbolo de un gran banquete, símbolo que evidentemente era común para sus oyentes (ver com. vers. 15). No contradice la veracidad de la declaración del fariseo (vers. 15), pero sí pone en duda la sinceridad del que la hizo. El fariseo era, en realidad, uno de los que en ese mismo momento estaban rechazando la invitación evangélica (ver com. vers. 18, 24).
Hay muchas similitudes entre esta parábola y la de la fiesta de bodas del hijo del rey (Mat. 22: 1- 14), pero también hay muchas diferencias; y son también muy diferentes las circunstancias en las cuales fueron pronunciadas. Esta parábola fue presentada en la casa de un fariseo, mientras que la de Mat. 22 fue pronunciada en un momento en que intentaban apresar a Jesús (Mat. 21: 46).
Convidó a muchos.
Esta primera invitación a la fiesta evangélica, fue la que extendió a los judíos a través de todo el AT (ver t. IV, pp. 28-34). Se refiere específicamente a los repetidos llamamientos de Dios a Israel, hechos por medio de los antiguos profetas (ver com. vers. 21-23).
17.
Envió a su siervo.
Puede considerarse que Jesús era, en un sentido especial, el "siervo" enviado a anunciar: "todo está preparado". Evidentemente se acostumbraba que el anfitrión enviara un siervo cuando la fiesta estaba por empezar, para recordar a los convidados su invitación. Según Tristram (Eastern Customs, p. 82), lo mismo se hacía en su tiempo (1822-1906). Si el invitado se había olvidado o no sabía cuándo debía ir a la fiesta, este recordativo le permitiría prepararse y llegar a tiempo. En el ambiente del Cercano Oriente, donde todavía hoy la hora no tiene tanta importancia como en el mundo occidental, ese recordativo servía para evitar posibles disgustos tanto al invitado como al anfitrión.
18.
Todos a una.
Da la impresión de que los invitados se hubieran puesto de acuerdo para despreciar a su amable anfitrión. Por supuesto, fueron más de tres los invitados a la fiesta (vers. 16); pero parece que Jesús enumeró estas tres excusas como ejemplo de lo que el siervo oyó dondequiera iba. Hay un ejemplo similar (cap. 19: 16-21) en el cual se presentan varios casos y en el que hay más de tres personas involucradas.
Comenzaron.
Cada invitado presentó su propio pretexto, pero ninguno tenía una razón aceptable; en cada caso, la verdadera razón era, indudablemente, que el invitado tenía más interés en alguna otra cosa que tendría que posponer si asistía a la fiesta. Las excusas también denotaban falta de aprecio por la hospitalidad y la amistad del que daba la fiesta. Los que rechazaron la invitación a la fiesta evangélica le daban más valor a los intereses temporales que a las cosas eternas (Mat. 6: 33).
En muchos países se considera que rechazar una invitación -salvo cuando es realmente imposible aceptarla- es despreciar la amistad que se ofrece (ver com. vers. 17).
He comprado una hacienda.
Este pretexto, aunque fuera cierto, era una débil excusa, pues ya había comprado la hacienda. No hay duda de que el comprador había examinado cuidadosamente el campo antes de cerrar el negocio.
19.
Cinco yuntas de bueyes.
En este caso también ya se había hecho la compra. El comprador sólo desearía asegurarse de que realmente había hecho un buen negocio, y bien podría haber postergado esa comprobación si de veras deseaba asistir a la fiesta.
20.
No puedo ir.
El que presentó la tercera excusa parece que fue más descortés que los otros. Aquéllos, con aparente cortesía, habían pedido disculpas por no ir; pero éste 789 simplemente dijo que no podía ir. Algunos sugieren que esta negativa se basaba en el hecho de que a un hombre se le concedían ciertas exenciones de los deberes civiles y militares durante el primer año de vida matrimonial (ver com. Deut. 24: 5), y que por lo tanto dijo: "No puedo ir". Sin embargo, esas exenciones no lo eximían de las relaciones sociales normales, y cualquier intento por quedar eximido no era más que un falso pretexto. La excusa de este tercer invitado no tenía realmente mayor valor que la de los dos primeros.
21.
Enojado.
Mientras el siervo enumeraba, una tras otra, las débiles excusas, el amable anfitrión montó en cólera. En un primer momento todos habían aceptado su invitación y, debido a esa aceptación, había hecho los preparativos para la fiesta. Pero ahora que se habían hecho todos los preparativos y la cena estaba lista, parecía haber una conspiración para avergonzarlo (ver com. vers. 18). Además, había hecho gastos considerables para preparar la fiesta.
Dios, que prepara la fiesta celestial, sin duda no se enoja como los seres humanos. Sin embargo, con todo lo que ha hecho para proporcionar a la perdida humanidad las bendiciones de la salvación, su amante corazón debe sentirse muy triste cuando los hombres dan poca importancia a su amable invitación para participar de la justicia divina y del favor celestial. Todos los recursos del cielo han sido invertidos en la obra de la salvación, y lo menos que pueden hacer los seres humanos es apreciar y aceptar lo que Dios ha proporcionado.
Ve pronto.
Es evidente que el invitador no desea ver que sus costosos comestibles se pierdan. Si sus mejores amigos deciden no aceptar la demostración de su buena voluntad, de buena gana invitará a desconocidos para que la reciban. Nótese también que su acción armoniza con el consejo dado por Jesús inmediatamente antes de presentar esta parábola (vers. 12-14), consejo que no fue bien recibido por los invitados a la fiesta en la cual Jesús se hallaba y que impulsó a uno de ellos a cambiar el tema de la conversación (ver com. vers. 15).
Las plazas y las calles.
La invitación evangélica fue primero dada al pueblo judío, representado aquí como habitantes de una "ciudad". Los principales ciudadanos, que habían despreciado la invitación, eran los dirigentes judíos, algunos de los cuales estaban en ese momento reunidos con Jesús en una fiesta en casa de un fariseo (ver com. vers. 1). Los invitados que despreciaron la invitación representaban a la aristocracia religiosa de Israel. Después de este rechazo, el amable anfitrión se alejó de sus amigos preferidos hacia los desconocidos de la "ciudad", los miembros desamparados y algunas veces despreciados de la sociedad. Residían en la misma "ciudad" de los invitados, y por lo tanto eran judíos; pero algunos de ellos eran publicanos y pecadores, hombres y mujeres a quienes los aristócratas de la nación consideraban como parias. Sin embargo, tenían hambre y sed del Evangelio (ver com. Mat. 5: 6).
Los pobres, los mancos.
Los judíos suponían comúnmente que quienes sufrían dificultades financieras o corporales no gozaban del favor de Dios; y por lo tanto, esas personas muchas veces eran despreciadas y descuidadas por sus prójimos (ver com. Mar. 1: 40; 2: 10). Se suponía que Dios las había desechado y por eso la sociedad también las consideraba como parias. Jesús niega en esta parábola que tales personas eran despreciadas por Dios, y afirmó que no debían ser despreciadas por sus prójimos, ni aun cuando sus sufrimientos pudieran deberse a su propio pecado o conducta imprudente. Los afligidos por la pobreza y por deficiencias físicas parecen representar aquí principalmente a los que están en bancarrota moral y espiritual. No tienen buenas obras propias que ofrecer a Dios a cambio de las bendiciones de la salvación.
22.
Aún hay lugar.
El siervo se dio cuenta de que el amable anfitrión sin duda deseaba que fueran ocupados todos los lugares de su banquete; y lo mismo ocurre en el caso de la gran fiesta evangélica. Dios no creó la tierra "en vano" (ver com. Isa. 45: 18), como un desierto vacío, sino que la creó para que fuera habitada como eterno hogar de una raza humana feliz. El pecado ha postergado por un tiempo el cumplimiento de ese propósito, pero finalmente se alcanzará (PP 53). A cada individuo que nace en este mundo se le ofrece la oportunidad de participar en la fiesta evangélica y de vivir para siempre en la tierra renovada. Esta parábola enseña claramente que la oportunidad que rechaza uno será aceptada inmediatamente por otro (cf. Apoc. 3: 11).
23.
Los caminos... y los vallados.
Los primeros invitados a la fiesta evangélica fueron los judíos (ver com. vers. 16, 21). Dios los llamó 790 primero, no porque los amara más que a los otros hombres ni porque fueran más dignos, sino para que compartieran con otros los sagrados privilegios que les habían sido encomendados (ver t. IV, pp. 27-40).
Jesús se relacionó muchas veces con publicanos y pecadores, los parias de la sociedad, para consternación de los dirigentes judíos (ver com. Mar. 2: 15-17). Durante su ministerio en Galilea trabajó fervorosamente en favor de los que espiritualmente eran pobres y defectuosos, "por los caminos y por los vallados" de Galilea (ver com. Luc. 14: 21). Pero cuando la gente de Galilea lo rechazó en la primavera (marzo-mayo) del año 30 d. C. (ver com. Mat. 15: 21; Juan 6: 66), Jesús ministró en repetidas ocasiones a gentiles y a samaritanos como también a judíos (ver com. Mat. 15: 21). Sin embargo, la invitación evangélica para los que estaban "por los caminos y por los vallados" se refiere en primer lugar a la presentación de la invitación del Evangelio a los gentiles después que la nación judía rechazó finalmente la invitación evangélica, rechazo que culminó con el apedreamiento de Esteban (ver t. IV, pp. 35-38; Hech. 1: 8). "Los caminos y los vallados" de la parábola estaban fuera de la "ciudad", y por lo tanto representan apropiadamente las regiones que no eran judías, es decir, los paganos (ver com. Luc. 14: 21). Cuando los apóstoles encontraron que sus compatriotas se les oponían en su evangelización al mundo, se volvieron a los gentiles (Hech. 13: 46-48; cf. Rom. 1: 16; 2: 9).
Fuérzalos.
Gr. anagkázÇ, "obligar", "imponer", ya sea por fuerza o por persuasión. Algunos han entendido que esta afirmación justifica el uso de la fuerza para convertir a los hombres a Cristo; pero el hecho de que Jesús mismo nunca recurriera al uso de la fuerza para obligar a los hombres a creer en él, y que nunca enseñó a sus discípulos a que así lo hicieran, y que la iglesia apostólica tampoco lo hizo, demuestra que Jesús no quería que sus palabras se interpretaran así. Jesús enseñó muchas veces a sus discípulos, por precepto y por ejemplo, que evitaran controversias y represalias por las injurias que recibieran (ver com. Mat. 5: 43-47; 6: 14-15; 7: 1-5, 12; etc.), ya fuera como individuos o como heraldos autorizados del Evangelio (ver com. Mat. 10: 14; 15: 21; 16: 13; 26: 51-52; Luc. 9: 55). Los discípulos no sólo no debían perseguir a otros (Luc. 9: 54- 56), sino que debían soportar la persecución con mansedumbre (ver com. Mat. 5: 10-12; 10: 18- 24, 28).
Con la frase "fuérzalos a entrar" Jesús sencillamente quiso destacar la urgencia de la invitación y la fuerza apremiante de la gracia divina; por lo tanto, la bondad y el amor debían ser la fuerza motriz (PVGM 186-187). El verbo anagkázÇ se emplea con un sentido similar cuando Jesús "hizo a sus discípulos entrar en la barca" (Mat. 14: 22). Existe una enorme diferencia entre la constante invitación a la que Jesús se refería, y recurrir a la fuerza física que muchos llamados cristianos en siglos pasados consideraron una medida apropiada, y que algunos que invocan el nombre de Cristo emplearían hoy si tuvieran poder para hacerlo.
La parábola misma prueba que en ningún momento se recurrió a la violencia para conseguir invitados a la fiesta. Si el invitador hubiera querido utilizar la fuerza la habría usado con el primer grupo de invitados. Las invitaciones a la fiesta evangélica siempre están precedidas de las palabras "el que quiera" (Apoc. 22: 17). Esta parábola no sanciona de ningún modo la teoría de que la persecución religiosa es un medio para llevar a los hombres a Cristo. El uso de la fuerza o de la persecución en asuntos religiosos, en cualquier forma o cantidad es una política inspirada por Satanás y no por Cristo.
Se llene mi casa.
Ver com. vers. 22. El dueño de casa había convidado a muchos (vers. 16); y, además, cuando el siervo salió por las plazas y las calles de la ciudad no pudo encontrar suficientes personas para llenar la sala de fiesta (vers. 22).
24.
Ninguno de aquellos.
El anfitrión de la parábola es quien hace la enérgica declaración de que serán excluidos todos los que originalmente fueron invitados. Pero esto no significa que el cielo excluye arbitrariamente a nadie. El amable anfitrión simplemente anula su invitación original, que había sido tan rudamente rechazada. Evidentemente su casa ahora estaba llena (vers. 23), y no había más lugar. Pero en el reino de los cielos siempre habrá amplio lugar para todos los que quieran entrar (ver com. vers. 22).
Jesús no enseñó por medio de esta parábola que las riquezas terrenales son necesariamente incompatibles con el reino de los cielos, sino que el desmedido afecto por los bienes terrenales descalifica a una persona para entrar en el cielo; en verdad, la priva del deseo 791 de las cosas celestiales. Una persona no puede servir a "dos señores" (ver com. Mat. 6: 19-24). Quienes dedican sus primeros y mejores esfuerzos para acumular posesiones terrenales y gozar de los placeres mundanos, quedarán fuera porque el anhelo de su corazón está centrado en las cosas terrenales y no en las celestiales (cf. Mat. 6: 25-34). Codiciar las cosas terrenales finalmente mata el deseo por las cosas celestiales (ver com. Luc. 12: 15-21); y cuando se le pide a los codiciosos que compartan su riqueza acumulada, se marchan tristes (ver com. Mat. 19: 21-22). "Difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos" (Mat. 19: 23), por la sencilla razón de que generalmente no tiene suficiente deseo de entrar allí.
Gustará mi cena.
Nó gustarían de la cena ni aunque cambiaran de parecer. La salvación consiste en la invitación que Dios extiende y la aceptación del hombre. Ambas se complementan. Ninguna de las dos puede ser efectiva sin la otra. Las Escrituras presentan repetidas veces la posibilidad de que quienes hayan despreciado la gracia de Dios, quizá parezcan cambiar de opinión cuando ya es demasiado tarde; es decir, cuando ya no se oye más la invitación evangélica Ver. 8:20; Mat. 25: 11-12; Luc. 13: 25). Esta invitación finalmente concluye, no porque se haya traspuesto algún plazo fijado por la misericordia de Dios sino porque los excluidos ya han llegado a una decisión final y definitiva. Si más tarde cambiaran de parecer, se debería nada más a su comprensión de que han elegido mal en lo que concierne a los resultados finales, pero no a que repentinamente hayan sentido un sincero deseo de vivir obedeciendo a Dios.
25.
Grandes multitudes.
[Lo que cuesta seguir a Cristo, Luc. 14: 25-35. Con referencia a las parábolas, ver pp. 193-197.] No se registra nada definido en cuanto al momento, al lugar, ni a las circunstancias de la presentación del consejo de esta sección. Es probable que lo que se registra aquí fuera presentado a comienzos del año 31 d. C., quizá en Perea (ver com. vers. 1). Las multitudes de nuevo se agolpaban alrededor de Jesús, como lo habían hecho durante su ministerio público en Galilea (ver com. Mat. 5: 1; Mar. 1: 28, 37, 44-45; 2: 2, 4; 3: 6-10; etc.). En este momento, cerca del fin del ministerio de Jesús, parece que había una convicción creciente en muchos de que Jesús estaba a punto de proclamarse, en rebelión contra Roma, como el caudillo de Israel (ver com. Mat. 19: 1- 2; 21: 5, 9-11). Sin duda muchos le habían seguido con intenciones sinceras, pero es probable que la mayoría lo hacía por curiosidad o por motivos egoístas.
Volviéndose.
Mientras la multitud iba un día en pos de Jesús, parece que él se detuvo; se dio vuelta para mirarla de frente, y expuso los principios registrados en los vers. 26-35. Muchos de los que seguían a Jesús eran, más que una ayuda, un estorbo para su causa. Jesús les aconsejó a todos a pensar seriamente en lo que estaban haciendo.
26.
Si alguno.
Jesús expone ahora los siguientes cuatro principios: (1) que ser su discípulo significa también el llevar la cruz, vers. 26-27; (2) que el costo de ser su discípulo debe calcularse cuidadosamente, vers. 28-32; (3) que todas las ambiciones personales y las posesiones terrenales deben colocarse sobre el altar del sacrificio, vers. 33; (4) que el espíritu de sacrificio debe ser permanente, vers. 34-35.
No aborrece a su padre.
El uso bíblico de esta declaración indica claramente que no se ordena aborrecer en el sentido común de la palabra. "Aborrecer" muchas veces debe entenderse como un hebraísmo que significa llamar menos" (Deut. 21: 15-17). Este sentido se ve claramente en el pasaje paralelo donde Jesús dice: "El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí" (Mat. 10: 37). Es evidente que Cristo presentó esta hipérbole para destacar en forma concreta ante sus seguidores que en todo momento deben darle al reino de los cielos el primer lugar en sus vidas. Se repite el principio que debe regir en cuanto a los bienes materiales: a qué le daremos el primer lugar en la vida (ver com. Mat. 6: 19-34).
No puede ser mi discípulo.
No es que no quiera serlo; es que "no puede serlo". El que tiene intereses personales que sean superiores a la lealtad a Cristo y a la dedicación a su servicio, le será imposible hacer lo que Cristo pide de él. La invitación del reino debe tener el primer lugar siempre y en todas las circunstancias. El servicio de Jesús pide la renuncia total y permanente al yo. Con referencia a los vers. 26-27, ver com. Mat. 10: 37-38.
27.
Lleva su cruz.
Mejor "lleva su propia cruz" (ver com. Mat. 10: 38-39 ( CB ) ). Los oyentes de Jesús sabían lo que era la crucifixión, pues según Josefo (Antigüedades xii. 5. 4), había 792 sido introducida en tiempos de Antíoco Epífanes (segundo siglo a. C.).
28.
¿Quién de vosotros?
Las parábolas gemelas de los vers. 28-32 constituyen una advertencia contra la tendencia de tomar livianamente las responsabilidades de ser discípulo de Cristo. Los invitados que primero aceptaron la invitación a la fiesta para luego cambiar de opinión cuando surgieron otros intereses, no habían considerado seriamente la invitación antes de aceptarla. Estas dos parábolas se aplicaban especialmente a dichas personas.
Una torre.
La "torre" podía ser un edificio grande y costoso (cf. cap. 13: 4) o construirse con ramas (cf. 21: 33). En este caso es evidente la referencia a la primera clase. En el lugar donde Jesús estaba enseñando quizá había ocurrido algo similar a lo que él presentaba en la parábola.
Calcula los gastos.
No tiene sentido comenzar algo que no se puede completar. Un proyecto semejante absorbería tiempo y energía sin esperanza de ninguna recompensa apropiada. Ser discípulo de Cristo equivale a renunciar completa y permanentemente a las ambiciones personales y a los intereses mundanos. El que no está dispuesto a recorrer todo el camino, ni aun debería comenzar.
29.
Hacer burla.
La falta de previsión no sólo lleva al fracaso sino a la vergüenza.
30.
Este hombre.
El adjetivo "este" a veces se usa para manifestar desprecio o sarcasmo al referirse a una persona (ver com. cap. 15: 2, 30).
31.
¿Qué rey?
Con referencia al significado de esta parábola y a su relación con el resto del discurso, ver com. vers. 28. La ilustración anterior fue tomada del mundo de los negocios; ésta, del mundo político. Las dos ilustran la misma verdad.
Veinte mil.
El rey que tenía sólo diez mil soldados parece estar en desventaja frente al que tenía veinte mil; pero podría haber otros factores, además de la superioridad numérica, que podrían hacer posible la victoria.
33.
Así, pues.
Jesús presenta claramente, como de costumbre, cuál es la lección que se proponía enseñar mediante sus parabolas. Ser discípulo de él implica colocar completamente sobre el altar todo lo que el hombre tiene en esta vida -planes, ambiciones, amigos, parientes, posesiones, riquezas-, cualquier cosa y todas las cosas que puedan interferir con su servicio para el reino de los cielos
(cf. cap. 9: 61-62). Tal fue el caso del apóstol Pablo (Fil. 3: 8-10).
34.
Buena es la sal.
Con referencia a los vers. 34-35, ver com. Mat. 5: 13; cf. Mar. 9: 50. El sabor de la sal representa aquí el espíritu de consagración. Jesús afirma que no tiene sentido ser discípulo suyo sin este espíritu de dedicación.
35.
El que tiene oídos.
Ver com. Mat. 11: 15.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1 PVGM 173
10 MC 379
11 4T 379; 5T 638
12-14 DMJ 95; MC 272; OE 529; PVGM 173
12-24 PVGM 173-189
13 PVGM 305
13-14 MeM 207
14 OE 536
15 PVGM 176
15-20 PVGM 175
16-21 1JT 362
16-23 MB 257
17 Ev 16, 64, 281; FE 366; 1JT 251; 2JT 529, 531; 3JT 87, 207, 302; PVGM 189; 2T 225-226; 6T 72; 7T 15; 8T 72, 153; TM 234
17-18 1JT 362
17-20 PVGM 177
18 CH 507; 1JT 465; OE 204; 5T 369
18-20 2T 39
20 HAd 319
21 PVGM 178
21-23 MB 126
21-24 2T 40
22-23 PVGM 178-179
23 CE (1949) 29, 33; CE (1967) 38, 59; CH 390; CM 424; Ev 34, 38-39, 42, 44, 48-49, 88, 109, 320, 335; FE 366, 529; HAp 293; 2JT 386, 517; 3JT 302; MB 77, 103, 269; MC 106, 121; MM 312; OE 195, 363; PVGM 180, 186, 189; SC 51; 6T 66, 76, 83; 8T 216; TM 199
24 DTG 458; PVGM 188, 249
28 CMC 287, 295; Ev 67; 3JT 121; 8T 191
28-30 CMC 295
30 TM 177
33 CC 43; FE 125; 1JT 377; 5T 83 793
LUCAS - CAPÍTULO 15 - AUDIO
1 Las parábolas de la oveja perdida, 8 de la moneda perdida 11 y del hijo pródigo.
1 SE ACERCABAN a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle,
2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come.
3 Entonces él les refirió esta parábola, diciendo:
4 ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?
5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso;
6 y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.
7 Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.
8 ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?
9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido.
10 Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
11 También dijo: Un hombre tenía dos hijos;
12 y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.
13 No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
15 Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos.
16 Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
17 Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!
18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies.
23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta;
24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
25 Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas;
26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
27 El le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.
28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
29 Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.
30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.
31 El entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
32 Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.
COMENTARIO BIBLICO ADVENTISTA
1.
Se acercaban.
[Parábola de la oveja perdida, Luc. 15: 1-7. Cf. com. Mat. 18: 12-14; Juan 10: 1-18. Con referencia a parábolas, ver pp. 193-197.] La posición que ocupan las parábolas de este capítulo en el Evangelio de Lucas, es la única información que tenemos en cuanto al momento y el lugar cuando fueron presentadas. En los cap. 9: 51 al 19: 28 se registran acontecimientos relacionados con el ministerio en Perea (ver com. Luc. 9: 51; Mat. 19: 1-2), quizá desde fines del otoño (noviembre-diciembre) del año 30 hasta comienzos de la primavera (marzo-abril) del año 31. Parece que, por lo menos, las dos primeras parábolas del cap. 15, y posiblemente también la tercera, fueron pronunciadas en una misma ocasión (PVGM 151), en los campos de pastoreo de Perea (PVGM 145). En este momento sólo faltaban unos dos meses para la crucifixión (ver com. Mat. 19: 1-2; Luc. 10: 25; 11: 37; 12: 1). Jesús expuso en estas parábolas el significado de este acontecimiento.
Todos los publicanos y pecadores.
El griego tiene un artículo para cada nombre, por lo cual deben considerarse como grupos diferentes. En algunos casos se los considera como un solo grupo (ver com. cap. 5: 30). Con referencia a los publicanos y recaudadores de impuestos, ver com. cap. 3: 12. Es probable que entre los "pecadores" estuvieran los que no pretendían buscar la justicia de acuerdo a la forma prescrita por la tradición rabínica, junto con las rameras, los adúlteros y otros cuyas vidas violaban abiertamente la ley. Los estrictos fariseos también consideraban que el pueblo común, el 'am ha'árets, "gente de la tierra", que no había tenido el privilegio de recibir una educación rabínica eran pecadores y estaban excluidos de ser considerados como respetables. El nombre fariseo (ver p. 53) significa que los miembros de ese partido se consideraban superiores al pueblo común, y se daba por sentado que eran más justos que la gente común.
El empleo de la palabra "todos" podría referirse al hecho de que dondequiera Jesús iba durante esta parte de su ministerio, los publicanos y los pecadores de la región se congregaban para escucharlo. Este interés disgustaba aún más a los escribas y fariseos, porque éstos despreciaban a esa clase de gente, la cual, a su vez huía de aquéllos. Los dirigentes religiosos estaban irritados porque Jesús trataba con simpatía a esos despreciados de la sociedad (ver com. Mar. 2: 15-17), y porque ellos a su vez le respondían (PVGM 145).
2.
Y los fariseos y los escribas.
"Los fariseos y los escribas" se mencionan aquí como dos grupos diferentes, así como "los publicanos y pecadores" del vers. 1 constituían también dos grupos. Con referencia a los escribas y a los fariseos, ver pp. 53-54, 57. Algunos de los que en esta ocasión criticaron a Jesús, más tarde le aceptaron como su Mesías (PVGM 151).
Murmuraban.
Gr. diagoggúzo, forma enfática del verbo goggúzo, "murmurar", "quejarse" (ver com. Luc. 5: 30; Mat. 20: 11). Sin duda, algunos eran espías comisionados por el sanedrín para seguir a Jesús dondequiera fuera, para escuchar, observar, e informar lo visto (ver DTG 184; com. Luc. 11: 54). Con referencia a las razones por las cuales se quejaron, ver PVGM 145; com. vers. 1. Es paradójico que los que se consideraban ejemplos de justicia se sintieran tan incómodos en presencia de Jesús, mientras que los que no pretendían ser religiosos se sentían atraídos al Salvador (PVGM 144). La diferencia radicaba sin duda en la hipocresía de los primeros y en la ausencia de fingimiento en los segundos (Luc. 18: 9-14). Los unos no sentían ninguna necesidad de las bendiciones que Jesús ofrecía; los otros percibían su necesidad y no intentaban ocultarla (ver com. Mat. 5: 3; Mar. 2: 5; Luc. 4: 26; 5: 8). Los unos estaban contentos con su propia justicia; los otros sabían que no tenían justicia propia que ofrecer. Nosotros haríamos bien en preguntarnos cómo nos sentimos en la presencia de Jesús.
Este.
Es probable que esta manera de referirse a Jesús fuera despectiva (ver com. Luc. 14: 30; cf. Mat. 9: 3; 12: 24; 26: 71; Mar 2: 7; Luc. 7: 39; 14: 30; 18: 11; 22: 56, 59; Juan 6: 52).
A los pecadores recibe.
Los escribas y los fariseos rechazaban a quienes, consideraban pecadores; pero Jesús los recibía. En una ocasión anterior, Jesús había enfrentado esta acusación con la afirmación de que él no había "venido a llamar justos, sino a pecadores, al arrepentimiento" (ver com. Mar 2: 17). Parece que los escribas y los fariseos estaban insinuando que Jesús prefería relacionarse con semejantes personas; porque la manera en que vivían éstas era compatible con la vida de él. Jesús odiaba el pecado, pero amaba al pecador; mientras que los fariseos y los escribas abrigaban el pecado, pero odiaban al pecador. Jesús evidentemente amaba a los pecadores, y estos críticos procuraban dar la impresión 795 de que, por lo tanto, amaba los pecados cometidos por los pecadores (ver com. Luc. 15: 1). Jesús no demostraba que se sentía socialmente superior a esos parias de la respetable sociedad; pero parecía preferir el trato con ellos antes que con los dirigentes religiosos. Para esos pecadores sólo tenía palabras de ánimo; para los escribas y fariseos, que se consideraban justos, tenía únicamente palabras de censura y condenación (Luc. 14: 3-6, 11; ver com. Mar. 3: 4; Luc. 14: 4). Con referencia a otras ocasiones en las cuales los dirigentes judíos se quejaron de que Jesús se trataba con publicanos y pecadores, ver Luc. 7: 34, 37.
3.
Esta parábola.
En otra ocasión y con un motivo diferente, Jesús presentó una parábola similar (Mat. 18: 12-14). Durante su ministerio en Perea parece como si Jesús le hubiera prestado especial atención a las clases sociales desheredadas y despreciadas (ver com. Luc. 14: 21); y en ese período mucha de su enseñanza se dirigió a dichas clases o fue dada con referencia a ellas. Las parábolas del cap. 15 destacan el cuidado de Dios para con aquellos a quienes los hombres muchas veces desprecian, los esfuerzos divinos por ganar su confianza, y el gozo de Dios cuando responden a sus exhortaciones.
Es importante señalar que las tres parábolas presentan diferentes aspectos del problema del pecado y de la salvación, y que ninguna de ellas es completa en sí misma. En cada una de las parábolas, lo perdido se encuentra y es restaurado; y así, en cada caso, Jesús justifica su proceder para con los pecadores y sus esfuerzos en beneficio de ellos. Las dos primeras parábolas son gemelas, y destacan el esfuerzo que hacen los hombres para recobrar una propiedad perdida y el gozo que sienten al tener éxito. La primera parábola destaca el cuidado del pastor, y por lo tanto el valor intrínseco de un alma a la vista de Dios. La segunda parábola ilustra este último punto de una manera diferente. La tercera parábola ilustra y destaca el proceso mediante el cual el que está perdido encuentra el camino para regresar a Dios. Jesús muchas veces respondía preguntas o críticas relatando parábolas, como lo hizo en esta ocasión. Con referencia a la enseñanza de Jesús por medio de parábolas y a los principios que rigen su interpretación, ver pp. 193-197.
4.
¿Qué hombre de vosotros?
La cría de ovejas era común en los collados de Perea, y en esta ocasión es indudable que muchos de los que escuchaban recordaron experiencias cuando habían ido a buscar ovejas perdidas. La mayor parte de las parábolas de Jesús se basaban en experiencias personales de sus oyentes o en lo que conocían (ver p. 194).
Cien ovejas.
En tiempos de Jesús se consideraba que éste era un rebaño grande.
Si pierde una de ellas.
La pérdida de una oveja podría parecer algo relativamente pequeño, pero para el dueño del rebaño la pérdida de sólo una oveja era motivo de seria preocupación (cf. Juan 10: 10). Los pastores de Palestina solían conocer a cada oveja y las cuidaban una por una y no en conjunto; no sólo esto, sino que la pérdida de una sola oveja equivalía a una diferencia apreciable en sus ingresos. Es evidente que la oveja de la parábola se perdió debido a su propia ignorancia y necedad, y ya perdida era completamente impotente para regresar al redil. Se daba cuenta que estaba perdida, pero no sabía qué hacer. La oveja perdida representa al pecador individualmente y al mundo en general (PVGM 149). Esta parábola enseña que Jesús habría muerto aun cuando hubiera existido tan sólo un pecador (ver com. Juan 3: 16), así como murió por el único mundo que pecó (ver com. Luc. 15: 7).
Desierto.
Gr. ér'mos, "desierto", "lugar desolado". Como adjetivo, la palabra ér'mos significa "solitario", "desierto", "desolado". Se refiere a un lugar sin habitantes (ver com. cap. 1: 80), y, por lo tanto, tierra sin cultivar o incultivable. Pero aquí se habla de los campos de pastoreo de Perea, los cerros, los valles y las quebradas. Es probable que este "desierto" no fuera un lugar demasiado peligroso, y dejar allí las 99 ovejas no demostraba descuido o despreocupación. Según lo relata Mateo, el pastor dejó las ovejas "en los montes" (BJ). Ver com. cap. 18: 12.
Va tras la que se perdió.
Según la parábola, si el pastor no salía a buscar a la oveja, seguiría perdida; por lo tanto, él debía tomar la iniciativa para que la oveja fuera devuelta al rebaño y al redil. La efectividad de la salvación no consiste en que nosotros busquemos a Dios, sino en que él nos busca a nosotros. Podríamos buscarlo eternamente por nuestros propios medios, pero jamás lo encontraríamos. Cualquier enseñanza que afirme que el cristianismo no es más que un intento humano para encontrar a Dios, pasa completamente por alto el hecho de que Dios es quien 796 busca al hombre (ver com. Juan 3: 16; cf. Mat. 1: 21; 2 Crón. 16: 9).
5.
La pone sobre sus hombros.
Es evidente que el pastor pone la oveja sobre su cuello y apoya el peso en ambos hombros (Isa. 40: 11; 49: 22; 60: 4; 66: 12). No regaña a la oveja, no la arrea, y ni siquiera la va guiando; la lleva sobre sus hombros.
6.
Gozaos conmigo.
Por muy agradecido que estuviera el pobre animal, el gozo del pastor es muchísimo mayor que le de la oveja.
7.
Habrá más gozo en el cielo.
Los judíos usaban diversas expresiones (ver com. cap. 12: 20), entre las cuales estaba el término "cielo", para no pronunciar el nombre de Dios. Los rabinos enseñaban que el pecador tenía que arrepentirse antes de que Dios estuviera dispuesto a amarlo o a prestarle atención. El concepto que tenían de Dios era, con demasiada frecuencia, el que Satanás deseaba que tuvieran. Pensaban que Dios concedía su afecto y bendiciones sólo a los que le obedecían y que los negaba a aquellos que no le obedecían. Jesús procuró mostrar la verdadera naturaleza del amor de Dios (ver com. vers. 12) por medio de la parábola del hijo pródigo (vers. 11-32). El propósito único de la misión de Jesús en la tierra podría resumirse, sin duda, en la afirmación de que vino a revelar al Padre (ver com. Mat. 1: 23). Compárese con la expresión, "gozo delante de los ángeles" (Luc. 15: 10).
Un pecador que se arrepiente.
El amor divino habría impulsado a Jesús a hacer su gran sacrificio aunque hubiera sido en beneficio de un solo pecador (PVGM 146, 154-155; ver com. Juan 3: 16). Nótese la delicada relación entre este "pecador" y los "pecadores" del vers. 1. No nos arrepentimos para que podamos recibir el amor de Dios, pues ya era nuestro cuando aún éramos pecadores (Rom. 5: 8). La "benignidad" de Dios manifestada en su amor y en su paciencia es la que nos conduce al arrepentimiento (Rom. 2: 4; cf. Fil. 2: 13).
Justos.
Hay dos formas de interpretar esta expresión. Se le puede dar su exacto sentido literal: hay más gozo por el pecador que se arrepiente que por los justos que ya se han arrepentido y no tienen por qué arrepentirse otra vez; pero también puede entenderse que Jesús hablaba con cierta ironía. Los fariseos y los escribas estaban orgullosos de ser más justos que los otros (cap. 18: 11-12), y cuando Jesús habló de "justos" era natural que creyeran que estaban en esta categoría, pues pensaban que no tenían de qué arrepentirse (ver com. Juan 3: 4). Por lo tanto, si los fariseos y los escribas eran justos, los "pecadores" que ellos despreciaban tenían que ser, necesariamente, los que necesitaban el amor y las atenciones que Jesús les concedía. Por esta razón no se justificaba la actitud crítica de los escribas y de los fariseos (PVGM 148-149). Con referencia a otra respuesta dada por Jesús en circunstancias similares, ver Luc. 5: 31-32.
8.
¿O qué mujer?
[Parábola de la moneda perdida, Luc. 15: 8-10. Cf. Mat. 13: 44-46. Con referencia a las parábolas, ver pp. 193-197.] Para conocer las circunstancias que prepararon el ambiente para la presentación de esta parábola y su relación con las parábolas de la oveja perdida y del hijo perdido, ver com. vers. 3-4. La primera parábola fue dirigida manifiestamente a los hombres presentes, y es posible que ésta fuera dirigida especialmente a las mujeres que escuchaban (cf. Mat. 13: 33; Luc. 17: 35).
En la parábola de la oveja perdida el dueño actuó por lástima al animal y también por su propio interés financiero. Pero en la parábola de la moneda la mujer no siente compasión. Ella sólo podía culpar a su propio descuido por haber perdido la moneda, y su deseo de recuperarla se basaba exclusivamente en su interés personal. La oveja era culpable, en cierto sentido, de haberse extraviado; pero nadie podía culpar a la moneda de haberse perdido. Esta parábola realza el valor intrínseco de un alma, y el hecho de que un pecador perdido tiene tanto valor a la vista de Dios que él la buscará diligentemente hasta recuperarla.
Diez dracmas.
Gr. drajm'´, moneda griega que tenía aproximadamente el mismo valor del denario romano (ver p. 51). En cuanto al valor adquisitivo del denario, ver com. Mat. 20: 2.
El número diez no tiene un significado especial; aparece muchas veces como número redondo (1 Sam. 1: 8; Ecl. 7: 19; Isa. 5: 10; Amós 6: 9, etc.). Jesús empleó este número en varias parábolas (Mat. 25: 1, 28; Luc. 19: 13, 16-17). Es posible que las diez monedas hubieran formado parte de la dote de la mujer y representaran sus ahorros. Quizá las había cambiado de lugar cuando limpiaba la casa.
Si pierde una dracma.
Su descuido ocasionó la pérdida. La moneda no sabía que estaba 797 perdida. Además, se había perdido dentro de la casa, no en los montes, como la oveja, ni en una "provincia apartada" como el hijo pródigo.
Enciende la lámpara.
Las casas de Palestina tenían comúnmente una sola habitación y la única luz natural entraba por la puerta o por ventanas enrejadas. El ama de casa necesitaba seguramente luz artificial, aunque fuera de día, para hallar un objeto pequeño.
Barre la casa.
Muchas de las casas de campo en Palestina aún tienen piso de tierra. En una habitación oscura con piso de tierra sería fácil perder una moneda y difícil encontrarla. Probablemente habría sido necesario buscarla cuidadosamente para hallarla.
9.
Gozaos conmigo.
El gozo que se comparte con otros crece en el corazón del que lo comparte. Todo el que haya encontrado algo valioso que temía que se le hubiera perdido para siempre, puede comprender el gozo de esta mujer (cf. Rom. 12: 15). Pero en la tierra no hay un gozo semejante al que se siente cuando se encuentra a un pecador perdido y se lo lleva a Jesús.
10.
Hay gozo.
Ver com. vers. 7.
11.
Un hombre.
[Parábola del hijo pródigo, Luc. 15: 11-32. Con referencia a las parábolas, ver pp. 193-197.] En cuanto a las circunstancias en las cuales se pronunció esta parábola y su relación con las dos parábolas anteriores, ver com. vers. 3-4, 8. Aunque no se tiene indicación alguna en cuanto al lugar ni al tiempo de la presentación de esta parábola, es razonable pensar que fue dada al mismo tiempo que las dos que la preceden, o muy poco después.
Esta es quizá la más famosa de todas las parábolas de Jesús. Consta de dos partes: la primera (vers. 11-24) pone de relieve las emociones del padre del hijo pródigo, su amor por el joven y su gozo cuando éste regresó. La segunda parte (vers. 25-32) es una reprensión para los que, como el hermano mayor, estaban ofendidos por el amor y el gozo del padre. Es probable que la segunda parte fuera la respuesta de Cristo a la murmuración de los escribas y los fariseos (vers. 2). Las parábolas de la oveja perdida y de la moneda perdida dan realce a la parte de Dios en la obra de la redención, mientras que la parábola del hijo pródigo destaca la parte que tiene el ser humano en responder al amor de Dios y actuar en armonía con él. Los judíos tenían una comprensión completamente equivocada de la naturaleza del amor divino (ver com. vers. 7). El hijo menor representa en la parábola a los publicanos y los pecadores; y el mayor, a los escribas y los fariseos.
12.
El menor.
Este joven, evidentemente cansado de las restricciones y sintiendo quizá que su libertad era indebidamente limitada por un padre que sólo se preocupaba por sus propios intereses egoístas, deseaba, por sobre todas las cosas, hacer lo que más le agradaba. Sabía perfectamente lo que quería, o, por lo menos, pensaba que lo sabía. Pero que no lo sabía es evidente por el hecho de que cuando volvió "en sí" (vers. 17) cambió completamente su proceder. Pero en este momento ni se entendía a sí mismo ni entendía a su padre. Y lo peor de todo era que no entendía ni apreciaba el hecho de que su padre lo amaba, y que todas las decisiones y reglamentos de su padre se basaban sobre algo que al final sería lo mejor para sus hijos. El relato deja en claro que el padre era sabio y comprensivo, y a la vez justo, misericordioso y muy razonable. Sin embargo, el inexperto joven pensaba que tenía el derecho incuestionable de aprovechar todos los privilegios por ser hijo, pero sin llevar ninguna de sus responsabilidades. Después de pensarlo bien decidió que el único curso de acción que resolvería el problema, en la forma que él pensaba que debía resolverse, era abandonar su hogar e irse solo para vivir a su antojo. El proceder que escogió era una violación directa del quinto mandamiento (Exo. 20: 12). Con referencia a los factores que afectan las responsabilidades de los hijos para con sus padres y las de éstos para con sus hijos, ver com. cap. 2: 52.
La parte de los bienes.
Se sabe que la costumbre judía en tiempos de Jesús permitía el reparto de la propiedad mientras vivía el padre, pero esto no era usual. Lo que el hijo menor exigió a su padre era completamente incorrecto. Es evidente que la conducta del hijo equivalía a una falta de confianza en su padre y a un rechazo total de su autoridad.
Que me corresponde.
Esta expresión aparece comúnmente en los papiros griegos, y se refiere a un privilegio al cual tenía o podía tener derecho una persona, o a una obligación a la cual tenía que hacer frente.
Les repartió.
Según la ley, y con toda razón, el padre podría no haber consentido a la irrazonable exigencia de su hijo; sin embargo, se la concedió. El padre accedió, lo cual 798 demuestra su buen juicio paterno, y permite comprender que la mala elección que hizo el hijo no se debía a una actitud intransigente del padre. Hay momentos cuando parece que lo mejor que un padre puede hacer es permitir que un joven irreflexivo haga lo que quiera para que aprenda por experiencia propia cuáles son los funestos resultados de su elección.
Según la ley de Moisés, el hijo mayor debía recibir doble cantidad de los bienes paternos, mientras que cada uno de los hijos menores recibía sólo una cantidad (ver com. Deut. 21: 17). La cantidad adicional que recibía el hijo mayor tenía por objeto proporcionarle los recursos necesarios para que pudiera desempeñar sus responsabilidades como jefe de familia. Si un padre tenía sólo dos hijos, como ocurrió en este caso (vers. 11), el hijo menor debía recibir una tercera parte de los bienes del padre. Sin embargo, la propiedad familiar que se repartía mientras vivía el padre, por lo general permanecía intacta hasta la muerte de éste. Pero el hijo menor exigió que se dividiera la propiedad y también que se le diera su parte. Según se deduce del relato (vers. 13), el joven convirtió toda su parte de la propiedad en dinero o en objetos de valor fáciles de llevar.
13.
El hijo menor.
El hijo menor que se va del hogar paterno representa a los publicanos y los pecadores (vers. 1), quienes habían roto los lazos que los unían con su Padre celestial y no hacían alarde de ser leales a Dios.
Una provincia apartada.
El joven no se conformó con establecerse cerca de su hogar, donde de vez en cuando recordaría a su padre y el consejo paterno. Procuró liberarse de todas las restricciones del hogar; sin duda, deseaba olvidar todo. La "provincia apartada" representa, por lo tanto, alojamiento de Dios y olvido de él.
Desperdició sus bienes.
Gastó rápidamente los bienes que con tanto entusiasmo había juntado (ver com. vers. 12). Su conciencia aparentemente estaba adormecida, y en la "provincia apartada", donde podía olvidarse del consejo y la conducción de su padre, no había nada que le impidiera hacer exactamente lo que le placía. De acuerdo con su concepto de lo que era vivir, vivía a sus anchas.
Viviendo perdidamente.
"Perdidamente", del Gr. asÇtÇs, "desenfrenadamente", "en forma disoluta". Es un adverbio que tiene un prefijo negativo: a, "sin", y el adjetivo sÇs, "sano", "íntegro". La manera de vivir del joven se caracterizó por el despilfarro o por el desenfreno moral, o por ambos. El hijo mayor de la parábola destacó la segunda de estas posibilidades cuando habló de lo que había hecho su hermano menor (vers. 30). Sin embargo, la vida de relajamiento moral suele incluir despilfarro de los bienes. La forma en que el joven gastó sus recursos, que parecen haber sido cuantiosos, revela su concepto de la vida. Según le parecía, el hombre viene al mundo sólo con el fin de conseguir todo lo que pueda, sin la obligación de contribuir en nada.
14.
Cuando todo lo hubo malgastado.
Su fortuna le había parecido tan grande, que pensó que podía gastar libremente sin necesidad de reponer el dinero. Pero su fortuna había desaparecido repentina e inesperadamente. Y para empeorar su situación, "vino una gran hambre en aquella provincia". Si hubiera sido diligente en aumentar sus recursos y cuidadoso en sus gastos, es probable que el hambre no le habría causado graves dificultades. Pero es evidente que no había esperado la pobreza y el hambre.
Comenzó a faltarle.
Los amigos de tiempos mejores desaparecieron cuando se desató la tormenta. Sin duda se parecían mucho al pródigo: vivían para su complacencia propia. Pero el joven era extranjero, recién llegado, y en esos tiempos difíciles, sin duda para todos, les pareció que apenas si podían hacer frente a sus propias necesidades. La liberalidad del joven (ver com. vers. 13) no le había ganado ni siquiera un amigo del cual pudiera depender en su hora de necesidad.
15.
Se arrimó.
Gr. kolláÇ, "unirse a", "pegarse a". El pródigo se vendió prácticamente a uno que tenía muy poco que ofrecerle.
Uno de los ciudadanos.
Como el joven estaba en una "provincia lejana", es probable que este ciudadano fuera gentil y pagano.
Su hacienda.
Este ciudadano tenía evidentemente una buena propiedad.
Para que apacentase cerdos.
Difícilmente podría haber un trabajo más degradante para un judío, para quien el cerdo era un animal inmundo. El joven no podría haberse humillado más. Quizá no estaba capacitado para un empleo mejor. Es evidente que en su casa no había ocupado su tiempo provechosamente aprendiendo algún oficio, y su vida disoluta (vers. 13) lo había convertido en un desamparado por la sociedad.799
16.
Llenar su vientre.
Es muy claro que ni siquiera podía ganar lo suficiente para comer, y se vio reducido a la triste situación de que le parecía apetecible la comida de los cerdos. Sus ambiciones no eran ahora superiores a las de los cerdos. En verdad, en los días de su vida disoluta, sus ambiciones tampoco habían sido más elevadas; pero no se había dado cuenta hasta que sintió verdadera hambre.
Algarrobas.
Gr. kerátion, "cuernecito". Este es el nombre que se le daba al fruto del algarrobo debido a la forma de sus vainas. La algarroba ha sido llamada "pan de San Juan", porque según la tradición, constituía la base de la alimentación de Juan el Bautista (ver Nota Adicional de Mat. 3). Después de sacar las semillas para el consumo humano, las vainas se usaban como alimento para los animales domésticos. El algarrobo aún se cultiva en Palestina.
17.
Volviendo en sí.
Algunas personas parecen ir, a la deriva llevados por las corrientes de la vida, sin pensar seriamente hasta que se enfrentan con la muerte. El joven pródigo había estado, sin duda, fuera de sí, pero su terrible necesidad lo obligó a volver en sí. Quienes viven, o más bien existen, exclusivamente en un nivel físico nada más, no tienen la capacidad de comprender las lecciones de la vida excepto cuando éstas se les presentan bajo la forma de necesidades, deseos o dolores físicos. Este joven había vivido fuera de sí, pero ahora volvió en sí. Se encontró a sí mismo -indudablemente una experiencia nueva- y comenzó a comprender cuán necio había sido.
!Cuántos jornaleros!
Nótese que se habla de "jornaleros" y no de esclavos. Es probable que el joven hubiera despreciado o aun maltratado a los jornaleros de su padre. Ahora la suerte de un jornalero en la casa de su padre le parecía sumamente deseable. En la práctica, era un esclavo que se estaba muriendo de hambre. La libertad de la cual se había jactado, finalmente había resultado ser la peor clase de esclavitud, lo cual había ocurrido siempre, pero el joven no se había dado cuenta. Este era el punto culminante de una vida vivida según la filosofía del mundo materialista. Su condición era el resultado de su propio proceder. Para el pródigo ahora comenzaba a cobrar significado la sabiduría de la filosofía que su padre tenía de la vida.
18.
Me levantaré.
Quizá tanto moral como físicamente. Se levantó del letargo y de la desesperación que habían oscurecido su vida con la siniestra amenaza del desastre y la desolación. Aún no tenía un concepto correcto de la naturaleza del amor de su padre. Pero la justicia de su padre había producido la desesperada esperanza de que lo trataría así como trataba a sus jornaleros.
He pecado.
Parece que no se le ocurrió la posibilidad de inventar algún pretexto para justificar su conducta, ni mucho menos culpar a su padre por lo ocurrido. Su condición testificaba que su padre siempre había tenido razón y que él se había equivocado. Su confesión debía ser honrada y completa.
Contra el cielo.
La instrucción religiosa que había recibido en casa de su padre no había sido enteramente olvidada. Comprendía que cualquier falta contra su prójimo era conceptuada por el cielo como si se hubiera cometido contra Dios (Gén. 39:9). Había estado violando abiertamente todo el tiempo los principios del quinto mandamiento, y quizá los de los otros mandamientos.
19.
Ya no soy digno.
No se sentía digno de presentar una razón para que se le diera trabajo en la finca familiar. No podía pretender que la hubiera, porque era evidente que no podía pedirle nada a su padre.
Como a uno de tus jornaleros.
Pediría que se le concediera trabajo como un favor y no como un derecho. No tenía derechos. Antes no había estado dispuesto a someterse como hijo a la disciplina paterna; ahora estaba dispuesto a someterse a la disciplina que su padre, como dueño de la propiedad, aplicaba a sus siervos. Prácticamente había renunciado a su padre, y podría haberse esperado que el padre, con toda justicia, lo desheredara como a hijo. Sin embargo, existía la posibilidad de que lo aceptara como siervo.
20.
Levantándose, vino.
Evidentemente, el pródigo actuó sin demora, y en cuanto hizo su decisión, la llevó a cabo. En la parábola el hijo es el que toma la iniciativa para volver al padre. Parece como si fuera la elección del hijo y no el amor del padre lo que efectúa la reconciliación. Por eso algunos han llegado a la conclusión errónea de que Jesús enseña que el primer paso en la reconciliación es que la persona vuelva a Dios por su propia voluntad, y no que es el amor de Dios el que primero la atrae. Sin embargo, esta conclusión viola más de un principio fundamental en la interpretación de las parábolas de Cristo (ver pp. 193-197). Además, en las parábolas de la 800 oveja perdida y de la moneda perdida, Jesús claramente expuso la verdad que aquí se pone en duda: que la iniciativa para alcanzar la salvación y la reconciliación proviene de Dios. Además, ninguna parábola basada en las relaciones humanas comunes puede reflejar perfectamente todos los aspectos del amor y de la misericordia de Dios. Dios dio a su Hijo al mundo antes de que los hombres creyeran en esa dádiva (Juan 3: 16), y las Escrituras enseñan específicamente que aun el deseo de hacer lo correcto es implantado en el corazón humano por Dios (Fil. 2: 13).
Lo vio su padre.
Jesús insinúa que el padre estaba esperando que el hijo volviera. Parece que el padre conocía tan bien el carácter y la disposición de su hijo, que sabía que aun cuando le había dado su parte de la fortuna familiar y se había despedido de él, le faltaban los rasgos esenciales de carácter que le permitirían hacer de su aventura un éxito. Evidentemente había razonado que tarde o temprano el joven volvería en sí (ver com. vers. 17), que reflexionaría. Y reconoció a su hijo aun cuando estaba lejos y cubierto de harapos. En los vers. 20-24 Jesús muestra a sus oyentes el carácter del padre, y en los vers. 11-19 describe el carácter del hijo menor.
Corrió.
El padre podría haber esperado que su hijo llegara hasta donde él estaba, pero no lo hizo, sino que demostró su anhelo y el gozo de su corazón corriendo al encuentro de su hijo.
Se echó sobre su cuello.
Es decir, lo abrazó. El hijo no había dicho nada hasta este momento, pero el hecho de que regresara en tan deplorable estado hablaba con mayor elocuencia que las palabras que pudiera haber pronunciado. Tampoco se dice nada en cuanto a lo que el padre pudo haber dicho a su hijo, pero las órdenes que dio a los siervos más sus manifestaciones de amor paternal, eran también más elocuentes que las palabras que pudo haber pronunciado.
21.
He pecado.
Ver com. vers. 18.
De ser llamado tu hijo.
La evidencia textual (cf. p. 147) favorece el añadido: "hazme como a uno de tus jornaleros". Pero el padre tenía otros planes: lo trataría como a un hijo y no como a un jornalero.
22.
Sacad.
La evidencia textual establece (cf. p. 147) la inclusión de la palabra "rápidamente". "Traed aprisa el mejor vestido" (BJ).
Vestido.
Gr. stol', prenda masculina, exterior y amplia que llegaba hasta los pies. Solían usarla las personas de jerarquía. Desde el primer momento el padre lo recibió como hijo y no como siervo. El padre ya había cubierto al joven con su propio manto para que no se vieran sus harapos, y evitarle la vergüenza de que ni siquiera los siervos de la casa lo vieran vestido de ese modo (PVGM 160). No es probable que los siervos hubieran acompañado a su señor cuando salió corriendo a recibir a su hijo, y que por lo tanto la orden de sacar el mejor vestido fuera dada cuando padre e hijo se acercaban a la casa.
Un anillo.
Una evidencia más de que el padre todavía lo consideraba como su hijo. Es probable que éste fuera un anillo de sellar (ver com. Est. 3: 10; 8: 2); si lo era, el hecho de ponérselo indicaría aún más claramente que había sido recibido nuevamente como miembro de la familia. No hay duda de que el joven hacía mucho que había vendido o empeñado el anillo que antes usaba.
Calzado.
Es decir "sandalias" (ver com. Mat. 3: 11). Los siervos comúnmente andaban descalzos. El calzado es otra señal de que el padre recibía al pródigo arrepentido como hijo y no como siervo. El mejor vestido, el anillo y el calzado no eran cosas necesarias, sino prendas especiales de su favor. El padre no sólo suplió las necesidades de su hijo, sino que lo honró, y al hacerlo demostró el amor y el gozo que llenaban su corazón. Con esta parábola Jesús justificó la bienvenida que le daba a los pecadores que se reunían alrededor de él (ver com. vers. 1), y reprendió a los escribas y a los fariseos por la actitud severa que habían asumido contra él por haberlos recibido (ver com. vers. 2).
24.
Mi hijo muerto era.
Para el padre había estado "muerto" literal y figuradamente, debido a la dolorosa separación entre ambos. Con referencia al uso figurado de la palabra "muerto", ver com. cap. 9: 60.
Comenzaron a regocijarse.
El joven se encontró no en la condición de siervo, como lo había esperado, sino como invitado de honor en un banquete celebrado para festejar su regreso. Tal fiesta normalmente duraría varias horas.
25.
Su hijo mayor.
En la parábola no se dice nada más en forma directa en cuanto al hijo menor. Su restauración se había completado, y la lección de la parábola en lo que concernía a él -la benigna bienvenida que el cielo concede al pecador que regresa y se arrepiente- es clara. Hasta este momento 801 Jesús ha justificado su actitud de simpatía hacia los publicanos y los pecadores (ver com. vers. 2). El resto de la parábola (vers. 25-32) se refiere a la actitud de los fariseos y de los escribas hacia los pecadores (ver com. vers. 2), la cual se representa con la actitud del hermano mayor hacia el menor. Esta parte de la parábola fue presentada como una reprensión a aquellos hipócritas que se consideraban justos y murmuraban por la manera como Jesús trataba a los que despreciaba la sociedad (vers. 2).
En el campo.
Estaba trabajando como debía hacerlo un hijo obediente (Mat. 21: 28-31). Los escribas y fariseos también estaban trabajando intensamente con la esperanza de ganar la herencia que el Padre celestial concede a los hijos fieles; pero servían a Dios no por amor (ver com. Mat. 22: 37), sino como un deber y para ganar la justicia por sus obras. Esta misma actitud había existido entre sus antepasados en los días de Isaías (Isa. 1: 11-15) y de Malaquías (Mal. 1: 12-14). En lugar de una verdadera obediencia, le ofrecían a Dios una falsificación: el cumplimiento meticuloso de las tradiciones humanas (ver com. Mar. 7: 6-13), sin tener en cuenta las palabras de Samuel, que "el obedecer es mejor que el sacrificio, y el prestar atención que la grosura de los carneros" (1 Sam. 15: 22; cf. com. Mat. 7: 21-27).
La música.
Gr. sumfÇnía, literalmente "sonidos al unísono"; de este vocablo deriva la palabra "sinfonía". SumfÇnía puede significar música producida por varios instrumentos o por varias voces, o también puede referirse al nombre de un instrumento (ver com. Dan. 3: 5). Es probable que se hubieran llamado músicos profesionales para animar la fiesta. Es evidente que el padre no ahorró esfuerzos para hacer que el regreso de su hijo, perdido por tanto tiempo, fuera la ocasión de celebrar un gran festejo, cuya noticia atestiguaría ante todos los vecinos que el hijo había sido reincorporado a la familia.
28.
Se enojó.
Así se enojaban los escribas y los fariseos con Jesús (vers. 2). El enojo del hijo mayor establece un agudo contraste con el inmenso gozo del padre (ver com. vers. 20, 22).
No quería entrar.
El griego, como el castellano, indica que su actitud negativa se prolongó. A pesar de los ruegos de su padre, seguía disgustado con éste y con su hermano.
29.
Te sirvo.
El problema era que el hermano mayor actuaba como siervo y no como hijo. Afirmaba que la propiedad de su padre le correspondía por derecho, pues la había ganado; y estaba enojado (vers. 28) con su padre por no reconocer lo que consideraba como derecho suyo por ser el hijo mayor.
No habiéndote desobedecido jamás.
Observaba rigurosamente todos los requisitos externos que como hijo le correspondía obedecer, pero no comprendía en nada el verdadero espíritu de la obediencia. Su servicio no era más que el cumplimiento servil de las formas externas de la piedad filial.
Nunca me has dado.
El griego dice: "a mí nunca me diste", como si quisiera destacar la diferencia del trato del padre entre el pródigo y él, el hijo mayor. Consciente o inconscientemente, el hijo mayor estaba celoso por la atención que se le prestaba a su hermano, y es probable que sintiera que toda esa atención le correspondía a él. Se quejó de que nunca había sido recompensado, ni siquiera con un "cabrito", mucho menos con un "becerro gordo". Sin duda también sentía temor de que al ser restaurado su hermano menor, el padre pudiera dar a este hermano malgastador una parte de la propiedad que ahora legalmente le pertenecía a él (ver com. vers. 12). El hermano mayor quizá insinuaba que hasta el becerro gordo era legalmente suyo, y que el padre no tenía derecho de tomar ni ese becerro ni ninguna otra cosa sin su consentimiento.
Gozarme con mis amigos.
Con estas palabras parecería insinuar, además, que su suerte había sido triste y que, en cierto modo, envidiaba a su hermano la vida que había llevado. No se había gozado en el servicio de su padre; en realidad, no parecía ni aun sentirse feliz con la compañía de su padre, sino que prefería la de sus "amigos".
30.
Este tu hijo.
Esta expresión revela desprecio y sarcasmo (ver com. cap. 14: 30; 15: 2). El hijo mayor se niega a llamar hermano suyo al hijo menor. Se burla fríamente del padre llamándolo "tu hijo". Intimamente quizá se sentía más justo que su padre o su hermano.
Ha consumido tus bienes.
Cf. vers. 12.
Con rameras.
No se dice si el hermano mayor estaba seguro de que así había ocurrido, o si era sólo una suposición suya.
31.
Hijo.
Gr. téknon, "niño", "hijo". El padre no emplea aquí la palabra huiós, "hijo", sino que se dirige al hijo mayor con este término 802 más afectuoso, téknon. Es como si le hubiera dicho: "mi querido muchacho".
Tú siempre estás conmigo.
El hijo menor no había estado "siempre" con él, y esta era la razón de la fiesta. Compárese el regocijo del pastor por haber hallado la oveja perdida con el gozo que siente por las que no se han extraviado del redil (ver com. vers. 4, 7). Sin embargo, el padre sigue expresando que siente el mismo amor por su hijo mayor, aun cuando no hubiera ocasión de demostrarlo por medio de una fiesta.
Todas mis cosas son tuyas.
Cuando el padre dividió su propiedad y le entregó al hijo menor la parte que le correspondía, también le había entregado al hijo mayor las dos partes que le correspondían como primogenitura (ver com. vers. 12). Esto demuestra que era falsa la acusación de que el padre había sido mezquino con él (vers. 29). La propiedad era ahora del hijo mayor y él podría haberse gozado con sus amigos si así lo hubiera querido. Con esto el padre le asegura que sus derechos de ningún modo serán afectados por el retorno de su hermano. Si eso es lo que le molesta, puede desechar sus temores y unirse al festejo. El padre prueba, uno tras otro, que todos los argumentos del hijo mayor carecen de validez, y lo invita a unirse para dar la bienvenida a su hermano (ver com. vers. 28).
32.
Era necesario.
El hijo menor no merecía, en verdad, la recepción que había recibido; pero el padre afirmaba que era correcto y necesario darle al joven una alegre bienvenida. La fiesta no fue dada porque el hijo menor tuviera méritos; era sencillamente la expresión del gozo del padre, y correspondía que el hermano mayor también participara de ese gozo. Y según lo dijo Jesús, ésta debía ser también la actitud de los escribas y de los fariseos hacia los pecadores. El afecto del padre con su hijo que por tanto tiempo había estado perdido, no disminuía en nada su amor por el hijo mayor. Su amor los incluía a los dos, a pesar de las evidentes faltas de ambos. Afortunadamente el amor de nuestro Padre celestial para con nosotros no se basa en cuánto podamos merecer su gran amor
Este tu hermano.
En respuesta a la expresión de desprecio empleada por el hermano mayor, "este tu hijo" (vers. 30), el padre utiliza una expresión de tierno ruego: "tu hermano". En este ruego del padre al hijo mayor, Jesús presenta sus propios ruegos a los escribas y a los fariseos. Los ama tanto como a los publicanos y los pecadores (vers. 1-2). No tienen que sentirse ofendidos por su actitud hacia esos desventurados que desprecia la sociedad. No tienen por qué temer por sus propios derechos y privilegios. Pero sí es necesario que cambien su actitud hacia Dios y sus prójimos. Compárese con la parábola del buen samaritano (Luc. 10: 25-37) y la experiencia del joven rico (Mat. 19: 16-22).
No se dice nada en cuanto a lo que ocurrió después. No se sabe si el hijo mayor cambió de actitud o si el hijo menor se condujo en forma honorable. Ninguna de estas cosas era importante para las lecciones que Jesús deseaba enseñar por medio de esta parábola. En verdad, la parábola aún se desarrollaba, y su resultado final estaba en manos de los oyentes (PVGM 164).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-2 PVGM 144-145
1-7 2 T 21
1-10 PVGM 144 -155
2 OE 179; PVGM 148
4 OE 189; PVGM 145-146; 2T 21
4-5 Ev 16
4-6 CM 153; FE 273; 2JT 407; 2T 218
4-7 1JT 303; 2JT 246
4-10 4T 264; 7T 241
5-7 2T 22
6-7 2JT 407; OE 190; PVGM 148
7 FE 274; HAp 124; 1JT 360; MB 262; MeM 125, 245, 316; NB 208, 397; PVGM 28, 189; 2T 219; 5T 629; 6T 462; TM 151
8 1JT 303; PVGM 151
8-10 2JT 247; MC 120
9-10 1JT 304; PVGM 151
10 CMC 363; FE 210; MB 98; MC 394; MJ 20; OE 513
11-13 PVGM 156
11-24 Ev 46
11-32 MJ 406; PVGM 156-166
12 1JT 305
13 PVGM 157
13-20 1JT 305
17-19 PVGM 159
18-19 CC 54 803
19-20 5T 632
20 CC 54; MJ 95; PVGM 160
20-24 1JT 307
21 TM 151
21-23 PVGM 160
24 DTG 459
24-30 PVGM 163
25-32 1JT 307
30-31 PVGM 164
32 DTG 459; PVGM 164,166
LUCAS - CAPÍTULO 16 - AUDIO
1 La parábola del mayordomo infiel. 14 Cristo reprocha la hipocresía de los fariseos avaros. 19 El rico glotón y Lázaro el mendigo.
1 DIJO también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes.
2 Entonces le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.
3 Entonces el mayordomo dijo para sí: ¿Qué haré? Porque mi amo me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.
4 Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas.
5 Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo?
6 El dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe cincuenta.
7 Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. El le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta.
8 Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.
9 Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas.
10 El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.
11 Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?
12 Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?
13 Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
14 Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él.
15 Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.
16 La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él.
17 Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.
18 Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera.
19 Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez.
20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas,
21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.
22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.
23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.
25 Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro 804 también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.
26 Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieran pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.
27 Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre,
28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.
29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos.
30 El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.
31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantara de los muertos.
1.
Dijo también.
[Parábola del mayordomo infiel, Luc. 16: 1-18. Con referencia a las parábolas, ver pp. 193-197.] No se da ninguna información específica ni del lugar, ni del tiempo, ni de las circunstancias relacionadas con la presentación de las parábolas y de las enseñanzas del cap. 16. Sin embargo, las primeras palabras parecen indicar que lo que aquí se registra transcurrió poco después de lo que se narra en el cap. 15, y quizá en la misma ocasión. Faltaban apenas unos meses para que concluyera el ministerio de Cristo, pues estaba transcurriendo enero o febrero del año 31 d. C. Cuando Jesús presentó estas enseñanzas, tal vez se encontraba en Perca, al este del Jordán (ver com. cap. 15: 1).
A sus discípulos.
Como tantas veces había ocurrido (ver com. Mat. 5: 1-2), Jesús se dirigió primero a sus discípulos, aunque también otros pudieron haber estado presentes. También ahora, como en Lucas 15 (vers. 2), había fariseos presentes (cap. 16: 14), y finalmente Jesús les habló en forma directa (vers. 15; ver com. vers. 9). También había publicanos entre los oyentes, y la parábola tenía un significado especial para éstos, muchos de los cuales sin duda eran ricos.
Un hombre rico.
Lucas es el único que registra esta parábola, y lo mismo puede decirse también de buena parte del registro del ministerio de Cristo en Perea (ver com. Mat. 19: 1-2; Luc. 9: 51). Esta parábola y la siguiente -la del rico y Lázaro- se refieren al uso de las oportunidades presentes vinculadas con la vida futura (Luc. 16: 25-31), especialmente a la administración de las cosas materiales. La primera parábola fue dirigida específicamente a los discípulos, mientras que la segunda fue pronunciada mayormente para beneficio de los fariseos. La primera ilustra un principio vital de una mayordomía honrada: el uso sensato y diligente de las oportunidades actuales. La segunda enfoca el problema de la mayordomía desde un punto de vista negativo; otro tanto hacen las parábolas del amigo que llama a medianoche (cap. 11: 5-10) y la del juez injusto (cap. 18: 1-8).
En la primera parábola Jesús pide a los hombres que no piensen más en las cosas temporales sino en las eternas (PVGM 301). Entre los publicanos había ocurrido un caso similar poco tiempo antes (PVGM 302), y los publicanos presentes quizá se sintieron muy impresionados al escuchar la narración de Jesús.
Para los comentadores esta parábola es, generalmente, difícil de explicar, especialmente por el aparente elogio que recibe el mayordomo infiel (vers. 8). Estos problemas se deben a que se intenta dar un determinado significado a cada detalle de la parábola, por ejemplo, que el "hombre rico" representa a Dios. Esta parábola no debe interpretarse en forma alegórica. Uno de los principios fundamentales de la interpretación de parábolas es que no debe intentarse dar un significado especial a cada detalle. Con referencia a principios de interpretación, ver pp. 193-194. Jesús quería que esta parábola enseñara una verdad específica: la que señala en los vers. 8-14.
Un mayordomo.
El encargado de administrar una casa o determinados bienes. Según se deduce del contexto, este "mayordomo" era libre y no esclavo como lo eran algunos mayordomos. Si hubiera sido esclavo habría pasado a ser esclavo de otro amo, y no necesitaría haberse preocupado por ganarse la vida después de que fuera despedido de su trabajo. Además, si hubiera sido esclavo, no habría estado en libertad para desarrollar el plan que se proponía (vers. 4).
Disipador.
Al mayordomo lo acusaban de robar sistemáticamente a su señor (PVGM 301), y las acusaciones parecen haber estado tan bien fundadas que sería despedido antes de que tuviera oportunidad de dar cuenta de 805 su mayordomía (vers. 2). El mayordomo pudo haber disipado o malbaratado los bienes por negligencia o por incapacidad, pero la astucia que revela en los vers. 4-8 da a entender que era muy hábil, tanto como para poder atender bien sus propios intereses.
2.
Da cuenta de tu mayordomía.
Debía ajustar sus cuentas y entregar los resultados a su amo, quien los examinaría para decidir cuáles acusaciones eran ciertas contra su mayordomo.
3.
Dijo para sí.
Mientras el mayordomo ajustaba sus cuentas para entregárselas a su señor, comenzó a pensar en lo que podía hacer.
No puedo.
Es decir "no tengo fuerzas", "no soy capaz", "no me ánimo".
4.
Ya sé.
Evidentemente el mayordomo era culpable y sabía que no podía justificarse. Si hubiera sido honrado en su mayordomía, no es probable que en este momento hubiera recurrido a manejos astutos similares a aquellos de los cuales era acusado. Al parecer, había estado viviendo de sus fraudes, y ahora forjaba un plan aún más astuto para que le fuera posible seguir viviendo con holgura. Mientras el mayordomo pudiera hacerlo, seguiría utilizando su autoridad como un medio para resolver su futuro incierto.
Me reciban.
El mayordomo pensó entonces en los deudores de su amo (vers. 5). Se las ingeniaría para que contrajeran una deuda personal con él.
5.
Llamando a cada uno.
"Convocando uno por uno a los deudores de su señor" (BJ). El mayordomo llevó a cabo su plan en forma sistemática y diligente. Si hubiera empleado la misma diligencia y habilidad que usó en beneficio propio para hacer prosperar los negocios de su señor, habría logrado el éxito en vez del fracaso. En cambio José, como siervo en casa de Potifar, demostró rasgos de carácter que lo tornaron muy valioso a los ojos de su señor (Gén. 39: 1-6). Hizo prosperar los bienes de su amo egipcio como si hubieran sido los suyos, y fue ascendido al cargo de mayordomo de la casa de Potifar.
¿Cuánto debes?
Da la impresión que el mayordomo, por causa de incompetencia o descuido, no tenía registros completos de todas sus transacciones comerciales o no tenía ningún registro de ellas. De ser así, fácilmente podría transarse fraudulentamente con los que habían comprado los bienes de su señor, para defraudarlo y beneficiarse a sí mismo y a los compradores.
6.
Barriles.
Gr. bátos, deriva del Heb. bath, medida de líquidos equivalente aproximadamente a 22 lt (ver t. I, p. 176). Por lo tanto, 100 batos equivaldrían a 2.200 lt, deuda relativamente grande.
Aceite.
Sin duda aceite de oliva, común en Palestina y en los países vecinos.
Cuenta.
Literalmente "lo escrito". Se refiere a documentos comerciales, quizá al pagaré firmado por el deudor.
Pronto.
Evidentemente eran muchos los que comerciaban con el mayordomo, y para que su plan funcionara bien, debía llevarlo a cabo sin demora.
7.
Medidas.
Gr. kóros, deriva del Heb. kor, una medida de capacidad para áridos de 220 lt (ver t. I, p. 176). Los cien coros de trigo equivaldrían a unos 22.000 lt, también una deuda grande.
8.
Alabó el amo.
Estas palabras no son un comentario hecho por Lucas -como lo han afirmado algunos-, sino una parte de la parábola de Jesús. El que alabó al mayordomo fue el rico del vers. 1. Es totalmente inconcebible que Jesús hubiera dado un elogio semejante al fraudulento plan del mayordomo infiel para estafar a su señor (PVGM 302). El concepto que Jesús tenía de este mayordomo se echa de ver en estas palabras: "mayordomo malo". Sin embargo, puesto que este elogio es el punto culminante de la parábola, es evidente que Jesús encontró en la alabanza del rico para su mayordomo algo útil para enseñar una lección a los discípulos y a los que escuchaban. El relato muestra claramente cuál era la enseñanza clave. El rico no justificó el fraude de su mayordomo, pues lo estaba despidiendo por ser fraudulento; sin embargo, la astucia con que había culminado su carrera delictiva el hábil estafador del mayordomo era tan impresionante, y la minuciosidad con la cual había llevado a cabo su plan era tan digna de propósitos más nobles, que el rico no pudo menos que admirar la astucia y la diligencia de su ex mayordomo.
Por haber hecho sagazmente.
Es decir, desde el punto de vista de sus intereses personales había sido sagaz conquistando amigos que se sentirían comprometidos con él en el futuro. El adverbio fronímÇs, traducido "sagazmente" como su forma adjetival, frónimÇs (Mat. 7: 24; 10: 16), derivan de fr'n, "mente". Nosotros diríamos que el mayordomo se las había ingeniado muy bien. Había sido buen previsor, trazando planes hábiles y astutos 806 para su futuro. Su sagacidad o astucia consistió esencialmente en aprovechar al máximo sus oportunidades mientras las tenía a mano. Si el mayordomo hubiera demorado tanto en el arreglo de cuentas con los deudores de su señor como lo había hecho antes al manejar sus negocios, no habría tenido éxito en su delictuoso plan.
Los hijos de este siglo.
Siglo se considera aquí desde el punto de vista del tiempo y de los acontecimientos temporales. Los que viven para este siglo [mundo] se ponen aquí en contraste con los que viven para el mundo venidero: "los hijos de luz".
Más sagaces.
Los que viven exclusivamente para esta vida, muchas veces se esfuerzan más para adquirir lo que ella les ofrece, que los cristianos que se preparan para alcanzar lo que Dios dará a quienes eligen servirle. Es una debilidad humana prestar más atención a la forma en que podemos servirnos a nosotros mismos antes que a la manera de servir a Dios y a nuestros prójimos (PVGM 304-305).
El cristiano debe caracterizarse por su celo, pero su celo debería ser "conforme a ciencia"
(Rom. 10: 2). Debe tener un verdadero sentido de los valores para que pueda destacarse (ver com. Mat. 6: 24-34).
En el trato con sus semejantes.
El griego dice, "en su generación"; la BJ traduce, "para sus cosas". Son más sagaces "en [esta] su generación" porque es la única época en la cual se interesan y para la cual viven (ver com. Mat. 23: 36).
Hijos de luz.
Cf. Juan 12: 36; Efe. 5: 8; 1 Tes. 5: 5. Jesús también empleó expresiones tales como "hijos de Dios" (Mat. 5: 9; Luc. 20: 36; Juan 11: 52), "hijos del reino" (Mat. 8: 12; 13: 38), "hijos de vuestro Padre" (Mat. 5: 45), para referirse a los que aceptaban sus enseñanzas y ponían el reino de los cielos en el primer lugar en sus vidas (ver com. Mat. 6: 33).
9.
Ganad amigos.
Jesús se dirige ahora a los fariseos presentes (PVGM 303; vers. 14), quienes como dirigentes de la nación judía eran, en un sentido especial, mayordomos de la verdad y de las bendiciones que Dios había concedido a su pueblo escogido (ver t. IV, pp. 28-30). Como mayordomos del cielo, los dirigentes de Israel habían estado disipando los "bienes" que se les habían confiado, y no pasaría mucho tiempo antes de que se les pidiera que rindieran cuenta de su mayordomía.
Jesús no estaba insinuando que el cielo puede comprarse. La verdad a la cual dirige la atención es que deberíamos aprovechar las oportunidades presentes para asegurar nuestro bienestar eterno. Somos sólo mayordomos de las posesiones materiales que en esta vida llegan a nuestras manos, y Dios nos ha confiado estos bienes para que podamos cultivar los principios de una mayordomía fiel. Todo lo que tenemos en esta vida es ajeno, es decir, es de Dios y no nuestro (Luc. 16: 12; cf. 1 Cor. 6: 19). Debemos gastar las cosas materiales que nos han sido confiadas en hacer prosperar los intereses de nuestro Padre celestial, aplicándolas a las necesidades de nuestros prójimos (Prov. 19: 17; Mat. 19: 21; 25: 31-46; Luc. 12: 33) y a la predicación del Evangelio (1 Cor. 9: 13; 2 Cor. 9: 6-7).
Riquezas injustas.
Ver com. Mat. 6: 24. Esta frase sugiere que no todas las riquezas se obtienen en forma lícita, y que si es así se convierten en un despreciable "vil metal". El uso de las riquezas ganadas deshonestamente también puede ser objetable.
Cuando éstas falten.
Basándose en ciertos MSS tardíos, la RVA dice: "cuando faltareis", o sea "cuando muráis". Pero la Biblia no enseña que los hombres son recibidos "en las moradas eternas" cuando mueren, sino cuando vuelva nuestro Señor (Juan 14: 3). La evidencia textual establece (cf. p. 147) el texto de la RVR y la BJ: "cuando éstas falten"; "éstas" se refiere a las riquezas. Cuando se acabó la fuente de ingresos del mayordomo (Luc. 16: 3), entonces pensó en su futuro (vers. 4). Lo importante de la parábola no es el fracaso del mayordomo en su trabajo ni tampoco su muerte, sino su hábil método para resolver el problema de la pérdida de sus ingresos. Por esto se dice que cuando falten las riquezas, los amigos recibirán a los previsores en sus moradas.
10.
Lo muy poco.
Una insinuación de que las riquezas son "lo muy poco". Debe destacarse nuevamente que Jesús no elogió los fraudes del mayordomo (ver com. vers. 8). Para que los discípulos o quienes escuchaban no tomaran esta parábola como una posible excusa para no ser honrados, Jesús declaró claramente la profunda verdad de que todos los que quieran ser sus discípulos, deben caracterizarse por una completa integridad y diligencia. Según el Midrash (Rabbah, com. Exo. 3: 1), Dios no le da al hombre algo grande hasta haberlo probado en algo pequeño; después lo asciende a lo que es grande. El Midrash 807 pone como ejemplo las supuestas palabras de Dios a David: "Has sido hallado digno de confianza con tus ovejas; ven pues, y apacienta mis ovejas".
En lo más es fiel.
Será ascendido (ver com. Mat. 25: 21).
11.
Lo verdadero.
Es decir, las riquezas espirituales (Sant. 2: 5). Compárese con el consejo que da Cristo de no trabajar "por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece" (Juan 6: 27). Jesús había advertido a sus oyentes poco antes, en su ministerio en Perea, de no amontonar tesoros sino ser ricos "para con Dios" (Luc. 12: 21).
12.
Lo ajeno.
Una de las lecciones más importantes que el hombre debe aprender es que todo el dinero y las cosas materiales que pueda poseer no son suyas debido a su propia sabiduría y capacidad, sino que Dios se las ha prestado. El Señor solemnemente advirtió a Israel contra ese engaño fatal, y le recordó que Dios es quien da a los hombres "el poder para hacer las riquezas" (ver com. Deut. 8: 18).
El fracaso de Israel como nación se debió en gran parte a que no supo aprovechar la enseñanza que se le dio en cuanto a esto (ver t. IV, pp. 34-35). Esta es una verdad siempre vigente: cuando los hombres no honran a Dios ni aprecian que las buenas cosas de la vida proceden de su generosa mano, se envanecen en su razonamiento y su necio corazón se entenebrece (Rom. 1: 21). Sólo somos mayordomos de Dios.
Lo que es vuestro.
Jesús se refiere ahora a la vida eterna y a las bendiciones y gozos correspondientes como si fueran nuestros. Somos "herederos de Dios y coherederos con Cristo" (Rom. 8: 17). Cuando Cristo regrese en gloria, extenderá a todos los fieles la generosa invitación de venir y heredar "el reino preparado para" ellos "desde la fundación del mundo" (Mat. 25: 34).
13.
Ningún siervo.
Ver com. Mat. 6: 24. Excepto la palabra "siervo", vocablo adecuado al contexto para referirse al siervo o mayordomo de la parábola, la declaración de Jesús es idéntica a la que aparece en Mat. 6: 24. Debiera recordarse que mucho de lo que Jesús ya había enseñado se repitió durante su ministerio en Perea (DTG 452). No hay razón para pensar que Lucas o Mateo pudieron haber insertado esta afirmación fuera de lugar dentro del relato evangélico.
14.
Oían también todas estas cosas.
Lo que sigue (vers. 14-31) es evidentemente la continuación de lo que ocurrió en esta misma ocasión (vers. 1-13).
Fariseos.
Ver pp. 53-54.
Avaros.
Gr. filárguros, "amador de plata". Esta palabra aparece en el NT sólo aquí y en 2 Tim. 3: 2. Algunos han dicho que se aplicaba mejor a los saduceos que a los fariseos, tal como aparece aquí, pues afirman que los saduceos eran los más ricos de la sociedad judía. Pero Jesús no se refiere sólo a la posesión de riquezas. Tener éstas no impide la entrada del hombre en el cielo, sino el amor inmoderado por ellas y el uso equivocado que se les dé. Nada impide que el pobre sea avaro o codicioso. En otras ocasiones, Jesús acusó abiertamente a los fariseos de ser codiciosos (ver com. Mat. 23: 14). Según la manera de pensar de los fariseos, la riqueza era una evidencia de las bendiciones divinas; pero, como un contraste, Jesús ni tenía posesiones (ver com. Mat. 8: 20) ni tampoco deseaba obtenerlas (ver com. Mat. 6: 24-34). En este respecto, como también en otros, los principios de Jesús y los de los fariseos eran diametralmente opuestos.
Se burlaban de él.
Los fariseos comprendieron sin duda que Jesús se estaba dirigiendo a ellos (vers. 9-13; ver com. vers. 9). Parece que esta secuencia de relatos, que comienza en el cap. 15: 1, registra lo que Jesús enseñó en una sola ocasión (ver com. cap. 15: 1; 16: 1, 14). Si así es, entonces los fariseos habían estado presentes desde el comienzo (ver cap. 15: 2) y Jesús les dirigió las parábolas de la oveja perdida, de la moneda perdida y del hijo pródigo para defender su interés en los publicanos y los pecadores (cap. 15: 1-3).
15.
Os justificáis.
Compárese con el caso de un intérprete de la ley que quiso justificarse preguntando quién era su prójimo (cap. 10: 25-29). Los fariseos habían logrado persuadir a la gente de la validez de su teoría: que la riqueza era una recompensa de la rectitud. Habían defendido hábilmente su posición y, por lo menos los que tenían cierta cantidad de los bienes de este mundo, hallaban satisfacción con tal teoría.
Dios conoce vuestros corazones.
Ver 1 Sam. 16: 7; 1 Crón. 28: 9. El problema de los fariseos consistía en que eran hipócritas (ver com. Mat. 6: 2; 7: 5); pero su 'justicia" no era más que una deslumbrante apariencia (Isa. 64: 6; Mat. 23: 13-33).
Abominación.
Gr. bdélugma, "cosa detestable" 808 "abominación". Compárese con el uso de bdélugma en Apoc. 17: 4-5; 21: 27.
16.
La ley y los profetas.
Es decir, los escritos canónicos del AT (Mat. 5: 17; 7: 12; 22: 40; Luc. 24: 27, 44; Hech. 13: 15; 28: 23; ver com. Luc. 24: 44).
Hasta Juan.
Esto es, hasta Juan el Bautista. "Hasta" Juan, que predicaba el reino de Dios, los sagrados escritos del AT fueron la principal guía del hombre para la salvación (Rom. 3:1-2). La palabra "hasta" (Gr. méjri) no indica en nada, como lo sugieren algunos expositores superficiales de las Escrituras, que la ley y los profetas -es decir, los escritos del AT- perdieron su fuerza o su valor cuando Juan comenzó a predicar. Lo que Jesús enseñó con estas palabras era que "hasta" el ministerio de Juan los hombres sólo habían tenido "la ley y los profetas". El Evangelio no vino para reemplazar o anular lo que Moisés y los profetas habían escrito, sino para complementar esos escritos, reforzarlos y confirmarlos (ver com. Mat. 5: 17-19). El Evangelio no ocupa el lugar del AT, sino que se suma a él. "La muerte reinó desde Adán hasta [méjri] Moisés" (Rom. 5: 14), pero sabemos bien que la muerte continuó después de Moisés.
El NT nunca disminuye el valor del AT; por el contrario: en el AT fue donde los creyentes del NT encontraron la más firme confirmación de su fe. El AT era, en verdad, la única Biblia que tenía la primera generación de cristianos en los días del NT (ver com. Juan 5: 39). Ellos no despreciaban el AT como lo hacen hoy algunos que se llaman cristianos, sino que lo honraban y lo amaban. No hay duda de que Jesús estaba afirmando en esta ocasión que los escritos del AT eran suficientes para guiar a los hombres al cielo (Luc. 16: 29-31). Los que enseñan que las Escrituras del AT carecen de valor y de autoridad para los cristianos, están enseñando en contra de lo que Jesús enseñó. Pablo afirmaba que sus enseñanzas no incluían "nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder" (Hech. 26: 22); y en su enseñanza, se refería constantemente a la "ley de Moisés" y a "los profetas" (Hech. 28: 23).
En el Sermón del Monte Jesús dejó muy en claro que sus enseñanzas de ninguna manera desplazaban a las del AT. Declaró enfáticamente que no había venido a quitar de las Escrituras del AT la más mínima "jota" ni "tilde" (ver com. Mat. 5: 18). Cuando declaró, "pero yo os digo" (Mat. 5: 22), el contraste que estableció entre las enseñanzas del AT y sus propias enseñanzas no era con la intención de disminuir el valor o importancia de las primeras, sino para liberarlas de los estrechos conceptos de los judíos de su tiempo y de ampliarlas y darles fuerza.
Desde entonces.
Desde que Juan el Bautista comenzó a proclamar el reino de Dios, había empezado a brillar una luz adicional sobre el camino de la salvación, y los fariseos no tenían excusa alguna para ser avaros (vers. 14). Habían tenido suficiente luz en el AT (vers. 29-31), pero habían rechazado esa luz (Juan 5: 45-47). Ahora adoptaron la misma actitud hacia la luz mayor que brillaba a través de la vida y de las enseñanzas de Jesús (Juan 1: 4; 14: 6).
Todos.
Jesús probablemente se refiera a las grandes multitudes que le seguían dondequiera que iba en Perea (ver com. cap. 12: 1; 14: 25; 15: 1). Había un enorme interés en su persona, en sus milagros y en sus enseñanzas, aunque algunas veces ese interés no estaba bien encaminado.
Se esfuerzan.
Gr. biázÇ, "emplear o aplicar fuerza". Con referencia al significado de este pasaje, ver com. Mat. 11: 12-13.
17.
Más fácil es.
Ver com. Mat. 5: 18.
Se frustre.
Gr.píptÇ, "caer". La BJ traduce: "que no caiga un ápice de la ley".
Una tilde.
Gr. keráia, "cuernecito", "ganchito", "ápice". Ver com. Mat. 5: 18. La tilde era un trazo menudo para distinguir entre dos letras parecidas como la G y la C mayúsculas.
La ley.
Según el modo de expresarse los judíos, "la ley" era toda la voluntad revelada de Dios, especialmente los escritos de Moisés (ver com. Deut. 31: 9; Prov. 3: 1). Cuando esta palabra se usa sola en el NT, puede considerarse como un término general que abarca todo el AT. Marción, maestro cristiano cismático que vivió en el segundo siglo de la era cristiana, puso en su versión de los Evangelios "mi palabra" en lugar de "la ley", para evitar la evidente referencia a las Escrituras del AT y a la aprobación que Jesús les dio. Marción se consideraba un ferviente seguidor de Pablo, pero no aceptaba nada que fuera judío, ni siquiera el AT. Fue uno de los primeros cristianos en tomar la posición de que el AT no tiene valor ni significado para el creyente cristiano.
18.
Repudia a su mujer.
Ver com. Mat .809 5: 27-32; cf. Mat. 19: 9; 1 Cor. 7: 10-11. El adulterio continúa siendo adulterio aun cuando los hombres lo legalicen. Hay quienes afirman que en el registro evangélico de Luc. 16: 14-18 este evangelista agrupó varias sentencias aisladas de Jesús, pronunciadas en diferentes ocasiones. Pero no se dan cuenta que hay un pensamiento que une a todo el capítulo y lo convierte en un discurso unificado y sistemático. Según el vers. 15, los fariseos y sus enseñanzas eran "abominación" delante de Dios; pero esta situación no se debía a que no tuvieran suficiente luz, pues habían tenido "la ley y los profetas" desde antaño (vers. 16), y recientemente habían recibido el Evangelio. En el vers. 17 Jesús afirma la unidad fundamental de sus enseñanzas con las del AT, y en el vers. 18 presenta una ilustración de ese hecho. En el Sermón del Monte, Jesús ya había presentado estos mismos ejemplos como una evidencia de que sus enseñanzas no invalidaban las del AT (ver com. Mat. 5: 17-19, 27-32).
19.
Un hombre rico.
[El rico y Lázaro, Luc. 16: 19-31. Con referencia a parábolas, ver pp. 193-197.] Acerca de lo poco que se sabe en cuanto a las circunstancias que rodearon la presentación de la parábola, ver com. vers. 1, 14. Es evidente que esta parábola fue dirigida especialmente a los fariseos (cap. 15: 2; 16: 14), aunque los discípulos (cap. 16: 1), los publicanos y los pecadores (cap. 15: 1), y sin duda un gran público (ver com. cap. 12: 1; 14: 25; 15: 1) también estaban presentes.
Jesús continúa en esta parábola con la lección que ha presentado en la parábola del mayordomo infiel (cap. 16: 1-12): que la manera como se usan las oportunidades en esta vida determinará el destino futuro (ver com. vers. 1, 4, 9, 11-12). Esta parábola había sido especialmente dirigida a los discípulos (ver com. vers. 1); pero en el vers. 9 Jesús se dirige a los fariseos presentes (ver com. vers. 9). Estos, sin embargo, se negaron a aceptar las enseñanzas de Jesús acerca de la mayordomía y se burlaron de él (vers. 14). Jesús entonces destacó que era posible que fueran honrados por los hombres, pero que Dios leía su corazón como un libro abierto (ver com. vers. 15). Habían tenido suficiente luz, por mucho tiempo habían gozado de la enseñanza de la ley y de los profetas, y desde el ministerio de Juan la luz adicional del Evangelio les había sido dada (ver com. vers. 16). En los vers. 17-18 Jesús afirma que los principios expuestos en "la ley" son inmutables, puesto que Dios no cambia, y da un ejemplo de esta sublime verdad. A continuación presenta la parábola del rico y Lázaro para mostrar que el destino se decide en esta vida de acuerdo al uso de los privilegios y oportunidades que se tengan (PVGM 204). "Un hombre rico" representa en primer lugar a todos los que utilizan mal las oportunidades de la vida, y en sentido colectivo también a la nación judía que, como el rico, estaba cometiendo un error fatal (PVGM 211). La parábola consiste de dos escenas: una representa esta vida (vers. 19-22); la otra, la vida futura (vers. 23-31). La parábola del mayordomo infiel presentaba el problema en forma positiva, es decir, desde el punto de vista de uno que había hecho los preparativos para el futuro. La parábola del rico y Lázaro presenta el mismo problema, pero desde el punto de vista negativo, es decir, destacando la actitud de otro que no hizo los preparativos necesarios. El rico se equivocó al pensar que la salvación se basaba en ser descendiente de Abrahán y no en la preparación individual (cf. Eze. 18).
La parábola del rico y Lázaro debe interpretarse, como toda otra, en armonía con su contexto y con el sentido general de las Escrituras. Uno de los principios más importantes de interpretación es que cada parábola tenía el propósito de enseñar una verdad fundamental, y necesariamente tiene un significado intrínseco, sino para darle forma al relato. Es decir, no debe insistirse en que los detalles de una parábola tienen un significado literal en lo que a verdades espirituales se refiere, a menos que el contexto deje en claro que ese significado es parte integral de la intención original. De este principio se deduce este otro: no es sabio presentar los detalles de una parábola para enseñar una doctrina. Sólo puede ser tomada como base doctrinal la enseñanza fundamental de la parábola -según se deduce claramente de su contexto y se confirma por el sentido general de las Escrituras-, junto con los detalles que se explican en el contexto mismo. Ver pp. 193-194. La suposición de que Jesús quería que esta parábola enseñara que los hombres, buenos o malos, reciben al morir su recompensa, viola estos dos principios.
Según lo muestra claramente el contexto (ver lo anterior), esta parábola tenía el propósito de enseñar que el destino futuro queda 810 determinado por el modo en que los hombres aprovechan las oportunidades en esta vida. Jesús no estaba tratando aquí el estado del hombre en la muerte ni el tiempo cuando se darán las recompensas. Sencillamente estaba haciendo una clara distinción entre esta vida y la venidera, y mostrando la relación de la una con la otra. Además, interpretar que esta parábola enseña que los hombres reciben su recompensa inmediatamente después de morir, contradice claramente lo que Jesús mismo enseñó: "el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras" (ver com. Mat. 16: 27; 25: 31-41; cf. 1 Cor. 15: 51-55; 1 Tes. 4: 16-17; Apoc. 22: 12; etc.). Una de las reglas más importantes de interpretación es: los relatos y las expresiones figuradas deben entenderse a la luz de las afirmaciones literales de las Escrituras acerca de las verdades a las cuales se hace referencia. Aun aquellos que procuran hacer que esta parábola enseñe algo contrario a su contexto inmediato y al sentido general de las enseñanzas de Cristo, admiten que muchos de los detalles de la parábola son figurados (ver com. vers. 22-26).
Cabría entonces preguntarse por qué Jesús introdujo una parábola con ilustraciones figuradas que no representan con exactitud una verdad tan claramente expuesta en otros pasajes bíblicos, y especialmente en las propias declaraciones literales del Maestro. La respuesta es que Jesús estaba hablando a la gente de acuerdo con lo que ella conocía. Muchos de los presentes, sin tener el menor apoyo del AT, habían llegado a creer en la doctrina de que los muertos están conscientes entre la muerte y la resurrección (PVGM 206-207). Esta falsa creencia, que no aparece en el AT -ni tampoco en el NT-, impregnaba, en general, la literatura judía posterior al exilio (ver pp. 84-103), y como muchas otras creencias tradicionales se había convertido en parte del judaísmo en el tiempo de Jesús (ver com. Mar. 7:7-13). En esta parábola Jesús sencillamente se valió de una creencia popular para presentar con claridad una importante lección que deseaba inculcar en sus oyentes. También debe señalarse que en la parábola anterior -la del mayordomo infiel (Luc. 16:1-12)-, Jesús ni había aprobado ni condenado la mala acción del mayordomo, aunque su conducta fue el punto central del relato (ver com. vers. 8).
El conocido comentario bíblico International Critical Commentary dice lo siguiente en relación con el vers. 22: "Se sostiene el principio general de que la bienaventuranza y la desventura después de la muerte son determinados por la conducta anterior a la muerte; pero los detalles del cuadro son tomados de las creencias judías en cuanto a la condición de las almas en el Seol [ver com. Prov. 15:11], y no deben entenderse como una confirmación de esas creencias".
Algunas veces se hace notar que Jesús no dice que el relato del rico y de Lázaro es una parábola, al menos tal como la presenta Lucas (aunque el antiguo Códice de Beza dice que se trata de una parábola), mientras que en el caso de otras parábolas suele identificárselas como tales (Mat. 13: 3, 24, 33, 44-45, 47). Pero debería señalarse que aunque Jesús con frecuencia comenzaba una parábola diciendo que era una parábola o que el reino de los cielos se asemejaba a una persona o a una cosa en las circunstancias que a continuación relataba, no siempre lo hacía (Luc. 15: 8, 11 ; 16: 1). Lo mismo ocurre con varias parábolas del AT, como las de Juec. 9: 8-15 y 2 Rey 14: 9; pero nadie se atreve a decir -y menos a creer- que porque esas parábolas no se identifican claramente como tales, deben tomarse literalmente. La falacia de tal argumento es evidente cuando se leen las pocas referencias citadas.
Sin duda, Jesús quería que los fariseos se vieran a sí mismos en este rico, y que en el desventurado caso de éste contemplaran un cuadro de su propio y triste fin (ver com. vers. 14). Compárese a este rico con el de la parábola anterior (vers. 1). La palabra griega plóusios, "rico", aparece en la Vulgata latina como dives, "rico", lo cual ha dado origen a la tradición popular de que el rico se llamaba Dives. Según el P75, manuscrito griego de principios del siglo III, se llamaba Neu's. El rico tiene otros nombres en otras versiones. Quizá se le dio un nombre para que no sólo lo tuviera el mendigo sino también el rico.
Púrpura.
Gr. porfúra, "tela de color púrpura" o "vestido hecho con tela de color púrpura". Es posible que aquí se haga referencia a un manto exterior de gran precio (Gr. himátion, ver com. Mat. 5: 40), teñido de color púrpura. El color púrpura era el color de la dignidad real. La palabra porfúra originalmente se refirió a cierta especie de moluscos, los murex, comunes en el Mediterráneo, de 811 donde se obtenía la anilina de color púrpura. Este término, o su equivalente, se aplicó después a la tela teñida de púrpura o a una prenda hecha de esa tela (Mar. 15: 17, 20; Hech. 16: 14; Apoc. 17: 4; etc.). Se usaban tres tonos de esta anilina: púrpura, escarlata y azul.
Lino fino.
Gr. bússos, "lino", o tela hecha de lino. Es probable que aquí se refiera a la prenda interior, la "túnica" (Gr. jitÇ´n; ver com. Mat. 5: 40), hecha de lino egipcio. Bússos se refería originalmente a la planta del lino, y luego se aplicó a la tela hecha del lino. La púrpura era el color de la dignidad real, y el lino fino era la tela de lujo (Apoc. 18: 12; 19: 8, 14).
20.
Un mendigo.
Gr. ptÇjós, "mendigo", "pobre" (ver com. Mat. 5: 3). PtÇjós deriva del verbo ptÇssÇ´, "agacharse", "andar agachado como mendigo".
Lázaro.
Gr. Lázaros, nombre derivado del sustantivo común hebreo 'El'azar (ver com. Exo. 6: 23), que significa "Dios ha ayudado". Debe señalarse que el nombre corresponde bien con la condición espiritual del que lo llevaba. Esta es la única vez que se registra que Jesús diera nombre a uno de los personajes de una parábola, procedimiento necesario en este caso debido al diálogo que hay en la parábola (Luc. 16: 23-31). Pocas semanas más tarde Jesús resucitó a Lázaro de Betania (Juan 11: 1-46), pero no hay relación entre el mendigo de la parábola y el que fue objeto del mayor milagro de Jesús.
Echado a la puerta.
El rico tuvo muchas oportunidades para socorrer a Lázaro, pero no lo hizo. Evidentemente no trató mal al desventurado que, sin duda lo suponía el rico, estaba sufriendo un castigo de Dios. Su actitud fue similar a la que expresó Caín cuando respondió: "¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?" (Gén. 4: 9). No maltrató a Lázaro, pero no fue misericordioso con él. Adoptó una posición negativa frente a sus responsabilidades en esta vida, en vez de asumir una actitud positiva. No conocía el verdadero significado del segundo gran mandamiento de la ley, que ordena amar al prójimo (ver com. Mat. 5: 43; 22: 39; 25: 35-44). Este rico, como la nación judía, no estaba haciendo ningún bien positivo, y por eso era culpable de un grave mal. Se apropiaba de todas las ventajas que el cielo le había concedido disfrutando sólo de ellas para su propio placer y complacencia (PVGM 234).
Lleno de llagas.
El hecho de que Lázaro estuviera "echado a la puerta", sugiere que era inválido y no podía trasladarse solo.
21.
Ansiaba saciarse.
Por eso estaba a la puerta. Su necesidad era grande, y el rico podía suplirla. En el relato no hay nada que sugiera que Lázaro se quejara de Dios por su pobreza y sufrimiento. Parece que como Job, sobrellevó todo con paciencia y valor.
Las migajas que caían.
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto "lo que caía de la mesa" (BJ), es decir, los restos de comida (ver com. Mar. 7: 28). Es evidente que el rico nunca hizo esfuerzo alguno para dar alimento a Lázaro.
Le lamían.
El relato no dice si esto aliviaba su continuo dolor o lo empeoraba, aunque es más probable lo segundo. Si así fue, ésta sería la culminación de la angustia del pobre sufriente. Probablemente no podía evitar que los perros que merodeaban hambrientos por las calles (ver com. Mat. 7: 6; 15: 26) le lamieran las llagas.
22.
Fue llevado por los ángeles.
Cf. Mat. 24: 31. Con referencia a los principios que rigen la interpretación de Luc. 16: 25-31, ver com. vers. 19. Debe recordarse que el propósito de esta parábola es comparar las oportunidades que se tienen en esta vida y el uso que se hace de ellas, con la recompensa o castigo en la vida futura. El destino queda decidido cuando la persona muere, y los hombres deben aprovechar sus oportunidades en esta vida si quieren gozar de las bendiciones de la vida venidera.
Seno de Abraham.
Expresión típicamente judía, que equivale a "paraíso". En la antigua literatura judía algunas veces aparece Abrahán dando la bienvenida a los que llegan al paraíso. Jesús describió el paraíso como un lugar adonde "vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham" en la fiesta "en el reino de los cielos" (ver com. Mat. 8: 11; Luc. 14: 15).
Con referencia a Jesús "en el seno del Padre", ver com. Juan 1:18. Abrahán era el padre de los judíos (Juan 8: 39, 56), y éstos en la práctica habían llegado a buscar la salvación en Abrahán antes que en Dios (ver com. Luc. 16: 24). Creían que Abrahán daba la bienvenida a sus hijos en el paraíso en una forma muy parecida a la que ahora, a veces, se representa a Pedro recibiendo a los cristianos en la puerta del cielo.
Fue sepultado.
Los que afirman que este 812 relato debe tomarse en forma literal y no como una parábola, deberían fijarse que si el rico fue literal y corporalmente al tormento, entonces Lázaro fue también llevado inmediatamente al cielo en forma literal y corporal. Sin embargo, los cuerpos de Lázaro y del rico volvieron al polvo de donde habían sido originalmente tomados (Gén. 2: 7; 3: 19; Ecl. 12: 7).
23.
Hades.
Gr. hád's, "sepulcro" o "muerte" (ver com. Mat. 11: 23). El hád's es la morada de todos, buenos o malos, hasta que llegue la resurrección; por lo tanto, literalmente Lázaro también debía estar allí.
Sus ojos.
El rico yace sin vida en el hád's. No puede ver (ver com. vers. 24).
Tormentos.
Gr. básanos, "tortura", "tormento", de la misma raíz del verbo basanízÇ, que se emplea para describir a quienes sufren intensamente por alguna enfermedad (Mat. 8: 6), por la agitación de las olas del mar (Mat. 14: 24), y también se aplica a la fatiga que experimentaron los discípulos al remar (Mar. 6: 48). También se emplea para referirse a una tensión psíquica (2 Ped. 2: 8) y al "tormento" que sufrían los espíritus malignos cuando tuvieron que enfrentarse con Jesús (Mat. 8: 29; Mar. 5: 7; Luc. 8: 28). Por lo tanto, básanos, en singular, indica una gran angustia, agitación o aflicción.
La creencia de que la gente al morir va a un lugar a sufrir tormentos, no tiene ningún apoyo en la Biblia. Las Sagradas Escrituras enseñan con claridad que los muertos nada saben (Ecl. 9: 5; ver com. Sal. 146: 4). Jesús comparó la muerte con un sueño (Juan 11: 11, 14). Si se deduce por esta parábola que Jesús enseñó que los impíos cuando mueren son llevados a cierto lugar para ser atormentados, entonces se enseña tácitamente que Jesús está contradiciendo lo que enseñó claramente en otras ocasiones acerca de los muertos, y también contradice lo que la Biblia enseña acerca de este tema. Los pecadores sufrirán en el infierno de la géenna los tormentos del fuego (ver com. Mat. 5: 22), y no en el hád's (sepulcro). Cuando Jesús presentó al rico como si estuviera "atormentado en esta llama" (Luc. 16: 24) en el hád's, claramente estaba hablando en forma figurada, y, por lo tanto, sus palabras no se pueden interpretar en forma literal. En cuanto a los principios de interpretación que rigen la explicación de esta parábola, ver com. vers. 19.
Vio... a Abraham.
¿Están acaso tan cerca el cielo y el infierno que se pueda hablar desde uno al otro, y que los que están en el cielo pueden contemplar el sufrimiento de sus amigos y amados en el infierno sin poder aliviar su tormento, mientras que los que están en el infierno pueden observar la dicha de los justos en el cielo? No. Sin embargo, esto es lo que esta parábola enseña si se interpreta literalmente (ver com. vers. 19). Pero los que creen que es literal, se apresuran a añadir que el "seno" de Abrahán es sólo una figura literaria porque los santos no descansan literalmente en su seno. Además admiten que la proximidad del cielo con el infierno, que aquí aparece como muy real, es también solamente figurada. Pero desde el momento en que admiten que estas y otras declaraciones son evidentemente figuradas y no deben tomarse en forma literal, están asintiendo que toda la parábola es figurada. Y si no quieren admitir que es figurada, entonces se ven obligados a confesar que su decisión en cuanto a las partes que deben considerarse en forma figurada se basa sólo en una elección arbitraria, y no en ningún principio de interpretación claramente definido y consecuente.
Lázaro en su seno.
Ver com. vers. 22.
24.
Padre Abraham.
Abrahán aparece en la parábola como si presidiera sobre el hád's (ver com. vers. 23). El rico se dirige a Abrahán como si fuera Dios. Sufre aunque es descendiente del patriarca, y acude a él como acudiera un hijo a su padre.
Envía a Lázaro.
Evidentemente, el rico supone que, a su mandato, Lázaro debe ser enviado al hades, lo cual equivaldría, en cierto sentido, a continuar la relación que había sostenido con él en la tierra.
La punta de su dedo.
Quienes procuran hallar argumentos en esta parábola para probar la doctrina de la inmortalidad del alma, no pueden explicar por qué las almas tienen dedos. El cuerpo de Lázaro estaba en la tumba, inclusive también sus dedos. Es increíble que un espíritu desencarnado tuviera dedos -que no debe tener-, que los mojara en agua, y luego tocara una lengua inexistente de otro espíritu desencarnado. Evidentemente, Jesús estaba narrando algo imaginario, cuyo propósito era enseñar claramente una verdad específica en cuanto a la relación que existe entre esta vida y la futura (ver com. vers. 19), y que no tenía la intención de que sus palabras fueran tomadas en sentido literal. El rico, que sufre figuradamente en el hád's, aceptaría de buena gana el menor 813 alivio de sus tormentos; anhela ahora una gota de agua fresca así como Lázaro, mientras ambos vivían, deseaba los residuos de la mesa del rico (ver com. vers. 21). Si el rico tenía ojos (vers. 23) y lengua de verdad (vers. 24), y Lázaro tenía dedos (vers. 24), habría entonces que afirmar que cuando mueren las personas, buenas o malas, reciben inmediatamente lo que merecen como seres reales, esto es, con todas las partes de su cuerpo. Sin embargo, la parábola misma enseña claramente que no reciben su recompensa inmediatamente después de morir, pues sus cuerpos estaban en la tumba, en donde no hay fuego (ver com. vers. 22).
Atormentado en esta llama.
En cuanto a la evidencia de que dicha recompensa no se recibe inmediatamente después de la muerte, sino cuando Jesús vuelva visiblemente a este mundo, y más aún, después del milenio cuando los impíos sufrirán el castigo del fuego del infierno, ver com. vers. 19. Con referencia al fuego eterno, ver com. Mat. 5: 22.
25.
Hijo.
Gr. téknon (ver com. cap. 15: 31).
Recibiste.
Había recibido en vida todos los bienes que cualquiera pudiera desear, sin prepararse para la vida futura. Aplicó en forma inversa el principio de Mat. 6: 33: había buscado primeramente "todas estas cosas" esperando, sin embargo, que Dios encontraría alguna manera de añadirle más tarde el cielo. Compárese con el caso del rico necio (ver com. Luc. 12: 16-21) y la enseñanza de Jesús en cuanto a hacerse tesoros en el ciclo (ver com. Mat. 6: 19-21). El rico había recibido toda la recompensa que había de recibir (ver com. Mat. 6: 2). Su cuenta en el cielo mostraba que estaba en bancarrota moral. Debe destacarse que fue castigado no por haber poseído riquezas (ver com. vers. 19), sino por haberlas usado mal. Las malgastó egoístamente; no las puso al servicio de Dios y de sus prójimos (cf. Mat. 19: 21-22; 25: 25-30). No es pecado ser rico; Abrahán fue muy rico (Gén. 13: 2). Pero el rico de esta parábola sencillamente prefirió olvidar que era responsable por la manera en que usaba sus riquezas.
Lázaro también males.
Así como el rico no fue castigado porque era rico, Lázaro tampoco recibió la recompensa en el cielo solamente porque había sido pobre en esta tierra. Lo que determina el destino es el carácter moral, no las posesiones materiales.
26.
Además de todo esto.
La respuesta de Abrahán al pedido del rico tiene dos partes. En la primera (vers. 25), Abrahán le dice que no sería correcto concederle su petición; en la segunda (vers. 26), le señala que la condición del mundo venidero hace imposible concedérsela.
Sima.
Gr. jásma, "abismo", "espacio amplio", "inmensidad", palabra derivada de un verbo que significa "bostezar", "abrir la boca". El "abismo" que los separaba representa la enorme diferencia de carácter moral entre el rico y Lázaro (PVGM 213). El abismo que se ha interpuesto entre los dos realza el hecho de que después de la muerte no se puede modificar el carácter. Entonces será demasiado tarde para mejorarlo (Isa. 26: 10). El abismo que impedía al rico participar en la bienaventuranza del seno de Abrahán se había formado en esta vida, por no haber usado debidamente las oportunidades que se le habían presentado para desarrollar el carácter correcto (PVGM 215).
27.
Te ruego, pues.
El rico insinúa que no recibió una advertencia clara de la suerte que le esperaba al morir.
Le envíes.
El rico no puede comunicarse con sus parientes vivos, y Abrahán no le permite a Lázaro que lo haga.
29.
A Moisés y a los profetas.
Es decir, las Escrituras del AT. Esta era la forma en que comúnmente se hacía referencia a los escritos canónicos del AT en los días de Jesús (ver com. vers. 16). Jesús destacó una y otra vez que en asuntos de fe y de doctrina las Escrituras son de valor supremo, y las recomendó a sus oyentes, como lo hace aquí, como una guía segura para la salvación (ver Mat. 5: 17-19; Luc. 24: 25, 27, 44; Juan 5: 39, 45-47).
Oiganlos.
Según la amonestación de Jesús, dada aquí como consejo de Abrahán al rico, las Escrituras del AT constituían para la gente de su tiempo una guía segura para alcanzar la salvación, y acerca del más allá, una fuente autorizada de información para los que estaban y están vivos. El rico había sido advertido ampliamente en cuanto a la suerte que aguardaba a los que preferían vivir como él había vivido. Si se le hubiera dado luz adicional al respecto también la habría rechazado (ver com. vers. 31).
30.
No, padre Abraham.
El rico no acepta la decisión de Abrahán; insinúa que sabe más que Abrahán. Es evidente que no había aceptado que el AT era una evidencia convincente, y duda que sus cinco hermanos puedan aceptarla. Los que dan poca importancia a 814 los mensajes del AT harían bien en prestar atención a la suerte del rico de esta parábola, quien a pesar de haber tenido acceso a Moisés y a los profetas no había sacado de ellos ningún beneficio.
Si alguno fuere.
Como ya se indicó al comentar el vers. 19, el rico representa no sólo a los que no aprovechan las oportunidades que reciben en esta vida para desarrollar el carácter y para hacer el bien a los prójimos, sino también a la nación judía que, en conjunto, estaba siguiendo la misma conducta (ver t. IV, pp. 32-35).
La evidencia adicional que el rico exigía, reflejaba los diversos pedidos de los escribas y los fariseos para que Jesús les mostrara una señal. La vida, las enseñanzas y las obras de Jesús eran una evidencia convincente de su divinidad para todos aquellos que tuvieran motivos sinceros (cf. com. Mat. 15: 21; 16: 1); pero el tipo de evidencia que Jesús les ofrecía no era el que ellos deseaban o buscaban.
31.
Si no oyen.
Ver com. vers. 30. Los que no se dejaran impresionar por las claras enseñanzas de la verdad eterna que se encuentran en las Escrituras, no recibirían una impresión más favorable ni por el mayor de todos los milagros. Pocas semanas después de relatar esta parábola -y como si fuera una respuesta al desafío de los dirigentes judíos que pedían una evidencia mayor que la que hasta ese momento habían recibido-, Jesús resucitó a un hombre llamado Lázaro. Pero ese mismo milagro impulsó aún más a los dirigentes de la nación a intensificar su complot para quitar la vida a Jesús (ver com. Juan 11: 47-54). Y no sólo eso, sino que también pensaron que era necesario acabar con Lázaro para proteger su ya insostenible posición (Juan 12: 9-10; DTG 512). De este modo los judíos demostraron literalmente la verdad de lo que Jesús afirmó aquí: que los que rechazaban el AT rechazarían la luz mayor, aun el testimonio de alguien que se levantara de entre los muertos.
Se persuadirán.
No se convencerían de que debían arrepentirse (vers. 30).
Aunque alguno se levantare.
Pocas semanas después de todo esto, nuestro Señor resucitó a Lázaro (ver com. Juan 11: 1) para proporcionar a quienes persistían en criticarle la concesión del pedido expresado por el rico de la parábola. Pero, así como Jesús puso en labios del "padre Abrahán" la advertencia dirigida al rico, así también la mayoría de los judíos se negaron a creer en él. Y más aún: ese mismo milagro fue el que, en verdad, los impulsó definidamente, más que antes, a tramar la muerte de Jesús (Juan 11: 47-54).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1 1JT 381; PVGM 301
1-2 MC 247
1-9 PVGM 301-308
2 CMC 119, 184; HAd 333; 1JT 364, 369, 548, 560; 2JT 167; OE 282, 511; PVGM 307; 2T 280, 501, 510, 518, 570-571, 648, 684, 689; 3T 119, 544; 4T 612, 619; 5T 156; 7T 176, 295
2-9 CMC 105; PVGM 301-302
5 3JT 78; MJ 304; 9T 245
8 CMC 155; 1JT 455; PVGM 304; 4T 389
9 Ed 140; PVGM 306, 308; 1T 539, 542; 2T 664; 3T 117
9-11 1JT 70
9-12 1T 538
10 CH 409; CN 113, 142; Ed 55, 57, 110; HAd 268, 352; 1JT 509, 511, 566, 580, 589; 2JT 438; MB 160; MeM 177; MJ 141, 146, 226, 228; MM 177, 205; PP 224, 620; PR 163, 166,171, 358; PVGM 209, 290; 2T 48, 78, 84, 309, 312; 3T 22, 224, 556; 4T 186, 337, 572; 5T 414; TM 291
10-11 FE 152
11 1JT 386, 511; MB 19; 2T 250
11-12 TM 291
11-13 1JT 70
14-15 1T 539 17 DTG 274
19-21 PVGM 204
19-31 MB, 180; PVGM 204-215; 1T 539
20-21 2T 197 22-26 PVGM 206
26 Ev 450
27-31 PVGM 207
29, 31 PP 383
31 DTG 374, 740 815
LUCAS - CAPÍTULO 17 - AUDIO
1Cristo amonesta amonesta a no ofender a nadie, 3 y a perdonarse mutuamente. 6 El poder de la fe. 7 Cómo nos unimos a Dios; no Dios a nosotros; 11 Cristo sana a los diez leprosos. 22 Sobre el reino de Dios y la venida del Hijo del Hombre.
1 DIJO Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen!
2 Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.
3 Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiera, perdónale.
4 Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.
5 Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.
6 Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería.
7 ¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa?
8 ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú?
9 ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.
10 Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.
11 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos
13 y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
14 Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
15 Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz,
16 y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.
17 Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpios? Y los nueve, ¿dónde están?
18 ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?
19 Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
20 Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia,
21 ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros.
22 Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis.
23 Y os dirán: Helo aquí, o helo allí. No vayáis, ni los sigáis.
24 Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día.
25 Pero primero es necesario que padezca mucho, y sea desechado por esta generación.
26 Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.
27 Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.
28 Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;
29 mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos.
30 Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.
31 En aquel día, el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el campo, asimismo no vuelva atrás.
32 Acordaos de la mujer de Lot.
33 Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará.
34 Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado. y el otro será dejado.816
35 Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada.
36 Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado.
37 Y respondiendo, le dijeron: ¿Dónde, Señor? El les dijo: Donde estuviera el cuerpo, allí se juntarán también las águilas.
1.
Dijo Jesús.
[Perdón y fe, Luc. 17:1-6.] Nada se dice en cuanto al tiempo ni al lugar donde ocurrió esta parte del relato de Lucas. No parece haber relación directa con el capítulo anterior en lo que a contenido se refiere, y más aún: los fariseos, a quienes Jesús se dirigió antes (ver com. cap. 16:14), parecen estar ausentes ahora (Luc. 17:1-19). Se registra un viaje (cap. 17: 11) antes de que aparezcan de nuevo los fariseos en el relato (vers. 20), por lo tanto es muy probable que hubiera una transición de tiempo y de lugar entre los cap. 16 y 17. Según lo que se registra en el cap. 17, parece que en este viaje Jesús pasó por Samaria hasta los límites de Galilea, y finalmente de nuevo hasta el otro lado del Jordán, a Perea (ver com. Luc. 17: 11; mapa p. 213).
La falta de una conexión clara entre las diversas subdivisiones de las instrucciones impartidas en los vers. 1 - 10, ha inducido a algunos a pensar que aquí Lucas refiere lo esencial de lo que fue presentado en diversas ocasiones. Esto es muy posible, pero también puede ser que Lucas haya registrado aquí los puntos culminantes de las enseñanzas de Jesús a sus discípulos durante el transcurso de este viaje. Al mismo tiempo, es posible descubrir una relación básica entre las diversas partes, pero es discutible que haya, unidad de pensamiento en esta sección. En los vers. 1-2 Jesús afirma que es pecado inducir a otros a pecar, y en los vers. 3-4 indica a los discípulos el deber de perdonar a otros cuando los ofenden. Los vers. 5-6 se refieren a la fe como algo esencial para poder vivir los principios del Evangelio; y en los vers. 7- 10 se narra una parábola que ilustra los principios evangélicos. Con referencia a los vers. 1-2, ver com. Mat. 18:6-7.
Tropiezos.
Gr. skándalon, "motivo de tropiezo" (ver com. Mat. 5:29).
3.
Mirad.
Con referencia a los vers. 3-4, ver com. Mat. 18:15-22. No perdonar a otros es una forma de inducirles a caer en imprudencias y pecados. Luc. 17:1-2 se refiere a nuestros pecados contra otros; los vers. 3-4 atañen a nuestra actitud cuando otros pecan contra nosotros. No debemos ser tropiezo para otros, y al mismo tiempo debemos ser misericordiosos con ellos cuando nos hacen tropezar.
Contra ti.
La evidencia textual establece (cf. p. 147) la ausencia de estas palabras (no están en la BJ ni en BC), aunque el contexto indica que evidentemente Jesús se refiere a este tipo de falta.
4.
Siete veces.
Ver com. Mat. 18: 21-22.
5.
Los apóstoles.
No es claro si Lucas distingue aquí entre los doce como "apóstoles" y los otros que generalmente seguían a Jesús como "discípulos" (vers. 1). Los vers. 5-6 se refieren al poder de la fe.
Auméntanos la fe.
Ver com. Mat. 17: 20. El contexto sugiere que este pedido probablemente fue hecho en otro momento que el que se describe en Luc. 17:1-4 (ver com. vers. 1). Parece que los "apóstoles" sentían que tenían cierta medida de fe, pero comprendían que no era suficiente.
6.
Fe.
Tener fe, dijo Jesús, no significa cantidad sino calidad. Una persona tiene fe o no la tiene. Una cantidad ínfima de fe es suficiente para llevar a cabo tareas aparentemente imposibles. Lo que importa en la fe no es tanto la cantidad, sino que sea verdadera.
Sicómoro.
Gr. sukáminos, "morera negra" (Morus nigra), que sólo aparece aquí en el NT. El nombre del sicómoro de Luc. 19:4 (ver comentario respectivo) deriva del Gr. sukomoréa. Ninguno de los árboles corresponde con el que comúnmente se denomina "sicómoro" en las Américas.
Plántate en el mar.
Es probable que Jesús escogiera a propósito una ilustración tan difícil que pareciera absurda. Evidentemente no tenía la intención de que sus discípulos realizaran trucos de magia de esa clase. Esta ilustración es similar a la del camello que no puede pasar por el ojo de una aguja (ver com. Mat. 19:24). Las dos cosas son tan difíciles que literalmente resultan imposibles, y, por lo tanto, Jesús no se proponía que sus discípulos las consideraran literales. Ninguno de los milagros de Cristo fue de esa clase.
7.
¿Quién de vosotros?
[El deber del siervo, Luc. 17: 7-10. Con referencia a las parábolas, ver pp. 193-197.] Parece que esta breve parábola fue presentada en respuesta al pedido registrado en el vers. 5, aunque esta relación 817 no es segura. La fe capacita a los hombres para cumplir con su deber como hijos de Dios (ver com. vers. 10). Si no existe esta relación con el vers. 5, la parábola quizá fue presentada a los discípulos en otro momento del viaje descrito brevemente en el vers. 11 (ver com. vers. 1).
Siervo.
Gr. dóulos, "esclavo".
Ara.
La casa del amo probablemente estaba en la aldea, y sus tierras, a poca distancia. Los siervos generalmente se iban por la mañana a trabajar en los campos, y regresaban por la noche (ver com. Núm. 35: 4; Rut 2: 3; 3: 4; 4: 1).
Luego.
Gr. euthéÇs, "inmediatamente" (ver com. Mar. 1: 10). El adverbio euthéÇs, modifica la forma verbal "pasa"; es decir, que el amo no le dice inmediatamente que pase a la mesa, sino que pase inmediatamente a la mesa.
8.
¿No le dice más bien?
La construcción de la frase en griego indica que se espera una respuesta positiva (ver com. cap. 6: 39). Compárese con la respuesta negativa que se espera en el cap. 17: 9.
Cíñete.
Ver com. Sal. 65: 6.
9.
¿Acaso da gracias?
La construcción de la frase en griego indica que se espera una respuesta negativa a la pregunta (ver com. cap. 6: 39). Compárese con la respuesta positiva que se espera en Luc. 17: 8.
Pienso que no.
La evidencia textual establece (cf. p. 147) la omisión de esta frase. (La omiten la BJ, BC y NC.)
10.
Siervos inútiles somos.
Es decir, no merecemos ningún elogio especial. El amo ha recibido lo que ellos le deben, pero nada más digno de mencionarse. No ha sido beneficiado por su servicio hasta el punto de que debe sentirse obligado a honrarlos de una manera especial. Tienen su jornal, y eso es todo lo que deben esperar. No tiene ninguna obligación particular para con ellos. En otras palabras, Jesús tenía derecho de esperar mucho de sus discípulos, y Dios tiene derecho de esperar mucho de nosotros hoy. Cuando hacemos para él lo mejor que podemos, no por eso queda en deuda con nosotros, pues sólo hemos hecho lo que nos corresponde hacer.
Pablo refleja el espíritu del verdadero servicio cuando destaca que todo lo que ha sufrido y soportado por la causa de Cristo no es nada de que deba gloriarse (1 Cor. 9: 16). Su servicio fue motivado por un profundo sentido de obligación a su Maestro. Cuando predicaba el Evangelio estaba cumpliendo con una imperiosa obligación: "¡Ay de mí si no anunciaré el evangelio!" (1 Cor. 9:16).
11.
Yendo Jesús a Jerusalén.
[Diez leprosos son limpiados, Luc. 17:11- 19. Cf. com. Mar. 1:40-45; ver mapa p. 213; diagrama p. 221; con referencia a milagros, pp. 198-203.] Parece que este viaje, que se menciona brevemente, fue una gira, primero por Samaria, después por los límites de Galilea, y después probablemente cruzando el Jordán, por Perea, para llegar finalmente a Jerusalén. Si así fue, es posible, según lo han sugerido algunos, que este viaje debe ser el mismo que se menciona en Juan 11: 54, durante el cual Jesús y sus discípulos se retiraron hacia el norte desde Betania y Jerusalén para evitar la manifiesta hostilidad que se produjo a raíz de la resurrección de Lázaro (vers. 53). Este viaje hacia el norte los habría llevado hasta los límites de Galilea. De este modo, aunque Jesús en verdad se iba alejando de Jerusalén, estaba haciendo la última gira que finalmente lo llevaría de nuevo a esta ciudad y a la cruz. Es probable que durante el transcurso de este viaje Jesús también permaneciera en Samaria por un breve lapso con sus discípulos, dedicando por lo menos parte del tiempo a ministrar a la gente allí. A este viaje tal vez le siguió un breve período en Perea, de donde Jesús pasó por Jericó y Betania para asistir a la última pascua.
Entre.
La evidencia textual establece (cf. p. 147) el texto día méson, "entre" en vez de diá mésou, "por medio de" (RVA). Lucas no parece referirse ahora a un viaje a través de Samaria y de Galilea, de donde Jesús había partido por última vez (ver com. Mat. 19:1-2) pocas semanas o meses antes, sino a un viaje por el límite entre las dos regiones mencionadas.
12.
Diez hombres.
Los leprosos no estaban dentro de la aldea, pues esto no les era permitido. Se acercaron a Jesús cuando estaba a punto de entrar en la aldea. Posiblemente vivían juntos en alguna rústica choza en los campos, a cierta distancia de la aldea. Con referencia a la lepra, a las restricciones que se imponían a los leprosos, a la actitud de los judíos para con los que tenían lepra y las estipulaciones rituales que se aplicaban a quienes se curaban de esa enfermedad, ver com. Mar. 1:40-45, donde se registra el primer caso de que Jesús sanara a un leproso.
Se pararon de lejos.
Como lo exigía la ley. A los leprosos no se les permitía que se acercaran 818a otras personas, ni siquiera en los caminos. Estos leprosos fueron más cuidadosos en observar la ley del aislamiento que el leproso mencionado en Mar. 1:40-45.
13.
Maestro.
Gr. epistátes (ver com. cap. 5: 5).
14.
Mostraos.
Como lo exigía la ley de Moisés (ver com. Mar. 1:44).
Mientras iban.
La curación dependía de que actuaran con fe. No fueron sanados mientras permanecieron en presencia de Jesús, sino cuando procedieron a cumplir las instrucciones del Maestro. Cuando se apartaron de Jesús aún eran leprosos. Si hubieran aguardado una evidencia visible de que habían sido sanados antes de partir para Jerusalén, donde serían declarados limpios, es evidente que la curación nunca habría ocurrido. Era necesario que actuaran por fe, como si ya hubieran sido sanados, antes de que la curación se efectuara. El que no se allega al Señor con fe no debe esperar "que recibirá cosa alguna del Señor" (Sant. 1: 7; cf. Heb. 11: 6). La obediencia manifiesta que hay fe, porque "la fe sin obras es muerta" (Sant. 2: 17- 20). El que tiene una fe genuina vivirá de acuerdo con todos los mandatos de Dios; pero sin fe es imposible e inútil obedecer. Fe y obediencia se complementan; la una no puede existir sin la otra (Sant. 2: 17).
15.
Uno de ellos.
Sólo uno (cf. vers. 17).
Glorificando a Dios.
Uno de ellos comprendió que el poder divino lo había liberado de las ataduras de su espantosa enfermedad, y puso en primer lugar lo más importante: glorificó a Dios. Este samaritano se destaca en el registro evangélico como un modelo de gratitud.
16.
Se postró rostro en tierra.
Esta es la típica posición de súplica y gratitud en el Cercano Oriente, ya sea para con Dios o para con una persona (ver com. Est. 3:2).
Era samaritano.
Los otros nueve posiblemente creyeron que como eran hijos de Abrahán, merecían ser curados. Pero este samaritano, que quizá consideraba que no merecía la bendición de la salud que tan repentina e inesperadamente había recibido, apreció el don que el cielo le había concedido. Los que se olvidan de agradecer a Dios por las bendiciones que reciben y no aprecian verdaderamente lo que Dios hace por ellos, corren el grave peligro de olvidarlo por completo (Rom. 1: 21-22).
17.
Los nueve, ¿dónde están?
Una clara evidencia de que a Dios le agrada si apreciamos las bondades recibidas de su mano. Los nueve deberían haber estado profundamente agradecidos, pero era evidente que no lo estaban. Por lo menos no expresaron ningún aprecio.
18.
Extranjero.
Otros ejemplos de curación de personas no judías aparecen en Luc. 7: 1-10; Mat. 15: 21-28; Mar. 7: 31-37; 8: 22-26. Con referencia al significado de la palabra "extranjero" en el AT, ver com. Exo. 12: 19, 43, 45; 20: 10; Núm. 9: 14; Deut. 10: 19; 14: 21, 29.
19.
Tu fe.
Ver com. cap. 17: 14.
20.
Preguntado por los fariseos.
[La venida del Reino, Luc. 17: 20-37. Cf. com. Mat. 24: 3, 26-41.] No sabemos si los fariseos se encontraron con Jesús durante este viaje (ver com. vers. 11) o después de su llegada a Perea. Es probable que transcurriera entonces el mes de marzo del año 31 d. C., a lo sumo unas pocas semanas antes de la pascua. Compárese este episodio con anteriores exigencias de los fariseos para obtener información de Juan el Bautista (Juan 1: 19-22) y de Jesús (Mat. 16: 1; Mar. 2: 16; Juan 2: 18).
Cuándo había de venir el reino.
Habían transcurrido casi cuatro años desde que Juan el Bautista comenzara a proclamar que "el reino de los cielos" se había acercado (Mat. 3: 2; ver com. vers. 1). La gente de Galilea había escuchado a Jesús proclamando el mismo mensaje por lo menos durante dos años (ver com. Mat. 4: 12; Mar. 1: 15). Ahora los fariseos se acercan a preguntar cuánto tiempo más deben esperar antes de ver una evidencia concreta de que el reino verdaderamente estaba por llegar. Al hacer esta demanda, los fariseos estaban desafiando la autenticidad del mesianismo de Jesús e insinuaban que era un falso mesías.
De Dios.
Según puede verse, el concepto equivocado de los fariseos acerca del reino mesiánico fue lo que los impulsó a hacer esta pregunta (ver com. cap. 4: 19). Entendían que el reino de Dios era una organización política, y que el Mesías Rey sería un gobernante temporal que dominaría todas las naciones y las subyugaría al gobierno judío (ver t. IV, pp. 27-40). Sus egoístas sueños todavía no se habían materializado, y por lo tanto estaban seguros de que el "reino" aún no había llegado. El reino todavía era futuro para ellos.
No vendrá con advertencia.
Mejor "no viene el reino de Dios con observación"; es decir, no puede observarse su venida. El reino del cual Juan y Jesús habían hablado 819 -el reino de la gracia- ya se encontraba presente; pero los ciegos fariseos no lo habían detectado porque sólo estaban observando la apariencia externa de las cosas (1 Sam. 16: 7). No habían visto ninguna señal que pudiera darles a entender que se acercaba la clase de reino que ellos esperaban. Se necesitaba discernimiento espiritual para percibir la venida del reino de la gracia divina al corazón de los hombres (ver com. Luc. 17: 21).
21.
Entre vosotros.
El griego puede entenderse "entre vosotros" o "dentro de vosotros". Se ha discutido cuál significado conviene al contexto. La única otra vez que se emplea la palabra que aquí se traduce "entre", tiene claramente el sentido de "dentro" y no de "entre" (Mat. 23: 26). El reino de la gracia divina ciertamente no estaba en el corazón de los fariseos, y este hecho ha inducido a muchos comentadores a preferir la traducción "entre vosotros". Sin embargo, Jesús claramente se estaba dirigiendo a los fariseos (ver com. Luc. 17: 20). Por otra parte, debería notarse que a pesar de eso, la declaración de Jesús no necesita entenderse con el sentido de "entre". Sencillamente podría haberles estado diciendo que el reino de Dios no es algo que uno puede esperar que verá observando cuidadosamente con los ojos, sino que para descubrirlo hay que encontrarlo dentro del corazón de cada uno.
22.
Dijo a sus discípulos.
No se sabe si esto fue en presencia de los fariseos (ver com. vers. 20-21) o en algún momento posterior cuando Jesús estuvo solo con sus discípulos. Parece que la plática de los vers. 22-37 fue pronunciada inmediatamente después de los comentarios de los vers. 20-21 o poco después.
Tiempo vendrá.
El discurso de los vers. 22-37 se refiere al reino futuro de la gloria y no al reino actual de la gracia divina (ver com. Mat. 4: 17; 5: 2-3). Jesús ha afirmado que el reino de la gracia ya está presente, que ha sido establecido y que actúa en el corazón de los hombres (Luc. 17: 21). Pero advierte ahora a sus discípulos que el reino de gloria, el cual los fariseos erróneamente creían que era el tema de la enseñanza de Jesús, todavía es futuro; "tiempo vendrá" contrasta con "está entre vosotros" (vers. 21).
Desearéis ver.
Desearían ver el establecimiento real del reino de la gloria cuando venga el Hijo del hombre (ver com. Mat. 25:31). Jesús habla aquí del anhelo del corazón de todo verdadero discípulo de que llegue el pleno cumplimiento del reino venidero. El anhelo de los doce se intensificaría a medida que meditaran en las oportunidades que habían tenido en el pasado al caminar y hablar con su amado Maestro (DTG 467), pero que en esos momentos no habían apreciado plenamente. Jesús estaba ahora con ellos, pero muchos no estimaban debidamente su presencia. Cuando les fuera quitado, su aprecio del privilegio de estar con él aumentaría grandemente. Antes de su partida les prometería volver otra vez (Juan 14:1-3), y en su ausencia anhelarían ardientemente su prometido regreso.
Hijo del Hombre.
Ver com. Mat. 1: 1; Mar. 2: 10.
No lo veréis.
Porque el momento de la segunda venida no había llegado aún.
23.
Helo aquí.
Ver com. Mat. 24: 23, 26. Cuando Jesús venga por segunda vez, su aparición no se circunscribirá a un lugar específico, sino que será universal.
Ni lo sigáis.
Ya habían surgido muchos falsos mesías, y aparecerían muchos más. Teudas, a quien habían seguido cuatrocientos hombres y Judas de Galilea, quien "llevó en pos de sí a mucho pueblo", quizá pueden haberse contado entre los falsos mesías (Hech. 5: 36-37). El desierto era con frecuencia el lugar donde se congregaban estos entusiastas agitadores políticos. A pesar del intenso anhelo de los discípulos de que su Maestro volviera, no debían dejarse engañar pensando que un mesías advenedizo y militar pudiera ser el Cristo.
24.
Como el relámpago.
Ver com. Mat. 24: 27. El regreso de Jesús vendrá repentina e inesperadamente como un relámpago (cf. 1 Tes. 5: 1-5), pero en forma visible y dramática.
25.
Primero es necesario que padezca.
La cruz debía preceder a la corona (ver com. Mat. 16: 21; Mar. 9: 31; etc.). Los discípulos no debían esperar de inmediato el reino de gloria (ver com. Mat. 25: 31).
Desechado por esta generación.
Ver com. Mat. 11: 16; 23: 35-38.
26.
Como fue.
Ver com. Mat. 24: 37.
27.
Comían.
Mientras los antediluvianos llevaban a cabo sus actividades normales, vino el diluvio y los sorprendió. No esperaban un cambio tan brusco y repentino. Estaban absortos en sus actividades y placeres mundanales, adormecidos por una falsa sensación de seguridad. No estaban suficientemente 820 preocupados por lo que vendría (ver com. Gén. 6: 5-13; cf. 2 Ped. 2: 5).
28.
Los días de Lot.
Ver com. Gén. 18: 20-21; cf. 2 Ped. 2: 7-8.
29.
Fuego y azufre.
Ver com. Gén. 19: 24-25; cf. 2 Ped. 3: 7, 10-12; Apoc. 20: 9.
30.
Hijo del Hombre.
Ver com. Mat. 1: 1; Mar. 2: 10; cf. Luc. 17: 22.
Se manifieste.
Gr. apokalúptÇ, "descubrir", por lo tanto, "manifestarse". La palabra "apocalipsis" deriva del verbo apokalúptÇ, y significa "revelación". El verbo se refiere aquí a la revelación del Hijo del hombre en poder y gloria, así como algunas veces el sustantivo apokálupsis, "apocalipsis", se refiere a la venida de Jesús (ver 1 Cor. 1: 7; 2 Tes. 1: 7; 1 Ped. 1: 7, 13).
31.
En aquel día.
Compárese con la doble profecía de Mat. 24: 15-20, según la cual el caso de los cristianos que estuvieran viviendo en Jerusalén cuando la ciudad cayera ante los romanos en el año 70 d. C., en cierta medida representaría el de los cristianos antes de la segunda venida de Cristo (ver com. Mat. 24: 16-17).
En la azotea.
Ver com. Mat. 24: 17.
Sus bienes.
Las posesiones materiales tienen poco valor cuando la vida está en peligro, y procurar salvarlas puede llevar a la pérdida de la vida. A Lot de nada le valieron las posesiones que tenía en Sodoma cuando tuvo que huir. Pudo alegrarse de haber escapado con vida (ver com. Gén. 19: 17).
32.
Acordaos de la mujer de Lot.
La esposa de Lot se convirtió en un tristísimo ejemplo de los resultados del desmesurado apego a las cosas materiales de esta vida. Su deseo de aferrarse a las cosas que acababa de dejar en Sodoma le causó su muerte (ver com. Gén. 19: 26).
33.
Salvar su vida.
Es decir "salvarse a sí mismo". Ver com. Mat. 16: 25. Esta gran paradoja del cristianismo expresa una de las grandes verdades eternas del Evangelio (ver com. Mat. 6: 33).
35.
Dos mujeres.
Ver com. Mat. 24: 41.
36.
Dos estarán.
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) la omisión del vers. 36. Sin embargo, no hay duda de que se haya encontrado en Mat. 24: 40 (ver el comentario).
37.
¿Dónde, Señor?
Es decir "¿en qué circunstancias?" Parece que los discípulos quedaron perplejos en cuanto al tiempo cuando ocurrirían las cosas de las cuales Cristo les hablaba y la manera en que sucederían (ver com. Mat. 24: 3).
Donde estuviera el cuerpo.
Parece que Jesús usó aquí un dicho común en esa época para responder a la pregunta de los discípulos (ver com. Mat. 24: 28).
Águilas.
Gr. aetós, "águila", pero que en este caso podría referirse a "buitres". Las águilas no suelen juntarse en grupos ni se alimentan de carroña como los buitres (ver com. Hab. 1: 8).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
3 PVGM 194-195
3-4 PVGM 195
5 COES 79; MJ 119
10 Ev 433; MB 332; 2T 465; 3T 526; 4T 228; 7T 209
12-16 DTG 313, 452; 2JT 108; MC 96; MeM 175
12-19 3T 179
20-21 3JT 144
20-22 DTG 467
26 FE 221; 1JT 398, 508; PP 93; TM 129
26-27 1JT 509; 2JT 122
26-28 FE 317; PR 529
26-30 3T 162; Te 251
28 PP 162
28-30 CH 24; PP 162; 3TS 134
29 OE 132
30 PP 94
33 5TS 171
35-36 TM 23 821
LUCAS - CAPÍTULO 18 - AUDIO
3 La viuda importuna. 9 El fariseo y el publicano. 15 Unos niños son traídos a Cristo. 18 El joven rico no sigue a Cristo por causa de sus riquezas. 28 La recompensa de quienes dejen todo por seguir a Cristo. 31 Cristo predice su muerte, 35 y le devuelve la vista a un ciego.
1 TAMBIEN les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,
2 diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario.
4 Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre,
5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.
6 Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto.
7 ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?
8 Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?
9 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:
10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.
11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.
13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
15 Traían a él los niños para que los tocase; lo cual viendo los discípulos, les reprendieron.
16 Mas Jesús, llamándolos, dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
17 De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
18 Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
19 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.
20 Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.
21 El dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
22 Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
23 Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico.
24 Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
25 Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
26 Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
27 El les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.
28 Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido.
29 Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios,
30 que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.
31 Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán 822 todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre.
32 Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido.
33 Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.
34 Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía.
35 Aconteció que acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
36 y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.
37 Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno.
38 Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
39 Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
40 Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó,
41 diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista.
42 Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado.
43 Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.
1.
Una parábola.
[Parábola de la viuda y el juez injusto, Luc. 18: 1-8. Cf. com. cap. 11: 5-8; con referencia a las parábolas, ver pp. 193-197.] Esta parábola fue presentada con toda probabilidad cuando Jesús impartió la enseñanza registrada en el cap. 17: 20-37 (ver com. vers. 20; cf. PVGM 129-130). Es probable que en ese tiempo estuviera transcurriendo el mes de marzo del año 31 d. C., poco tiempo después de la resurrección de Lázaro (ver com. vers. 11, 20) y sólo unas pocas semanas antes de la última pascua. El lugar fue quizá algún sitio de Perea. Parte de la enseñanza precedente (ver com. vers. 20) había sido dirigida directamente a los fariseos, y por eso es probable que aún estuvieran presentes. Sin embargo, Jesús se había estado dirigiendo a sus discípulos (cap. 17: 1; cf. 16: 1) cuando los fariseos le interrumpieron con la pregunta acerca del tiempo de la venida del reino (cap. 17: 20). Es probable que después de esto Jesús haya dirigido otra vez su atención en primer lugar a los discípulos. En realidad, después de contestar específicamente la pregunta de los fariseos (vers. 21), Jesús, al menos en parte, ya se había vuelto a dirigir a los discípulos (ver com. vers. 22).
Debe tenerse en cuenta que la amonestación de orar siempre y sin desmayar sigue inmediatamente al tema del tiempo de crisis que precederá al segundo advenimiento (cap. 17: 22-37), especialmente desde el punto de vista de los engaños destinados a descarriar a los elegidos. Lo mismo ocurre con una advertencia similar en el cap. 21: 36 (cf. Mar. 13: 33).
La necesidad de orar siempre.
Esta parábola se aplica específicamente al caso del pueblo de Dios en los últimos días (PVGM 129), como una advertencia contra los engaños a los cuales deberá hacer frente y a la persecución que tendrá que sufrir. La segunda venida y el tiempo de prueba que la precederá hacen indispensable "orar siempre sin desfallecer" (BJ). La oración es, más que un deber, una necesidad. Jesús no habla aquí de orar sin hacer esfuerzos prácticos para cooperar con los agentes celestiales, con el propósito de conseguir lo que se pide en oración pero descuidando la responsabilidad personal (ver com. "no desmayar"). Jesús quiere decir que no debemos dejar de orar cuando se demoran las respuestas a nuestras oraciones (vers. 7-8). Orar siempre también significa vivir de tal modo, día tras día y hora tras hora, que podamos estar en constante relación con Dios. Con referencia a los principios que rigen la interpretación de las parábolas, ver pp. 193-194. Acerca de la vida de oración de Jesús, ver com. Mar. 1: 35; 3: 13. En cuanto a otras enseñanzas de Jesús a sus discípulos, referentes a la oración, ver com. Luc. 11: 1-9. Compárese también con la enseñanza dada en Mat. 9: 38.
No desmayar.
Jesús amonesta a los discípulos a no cansarse de orar ni a desanimarse en la oración. La Mishnah se refiere a la costumbre de orar tres veces al día (Berakoth 4. 1). Dos veces correspondían con las horas del ofrecimiento del sacrificio por todo Israel en la mañana y en la tarde, y del incienso delante del velo (ver com. Luc. 1: 9-10). La costumbre de orar tres veces al día parece que fue adoptada por los cristianos (Didajé 8). En la segunda mitad del siglo IV, se prohibieron expresamente las oraciones hechas cada hora (Tanchuma, folio 15. 3).823
2.
En una ciudad un juez.
Literalmente "cierto juez en cierta ciudad". Jesús era muy cuidadoso al usar una ilustración de este tipo. Se aseguró de que sus oyentes no pudieran referirla a determinado juez. Los enemigos de Jesús habrían aprovechado inmediatamente cualquier oportunidad para acusarlo de debilitar la confianza en el gobierno (ver com. cap. 23: 2).
Ni temía a Dios.
Este juez evidentemente hacía lo que le parecía. No demostraba amor a Dios ni a sus prójimos; tampoco respetaba ninguna de las dos tablas de la ley (ver com. Mat. 22: 34-40).
3.
Una viuda.
En la antigua sociedad del Cercano Oriente la viuda solía ser la más desvalida de todas las personas, especialmente si no tenía hijos que defendieran sus derechos. Esta viuda parece que no tenía a nadie que la protegiera. Además, tampoco disponía de recursos para sobornar al endurecido juez ni nada que ofrecer en pago para que se le hiciera justicia. El salmista representa a Dios como "defensor de viudas" (Sal. 68: 5). Santiago dice que "la religión pura. . . es. . . visitar. . a las viudas en sus tribulaciones" (Sant. 1: 27). Uno de los ayes pronunciados por Cristo contra los fariseos se debió a que devoraban "las casas de las viudas" (ver com. Mat. 23: 14; cf. com. Job 22: 9).
Hazme justicia.
Ver PVGM 131. Es evidente que el esposo de la viuda le había dejado una propiedad, quizá hipotecada, pero alguien se negaba a devolvérsela en el tiempo estipulado por la ley (ver com. Lev. 25: 23-25). La viuda, al no tener quien defendiera sus derechos, sin duda dependía completamente del sentido de justicia y de misericordia del juez; pero éste ni era justo ni misericordioso. Era todo lo contrario de Dios; reflejaba el carácter de Satanás.
Adversario.
Gr. antídikos, "opositor", vocablo también empleado como término legal para designar al oponente en un pleito judicial. Por lo general se refiere al acusado, pero puede también referirse al demandante (ver com. Mat. 5: 25). Satanás es el antídikos del cristiano (1 Ped. 5: 8; cf. Zac. 3: 1-4). Antídikos también aparece en la LXX en 1 Sam. 2: 10, donde se traduce como "adversario", y en Est. 8: 1 donde se traduce como "enemigo".
4.
Después de esto.
Después de negarse a hacer justicia "por algún tiempo", la persistencia de la viuda lo cansó.
Dentro de sí.
Ver com. vers. 11.
Ni temo a Dios.
Ver com. vers. 2.
5.
Esta viuda me es molesta.
La persistencia en presentar su pedido era la única arma que la viuda tenía a su disposición. Su gran necesidad no despertó el sentido de justicia o de misericordia del juez (ver com. vers. 3); pero la persistencia de la viuda provocó su impaciencia. En un instante y con poco esfuerzo de su parte, podría haber ordenado que se hiciera justicia, pero no lo hizo hasta que le fue más fácil hacer justicia que dejar de hacerla.
Le haré justicia.
Ver com. vers. 3. No por un sentido de justicia ni por simpatía por la situación difícil de ella, sino para evitarse mayores inconvenientes. No respetaba la ley y era completamente indiferente al sufrimiento y a la opresión.
Me agote la paciencia.
Literalmente "me golpee debajo del ojo", "me deje el ojo negro"; es decir, me atormente, me termine de cansar. Sin duda, el juez emplea esta frase en sentido figurado.
6.
Injusto.
Este adjetivo describe exactamente la opinión de Jesús acerca de un juez de esta clase, así como describe lo que pensaba del mayordomo infiel (ver com. cap. 16: 8).
7.
¿Y acaso?
La construcción griega de la pregunta indica que se espera una; respuesta positiva (ver com. cap. 6: 39). La lección de la parábola se basa en el agudo contraste entre el carácter del juez injusto y el de un Dios justo y misericordioso. Si el juez finalmente respondió al pedido de la viuda movido por motivos egoístas, cuánto más responderá Dios a quienes le presentan sus peticiones. Con referencia a un contraste similar, ver com. Mat. 15: 26-27. Si la persistencia logra resultados positivos con un juez injusto, no hay duda de que la misma virtud no pasará inadvertida y sin recompensa delante de un Dios justo.
Sus escogidos.
Ver Sal. 105: 6, 43; Isa. 43: 20; 65: 15.
Claman a él día y noche.
Es decir, continua o persistentemente (ver com. vers. 1). Compárese con el pedido de justicia de las almas que Juan vio debajo del altar (Apoc. 6: 9- 10).
¿Se tardará en responderles?
A los escogidos puede parecerles algunas veces que Dios demora en responder (Hab. 1: 2), pero en verdad está obrando apresuradamente. Pone en acción fuerzas que harán lo que él considera que conviene a los elegidos, y estas fuerzas pueden actuar mucho tiempo antes de que los resultados se vean. Además, Dios algunas 824 veces puede demorar el hacer juicio a sus escogidos para que los que los persiguen puedan tener tiempo y oportunidad de arrepentirse. Dios ama tanto a los perseguidores como a los perseguidos. No "retarda su promesa", pero al mismo tiempo no quiere "que ninguno perezca" (2 Ped. 3: 9). Por otra parte, el carácter se perfecciona por medio de la prueba (ver com. Job 23: 10) y a veces Dios puede demorar la respuesta a nuestras peticiones para que haya oportunidad de que el carácter se desarrolle (DTG 170; PVGM 138, 140). La demora también sirve para aumentar nuestro sentimiento de necesidad, sin el cual muchas veces es imposible que Dios obre en nuestro favor (PVGM 118). Con referencia a la actitud de Dios para con sus escogidos que sufren injustamente y a la actitud que ellos deberían asumir en tales circunstancias, ver 1 Ped. 2: 20-24.
8.
Os digo.
Estas palabras destacan la conclusión que aquí se presenta.
Cuando venga.
Esta es una de las primeras referencias directas que hizo nuestro Señor de su segunda venida, a la cual ya había hecho una breve alusión unos seis meses antes (Mat. 16: 27). La parábola de la cizaña, presentada aproximadamente un año y medio antes de este momento, habla del "Hijo del Hombre" que envía a sus ángeles para separar la cizaña del trigo (ver com. Mat. 24: 31), pero no se refiere directamente al regreso de Jesús a esta tierra (ver Mat. 13: 40-43; cf. Luc. 17: 22-30).
Algunos comentadores no han visto la relación entre la declaración de que cuando el Hijo del hombre venga encontrará muy poca fe en la tierra, y la parábola anterior. Piensan que se trata de un dicho aislado de Jesús, y que Lucas incidentalmente insertó aquí. Quienes toman esta posición no se han dado cuenta que "el Hijo del Hombre" "hará justicia" a sus escogidos cuando regrese (vers. 7-8). Este es un hecho claramente enseñado en otros pasajes de la Escritura en relación con su venida (Mat. 16: 27; Apoc. 22: 12). En esa ocasión Cristo se presentará como juez (Mat. 25: 34-46; Rom. 2: 16; 2 Tim. 4: 1, 8; 1 Ped. 4: 5; Apoc. 19: 11).
Hijo del Hombre.
Ver com. Mat. 1: 1; Mar. 2: 10.
¿Hallará fe en la tierra?
Mejor "¿hallará la fe en la tierra?" Las circunstancias inmediatamente anteriores a la venida de Cristo serán tales, que parecerá que el mal ha triunfado y que Dios ha dejado a sus escogidos para que sufran y caigan delante de sus enemigos (CS 688). Pocas semanas después de presentar esta parábola, cuando Jesús habló de las señales de su venida, advirtió a sus discípulos que sufrirían una "gran tribulación" (Mat. 24: 21) que los probaría hasta el extremo (vers. 22); pero que los escogidos perseverarían hasta el fin y serían salvos (vers. 13).
Confiaban en sí mismos.
Aunque no se los nombra en forma directa, es evidente que Jesús se refería a los fariseos. Esto se enfatiza por el hecho de que es un fariseo el que, en la parábola, es puesto como ejemplo de uno que confiaba en sí mismo como justo y menospreciaba a los otros. Los escribas y los fariseos habían estado presentes cuando Jesús estaba enseñando (ver com. cap. 15: 2; 16: 14; 17: 20), y es probable que estuvieran presentes ahora también. Lucas indica en su introducción a la parábola que ésta estaba dirigida a quienes tenían confianza en sí mismos y no en Dios (cap. 18: 8-9). La fe de ellos era una falsa confianza, en contraste con la verdadera fe que Dios querría que desarrollaran. La descripción que Pablo hace de sí mismo como fariseo (Fil. 3: 4-6), ilustra la mentalidad de los fariseos que "confiaban en sí mismos".
Como justos.
Es decir, según sus propias normas de justicia, las cuales los fariseos, por lo general, observaban rigurosamente, o por lo menos pretendían observar. La norma farisaica de justicia consistía en la estricta observancia de las leyes de Moisés y de las tradiciones rabínicas. En esencia, era justificación por obras. El concepto farisaico, legalista, de la justicia, se basaba en la suposición de que la salvación debía ganarse observando ciertas reglas de conducta, y casi no prestaba atención a la necesaria consagración del corazón a Dios y a la transformación de los motivos y de los propósitos de la vida. Los fariseos realzaban la letra de la ley, pero ignoraban el espíritu de ella. El concepto de que la conformidad externa a los requerimientos divinos era todo lo que Dios pedía, sin considerar el motivo que impulsaba a cumplirlos, daba forma a su manera de pensar y de vivir. Jesús había advertido en diversas ocasiones a sus discípulos y a otros en contra de este concepto formalista de la salvación (ver com. Mat. 5: 20; 16: 6; Luc. 12: 1).
Menospreciaban.
Gr. exouthenéo, "despreciar", "menospreciar", "tener en poco". Este verbo se traduce como "menospreciar" en 825 Luc. 23: 11; Rom. 14: 10; 2 Cor. 10: 10; y como "reprobar" en Hech. 4: 11. Quienes se consideran como ejemplos de virtud tienden a considerar a sus prójimos con menosprecio o desdén.
Los otros.
Mejor "los demás" (BJ). Es decir, los fariseos trataban con desprecio a todos los que no aceptaban su definición de la justicia ni regían su vida de acuerdo con ella.
9.
Esta parábola.
[Parábola del fariseo y el publicano, Luc. 18: 9-14; con referencia a parábolas, ver pp. 193-197.] No hay una clara relación entre esta parábola y la anterior acerca del juez injusto, y no hay cómo saber si las dos fueron dichas en la misma ocasión. Esta parábola, como la anterior, quizá fue presentada durante el mes de marzo del año 31 d.C., en algún lugar de la región de Perea.
10.
Dos hombres.
Jesús no quiso decir que no hubiera otros presentes, sino que sólo menciona a los dos a quienes se refiere la parábola. Uno de ellos se consideraba santo, y fue al templo para alabarse delante de Dios y de los hombres. El otro se consideraba pecador, y fue al templo para confesar su pecado delante de Dios, para suplicar su misericordia y obtener el perdón.
Subieron.
Se usa este verbo quizá para referirse a la subida desde las partes más bajas de la ciudad hasta el monte Moriah. Para los fariseos asistir a la hora de la oración por la mañana y por la tarde, así como a los otros servicios del templo, era un acto de mérito que tenía el propósito de ganar el favor de Dios y la aprobación de los hombres. Acerca de los actos religiosos celebrados con este fin, Jesús dijo: "ya tienen su recompensa" (ver com. Mat. 6: 2). Un espíritu de verdadera humildad ante Dios y nuestros prójimos es una de las mejores evidencias de conversión (ver com. Miq. 6: 8).
Orar.
Probablemente a la hora de la oración matutina o vespertina (ver com. cap. 1: 9-10). Aún después de Pentecostés algunos de los apóstoles parecen haber seguido la costumbre de asistir al servicio del templo en las horas de oración (Hech. 3: 1; cf. cap. 10: 3).
Fariseo.
Ver pp. 53-54. En ese tiempo, el fariseo representaba el más alto nivel de religiosidad judía.
Publicano.
Ver p. 68. Por otra parte, el publicano representaba el nivel más bajo de la escala social judía.
11.
Puesto en pie.
Esta posición era común en la oración (1 Sam. 1: 26; 1 Rey. 8: 14, 22; Mat. 6: 5; Mar. 11: 25; ver com. Neh. 8: 5; Dan. 6: 10).
Consigo mismo.
"En su interior" (BJ). Es decir, en forma inaudible, quizá sólo con movimientos de labios o en voz muy baja. El fariseo posiblemente se estaba dirigiendo a sí mismo y no a Dios. Es posible que el fariseo se hubiera apartado a cierta distancia de los otros adoradores reunidos en los atrios del templo, como si hubiera sido demasiado bueno para juntarse con ellos aun en la oración.
Dios, te doy gracias.
Sin duda, lo que en verdad quería decir era: "Dios, debieras estar agradecido de tener una persona como yo entre los que han venido a adorarte. Soy incomparablemente superior a la gente común".
Los otros hombres.
Mejor "los demás hombres" (BJ); es decir, el resto de los seres humanos (ver com. vers. 9). La gente común estaba lejos de alcanzar la elevada norma de justicia propia del fariseo. Siempre es peligroso determinar la medida de nuestra justicia comparándonos con nuestros prójimos, no importa cuál sea el estado de ellos (ver com. Mat. 5: 48). En notable contraste con la actitud del fariseo, Pablo se consideró como el primero de los pecadores (1 Tim. 1: 15).
Ladrones.
Gr. hárpax, "ladrón"; como adjetivo significa "rapaz" (ver com. Mat. 7:15; Luc. 11: 39). El fariseo continúa entonces con una enumeración de los defectos que no posee, confiado en que así será más estimado por Dios. Presenta una lista de algunos pecados de los cuales no es culpable. Está agradecido por sus propias virtudes y no por la justicia y la misericordia de Dios. Está agradecido de que mediante su esfuerzo diligente se ha mantenido estrictamente dentro de la letra de la ley, pero parece desconocer totalmente el espíritu que debe acompañar a la verdadera obediencia para que sea aceptable a Dios.
Injustos.
No había quebrantado manifiestamente la ley.
Adúlteros.
Ver com. Mat. 5: 27-32.
Ni aun como este publicano.
Es posible que la palabra "este" se utilice no sólo para designar al publicano, sino para expresar cierto desprecio hacia él (ver com. cap. 14: 30; 15: 2). "Este publicano" se destacaba porque podía ser visto aun "estando lejos" del resto de la multitud, en otro lugar (cap. 18: 13). Cuando el fariseo descubrió la presencia de ese bribón despreciado por la sociedad, pensó en su oración: "Ahí tienes, Señor, 826 un ejemplo de lo que quiero decir: ese despreciado recaudador de impuestos. Me regocijo de no ser un pícaro como él".
12.
Ayuno dos veces.
Después de presentar la lista de los pecados de que no era culpable, el fariseo pasó a enumerar las virtudes de las cuales se enorgullecía especialmente, virtudes que sin duda consideraba que le comprarían la salvación. Según los fariseos, si una persona hacía suficientes actos meritorios, podía cancelar su deuda de malas acciones. Los fariseos se enorgullecían de ayunar (ver com. Mat. 6: 16-18) más de lo que requería la ley y de ser más escrupulosos en sus diezmos de lo que demandaba la ley (ver com. Mat. 23: 23). Parecían creer que a Dios le agradaba que ellos hicieran ese esfuerzo adicional, voluntario, más allá de lo que requería el deber.
El ayuno se practicaba los lunes y los jueves, especialmente en las siete semanas que transcurrían entre la pascua y Pentecostés, y en los dos meses que separaban el fin de la fiesta de los tabernáculos, el 22 del mes séptimo, de la fiesta de la dedicación, el 25 del mes noveno (ver t. II, p. 112; t. I, pp. 722-723; Lev. 23: 2-42; com. Juan 10: 22).
Los cristianos fervorosos ayunaban más tarde en miércoles y viernes en ciertas épocas del año, para evitar que se los confundiera con los judíos que ayunaban los lunes y los jueves. En la Didajé (8. 1), documento cristiano no canónico del siglo II, se hace la advertencia: "Vuestro ayuno no sea hecho en común con los hipócritas, porque ellos ayunan en el segundo y en el quinto día de la semana; mas vosotros ayunad el cuarto día y en el día de la preparación".
Diezmos de todo.
Aun de las cosas que no se mencionaban específicamente en la ley mosaica referente al diezmo (ver com. Mat. 23: 23); cosas tales como "la menta y el eneldo y el comino". Eso era quizá más de lo que exigía la enseñanza rabínica.
13.
Estando lejos.
Probablemente estaba lejos del fariseo y de los demás adoradores porque sabía que todos lo miraban mal. Los demás no se sentirían alegres de tener que estar cerca de un publicano (ver com. cap. 3: 12).
Alzar los ojos.
Jesús levantó lo ojos por lo menos una vez para orar (Juan 17: 1). Compárese con la descripción de Ezequiel 18: 6, 15; cf. vers. 12, en la cual un justo es el que no ha levantado "sus ojos a los ídolos". Se acostumbraba orar de pie, con las manos levantadas al cielo (1 Rey. 8: 22; Sal. 28: 2; 63: 4; 134: 2; 1 Tim. 2: 8).
Se golpeaba el pecho. La actitud del recaudador de impuestos testificaba de la sinceridad de sus palabras y daba una vívida expresión a su sentimiento de pequeñez. Se sentía indigno aun de orar, pero la comprensión de su necesidad lo impulsaba a hacerlo.
Sé propicio.
Es decir "sé misericordioso", "ten compasión" (BJ). Ver com. Mat. 5: 7. La primera condición para ser aceptado por Dios es sentir la necesidad, tener la convicción de que sin la misericordia divina estaríamos completamente perdidos (PVGM 122). En contraste con el fariseo, el publicano sin duda pensó en muchos pecados, y sabía que los había practicado; pensó en las virtudes y sabía que no poseía ninguna de ellas. Como el apóstol Pablo, se sentía pecador (1 Tim. 1: 15), que necesitaba desesperadamente la gracia divina. La misericordia es un aspecto del amor divino, aspecto que no se había manifestado y que por lo tanto no podía haberse conocido plenamente hasta que el pecado entró en el universo. La misericordia es la expresión del amor divino manifestado a quienes no lo merecen. La palabra griega que se traduce como "sé propicio" parece tener un significado muy parecido al de la palabra hebrea jésed (ver Nota Adicional del Salmo 36), que suele traducirse como "misericordia" (1 Crón. 16: 34; Sal. 5 1: 1; 52: 1; 136: 1- 26; 138: 2).
Pecador.
Literalmente "el pecador" (cf. 1 Tim. 1: 15). El recaudador de impuestos habla como si no hubiera otros pecadores, como si él fuera el único. Se coloca en una clase aparte como el fariseo. No es tan virtuoso como los otros, es el pecador. El fariseo se consideraba muy superior a los demás (Luc. 18: 11); el publicano se consideraba muy inferior a los otros.
14.
Os digo.
Jesús con frecuencia empleó esta expresión para presentar la declaración de una verdad importante o para darle mayor realce. También la empleó para presentar la conclusión de un razonamiento o de una parábola. Lucas registra repetidas veces la expresión "os digo" (cap. 4: 25; 9: 27; 10: 24; 12: 51; 13: 3, 5, 27; 17: 34; 18: 8, 14; 19: 40).
Justificado.
Es decir, aceptado por Dios y declarado justo delante de él. El fariseo creía que era justo (vers. 9), pero Dios no lo consideraba así. El publicano se sentía pecador (ver vers. 13), y este reconocimiento abrió el camino para que Dios lo declarara sin pecado, 827 un pecador justificado por la misericordia divina (ver com. vers. 13). La diferencia estaba en la actitud de los dos para consigo mismos y para con Dios.
Antes que.
El fariseo se descalificó a sí mismo de modo que no pudo recibir la misericordia y la gracia de Dios. Su engreimiento cerró la puerta de su corazón a las ricas corrientes del amor divino que produjeron gozo y paz en el publicano. La oración del fariseo no podía ser aceptada por Dios porque no estaba acompañada por el incienso de los méritos de Jesucristo (ver PP 365-367; com. Exo. 30: 8).
Se enaltece.
Ver com. Luc. 14: 11; Mar. 9: 35. El origen de la lucha entre el orgullo y la humildad se encuentra en la raíz misma del conflicto entre el bien y el mal.
Con Luc. 18:14 concluye la "gran inserción" de Lucas, nombre que muchas veces se le da a la sección comprendida entre los capítulos 9: 51 y 18: 14 (ver com. cap. 9: 51), pues ningún otro evangelista registra la mayor parte de los episodios y de las enseñanzas que aparecen en esta parte del relato.
15.
Los niños.
[Jesús bendice a los niños, Luc. 18: 15-17 = Mat. 19: 13-15 = Mar. 10: 13-16. Comentario principal: Mateo.] La palabra griega que se traduce como "niños" se refiere más bien a los pequeños o infantes.
17.
De cierto.
Ver com. Mat. 5: 18.
Como un niño.
Cf. Mat. 18: 2-4.
18.
Un hombre principal.
[El joven, rico, Luc. 18: 18-30 = Mat. 19: 16-30 = Mar. 10: 17-31. Comentario principal: Mateo.]
24.
Se había entristecido mucho.
La evidencia textual sugiere (cf. p. 147) la inclusión de esta frase, aunque falta en varios MSS importantes.
31.
Subimos a Jerusalén.
[Jesús anuncia nuevamente su muerte, Luc. 18: 31-34 = Mat. 20: 17-19 = Mar. 10: 32-34. Comentario principal: Mateo.] Este episodio se conoce generalmente como el tercer anuncio de la muerte de Jesús, pero en lo que concierne al Evangelio de Lucas es el sexto. Los primeros dos anuncios se produjeron durante el transcurso de los seis meses de retiro que siguieron al rechazamiento público de Jesús en Galilea (cap. 9: 22, 44), entre la pascua del año 30 d. C. y la fiesta de los tabernáculos del mismo año. Después, durante el transcurso del ministerio en Perea relatado extensamente por este evangelista (cap. 9: 51 a 18: 14) -una fase del ministerio de Cristo no registrada en ningún otro Evangelio (ver com. cap. 9: 51)-, Lucas registra tres veces más en las cuales Jesús se refirió, por lo menos en forma indirecta, a su inminente pasión y muerte (cap. 12: 50; 13: 33; 17: 25). Estas tres ocasiones adicionales ocurrieron en los seis meses que siguieron a la fiesta de los tabernáculos del año 30 d. C.
34.
Nada comprendieron.
Lucas se detiene más que los otros sinópticos en la completa falta de comprensión de los discípulos en cuanto a las tristes verdades que Jesús procuraba aclararles. Esto se debía sencillamente a que la mente de ellos estaba llena de ideas equivocadas en cuanto a la naturaleza del reino que Jesús había venido a establecer. Era evidente que no querían ni pensar en ningún asunto que no concordara con sus ideas preconcebidas sobre el tema (DTG 501-502).
35.
Un ciego.
[Un ciego de Jericó recibe la vista, Luc. 18: 35-43 = Mat. 20: 29-34 = Mar. 10: 46-52. Comentario principal: Marcos.]
39.
Los que iban delante.
"Los que estaban al frente". Esta descripción proporciona un detalle interesante en cuanto a la formación del grupo que viajaba con Jesús. "Los que iban delante" bien podían haber sido parte del grupo de Jesús, y no simplemente algunos de los curiosos que siempre se reunían alrededor de él, ni siquiera algunos de los peregrinos que subían a Jerusalén por el mismo camino donde iba Jesús (ver com. Mar. 10: 47).
42.
Te ha salvado.
Es decir "te ha sanado".
43.
Todo el pueblo.
Lucas aquí añade algo que no mencionan ni Mateo ni Marcos: la reacción de los que vieron el milagro. Los dirigentes judíos con frecuencia atribuían el poder de Jesús al diablo (ver com. Mat. 12: 24); pero la gente común creía -en agudo contraste- que el poder de Jesús provenía de Dios porque su percepción no estaba cegada por los prejuicios.
LUCAS - CAPÍTULO 19 - AUDIO
1 Zaqueo el publicano. 11 La parábola de las diez minas (monedas). 28 Cristo entra triunfante en Jerusalén; 41 llora por la ciudad; 45 expulsa a los compradores y vendedores del templo, 47 y enseña diariamente en él. Los gobernantes procuran matarlo, pero no lo hacen por miedo al pueblo.
1 HABIENDO entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad.
2 Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico,
3 procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura.
4 Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.
5 Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.
6 Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso.
7 Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.
8 Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
9 Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.
10 Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
11 Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.
12 Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver.
13 Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.
14 Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros.
15 Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.
16 Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.
17 El le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.
18 Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas.
19 Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.
20 Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;
21 porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.
22 Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre
829 severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré;
23 ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses?
24 Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas.
25 Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas.
26 Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
27 Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí.
28 Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.
29 Y aconteció que llegando cerca de Bet-fagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos,
30 diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo.
31 Y si alguien os preguntaré: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita.
32 Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo.
33 Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?
34 Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.
35 Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima.
36 Y a su paso tendían sus mantos por el camino.
37 Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto,
38 diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!
39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
40 El, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.
41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,
42 diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.
43 Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,
44 y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
45 Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él,
46 diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
47 Y enseñaba cada día en el templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle.
48 Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole.
COMENTARIO BIBLICO ADVENTISTA
1.
Habiendo entrado Jesús en Jericó.
[Jesús y Zaqueo, Luc. 19: 1-10. Ver mapa p. 213; diagrama p. 221.] Con referencia al tiempo, a las circunstancias y al marco histórico de este incidente, ver com. Mar. 10: 46. Es probable que el encuentro de Jesús con Zaqueo ocurriera la semana antes de la pascua del año 31 d. C., cuando Jesús iba rumbo a Jerusalén.
2.
Zaqueo.
Gr. Zakjáios, que deriva del Heb. Zakkai, y significa "puro". En el AT aparece una persona de nombre "Zacai" (Esd. 2: 9; Neh. 7: 14), que corresponde con Zakkai. No hay razón para pensar que el relato de Zaqueo sea tan sólo otra versión del relato del llamamiento de Mateo, como lo han afirmado algunos comentadores modernos, y menos aún porque Lucas registra ambos episodios (cap. 5: 27-32). Es evidente que Zaqueo era judío (cap. 19: 9). Los presentes protestaron porque Jesús se asociaba con él por ser pecador, y no porque fuera gentil (ver com. vers. 7; com. Mar. 2: 14-15).
Jefe de los publicanos.
Gr. arjitelÇn's, palabra compuesta que significa "jefe de recaudadores de impuestos". Compárese con la palabra arjieréus, "sumo sacerdote" (Mar. 2: 26). Quizá podríamos decir hoy que Zaqueo era el director de la recaudación de impuestos de la región y que, como tal, estaba 830 encargado de recaudar los impuestos y los derechos aduaneros en la importante ciudad fronteriza de Jericó, que era la entrada de todo el tránsito que cruzaba el río Jordán desde el este. El vado del Jordán que se encuentra a unos 8 km al este de Jericó, era uno de los tres puntos importantes entre el mar de Galilea y el mar Muerto, donde se podía cruzar el río aun en primavera. Lucas menciona con frecuencia a los recaudadores de impuestos (cap. 3: 12; 5: 27; 7: 29; 15: 1; 18: 10), y siempre habla favorablemente de esos parias de la sociedad, en armonía con su característico énfasis en el hecho de que Jesús era amigo de los pobres, los oprimidos y los desechados de la sociedad.
Rico.
Los recaudadores de impuestos, respaldados por el poder de Roma, solían exigir a la gente más de lo que era legal (ver p. 68; com. cap. 3: 12).
3.
Procuraba ver quién era Jesús.
Es posible que Zaqueo por algún tiempo hubiera estado sintiendo deseos de ver a Jesús, de saber quién era esa persona tan renombrada. El comienzo del ministerio de Juan el Bautista se había desarrollado en Betábara o "Betania, al otro lado del Jordán" (BJ), probablemente no lejos de Jericó (ver com. Mat. 3: 2; Juan 1: 28). Zaqueo había sido uno de los muchos que habían ido a oírle predicar (DTG 507). Es también factible que hubiera estado entre los publicanos que preguntaron a Juan: "Maestro, ¿qué haremos?" (Luc. 3: 12). Zaqueo quedó impresionado con el mensaje de Juan, y aunque en ese momento no estuviera plenamente convertido, las palabras de Juan comenzaron a actuar como levadura en su corazón (DTG 507). Zaqueo había oído hablar antes de Jesús y comenzó entonces su obra de confesión y restitución (DTG 507-508). Sentía un intenso anhelo de tener la oportunidad de ver a Jesús y de aprender más perfectamente del Maestro el camino de la vida. Hasta cierto punto ya había puesto en práctica el Evangelio en su propia vida actuando en armonía con los preceptos enunciados en Lev. 25: 17, 35-37 (ver com. Luc. 19: 8). Compárese con el caso de Mateo (ver com. Mar. 2: 13-14).
No podía a causa de la multitud.
Las estrechas calles de las antiguas ciudades, muchas veces apenas más anchas que una braza, habían hecho más difícil la solución del problema de Zaqueo. Pero éste de ninguna manera se daría por vencido.
4.
Corriendo delante.
Zaqueo oyó la noticia de la llegada de Jesús cuando el Maestro entró en la ciudad de Jericó (DTG 507). Debido a que las multitudes pasaban por la ciudad en camino a la celebración de la pascua, el jefe de los recaudadores de impuestos (ver com. vers. 2), sin duda había estado con más trabajo que de costumbre. Sin embargo, abandonó todo para poder ver a Jesús.
Subió.
Este procedimiento no era del todo correcto para un caballero bien vestido como Zaqueo. Sin embargo, estuvo dispuesto a ser considerado raro con tal de no perder la oportunidad de contemplar, aunque fuera por un momento, al que tanto había deseado ver. Es probable que el árbol al cual subió Zaqueo estuviera en el lado occidental de la ciudad (ver com. Mar. 10: 46) y no en una de las angostas calles (ver com. Luc. 19: 3).
Sicómoro.
Gr. sukomoréa, Ficus sycomorus, "sicómoro". Se cree que sukomoréa deriva de súkon, "higo", y de moréa, "morera", porque las hojas de este árbol se parecen a las hojas de la morera y su fruto al de la higuera. Es un árbol de ramas bajas y extendidas que da buena sombra. Sería raro encontrar árboles como éste en las angostas calles de las antiguas ciudades, pero era común encontrarlos junto al camino a la puerta de la ciudad (ver com. Mar. 10: 46). Ver com. Amós 7: 14; Luc. 17: 6.
5.
Le vio.
La evidencia textual establece (cf. p. 147) la omisión de "le vio".
Pose yo.
El verbo empleado en el griego puede referirse a una visita de cierta duración en el día, o a pasar la noche, Esta es la única vez que se registra que Jesús se invitara a sí mismo a casa de alguien. Un hombre de la posición de Zaqueo seguramente tenía amplias comodidades para recibir visitas, y Jesús sabía que Zaqueo no se sentiría molesto aunque las visitas le llegaran inesperadamente. No se nos dice cómo reconoció Jesús a Zaqueo para poder llamarlo por su nombre. Es muy posible que alguno de los que estaban allí le diera la información, pero lo más probable es que se trata de un caso de conocimiento sobrenatural similar al que se presenta en Juan 1: 47. Jesús sabía que recibiría una calurosa bienvenida. Zaqueo había deseado ardientemente tener la oportunidad de ver a Jesús (Luc. 19: 3), y tuvo que haberse sentido muy honrado y satisfecho al tener el privilegio de recibir en su propia casa al gran Maestro. Jesús sabía todo esto, y fue a la casa del recaudador de impuestos con el propósito 831 específico de instruirlo en el camino del reino (DTG 509-510).
6.
Gozoso.
Literalmente "regocijándose", del Gr. jáirÇ (ver com. cap. 1: 28).
7.
Murmuraban.
Gr. diagoggúzÇ, forma enfática del verbo goggúzÇ, también traducido como "murmurar" (ver com. Mat. 20: 11; Luc. 5: 30). Sin duda estaban presentes en la multitud muchos habitantes de Jericó a quienes Zaqueo o sus agentes virtualmente habían robado, y que lo consideraban como ladrón.
8.
Puesto en pie.
Según parece, Zaqueo iba caminando con Jesús, pero al oír las airadas protestas de la multitud (vers. 7) se dio vuelta para hacer frente a sus acusadores, y se dirigió a Jesús.
La mitad de mis bienes.
La disposición a desprenderse voluntariamente de la riqueza que había adquirido en forma injusta era una de las mejores evidencias posibles que podría haber dado de su conversión. "Ningún arrepentimiento que no obre una reforma es genuino" (DTG 509). Compárese lo que hizo voluntariamente Zaqueo con la negativa del joven rico de desprenderse de sus riquezas cuando se le pidió que lo hiciera (ver com. Mat. 19: 21-22). El caso de Zaqueo demostró que un rico sí podía entrar en el reino de los cielos (ver com. Mat. 19: 23-26).
Los pobres.
Entre los judíos se consideraba que socorrer a los pobres era un acto importantísimo de piedad y de religión práctica. Dios había dado instrucciones específicas para que los pobres fueran socorridos (Lev. 19: 10, 15; 25: 35-43; Est. 9: 22; Rom. 15: 26; ver com. Mat. 5: 3).
He defraudado.
Zaqueo ya había comenzado a devolver sus ganancias fraudulentas (ver com. vers. 3); y ahora se propuso restituir cabal y sistemáticamente todo lo que había obtenido ilícitamente. Esto superaría lo que sus peores acusadores en la multitud -los sacerdotes, escribas y fariseos- pudieran decir de su propia conducta. El comercio del templo proporcionaba a éstos innumerables oportunidades para defraudar a todos los que venían a rendir culto (ver com. Mat. 21: 12).
Lo devuelvo cuadruplicado.
Si la restitución era voluntaria, la ley de Moisés demandaba que sólo se añadiera un quinto de la cantidad que se había defraudado (Lev. 6: 5; Núm. 5: 7). Pero una restauración cuatro veces mayor era uno de los castigos extremos en caso de hurto, pues equivalía, además, a la pérdida del valor de los bienes robados (Exo. 22: 1; ver com. 2 Sam. 12: 6). La suma que debía devolverse era, por lo general, el doble de lo robado, si la propiedad o el dinero robado se hallaban en poder del ladrón (Exo. 22: 4, 7). La cantidad que Zaqueo prometió devolver era la mejor evidencia posible de que su corazón había experimentado un cambio.
9.
Hoy.
Esto quizá se refiera a la decisión reflejada en la confesión y la promesa de Zaqueo (vers. 8), en vista de la transformación que ya había ocurrido en su vida.
Esta casa.
Los miembros de la casa de Zaqueo se beneficiaron por la decisión que él tomó.
El también.
Cf. cap. 13: 16. La sociedad judía había catalogado a Zaqueo como a un ser despreciable; lo había tildado de pecador (cap. 19: 7), y por lo tanto incapacitado para recibir las recompensas que los judíos consideraban automáticas para todos los descendientes literales del padre Abrahán. Pero Jesús, con palabras que todos podían entender, lo inscribe ahora en el libro del favor divino. Con referencia al concepto judío acerca de la importancia y del valor de ser descendiente literal de Abrahán, ver com. Mat. 3: 9; Juan 8: 39.
10.
El Hijo del Hombre.
Ver com. Mat. 1: 1; Mar. 2: 10.
A buscar y a salvar.
Ver com. Mat. 1: 21; 10: 6; Luc. 15: 6, 9, 20.
Lo que se había perdido.
Ver com. Mat. 1: 21. Uno bien podría esperar encontrarse aquí con la frase "los que se habían perdido", es decir todos los pecadores. Pero Jesús no sólo vino a rescatar al hombre, sino también a todo lo que se perdió por causa del pecado del hombre. El mundo será restaurado a su hermosura edénica y será habitado por una raza sin pecado, y todo lo que se había perdido también será renovado "en los tiempos de la restauración de todas las cosas" (Hech. 3: 21).
11.
Oyendo ellos.
[Parábola de las diez minas, Luc. 19: 11-28. Cf. com. Mat. 25: 14-30; con referencia a las parábolas, ver pp. 193-197.] Estas palabras indican la estrecha relación que hay entre la parábola de las minas y lo que Jesús había dicho en casa de Zaqueo (vers. 9-10). Por lo tanto puede deducirse que quizá fue presentada en la casa de Zaqueo o cerca de allí, en Jericó, o tal vez poco después en alguna pausa en el camino de Jericó a Betania, distante unos 24 km. Es probable que para este tiempo transcurriera la semana anterior a la pascua del año 31 d. C. 832 Con referencia a las circunstancias y los acontecimientos que precedieron la presentación de esta parábola, ver com. Mat. 20: 17.
Prosiguió Jesús y dijo.
Literalmente "añadiendo dijo". Esta expresión aparentemente redundante era característica en el hebreo, y en varios casos aparece en el griego del NT quizá como una indicación de la influencia del hebreo en los Evangelios (Luc. 20: 11-12; Hech. 12: 3; etc.; cf. Gén. 4: 2; 8: 12; 25: 1; Job 29: 1).
Cerca de Jerusalén.
A pesar de que Jesús había dicho repetidamente a sus discípulos que iba a Jerusalén para morir (ver com. Mat. 16: 21; 20: 17-19; Mar. 9: 31; Luc. 18: 31), éstos seguían acariciando la esperanza de que él sería proclamado como rey de Israel y aceptaría el trono de David. Esta falsa esperanza había causado continuas discusiones entre ellos acerca de quién sería el primero en el reino (ver com. Mar. 9: 33-40; Mat. 20: 20). Un año antes se había hecho en Galilea un intento popular de coronar a Jesús como rey (ver com. Mat. 14: 22; Mar. 6: 42; Juan 6: 15; DTG 340- 341). El sentimiento popular favorecía cada vez más tal proceder, y sin duda los discípulos fomentaban esta idea como lo habían hecho en aquella ocasión anterior. La base de este concepto equivocado acerca de los propósitos de Cristo, era la falsa esperanza mesiánica enseñada por los rabinos, esperanza que se basaba, a su vez, en la falsa interpretación de las profecías mesiánicas del AT (t. IV, pp. 28-36; ver com. Luc. 4: 19; cf. Rom. 11: 25; 2 Cor. 3: 14-16).
Ellos pensaban.
El falso concepto del reino mesiánico, tan anhelado por los discípulos de Jesús y también por sus compatriotas en general, proporcionó la ocasión para el relato de esta parábola. Los discípulos esperaban confiadamente que el reino se establecería durante la próxima pascua, fiesta que conmemoraba la liberación de Israel de Egipto y que, más que cualquier otra fiesta nacional, señalaba el nacimiento de la nación hebrea.
El reino de Dios.
Con referencia a la verdadera naturaleza del reino de Cristo, ver com. Mat. 3: 2-3; 4: 17; 5: 2-3; y en cuanto al falso concepto referente a ese reino, ver com. Luc. 4: 19. Cada una de las parábolas de Cristo fue pronunciada con el propósito de ilustrar alguna verdad específica respecto a su reino, y más frecuentemente acerca del reino de la gracia divina en el corazón de los hombres; pero también, como lo hizo aquí, con referencia al establecimiento del reino de gloria.
Se manifestaría inmediatamente.
La emoción de los discípulos aumentaba con cada paso rumbo a Jerusalén. Jericó dista unos 27 km de Jerusalén, y como Jesús y sus discípulos viajaban desde esta ciudad a Jerusalén es evidente que estaban relativamente cerca de la ciudad. Es probable que los discípulos consideraban que ésta era la marcha triunfal a Jerusalén, y que allí tomarían el reino y colocarían a su Maestro en el trono de Israel. Se sentían seguros de este acontecimiento debido a varias declaraciones recientes de Jesús (ver com. cap. 18: 31).
12.
Un hombre noble.
Jesús se está refiriendo aquí evidentemente a sí mismo. Hay mucho parecido entre esta parábola, conocida como la parábola de las minas, y la parábola de los talentos, registrada en Mat. 25: 14- 30; pero hay también diferencias igualmente notables. Algunos han sugerido que se trata de dos versiones de un mismo relato, pero las diferencias entre las dos parábolas y las circunstancias en las cuales fueron presentadas hacen que esta conclusión sea insostenible (ver com. Mat. 25: 14). Con referencia a los parecidos entre las dos parábolas, ver comentario de la parábola de los talentos (Mat. 25: 14-30). Las observaciones que aquí se hacen de Lucas se refieren mayormente a aquellos aspectos que difieren de la parábola de los talentos.
Fue a un país lejano.
Quizá Jesús basó esta parábola en uno o más episodios históricos bien conocidos por sus oyentes (ver com. cap. 15: 4). El primer episodio probable es un viaje hecho por Herodes el Grande a Roma en el año 40 a. C. para hacer frente a las ambiciones de Antígono y para conseguir que fuera instituido como rey de Judea. El senado romano rechazó las pretensiones de Antígono y confirmó a Herodes como rey (Josefo, Antigüedades, xiv. 14. 1-5; Guerra i. 14. 2-4). Pero hay un paralelo más cercano en un segundo episodio que muchas veces se sugiere como la base histórica de esta parábola. Se trata del viaje de Arquelao, hijo de Herodes el Grande, a Roma, para conseguir la confirmación de que sería rey de Judea en lugar de su padre. Pero su derecho al título real le fue negado por César Augusto (Josefo, Antigüedades xvii. 8. 1; 9. 3; 11. 4; Guerra ii. 1. 1; 6. 1-3).
Volver.
Ver com. Mat. 20: 14.
13.
Diez siervos suyos.
Los siervos representan 833 a los discípulos y a todos los cristianos a quienes Cristo ha confiado sus intereses en la tierra durante su ausencia en el "país lejano" (ver com. Mat. 16: 19). El número diez que Jesús emplea aquí, y que utilizó en repetidas ocasiones, no tiene ningún significado especial (ver com. Luc. 15: 8).
Minas.
Gr. mn~, palabra que deriva del Heb. maneh, "mina" (ver t. 1, pp. 172-173). En tiempos de Cristo, la mn~, "mina" era una sesentava parte de un talento de plata, y equivalía a 100 dracmas (ver com. cap. 15: 8), o sea el Jornal de 100 días de trabajo (ver com. Mat. 20: 2). La mina pesaba 385 g de plata. Compárese con los "talentos" de la otra parábola (ver com. Mat. 25: 15).
Negociad entre tanto que vengo.
La cantidad de 385 g de plata parece representar un capital muy pequeño. Cuando el hombre regresó se refirió a una mina como "poco" (Luc. 19: 17); sin embargo, éste era el medio de probar la habilidad de cada siervo con el fin de asignarle más tarde mayores responsabilidades. La declaración "entre tanto que vengo", indica que el hombre pensaba estar ausente por un período indefinido. Jesús indicaba por medio de estas palabras que él también permanecería ausente por un tiempo considerable antes de regresar para recompensar a los suyos (cf. Mat. 25: 15).
14.
Sus conciudadanos le aborrecían.
En la aplicación de esta parábola al reino de los cielos (vers. 11), el hombre representa a Jesús y los ciudadanos representan a los judíos. No había, pues, motivo alguno para el odio que los judíos sentían hacia Jesús (ver com. Sal. 69: 4; Juan 1: 11). Con referencia a las razones por las cuales lo odiaban, ver com. Juan 6: 60-61, 66.
No queremos.
Los judíos no querían aceptar a Cristo como su rey Cuando declararon ante Pilato: "No tenemos más rey que César" (Juan 19: 15), su rechazo de Cristo fue completo.
15.
Vuelto él.
La parábola de los talentos presenta la conducta de los siervos durante la ausencia del patrón (Mat. 25: 16-18), y también menciona que el amo regresó "después de mucho tiempo" (vers. 19).
Mandó llamar.
Mateo añade que el propósito del señor al llamarlos era ajustar cuentas. Pero el hombre de los talentos deseaba saber cómo se habían desempeñado sus siervos en la administración de su propiedad, pues tenía planes de asignarles responsabilidades como magistrados en su reino, a cada uno según la habilidad que hubiera demostrado.
16.
El primero.
Cf. Mat. 25: 20. Aquí se presentan sólo tres de los diez, como ejemplos de los diferentes grados de éxito que habían alcanzado. El primero tenía mucho que informar, el segundo algo que informar, y el tercero nada que informar. En la parábola de los talentos sólo aparecen tres siervos desde el principio, y los tres tuvieron que rendir cuentas.
Tu mina.
Cada uno de los siervos reconoce que la mina que le fue confiada aún es propiedad de su señor.
Ha ganado diez minas.
Mejor "ha ganado diez minas más". Hubo una ganancia de mil por ciento sobre el capital invertido. En vez del capital inicial de una mina (385 g de plata), el siervo tenía ahora once minas (4.235 g de plata), o sea el equivalente de 1.100 días de trabajo (ver com. vers. 13). El primer siervo había demostrado habilidades poco comunes en sus negocios; esto reflejaba su dedicación a su señor y su diligencia en el trabajo.
17.
Está bien, buen siervo.
El siervo de la parábola de los talentos recibe el calificativo de "fiel" y de "bueno" (Mat. 25: 21). Pero es probable que con esto no se quisiera indicar una verdadera diferencia, pues el "señor" de inmediato elogia así al primer siervo: "sobre poco has sido fiel" (ver com. Mat. 25: 21).
Autoridad sobre diez ciudades.
La habilidad administrativa demostrada por el primer siervo era una evidencia de que se le podían confiar los asuntos de una pequeña provincia del reino del señor. Ni fue jubilado, ni se le asignó una pensión, ni se le concedió ninguna recompensa material. Su recompensa consistió en una responsabilidad mayor, fue promovido a un puesto más elevado, y sin duda de mayor jerarquía. Había pasado la prueba con notable éxito (ver com. Luc. 19: 13; cf. com. Mat. 25: 21).
18.
Cinco minas.
Es decir, una ganancia de 500 por ciento (ver com. vers. 17). El segundo siervo ahora tenía seis minas, o sea 2.310g de plata.
19.
Sobre cinco ciudades.
Su promoción fue proporcional a la capacidad que había demostrado (ver com. vers. 17).
20.
Vino otro.
Es decir, otro de los diez (Luc. 19: 13; cf. Mat. 25: 24).
Aquí está tu mina.
Pero en la parábola de los talentos el tercer siervo dijo: "aquí tienes lo que es tuyo" (ver com. Mat. 25: 25).
He tenido guardada.
Había cuidado muy 834 bien la mina que le había sido confiada; ni la había perdido ni la había despilfarrado.
Pañuelo.
Gr. soudárion, del latín sudarium, de la raíz latina sudor, "sudor". Este "lienzo" (BJ) era parte de la indumentaria personal, y probablemente corresponda a lo que hoy llamamos "pañuelo". En algunos papiros se menciona el soudárion como parte del ajuar de una novia.
21.
Tuve miedo.
La causa principal del miedo de este siervo era su actitud equivocada hacia su señor, quien evidentemente había esperado que cada siervo hiciera lo mejor de su parte, y no quería aceptar nada menos. No había duda de que el siervo era perezoso. La prueba a la cual lo había sometido su amo era de tal naturaleza, que si la hubiera aprovechado le habría ayudado a vencer ese defecto.
Severo.
Gr. aust'rós, "estricto", "exigente", "severo", "austero". La pereza de este siervo, ¿cómo podía causar en el señor una reacción diferente?
Tomas lo que no pusiste.
Lo que el siervo en realidad dice es, "de todos modos vas a tomar cualquier cosa que yo haya ganado y no recibiré ninguna recompensa por mis esfuerzos. Por lo tanto, ¿de qué valía que me molestara?" Las recompensas que se dieron al primero y al segundo siervo, demuestran que la dificultad se debía al tercer siervo y no a su señor (ver com. Mat. 25: 24).
22.
Mal siervo.
Había abusado de la confianza de su señor y descuidado las oportunidades que se le dieron para triunfar. Quienes no hagan nada con los talentos que les han sido confiados son siervos malos delante de Dios, y, sin duda, cosecharán la recompensa de los impíos. En la parábola de los talentos el tercer siervo es censurado por ser negligente y "malo" (ver com. Mat. 25: 26).
Por tu propia boca.
No hacía falta examinar más los hechos. El tercer siervo había demostrado que era totalmente indigno de confianza. Los que siempre culpan a otros por sus fracasos, manifiestan claramente sus propios defectos de carácter. Demuestran que no se les puede confiar ningún tipo de responsabilidades importantes.
Te juzgo.
Es decir, "te condeno" (ver com. Mat. 7: 1).
Sabías.
El resto del versículo podría considerarse como una pregunta: "¿sabías tú ... ?" El fracaso de este siervo no se debió a ignorancia, sino a pereza. Sabía lo que tenía que hacer pero no lo hizo. Sabía que su señor le exigiría estrictas cuentas del uso que había dado a la oportunidad que se le había concedido; y si lo sabía ¿por qué no hizo nada? Evidentemente podría haberlo hecho. En esto estaba su culpa (ver com. Sant. 4: 17).
23.
¿Por qué, pues?
Ya que sabía lo que le esperaba cuando volviera su señor, lo menos que podría haber hecho era poner el dinero a trabajar para él, aunque él mismo no estuviera dispuesto a hacerlo. ¿Por qué aceptó el dinero si no tenía intenciones de hacer algo con él? Podría habérselo dado a otro siervo que pudiera haberlo usado en forma útil.
El banco.
Gr. trápeza, "mesa"; la mesa del cambista o prestamista (Mat. 21: 12; Mar. 11: 15; Juan 2:15), que, por tanto, equivale a "banco". La palabra "banco" para referirse a una institución bancaria también deriva del lugar en donde se hacían las transacciones. Al siervo le habría costado muy poco esfuerzo llevar el dinero a uno de los prestamistas de la ciudad. Por lo tanto, su manera de proceder no sólo lo identificaba como insensato y perezoso sino que además daba la impresión de que deliberadamente se había propuesto privar a su amo de la ganancia que le correspondía (ver com. Mat. 25: 27).
Intereses.
Con referencia a la enseñanza bíblica acerca del pago y cobro de intereses, ver com. Exo. 22: 25.
24.
Los que estaban presentes.
Quizá algunos de los acompañantes del hombre, y no los otros siervos. Estar delante de un superior significaba estar en su servicio (1 Rey 10: 8; ver com. Dan. 1: 19).
Quitadle la mina.
Evidentemente no se le infligió ningún castigo excepto el de la sanción de obligarlo a devolver el capital improductivo que le había sido confiado (ver com. vers. 26).
Dadla al que tiene.
El talento no utilizado le fue dado al primer siervo, no tanto como recompensa sino porque había demostrado que haría más con él que los otros. Que el hombre entregara su dinero y sus intereses en manos de quienes supieran aprovechar mejor las oportunidades que se les daban, sencillamente mostraba que tenía la habilidad de manejar bien los negocios. El primer siervo tenía ahora 12 minas, o sea 4.620 g de plata. Esto era el doble de lo que tenía el segundo siervo. El rey no exigió la devolución del capital ni de los intereses, sino que los dejó en manos de estos siervos para que siguieran aumentándolos (cf. Mat. 25: 28). 835
25.
Le dijeron.
No es bien claro si los que protestaron fueron los que acompañaban al hombre (ver com. vers. 24), o si fueron los que escucharon la parábola de labios de Jesús. Si fue esto último, todo el vers. 25 sería entonces una especie de paréntesis en la narración.
26.
A todo el que tiene.
Con referencia a este principio presentado en forma de paradoja, ver com. Mat. 13: 12; 25: 27. Esta es la explicación del hombre en cuanto a la razón por la cual entregó la mina improductiva al que ya tenía más que cualquiera de los otros siervos.
Se le quitará.
Al siervo perezoso sencillamente se lo priva del capital que se le había confiado; pero su análogo en la parábola de los talentos fue además castigado severamente (ver com. Mat. 25: 30).
27.
Aquellos mis enemigos.
Es decir, los que se habían rebelado en ausencia del noble y habían procurado impedir que recibiera su reino (ver com. vers. 14).
Decapitadlos.
Gr. katasfasÇ "matar", "degollar". Es claro que los que se habían opuesto al noble no se habían reformado, que aún se oponían a su gobierno, y la única forma de salvaguardar la paz y la seguridad del reino era deshacerse de ellos totalmente.
28.
Subiendo.
Es decir, avanzando desde Jericó en el valle del Jordán (ver com. vers. 11). En unos 28 km el camino sube más de 1.000 m (ver com. cap. 10: 30). La rápida transición del relato de Lucas parece dejar poco tiempo entre los sucesos ocurridos en Jericó (vers. 1-28) y la entrada triunfal (vers. 29-44).
29.
Aconteció.
[La entrada triunfal en Jerusalén, Luc. 19: 29-44 = Mat. 21: 1-11 = Mar. 11: 1-11 = Juan 12: 12- 19. Comentario principal: Mateo.] Sólo Lucas relata la culminación de la entrada triunfal, la cual tuvo lugar en la cumbre del monte de los Olivos (vers. 41-44).
33.
Sus dueños.
Sólo Lucas observa que fueron los dueños del pollino (cf. Mat. 21: 2) los que protestaron a los dos discípulos enviados para buscarlo.
37.
Cerca de la bajada.
Viniendo de Betania, desde la cima del monte de los Olivos, se desciende al valle del Cedrón y después se sube un poco hasta la ciudad de Jerusalén.
Alabar a Dios.
El Sal. 122 era uno de los preferidos de los peregrinos. Lo recitaban o cantaban cuando veían las torres de la ciudad de Jerusalén. Sus palabras eran muy apropiadas: "Nuestros pies estuvieron dentro de tus puertas, oh, Jerusalén" (Sal. 122: 2, 7; ver DTG 56). Esta ocasión, en la cual los que acompañaban a Jesús pensaban que pronto sería coronado como rey de Israel, sin duda se prestó para un regocijo sin precedentes.
38.
Paz en el cielo.
Cf. cap. 2: 14.
39.
Algunos de los fariseos.
La noche anterior los dirigentes de Israel habían hecho planes para matar a Jesús. Judas se había reunido con ellos por primera vez, disgustado por la reprensión implícita en las palabras que Jesús le había dirigido en casa de Simón, en Betania (DTG 512, 516-517; ver com. Mat. 21: 1). El hecho de que grandes multitudes abandonaban los servicios en el templo para ver a Jesús (DTG 525), especialmente en vísperas de la pascua, era un sombrío presagio de la pérdida del poder de los dirigentes religiosos de la nación, quienes ahora temían que Jesús permitiera a la multitud que lo coronara como rey (DTG 526-527).
Maestro.
Con el sentido de uno que enseña. Hasta los enemigos de Jesús emplearon este título. Los dirigentes se negaban a admitir lo que creía el pueblo: que Jesús tenía que ser por lo menos "el profeta" (cf. Mat. 21: 11). El término "maestro" no involucraba reconocimiento de poder divino ni de autoridad divina.
41.
Llegó cerca.
Es decir, cuando llegó desde donde podía ver la ciudad de Jerusalén, la cual quedaba hacia el oeste del monte de los Olivos, al otro lado del estrecho valle del Cedrón.
Al verla.
Desde la cima del monte de los Olivos (CS 19) se podía ver el templo y todo el resto de la ciudad. La cumbre del monte de los Olivos está aproximadamente a unos 100 m sobre la zona del templo. Desde allí también sin duda se podía ver el Calvario, no lejos de la puerta de las ovejas, por donde Jesús tendría que pasar (DTG 528-529). La resplandeciente hermosura del templo con su blanco mármol y doradas cúpulas que brillaban bajo el sol de la tarde, debe haber sido un panorama inspirador para los judíos (DTG 527-528). Era natural que el corazón de todos los verdaderos hijos e hijas de Israel se llenaran de orgullo y gozo al ver por primera vez la Santa Ciudad. Pero Jesús lloró públicamente porque veía lo que la multitud no podía ver: el terrible fin de Jerusalén a manos de los ejércitos romanos, a unos escasos cuarenta años más tarde.
42.
Lo que es para tu paz.
Es decir, las cosas 836 que los dirigentes y el pueblo necesitaban saber para evitar la calamidad y asegurar la paz y la prosperidad. Entre estas cosas estaban los requerimientos que Dios esperaba que los judíos cumpliesen para que él pudiera honrarlos plenamente como nación y hacer de ellos sus representantes ante las naciones. Con referencia al esbozo del glorioso destino que Dios había señalado para Israel, ver t. IV, pp. 28-33. Jesús vio claramente por una parte lo que Israel podría haber sido; y por otra, lo que sería de él (DTG 529- 530).
Está encubierto.
Es decir, no se llevaría a cabo.
43.
Vendrán días.
La mirada de Jesús penetró el futuro con divina previsión, y vio los ejércitos romanos que rodeaban la ciudad de Jerusalén y la asolaban. Dos días más tarde, en la ladera occidental del monte de los Olivos, habló brevemente con sus discípulos acerca del futuro de Jerusalén (Mar. 13: 3; ver com. Mat. 24: 15-20).
Tus enemigos.
En este caso, los romanos (ver com. cap. 21: 20).
Vallado.
Gr. járax, "estaca", "empalizada". Josefo (Guerra vi. 2; ix. 2; xi. 4 a xii. 2) describe con detalles el cumplimiento de esta profecía. Cuando los romanos sitiaron a Jerusalén, construyeron primero un terraplén con tierra y madera; los judíos lo destruyeron, y entonces los romanos lo reemplazaron con un muro.
Te sitiarán.
Los romanos rodearon a Jerusalén y finalmente la conquistaron por el hambre. Cuando el hambre llegó al punto de desesperar a sus habitantes, las legiones romanas entraron en la ciudad y la tomaron.
44.
A tierra.
Ver com. Mat. 24: 2.
Piedra sobre piedra.
Es probable que sea ésta una hipérbole para indicar una completa destrucción.
Visitación.
Ver com. Sal. 8: 4; 59: 5. El castigo sobrevendría por los pecados de la nación, especialmente por haber rechazado a los mensajeros de misericordia que Dios les había enviado una y otra vez (ver com. Mat. 23: 34-35). La retribución por todos estos crímenes vendría "sobre esta [esa] generación" (ver com. Mat. 23: 36-37; Luc. 19: 41).
45.
Entrando en el templo.
[Segunda purificación del templo, Luc. 19: 45-48 = Mat. 21: 12-17 ( CB) = Mar. 11: 15-19. Comentario principal: Mateo.]
Y compraban en él.
La evidencia textual establece (cf. p. 147) la omisión de la frase "y compraban en el". Ver com. Mat. 21: 12.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-2 DTG 506
1-10 DTG 506-510
3 DTG 507
5 PVGM 188
5-7 DTG 508
8 5T 339
8-10 DTG 508
9 DTG 510
10 CM 27; COES 76; Ev 338; FE 183, 199, 206; HAp 373; MC 72, 354; MeM 309; MM 301; 2T 27, 224, 467; NB 271-272; 3T 49; 4T 377; 5T 603; 8T 310
13 CM 237; CMC 122; FE 229; 1JT 364; 2T 668
14 PR 103; TM 476
16 CMC 118; 5TS 172
16-20 2T 285
20 CMC 131; FE 83; 2JT 167; 3JT 67; 3T 57; 8T 55
20-23 CMC 44
29-44 DTG 523-532
37-40 PE 109; TM 101
39-40 DTG 527
40 CS 456; CW 38; 2JT 162; PE 244; SR 373; 1T 57; 8T 55
41 CS 20, 24; DTG 528, 530, 538; 2JT 11 4; 3JT 218; 1T 505; 4T 191; 5T 72, 258
42 DTG 529; PVGM 243; 4T 187; 5T 73, 76-77, 258; TM 416
42-44 CS 19; DTG 530
44 CS 360, 362; DTG 202, 580; 2JT 534; 3JT 59, 333; NB 452; PVGM 243; 4T 187, 191; 5T 72; TM 408
45-48 DTG 540-543 837
LUCAS - CAPÍTULO 20 - AUDIO
1 Cristo afirma su autoridad con una pregunta sobre el bautismo de Juan. 9 La parábola de la viña. 19 El impuesto para César: 27 Cristo convence a los saduceos que negaban la resurrección. 41 Por qué Cristo es hijo de David. 45 Aconseja a sus discípulos a cuidarse de los escribas.
1SUCEDIO un día, que enseñando Jesús al pueblo en el templo, y anunciando el evangelio, llegaron los principales sacerdotes y los escribas, con l